En agosto del 2019, cuando se unió a un picado con otros ex profesionales, Emanuel Ginóbili llevaba 16 meses sin jugar al básquet. Había decidido entrar en un proceso acentuado de alejarse de la pelota naranja que lo acompañó durante toda su vida como una especie de herencia en una familia atravesada completamente por este deporte. A dos años y ocho meses de su última vez como un Spurs, Manu ahora le dedica horas de su vida a una nueva gama de disciplinas que lograron apasionarlo. Hay dos que, en especial, predominan en su día a día: el tenis y el ciclismo.
“Cuatro veces le metí (al tenis) esta semana. Estoy a full. La bicicleta es el entretenimiento del fin de semana, durante la semana es tenis”, contó semanas atrás este prócer del deporte argentino en el podcast Hola! ¿qué tal? que comandan su ex compañero Nicolás Laprovittola y el periodista Germán Beder. En aquella ocasión, Ginóbili estuvo como invitado en el envío en el rol de “entrevistador” ya que la nota era a Diego Schwartzman y él –dado su creciente fanatismo por el tenis– no quiso perdérsela.
“Es una diferencia con el básquet en el sentido ese que a veces vas 40-15, 4-2 en el último set y decís: acá tomo algún riesgo, una boludez. Y esa boludez la hiciste, la erraste y decís: qué pelotudo por qué tiré esa bola. Y después te ganan el otro, te ganan el game y estás todo el tiempo pensando en el punto ese que boludeaste. En el básquet confiás en tu compañero. Es muy cruel el deporte este. Por eso mentalmente hay que tener una fortaleza inusual, sobre todo nosotros que confiamos en el compañero”, explicó sus sensaciones con el tenis. El deporte blanco se convirtió en una parte estructural de su vida una vez que abandonó el básquet profesional en abril del 2018 y por intermedio de sus redes sociales hasta se animó a mostrar su interesante revés a una mano.
Sin embargo, si nos guiáramos por sus publicaciones en Instagram, el ciclismo ganó terreno también en sus horas libres: la mayoría de sus últimas fotos son a bordo de la bicicleta y varias de ellas con la compañía de Tim Duncan, uno de los integrantes del histórico trío que le dio cuatro anillos NBA a San Antonio. “50km con el #21. Estamos mejorando! Próximo paso: 60km”, escribió hace un mes atrás en su perfil oficial virtual que cuenta con más de un millón de seguidores. Allí estaba acompañado por el mítico 21 de los Spurs.
“Voy a empujar por los 55/60 kilómetros. Vamos a ver si mi compañero, que está un poco viejo, me alcanza. Todo el tiempo pedaleando, es una falta de compañerismo meterle el motorcito. Es sube y baja, no es llano. Se pone complicado. Dos horitas. Jamás me imaginé que iba a hacer esto y ahora tengo el tiempo, tenemos un lindo equipo y vale la pena”, contó sobre su vínculo con esta disciplina en el mencionado podcast.
La realidad es que pocas veces se lo vio a Manu relacionado con el básquet desde aquel quinto juego de los playoffs en abril del 2018 contra Golden State Warriors que finalizó con derrota 99-91 para su franquicia y marcó su adiós oficial de la competencia. Volvió al AT&T Center en marzo del 2019 para vivir el homenaje en su honor con el retiro de su camiseta número 20 y reapareció meses más tarde allí para presenciar una ceremonia similar pero esta vez dedicada a su amigo Tony Parker. También se hizo un tiempo y viajó hasta China para vivir desde primera fila el triunfo argentino ante Francia en las semifinales del Mundial. Si bien siempre aclaró que no se veía en el rol de entrenador, a mediados del año pasado se conoció que los Spurs lo tentaron sin éxito para unirse al equipo de trabajo de Gregg Popovich, justo al mismo tiempo que Duncan se sumó como asistente.
“Cuando estoy en Argentina vengo de vacaciones a descansar, pero en San Antonio hago vida normal de papá. Me despierto todos los días a las 7 de la mañana, desayuno con mis hijos y después me voy a entrenar algo... que no sea básquet. No toqué la pelota prácticamente desde que me retiré. No tengo abstinencia, al contrario”, le había dicho al comediante Radagast en una nota de comienzos del 2019. Aunque la realidad es que en la intimidad se vincula mucho más con la pelota naranja de lo que quizá lo hiciese si no fuera por sus hijos. Dante y Luca, los dos mayores, comenzaron a fanatizarse con el básquet y su padre no puede negarse a disfrutar de ese placer único de compartir con sus descendientes la disciplina que los apasiona.
A los 43 años mantiene su físico intacto como si todavía estuviese en actividad, pero no todo es deporte en su vida. Manu también disfruta de las horas libres que tiene desde que dejó la actividad oficial. Desde su perfil oficial muestra los distintos destinos que visita en familia: desde Puerto Pirámides en Chubut, hasta el Jardín de los Dioses en Colorado Springs donde se animó a hacer una prueba extrema. Sin embargo, su lugar en el mundo –más allá de su casa en San Antonio– es su Bahía Blanca natal y las playas de Monte Hermoso ubicadas a 100 kilómetros de allí.
Independientemente de que estuvo presente con la selección argentina de básquet en el último Mundial o acompañó a los Spurs de manera virtual en la burbuja de Disney, también sigue de cerca a cada argentino que está defendiendo la bandera en distintas disciplinas. Claro que su amor por el tenis aparece en primer lugar y Diego Schwartzman es uno de sus favoritos: ”Lo admiro mucho. Encima ahora que intento hacer algo ahí en la cancha, logro tener mayor admiración y más por ser el famoso underdog, el que no tenía las chances de llegar adonde llegó y llegó. Realmente contagia entusiasmo, profesionalismo”.
Manu puede estar alejado de la disciplina profesional. Pasó de ganar millones por hacer un deporte, a pagar por el alquiler de una cancha de tenis o la puesta a punto de las bicicletas. Eso no le quita la competitividad que lleva adherida a la piel: “No rompo raquetas, pero me hablo mucho, me hablo como Peque se habla. Constantemente al básquet también me hablaba, pero mantengo la compostura. No puedo jugar con mi mujer porque no puedo pelotear, tengo que ir a fondo. Termino muerto cuando juego hora y media”.
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