Los espectadores de deportes, los que aman el fútbol o el basket o el béisbol o el tenis, los que siguen los partidos y los campeonatos, los que tocan el cielo cuando su equipo gana y conocen el record de sus jugadores favoritos, viven con dos preguntas eternas: “¿Por qué ellos?” y “¿Cómo lo hacen?”. Eso creen Mark Williams, especialista en ciencia del deporte, y Tim Wigmore, periodista, y se dispusieron a contestarlas en The Best: How Elite Athletes Are Made (Los mejores: qué hace a los atletas de élite), un libro que recoge información sobre esas dos cuestiones.
“No decimos que hay un patrón sencillo para convertirse en el mejor, o siquiera para maximizar las oportunidades de convertirse en el mejor que uno puede ser: el deporte, como la vida, es en general más complicado”, escribieron. “Ni decimos que todos se pueden convertir en el mejor: los atletas destacados se benefician de una mezcla compleja, e interrelacionada, de lo natural y lo adquirido. Pero, como indagamos, hay ciertas características que son comunes a muchos de los mejores deportistas, durante sus infancias y sus carreras, y que echan luz sobre lo que lleva convertirse en un atleta de élite”.
Los lugares donde nacieron, y hasta el momento del año. La composición de sus familias. Si jugaban informalmente, en los parques de sus ciudades. Todo eso influye en el surgimiento de figuras como Michael Jordan, Roger Federer o Lionel Messi.
Con entrevistas originales a Pete Sampras, Annika Sorenstam, Steph Curry, Elena Delle Donne, Siya Kolisi y Marcus Rashford, entre otros, y también a padres de deportistas, como Oracene Price, la madre de las hermanas Williams, el libro deconstruye cómo los atletas realizan sus hazañas extraordinarias. Los británicos Williams (autor de 18 libros y más de 500 artículos académicos; consultor en deportes profesionales y en el nivel olímpico) y Wigmore (autor de Cricket 2.0 y firma habitual de The Daily Telegraph) analizan varios factores que rodean el alto rendimiento en el deporte, en una combinación de datos duros de estadísticas e investigaciones con anécdotas.
A veces el juego está en la velocidad de los pies o las manos, pero con más frecuencia en la velocidad de la mente: “Los atletas pueden procesar instantáneamente bloques de información compleja para decidir un curso de acción apropiado, con frecuencia bajo presión intensa”, escribieron los autores. Otras está en el camino que siguieron: “Los entrenadores pueden facilitar la grandeza”, agregaron, lo que equivale a decir que también pueden no hacerlo.
Entonces, la persona que le compra a su bebé un babero con los colores de su equipo, ¿puede soñar con que algún día los llevará profesionalmente?
“Uno de cada 5.768 jugadores de futbol americano en la escuela secundaria se convierte en profesional; uno de cada 11.771 se convierte en jugador de basketball y una de cada 13.015 en jugadoras de basketball femenino”, explicaron Williams y Wigmore. “Sin embargo, esto solo significa que llegan a ser deportistas profesionales. Si se trata de ser los mejores en sus rubros, las probabilidades cambian notablemente”.
Detallaron: “Hay 5,3 millones de jugadoras de basketball femenino en los Estados Unidos pero solo una Elena Delle Donne, que tiene el mejor porcentaje de tiro libre de cualquier jugador, varón o mujer, en la historia. En Sudáfrica hay 460.000 jugadores de rugby, pero solo un Siya Kolisi, quien condujo a los Springboks a la gloria de la copa mundial de rugby en 2019. Y en Inglaterra sólo 180 de los 1,5 millones de jugadores que juegan fútbol organizado cada año se convierte en jugador de la Premier League, una tasa de éxito del 0,012 por ciento. Esto muestra cuán destacable es la trayectoria de Marcus Rashford hasta lograr su debut en Inglaterra a los 18 años”.
Todos ellos, aunque sus deportes sean diferentes, comparten algunas coincidencias asombrosas, también con LeBron James, Serena Williams, Andy Murray, Megan Rapinoe. La primera: las características de los lugares donde nacieron.
Los atletas nacen en ciudades medianas
“Si creces en una ciudad de entre 50.000 y 100.000 habitantes, tienes 15 veces más probabilidades de convertirte en un deportista de élite que si creces en un lugar más pequeño o más grande”, dijo Wigmore a NPR. El fenómeno ha sido investigado en el mundo entero: “Las ciudades medianas tienen la combinación perfecta de modo de vida rural y urbano. Se cuenta con el espacio que existe en las áreas rurales pero también se tiene la clase de calidad de competencia y entrenamiento que se tiene en las áreas urbanas”.
El libro ofreció el ejemplo de Michael Jordan, o mejor dicho de la ciudad donde él creció, Wilmington, en Carolina del Norte. Si bien actualmente tiene un poco más de 100.000 habitantes, hace unas décadas estaba bastante por debajo y produjo “una enorme cantidad de atletas de élite, entre ellos Sonny Jurgensen, mariscal de campo de la NFL incluido en el Hall of Fame, y Sugar Ray Leonard, medalla olímpica de oro en boxeo”.
Las ciudades medianas también presentan un equilibrio muy especial entre la oferta y la demanda de deportistas. “Son lo suficientemente grandes como para tener una variedad diversa de gente a la que reclutar, pero también son lo suficientemente pequeñas como para que haya demanda de jugadores. Es posible que los entrenadores alienten más a los niños para que jueguen —aun si les falta para ser buenos— y los ayudan a alcanzar su potencial”.
De manera complementaria, existen estudios sobre las tasas de deserción, y los niños que crecen en ciudades con más de medio millón de habitantes tienen tres veces más probabilidades de abandonar la práctica de un deporte en comparación con los niños de ciudades medianas.
Los atletas tienen hermanos mayores
Acaso el dato más llamativo de The Best sea que establece, con elementos sólidos, la asombrosa coincidencia de que la mayoría de los deportistas de élite tienen hermanos mayores. A partir de “un análisis exhaustivo de 33 deportes en Canadá y Australia” focalizado en la comparación de atletas de élite que alcanzaron niveles internacionales de competencia superior con deportistas locales o internacionales de segunda línea, Williams y Wigmore explicaron el fenómeno.
“En promedio, los dos grupos mostraron el mismo número total de hermanos. Lo que importó fue si esos hermanos fueron mayores o menores. Los atletas de élite tenían en promedio 1,04 hermanos mayores; los que no eran de élite, 0,61 solamente”, escribieron.
Citaron otro estudio, realizado en los Estados Unidos en 2014 sobre jugadoras que compitieron por entrar en la selección nacional de fútbol femenino, “encontró que alrededor de tres cuartas partes de las jugadoras tenían un hermano o una hermana mayor; sólo el 20% era la hija mayor y sólo el 5% eran hijas únicas. Las estrellas nacionales Megan Rapinoe, Mia Hamm y Alex Morgan se contaban entre las que jugaban al fútbol con sus hermanos mayores en la infancia”.
El libro analiza varias razones para eso. “El primer hijo tiene que esperar para que sus padres jueguen con él, o para que sus padres les programen una cita para jugar; aquellos que tienen hermanos mayores, no. Cuando nacen ya tienen alguien con quien jugar, y si a sus hermanos mayores los llevan a lugares para que jueguen, con frecuencia también a ellos los llevan, lo cual incrementa su exposición al deporte regular a una edad temprana”, por ejemplo.
Hay casos muy conocidos: Venus y Serena Williams, por ejemplo, se han enfrentado en partidos importantes. Y si bien Venus ha ganado siete Grand Slams, Serena, 15 meses menor, ganó 23 y ha sido aclamada como la mejor jugadora de tenis de la historia y una de los mejores más allá del género. Las dos son hijas de la misma entrenadora, Price.
El “efecto del hermano menor”, como lo llaman los autores, “uno de los hallazgos más misteriosos de la ciencia del deporte”, fue muy proclamado por Michael Jordan, quien tuvo tres hermanos mayores. “Desde el punto de vista de la competencia, no creo que yo pudiera estar aquí sin los enfrentamientos con mi hermano”, dijo la estrella del basket en el documental The Last Dance, de ESPN. Se refería a su hermano Larry, 11 meses mayor que él, a quien se consideraba mejor jugador mientras crecían.
“Cuando llegas a los puños con alguien a quien amas completamente, eso enciende todas tus llamas interiores. Y siempre sentí que luchando con Larry por la atención de mi padre. Quería esa aprobación. Quería esa clase de confianza. Así que mi determinación de ser tan bueno, o mejor, que mi hermano, aumentó así”.
Algo similar sucedió entre Jamie y Andy Murray en Escocia. Hoy Jamie es un importante jugador de dobles, pero su hermano menor, Andy, ganó tres Grand Slams. “Creo que tener un hermano mayor probablemente ayudó a que Andy se volviera extra competitivo”, dijo en The Best Judy Murray, la madre de los tenistas. “Lo que ayudó a Andy en particular fue tener, durante todos sus años de formación, un hermano mayor que era un poco más grande físicamente y un poco más fuerte. Lo único que él quería era ganarle a Jamie”.
Williams y Wigmore citaron a Melissa Hopwood, coautora del estudio sobre atletas australianos y canadienses: “Los hermanos mayores juegan un papel importante en el desarrollo de un atleta: pueden actuar como agentes de socialización, presentar un deporte a sus hermanos menores, tanto mediante el juego informal en la casa como cuando los padres llevan a la rastra a los más chicos a los compromisos deportivos de los hermanos mayores. Los hermanos mayores actúan como modelos entrenadores, y les enseñan a los hermanos menores las reglas y las habilidades del deporte mediante la observación o la instrucción directa”.
Los atletas juegan en cualquier lugar
El aporte de juego por puro gusto que traen los hermanos mayores es una clave en sí misma. “La cantidad de juego informal que practican los deportistas también puede ser un indicador para predecir quién se convertirá en jugador de élite”, agregó el libro.
Un estudio realizado sobre jugadores de fútbol a los que la Premier League ofreció becas a los 16 años mostró que los elegidos jugaban al fútbol informalmente —juegos con familiares y amigos, en la calle y en los parques— más del doble que los demás niños.
Lo mismo se ve en el basketball: “La NBA también ha destacado que el juego informal expone a los niños a más variables —como diferentes papeles y posiciones, diferentes tamaños de canchas y diferente cantidad de jugadores— que aceleran el desarrollo de las habilidades, lo cual crea ‘aprendices más inteligentes’ acostumbrados a adaptarse”.
Los atletas no nacen en vacaciones
Michael Jordan tiene otra característica habitual de los deportista destacado: no nació durante las vacaciones escolares. En el hemisferio boreal, “julio es el peor mes para nacer si quieres ser un atleta de élite”, escribieron Williams y Wigmore. El mes, equivalente a diciembre en el calendario escolar del hemisferio sur, implica que el niño será muy chico para su año escolar, y en la adolescencia eso implica menos altura y menos volumen en músculos, lo cual es una desventaja evidente para el deporte.
Sólo un puñado ha convertido ese problema en una ventaja: “Los niños que nacieron tarde para su año escolar tienen menos posibilidades de convertirse en deportistas profesionales, pero una probabilidad mayor de convertirse en ‘súper élite’ y ganar el MVP de la NBA”, el premio anual al jugador más valioso de basket de la liga. Se trata del “efecto de no ser favorito”, según definió The Best: tienen que esforzarse más y, cuando logran la capacidad, o adquieren finalmente la destreza física, lo consiguen.
El libro analiza otros elementos que hacen a un deportista destacado: la capacidad de fijar los ojos en un objetivo en los últimos milisegundos de preparación para un tiro; la habilidad de doblegar la ansiedad; su tendencia a “ser dueños de su práctica en lugar de simplemente hacer lo que les dicen”; su fuerza del carácter, su búsqueda de la excelencia y su voluntad de convertirse en un ejemplo. Por último, en otros capítulos también analizan las razones que han llevado a grandes deportistas al fracaso, los problemas de salud mental y el doping.
Muchas veces a lo largo de las páginas los conceptos del libro resuenan como metafóricos. El deporte, además de entretener y brindar una forma de ejercicio, “nos ayuda a entendernos”, según el prólogo de Matthew Syed a The Best. Y analizarlo es como analizar la vida misma: “Nos ayuda a comprender por qué algunas personas se destacan y otras no, por qué algunas personas se esfuerzan mientras que otras brillan, por qué algunas sobrellevan la presión y otras se desmoronan”.
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