Diego Armando Maradona anotó el mejor gol de la historia de los Mundiales en los cuartos de final de México 86, con Inglaterra como víctima. Tras el pase de Héctor Enrique, dejó en el camino a medio plantel británico, incluido el arquero Peter Shilton, y definió con el arco vacío para montar el “barrilete cósmico”, invención poética del relato del periodista Víctor Hugo Morales. Lo bautizaron “el gol del siglo”.
Sin embargo, hay otro “gol del siglo”, de culto. Con menos testigos, con un testimonio fílmico menos sólido que el del último Mundial ganado por Argentina. Diego todavía era Pelusa, había quedado fuera de la lista del 78 y ganado la Copa del Mundo juvenil del 79. Desfilaba con la camiseta de Argentinos Juniors. Y una noche de febrero de 1980, con 19 años, se midió ante el Deportivo Pereira, en Colombia, por un certamen internacional amistoso.
El partido terminó 4-4 y en los penales ganó el dueño de casa. Pero la anécdota de la jornada, el hecho por el que se sigue hablando de aquel partido, fue la obra de arte de, quién sino, Maradona. Que ensayó la perla que luego lo convertiría en leyenda en México 86 ante el elenco colombiano, desparramando rivales como si fueran conos. La historia la rescató el libro D10s miradas sobre el mito Maradona, de Julio Ferrer, de editorial Octubre.
Allí, dos de los testigos directos relatan aquel relumbrón de Maradona que dejó su huella en los que lo vieron y lo atesoraron como una señal de lo que lograría tiempo después.
El técnico del equipo era Miguel Ángel López, el Zurdo, que ofrece un nivel de detalle sorprendente. “Fui testigo de un gol de leyenda, muy parecido al segundo contra los ingleses en México. En febrero de 1980 se organizó un cuadrangular amistoso en Colombia, en el que jugaban tres equipos de aquel país (Deportivo Pereira, América y Deportivo Cali) y Argentinos Juniors, que dirigía yo”, prologó.
“En ese torneo, Diego demostró toda su guapeza y amor incondicional por la pelota. ¿Por qué sostengo esto? En el partido contra el Pereira, Diego tenía el dedo gordo del pie derecho inflamado, a la miseria, parecía una morcilla, imposible de jugar. Pero esa noche, Maradona marcó tres goles, uno de tiro libre. Pero la obra de arte fue en la mitad del segundo tiempo, con el marcador 3-2 a favor del Pereira. Arrancó en la mitad de cancha, fue eludiendo a los rivales: Farid Perchy y Henry Viáfara se le tiraron encima; luego vino el paraguayo Alcides Sosa y el último que lo cruzó fue el Moño Muñoz. Cuando llegó, amagó a patear, enganchó y quedó frente al arco y, cuando le salió el arquero, que era Roberto Vasco, amagó a tirar al segundo palo y se la tocó cortita al primero. Una obra de arte. Aunque el partido terminó 4-4 y Pereira se impuso por penales, esa noche en Colombia la gente se maravilló con quien sería el crack del fútbol mundial, concluyó su narración.
Adrián Domenech era parte de la plantilla del Bicho. Y también quedó impactado por la conquista de Maradona. Según su testimonio, el arresto de habilidad nació en un ataque de furia. “Me acuerdo de un partido amistoso en Colombia, contra el Pereira, donde los árbitros cobraban todo a favor del local, Diego se enojó terriblemente, y esa bronca la transformó en una tremenda jugada donde eludió a casi todo el equipo contrario, haciendo un golazo muy parecido al que después le haría a los ingleses en el Mundial de México”, afirmó el ex defensor.
Claro, no valió el pasaje a una semifinal del Mundial ni se transformó en la jugada individual más icónica de la historia de los Mundiales. Pero el otro gol del siglo fue una muestra gratis, la prueba de lo que podía llegar a dibujar en el escenario mayor.
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