David Squires lo hizo de nuevo. El brillante dibujante inglés del diario The Guardian mostró cómo se debe rendir tributo desde un lápiz a uno de los mayores astros del fútbol mundial: Diego Armando Maradona, quien muriera el pasado 25 de noviembre en Buenos Aires a los 60 años. Fue luego de que otra pieza suya -de hace ya algunos años- se viralizara tras el deceso del futbolista. En aquella viñeta rendía homenaje al más espectacular gol que se haya hecho en un Mundial: el del argentino a los propios ingleses en 1986.
En su nueva caricatura publicada este martes, Squires volcó al papel la vida de Maradona: desde su nacimiento en 1960 en la emblemática y humilde Villa Fiorito, en Lanús, hasta alcanzar el pico máximo de su carrera en el Estadio Azteca, en Ciudad de México en 1986, Squires no olvidó nada. La casa original, su formación en Argentinos Juniors, el Sub-19 en la selección que lo consagró en Japón, su paso por Boca Juniors, la patada de Andoni Goicochea -a quien caracteriza como una máquina de demolición- mientras jugaba en el Barcelona y que le costó cuatro meses de recuperación.
Toda la composición vincula a Maradona con la construcción de su propia vida: casas, edificios más o menos altos, en derrumbe, modernos, rascacielos. Entre ellos puede notarse varias particularidades: el gol con la mano que dejó en ridículo al portero Peter Shilton en el Mundial 86, a quien Squires muestra en un edificio sin terminar, sólo de la cintura para abajo, alguien que no pudo llegar tan alto como el 10. Pero también está reflejado el segundo de los goles que marcó aquel mediodía mexicano. Los defensores Peter Reid, Peter Beardsley, Fenwick y Terry Butcher, también presentes en unas construcciones que explotan. Detrás, el argentino besando la copa máxima.
En Napoli, con su mítica camiseta con la inscripción Buitoni, donde fue elevado al mismo altar de San Paolo. O más arriba aún. Sus dos Scudettos: 1987 y 1990. La simbología mediática fue tal con Maradona que el genial Squires se toma la licencia de tomar un calentamiento pre-competitivo -¡sí, una entrada en calor!- como parte de sus hitos: el clip protagonizado por el argentino en el que baila al ritmo de Live is Life, una síntesis de su vida.
Luego, el declive. Un edificio cuyos ladrillos son llevados por aquellos mismos que alguna vez lo vitorearon. El pueblo que se lleva sus restos y comienza a descenderlo a un olimpo más terrenal. La Copa del Mundo 1994 con la inconfundible enfermera Sue Carpenter, quien llevó de la mano a Maradona para su doping final: el famoso cóctel de medicamentos. “Farmacia”, expone sutilmente el dibujante.
Su paso como técnico de la Selección Argentina en Sudáfrica 2010, sus exabruptos que servían como escudos. Y el final: con escaleras que descienden y muestran al astro en un sillón de rey cuando conducía al Club Gimnasia y Esgrima, de la ciudad bonaerense de La Plata. Las construcciones comienzan a ser cada vez más bajas, de poca altura, cuando supieron ser elevadas.
Los dos últimos capítulos de la viñeta del artista son elocuentes: el trono vacío, con sus iniciales, un habano y un balón de fútbol. Observando ese mural, más y más personas con el número 10 en sus espaldas y camisetas de todos los colores. Finalmente, puede verse el dorsal característico, su brazalete de capitán, ese conjunto de rulos que lo caracterizaron, su calzado Puma... y esta vez sí: en un edificio alto, altísimo, bien cerca del cielo. Un resumen de su vida.
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