En el registro de bienes pertenecientes a Maradona que efectuó su círculo íntimo para presentar ante Sebastián Baglietto, designado administrador de la sucesión del Diez, apareció ella. Una Harley Davidson modelo Fat Bob 107, completamente customizada; tan personalizada que tiene nombre propio: “Yo soy Diego”.
Junio de 2019. Diego Maradona abandonó la dirección técnica de Dorados de Sinaloa para someterse a una intervención: le colocaron una prótesis en la rodilla derecha para mejorar su movilidad. Mientras cursaba el postoperatorio en la Clínica Olivos, recibió la noticia de un regalo especial. El Dínamo Brest de Bielorrusia, club del que supo ser “presidente del fútbol” de manera express, y luego “presidente honorario”, preparó un obsequio inigualable para reconfortarlo tras su paso por el quirófano: una motocicleta que lleva su sello en cada centímetro.
“Ellos siguen de cerca la vida de Diego y quisieron hacerle un regalo. Diego quedó maravillado al ver las fotos y quiere ir a buscar la moto”, reveló entonces Matías Morla, su abogado hasta el pasado 25 de noviembre, día de su muerte.
Son varios los detalles particulares que ostenta el vehículo: una pelota dorada en la rueda delantera, el número ’10′ en el frente, los colores de la bandera argentina en el tanque de nafta y la clásica firma de Pelusa bordada en el asiento.
Yuri Shif, cabeza del proyecto encargado a una casa de personalización que la creó, indicó que fue un pedido expreso del presidente del Dínamo. Y que el espíritu radicó en ilustrar “cómo se vería Diego si no fuera un jugador de fútbol, sino una motocicleta”.
Más detalles que definen a la obra: el asiento de cuero fue mandado a hacer aparte, la parte trasera exhibe similitudes con un auto y el Balón de Oro fue “la parte más difícil de hacer”. ¿Su valuación? Entre 30.000 y 40.000 dólares.
Se trata de uno de los tres grandes presentes que le ofrendó el Dínamo Brest, junto con un anillo con una piedra preciosa valuado en 300.000 dólares que se transformó en una de sus cábalas en su paso por Gimnasia La Plata, el 0,5% de las acciones de la institución y la camioneta anfibia Overcomer Hunta, con chasis de fibra de vidrio, un tanque de combustible de 100 litros y capacidad de navegación en el agua (sí, como si fuera un barco) a razón de 8 kilómetros por hora. Pesa 2,3 toneladas y mide 2,6 metros de altura; ofrece espacio para 7 ocupantes. Se consigue a un precio mínimo de 50 mil dólares, aunque la de Diego no era precisamente la versión básica.
Tan cautivado había quedado con su “tanque”, con el que entró al estadio el día de su presentación en Bielorrusia, que había pedido que le construyeran un garaje especial para que pudiera usarla en su estadía en el país. Claro que no era tan fácil: eso implicaba modificar la impactante mansión en Minsk que le habían alquilado, valuada en 20 millones de dólares, con piletas climatizadas en el medio de las salas, siete habitaciones, obras de arte, casi media docena de empleados a su disposición y un parque imponente. Finalmente, el “proyecto estacionamiento” quedó suspendido ante el cambio de planes de la estrella y su deseo de volver como protagonista al banco de suplentes. Pero la camioneta nunca cambió de dueño. Y es uno de los 7 automóviles que formaban parte de su flota al momento de su deceso. A ellos hay que sumarle la excéntrica moto, que también aguarda por la repartición de bienes en la sucesión en Europa oriental, dado que nunca fue trasladada hasta suelo argentino.
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