Aquel 3 de agosto del 2017 fue la fecha en la que el destino terminó de forjarse. La salida de Neymar al París Saint Germain en 222 millones de euros significó, paradójicamente, la erosión de las finanzas blaugranas. 30 meses más tarde, la pandemia fue el golpe que dejó casi al borde del nocaut al popular club catalán. Los titulares en torno a la economía de la entidad son agobiantes: “Barcelona está al borde de la quiebra”.
El profundo informe que realizó el diario español El Confidencial coteja datos con la opinión de los especialistas en la que se remarcan los factores que trasladaron al club hasta este presente y cómo algunos movimientos dirigenciales de los últimos tiempos son todo un síntoma de la deteriorada tesorería. Marc Ciria i Rog, un economista especialista en banca de inversiones y hombre cercano al ex presidente y actual candidato Joan Laporta, asegura que el fenómeno Neymar fue el que desordenó por completo el tablero. “El club se encuentra con una sola salida, un pago de cláusula de rescisión que le obliga a dejar ir al jugador. Para contrarrestar el efecto de su marcha, en lugar de apostar por un modelo deportivo, se apuesta por jugar a la Playstation. El Barça se empieza a cargar de deuda a corto plazo, más una serie de renovaciones a los cracks del equipo para subirles las cláusulas y que no vuelva a pasar lo de Neymar. Esto da lugar a una masa salarial desorbitada”, detalló en el citado medio.
Si bien aclaró que en esa temporada las “líneas de tesorería ya estaban tensionadas”, la partida de Neymar generó que el club pierda “un poco el norte” y a raíz de eso se endeudaron “por encima de los niveles de coherencia”. Tres casos ejemplifican a la perfección el cimbronazo deportivo que generó el adiós de Ney: se intentó suplirlo con las contrataciones de Ousmane Dembélé (105 millones más 45 de variables), Philippe Coutinho (120 millones más 40 en variables) y Antoine Griezmann (120 millones su cláusula de rescisión). Futbolistas por encima del valor de mercado que, para colmo, no dieron los frutos esperados: “El Barça se lanza a la compra de jugadores, tras la venta de Neymar, que no han dado el resultado esperado. Dembélé, Coutinho, Griezmann… Son 400 millones de euros en fichajes que no te están sirviendo, y parte de esos traspasos entran también en la deuda a corto plazo”, lo explica el economista José María Gay de Liébana.
La partida del brasileño fue simplemente el aleteo de la mariposa que ocasionó el tsunami financiero. Entre 2017 al 2019 la crisis se profundizó. La conducción pretendió ganar votos para su nuevo candidato y las decisiones generaron una situación de “enloquecimiento”. La Junta se empezó a disgregar y las decisiones caían en un presidente que según muchos no entiende nada de fútbol y que hizo caso omiso a quiénes le decían que ese no era el camino. El escándalo con la empresa contratada que difamaba a jugadores del plantel fue la gota que rebalsó el vaso para varios integrantes de la mesa directiva: en abril de este año renunciaron seis dirigentes, incluido el vicepresidente Emili Rousaud, quien denunció que habían existido casos de corrupción.
Entre escándalos y contrataciones exorbitantes, el club renovó a varios de sus referentes con la intención de subirles la cláusula de rescisión y evitar otro caso Neymar que los exponga en los diarios. Extendieron el vínculo de Lionel Messi, no incrementaron su salario, pero sí le colocaron una cláusula de salida de 700 millones de euros y el apartado que le permitía marcharse por su propia voluntad una vez finalizada la pasada temporada. Sí, ese mismo inciso que el argentino intentó ejecutar meses atrás pero desde el club evadieron y buscaron forzarlo a una situación judicial. Mientras la crisis económica era cada vez más profunda, la directiva tomó la decisión de abrir un frente de guerra con su principal patrimonio y generador de recursos, teniendo en cuenta que muchos de los patrocinadores llegaron a Cataluña tras ser acercados por el propio Messi.
“El mandato de los dos últimos presidentes, los de la última década, ni Rossell ni Bartomeu han estado a la altura, pero el gran declive ha venido de los cinco años de la última directiva. Todo se explica por los gastos, están fuera de control y han provocado un incremento de la deuda”, aseguró el historiador de fútbol y economista David Valero Carreras. “Los grandes clubes funcionan así. Gastan muchísimo dinero porque saben que tienen un flujo constante de ingresos. El problema es cuando ese flujo se detiene, como pudo pasar con el coronavirus o con otras circunstancias en menor medida, porque los equipos no tienen herramientas para recortar sus gastos, una gran parte de ellos son costes fijos. Entonces, cuando deja de entrar el chorro de dinero, la estructura se viene abajo rápido”, agrega Gay de Liébana.
Sin embargo, el caso Barcelona es excepcional: la mayoría de las entidades más importantes del mundo negociaron la reducción salarial de sus futbolistas para aminorar el impacto de la pandemia, pero el Blaugrana de todos modos no pudo esquivar una crisis que ya arrastraba desde antes. Un síntoma claro sucedió durante el reciente mercado de pases, donde dejó partir casi gratis a Ivan Rakitic, Luis Suárez y Arturo Vidal (con precios simbólicos o salidas a cambios de montos en variables) y negoció un trueque entre Arthur Melo y Miralm Pjanic.
Algo similar a esta última negociación había realizo en 2019 con el Valencia, cuando intercambió a Jasper Cillessen por Neto. Esto, según Ciria, es una estrategia financiera: “La venta la sumas en las cuentas automáticamente, pero el activo puedes amortizarlo en los años de contrato. Yo compro a Neto, si tiene un contrato de cuatro años, lo puedo amortizar el precio y dividirlo en los siguientes años, mientras que la venta de Cillessen son 30 millones de ingresos, pero a mi bolsillo no va nada, en realidad me estoy endeudando más. No cobro nada y difiero una compra, los próximos años afrontas el contrato”.
Mientras la entidad vive la transición entre la renuncia forzada a Josep María Bartomeu –desgastado y sin capital político– y la celebración de las elecciones el próximo 24 de enero, se esperan conocer los números oficiales del balance. Hasta el momento, se difundieron algunas cifras extraoficiales y un posteo en redes donde reconocían el descenso del patrimonio neto pero relacionaban por completo esta situación al Covid-19: descendió de 133 millones a 35 millones. “Jugadores que compro por un valor de 100 ó 120, Coutinho o Griezmann, tienen a día de hoy un valor de mercado sustancialmente más bajo. Su valor contable no refleja la realidad, cuando lo vendas tendrás una pérdida añadida. Muchos clubes se esperan temporadas para poder amortizar año a año y que el gasto quede más diluido”, advirtió en el citado texto Albert Deulofeu, economista y fundador de Marca Cardinal. Este especialista definió a este presente como “la tormenta perfecta” por la combinación entre la situación pre covid y la actual.
En este contexto, y teniendo en cuenta que todavía no hay cifras oficiales, Gay de Liébana es terminante: “El volumen de la deuda supera los 1.000 millones”. El mencionado Valero profundiza en esta línea: “Ruina es un término poco financiero, lo que sí es cierto es que los números son muy malos. El club no es capaz de sacar beneficios por su propia actividad ordinaria, lleva varios años que, para dar un resultado positivo, había que incluir venta de jugadores”. Para Ciria i Rog la situación no tiene eufemismos: “El Barça no ha entrado en concurso de acreedores porque es el Barça y no una empresa, pero cumple todos los requisitos. Si esto fuera Antonio S.A, estaríamos hablando de quiebra”. Deulofeu complementa: “Lo que se ha hecho hasta ahora es una huida hacia adelante. El diferimiento permite evitar un incumplimiento de los pagos a corto plazo, pero no es suficiente”.
“Hay que asumir que el club no va a poder competir en el más alto nivel en los próximos tres o cuatro años”, concluye Valero al respecto de toda esta situación. Sin embargo, este tablero desvencijado no es nuevo y las luces de alerta las había encendido el propio Messi durante las entrevistas que brindó durante los últimos años. “No hay proyecto ni hay nada. Se van haciendo malabares y van tapando agujeros a medida que van pasando las cosas”, lo puso en palabras crudas el capitán en su última nota hasta el momento, aquella en la que anunció que continuaba en el club porque Bartomeu le había quitado la libertad de decidir qué hacer sobre su futuro y pretendía forzarlo a un juicio contra el club que lo formó.
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