“El Legado”, el libro que cuenta el detrás de escena de cómo se forjó la nueva selección argentina de básquet

Germán Beder, periodista y ex director de comunicaciones de la Confederación Argentina de Básquet, cuenta la historia del grupo de jugadores que llegó a reemplazar a la histórica Generación Dorada. Infobae tuvo acceso a un capítulo antes de su publicación

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La portada de "El Legado" (Germán Beder)
La portada de "El Legado" (Germán Beder)

A más de un año de la histórica participación de la selección argentina de básquet en la Copa del Mundo China 2019, donde el equipo dirigido por Sergio Hernández y capitaneado por Luis Scola consiguió el subcampeonato mundial, uno de los protagonista de aquella historia escribió un libro que cuenta la historia del grupo de jugadores que llegó a reemplazar a la histórica Generación Dorada.

El periodista Germán Beder, que trabajó en los diarios Perfil y Olé y, desde octubre de 2014 a diciembre de 2019 se desempeñó como Director de Comunicaciones de la CABB, describe toda la tensión del proceso de recambio: los fantasmas, la incertidumbre, las presiones, las comparaciones constantes y el previsible temor de no estar a la altura de la circunstancia que atravesaron Facundo Campazzo, Nicolás Laprovittola, Gabriel Deck, Patricio Garino y el resto de los integrantes del plantel de 12 jugadores y el staff técnico que participó del último Mundial.

Con prólogo del propio Oveja Hernández, más la participación estelar de Manu Ginóbili y Andrés Nocioni, Infobae publica de manera exclusiva un capítulo del relato que va y viene en el tiempo hasta que llega hasta lo ocurrido en el país asiático hace un año donde avanza de corrido.

Editado por Básquet Plus, se puede conseguir escribiendo a ellegado@basquetplus.com o en Mercado Libre.

Beder, el escritor del libro, junto a Sergio Hernández (Germán Beder)
Beder, el escritor del libro, junto a Sergio Hernández (Germán Beder)

A continuación, el capítulo que refleja cómo se celebró la clasificación a los Juegos Olímpicos

Dongguan. 9 de septiembre de 2019.

Los Simuladores, digo los asistentes, conversan sobre el planteo para el partido con Serbia. Están reunidos, como durante cada jornada, para cotejar información, estadísticas, videos, sistemas. Tienen miles de papeles. Saben todo de los rivales y también de nuestro equipo. Corren, desde hace casi dos meses, detrás del aporte diferencial. Y en efecto, lo consiguen. En cada uno de los cinco partidos que Argentina disputó hasta acá, el scouting rozó la perfección. Pero no se conforman. La ambición de la delegación completa es competirle a Serbia.

Hace un rato, en la ronda previa al comienzo del primer entrenamiento en Dongguan, Oveja les anunció a los jugadores la determinación que había tomado horas antes: “Vamos a ir al golpe por golpe”. Una locura, muy típica de él. “La mayoría de los equipos, en nuestra situación, a la hora de preparar el partido con Serbia, hubiesen armado un planteo decoroso. Nosotros hicimos lo opuesto. Redoblamos la apuesta. Era ganarles o arriesgarse a perder por 30. Contra las potencias, todo el mundo intenta jugar a posesiones bajas. Y Argentina propuso posesiones altas. Ya sabíamos que Serbia nos iba a meter 90 puntos, por más retoques defensivos que hiciéramos iba a pasar. Teníamos que meter nosotros más de 90”, evoca Hernández.

Los asistentes ya sabían de esta decisión, de hecho fue una postura consensuada. Llevan horas planificando el partido. Pero esta reunión es para definir la estrategia concreta. Cada pieza que mueven en el tablero tiene un argumento detrás. Vienen trabajando juntos desde hace más de un año. Ya se conocen. “Sergio armó un cuerpo técnico con cuatro entrenadores completamente diferentes entre sí. Nosotros acercábamos un mensaje claro, pero a la vez debatíamos mucho antes”, afirma Gatti. Y acota Seigorman: “Cada noche juntábamos la información y así ganábamos tiempo. Después Silvio definía. Poníamos la lupa en cada detalle. Porque los detalles, a la larga, marcan la diferencia”.

La conversación ahora gira sobre cómo convencer al plantel de anular la especulación, de atacar a los serbios de manera permanente, agresiva, hasta desgastarlos. “Serbia tenía ocho de sus 12 jugadores en las posiciones de alero, ala pivote y pivote. Era rara la conformación. No les sobraban variantes para la creación. Así que ahí empezamos a definir cosas: era vital presionar a sus perimetrales. Sobre todo a Bogdanovic, de quien se ocuparía Pato. Cumpliendo con esas reglas, íbamos a estar en condiciones de hacer un buen partido. Aun sabiendo de antemano que sufriríamos con el tema del rebote. Paralelamente, decidimos pasarle por detrás a Jovic para que no pueda hacer jugar a los internos y congestionarle la zona a Jokic y a los demás pivotes, para que no pudieran construir desde ahí”, explica Santander, con lenguaje técnico.

Nicolás Brussino junto a Facu Campazzo y Nicolás Laprovittola con Beder (Germán Beder)
Nicolás Brussino junto a Facu Campazzo y Nicolás Laprovittola con Beder (Germán Beder)

A veces me meto a escuchar lo que debaten, como hoy, que la ansiedad me desborda. Pero la verdad es que no entiendo nada de lo que dicen. Tengo especial afecto por los cuatro. Y diferente relación con cada uno de ellos. Por lo general, los entrenadores suelen estar bastante cerca de la locura. Son un gremio que me encanta. Laburantes, nómades, entusiastas, muchas veces mal pagos. Al menos, este cuarteto (debutante en mundiales) cuenta con el reconocimiento de los jugadores y del DT. El hecho de que trabajen a la vanguardia tecnológica más allá de las limitaciones económicas del contexto, la particularidad de los informes impresos con estadísticas infinitas de los jugadores rivales antes de cada partido, los recortes de video enviados a cada teléfono personal, la edición en vivo durante las prácticas y tantos otros aportes más, son aspectos que no pasan desapercibidos para el grupo. Porque exponen el tremendo esfuerzo que están haciendo por ponerse a la altura. Del evento, de la circunstancia, del objetivo.

“Bueno, vamos a cortar un rato porque vino Beder a molestar y no se da cuenta de que acá estamos tra-ba-jan-do”, indica Silvio. Sé muy bien que el recreo está estrictamente vinculado a que, en pocos minutos, arranca Brasil - Estados Unidos, un partido que nos interesa muchísimo, porque si gana el conjunto de Popovich nos clasificamos a los Juegos Olímpicos. Así de simple. Llevamos jornadas enteras estudiando resultados ajenos. Puerto Rico, República Dominicana, Canadá y Venezuela ya fueron eliminados del torneo. Quedan tres selecciones del continente en carrera por las dos plazas disponibles: Argentina, Brasil y Estados Unidos. Un triunfo de los norteamericanos empujaría a los hermanos brasileños al abismo. Así que nos vamos para el piso 37 del Dongguan Kandle International (que no es el mejor hotel en el que estuve en mi vida, pero sí un ocupa lugar entre los mejores ocho). Allí ya han copado la sala algunos integrantes de la delegación. Oveja no: decidió no mirar nada. Estamos a metros del comedor donde comen todas las delegaciones, por eso el primer tiempo se vive con respeto y en silencio. Van ganando los de Pop por 43 a 39. La paridad es total. Estados Unidos estuvo a segundos de perder con Turquía en la fase de grupos. No le sobra nada.

Para el complemento llegan todos los jugadores que faltaban. Algunos se ubican en el piso, otros comparten sillón, otros quedan relegados a una segunda fila. El sufrimiento se percibe. Hay algunos festejos medidos de acciones de Kemba Walker (“¿Qué pasa? ¿No me puede caer bien Kemba Walker? Lo sigo desde que era mini”, se defiende Facundo Campazzo, cuando lo carga Delía). El trámite se inclina para el lado estadounidense. Llega Hernández. “Me enteré por mi hijo Imanol que el tema estaba medio cocinado y vine a pasar un ratito con ustedes”, comenta y saluda uno por uno. Faltan segundos para el final y la historia está juzgada (89-73). Los jugadores empiezan a aplaudir, Lapro baila y Facu Vartanian arranca a cantar: “El que no salta no va a Japón”. Vuelan algunos almohadones y botellitas de agua. La alegría es total: ¡Estamos en Tokio! Oveja se abraza con Scola, que todavía no cae. Los compañeros, en broma, le empiezan a exigir que anuncie ahí mismo que participará en los Juegos Olímpicos. “Esa noche me costó dormir. Estaba incómodo. El solo hecho de pensar en tener que repetir la preparación que hice para China directamente me angustiaba. Yo realicé un esfuerzo gigantesco para llegar bien al Mundial. Fueron meses de muchísimo trabajo. A mi edad todo cuesta el doble. Después se me pasó”, revela el capitán.

La reunión se extiende. Debe ser la primera vez en lo que va de convivencia que estamos todos juntos (jugadores, cuerpo técnico y staff) a esta hora de la noche (22.15), conversando en un ambiente de notoria informalidad. Los cambios en el estado de ánimo son permanentes. Mañana, a esta altura, tal vez esté llorando por la eliminación. Comienza la retirada. Acompaño a Campazzo a otorgarle unos minutos a José Montesano en vivo. En el ascensor hay un chino fumando y una china ebria que no puede sostenerse de pie. La escena me causa gracia. Y busco cruzar mirada con Facundo. Pero él, desde hace más de una jornada, anda en otra. Parece en trance. “Tenemos que llegar al último cuarto a cinco o menos. Podemos hacerlo”, vocifera, como un loco, sin ningún tipo de preámbulo. Hemos compartido previa en muchos partidos importantes en los últimos años. Nunca lo vi así.

Beder con Campazzo durante el Mundial de China 2019 (Germán Beder)
Beder con Campazzo durante el Mundial de China 2019 (Germán Beder)

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