“La verdad que, por suerte, creo que tengo buena capacidad de disfrute. Es muy loco… A Facu siempre le tuvimos fe, pero esto… jaja”. Con esa frase, tan directa y marcada por su clásica tonada cordobesa, comienza la charla con Campazzo. Tal vez no el más famoso de la familia, pero sí alguien que lleva tatuado en el corazón a su hermano del alma. Ese mismo al que ayudó a criar junto con mamá Elena y que hoy está a pocas horas de hacer historia para el deporte argentino al debutar en la NBA.
Sí, Facundo Campazzo logró su sueño. Uno que siempre mantuvo en secreto, guardado en lo más profundo de sus deseos, pero que construyó gracias a una condición que Marcelo describió de manera quirúrgica. Similar a los mágicos pases gol con los que el número 7 se hizo conocido en el Real Madrid y por los cuales llegó a la mejor liga del mundo del básquet.
“Él no es de alardear, pero con la actitud que vive… Él siempre se la creyó. Por eso está donde está”, le confesó el hermano mayor del nuevo jugador de los Denver Nuggets a Infobae.
- ¿Cómo está viviendo la familia este momento tan especial para Facundo?
-Estamos ansiosos, sin poder dormir. Es como esperar un hijo, muchos nervios. Está por cumplir su sueño, y cuando uno ve a la gente que quiere cumplir su sueño, se pone feliz. Todo fue muy estresante, pero lindo a la vez. Además, con lo que fue este año por la pandemia, terminarlo con una alegría como esta, la verdad es que te cambia todo.
- ¿De qué forma se enteraron que iba a jugar en la NBA?
- Fue todo de a poco. ‘Puede ser acá, puede ser allá’, decía. Hasta que un día nos dijo ‘listo, confirmado’. Y yo no lo pude creer. Fueron muchos meses, durante casi toda la pandemia estar esperando la confirmación.
- ¿Pueden creer que Facundo llegó a la meca del básquet mundial?
- Creo que ni él mismo lo cree, aunque en algún momento sí, pero en otro momento él dijo que estar en el Real Madrid era como la NBA, también. Son de primer nivel, te atienden de 10. Cuando lo fuimos a visitar, nosotros acostumbrados a comer un chori en la calle, ahí te atienden hasta con guantes. Te dan de comer, de tomar. La verdad es que al verlo en Madrid dijimos ‘ya está, no hay más que esto’, pero ahora está esto que es más groso todavía.
- ¿Cuál fue la reacción del barrio, de sus conocidos en Córdoba con la llegada a la NBA?
- Generó un gran impacto como pasa siempre con él. Igual, no te deja de sorprender. Ahora, lo que pasa es que antes a Facu lo miraba un amigo. Y ahora se suma el amigo, la mujer del amigo, el sobrino del amigo. Ahora todo el mundo va a querer ver sus partidos. Vas al almacén y te dicen ‘¡Que maestro tu hermano!’ o a la carnicería y es lo mismo. Es como que la gente se pone contenta porque llegó uno de ellos.
La sensación que le pasa a Marcelo por el cuerpo es única. Varios años más grande que Facundo, la relación con su hermano menor fue casi paternal. De protegerlo y acompañarlo. De estar junto a él y seguir sus decisiones, acompañarlo en sus gustos. Verlo crecer.
- ¿Cómo era él de chico?
- Era un hincha pelotas jaja. Era gracioso. Por suerte, mi vieja tiene muy buen sentido del humor y Facundo es igual. Siempre con ocurrencias. Era intenso, se enojaba cuando perdía a la play, calentón. Pero aparte de ser mi hermano, es mi amigo. Yo soy más grande, le llevo siete años, así que tenía como esa protección con él. Es un buen pibe, siempre lo fue.
Tan intenso en su infancia como lo es ahora para perseguir a los rivales en la defensa o para atacar el aro con fiereza, mamá Elena tomó la decisión de llevarlo a los 4 años a practicar deportes. Así fue como lo anotó en el club Municipal de Córdoba, donde Marcelo ya jugaba al fútbol. Según cuenta la leyenda, el ex base del Real Madrid tenía dotes con los pies. Tanto que su hermano se lo llevaba para sumarlo a varios partidos que tenía con amigos más grandes de edad.
- ¿Facundo jugaba bien al fútbol?
-Facundo jugaba muy bien al fútbol. Lo ponían de defensor y terminaba jugando de 9 porque corría mucho. Yo lo empecé a llevar cuando él ya jugaba al básquet. Lo llevaba con un amigo. Él empezó jugando en el Municipal a los dos deportes, pero después mi mamá le dijo que no iba a poder seguir haciendo los dos porque se le cruzaban los horarios y él eligió el básquet. El tema fue cuando le fui a avisar al técnico de su categoría que iba a dejar de jugar. Me dijo ‘Facundo es el mejor que tengo, ¿cómo se va a ir?’ Y yo después le dije a él que cómo iba a jugar al básquet... Pero al final tenía razón, un visionario jaja.
Más allá de ser de la misma sangre, Marcelo destaca la capacidad que tuvo siempre el hoy NBA para practicar deportes. Y también para afrontar cada desafío de la vida como una nueva prueba a cumplir. “El anda en skate, anda bien. Juega al fútbol, juega bien. Es un dotado para los deportes. Era una categoría la que él jugaba en el Municipal donde eran todos chiquititos, pero le ganaban a Atenas, Instituto, que eran todos grandotes. Pero ya se veía las cosas que hacía. Lo mismo que hace ahora, lo hacía a los 10 años. Yo siempre le digo, si hubiera sido abogado hubiera sido mejor que Burlando, jaja”.
- ¿Es verdad que Facundo cuando era chico le tenía miedo a la oscuridad?
Mal. Vivíamos en un departamento donde estaban la cocina y living juntos y de ahí salíamos al baño. Y cuando vos veías que él quería ir se iba corriendo rápido y prendía la luz. Ojo, puede ser que ahí haya aprendido a correr rápido jaja.
Facu Campazzo se hizo grande muy rápido. Cuando todavía era un adolescente, le apareció la oportunidad de irse a Mar del Plata para sumarse a Peñarol, uno de los clubes tradicionales de la Liga Nacional argentina. Y él, sin titubear, aceptó el reto de irse lejos de su familia y apostó por crecer en el deporte que lo cautivó desde que agarró una pelota con sus manos.
- ¿Fue duro para vos y tu mamá cuando decidió irse de tu casa?
-Eso fue una mezcla de buena decisión y un poco de suerte. Acá en Córdoba, no voy a decir lo que significa Atenas. Encima nosotros vivíamos a dos cuadras del estadio Cerutti (donde el equipo de básquet más importante de la provincia hace de local). Pero fue así: lo llamaron, le gustó y le dijo a mi mamá que se iba a probar. Y mi vieja le dijo ‘andá, probate, y si te va mal es un año perdido y probarás acá’. Fue la primera buena decisión que tomó. Y, además, cayó justo porque ahí estaban el Oveja (Hernández), Leo Gutiérrez, todos los dirigentes y sus familias muy contenedoras. Cumplió los 16 en Córdoba y después se fue. Y desde que llegó a Peñarol, entró, jugó en las categorías y le fue bien. Se sintió cómodo y como que se fue dando naturalmente.
Casi como si fuera el relato cronológico de una película de Hollywood, Marcelo hace las paradas necesarias para conocer la intimidad de su hermano Facundo, ese que después de convertirse en el líder de una de las grandes potencias del básquet en Europa, llegó a Estados Unidos y cautivó a propios y extraños en los pocos minutos que jugó en la pretemporada antes del estreno oficial de este miércoles frente a los Sacramento Kings en el Ball Arena de Denver.
- ¿Le gustaba mirar partidos de la NBA cuando era chico?
-Cuando era chico él miraba los partidos que se televisaban. Pero tenía la suerte de que mi prima más grande, que es su madrina, vivía en Miami. Y le mandaban siempre revistas. un año le mandaron un par de zapatillas.
- ¿A quiénes tenía Facundo como sus jugadores favoritos o referentes?
-Tenía 10 años y empezó a pegar recortes. Estaban Iverson, Kobe Bryant. Y los empezó a pegar en la pared. Entonces en esa época estaba de moda pegar fotos en las paredes. Y yo le decía ‘sacá eso de ahí’ y venía mi mamá y me decía ‘ésa es la pared de Facundo y él puede poner lo que quiera’. Yo tenía cosas de la Mona, de Riquelme y él, todo NBA.
Como el propio Campazzo jugador se encargó de decir, en esa época era normal verlo practicar junto a sus compañeros de equipo en el Municipal alguna acción de Vince Carter, Steve Nash o Jason Kidd, tres de las estrellas que tenía la liga estadounidense a comienzos del siglo XXI. Además de esas figuras, el propio Marcelo contó que tiene un recuerdo de una de las camisetas que Facundo usaba cuando era joven. “Mi prima le regaló una camiseta de Charles Barkley cuando estaba en los Phoenix Suns, la violeta. Esa remera todavía la tengo yo”, dijo el hermano mayor sobre aquella casaca número 34 del que fue elegido MVP de la NBA en 1993.
A sus 29 años, Facu atraviesa el mejor momento de su vida. Junto a su esposa Consuelo y su hija Sarah llegaron a Denver para comenzar una nueva etapa. Y su hermano mayor sabe lo vital que es para el menor estar en continuo contacto con su familia. “Hablamos de deporte, básquet, NBA, pero la familia, a la larga, es lo que queda. El deporte es hermoso, pero pasa, y uno quiere empezar a disfrutar eso. Con él, con su hija, con mi mamá, con su sobrino. Con la pandemia no pudimos disfrutar, pero estamos contentos porque lo vemos bien”, dice Marcelo, que hace casi dos años que no se ve con su amigo, como él lo define.
- ¿Tienen algún plan especial con tu familia para ver el debut?
- Vamos a hacer lo mismo que cuando se fue a Peñarol. En esa época, nuestra NBA League Pass era una computadora y lo escuchábamos por radio tomando un fernecito con mi mamá, mi señora y mi hijo. Ahora lo vamos a ver de la misma forma.
- ¿Qué palabras elegirías para definir lo que están viviendo al verlo a Facundo cumplir su sueño?
-No hay palabras. Ni que lo hubiera soñado habría sido tan lindo. Tanto él como mi vieja, que la luchó una banda, me ponen orgulloso de ser parte de sus vidas. O sea, ojalá que la vida le siga dando éxitos porque nos pone contentos a todos. A los que lo conocemos y a los que no. Cuando uno está medio bajón, te pones a ver algún partido y te dan ganas de seguir por lo que demuestra en la cancha. Para mí desde la cuna era NBA con lo que hace.
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