Tocó el último pitazo el árbitro colombiano Óscar Ruiz y ya no importó más nada. Ni la hora en Japón, ni la hora en Argentina, ni que era un día laborable, ni la plata que muchos hinchas iban a tener que devolver por haber viajado de prestados, ni que enfrente estaban los Galácticos. Ni siquiera era relevante pensar cuánto valdría esta victoria en la eternidad. Boca acababa de consagrarse campeón del mundo y no interesaba nada más. Pero para conseguir ese logro los protagonistas, con Carlos Bianchi a la cabeza, le habían puesto el hombro a la cosa. Trabajaron, se mentalizaron, transpiraron, se potenciaron ante un rival de elevada jerarquía como el Real Madrid y lo pusieron de rodillas ante los ojos del mundo. En diálogo con Infobae, los propios futbolistas relataron en primera persona las vivencias de ese inolvidable viaje y final.
· LA PREVIA
“Yo creo que cuando él (Bianchi) ganó la Libertadores ya sabía cómo le iba a jugar al Madrid. Y lo cumplió al pie de la letra como pensaba, cambió algunas piezas pero ya lo tenía”, asegura Daniel Fagiani, que había llegado como refuerzo proveniente del Valencia de España para ese semestre con la misión de cubrir la baja del Vasco Arruabarrena. El lateral izquierdo afirma que dentro del grupo todos sabían que había una columna vertebral definida compuesta por Óscar Córdoba, Jorge Bermúdez, Mauricio Serna, Juan Román Riquelme y Martín Palermo.
A Fagiani una molestia muscular le jugó una mala pasada en los días previos al partido contra el Real Madrid. Bianchi, que publicó la lista de jugadores que iban a viajar recién el día anterior al último partido por el torneo local ante Talleres de Córdoba, lo probó, lo exigió y la noche antes del encuentro tuvo un mano a mano en su habitación para comunicarle que no iba a jugar al día siguiente. “Más que sorpresa que haya jugado Delgado a mí me pareció que jugara Matellán, cuando nadie lo pensaba”, comenta Serna, uno de los caudillos de ese plantel (subcapitán), que fue contundente al referirse a sus rivales: “Nunca pensamos que enfrente teníamos galácticos. Nosotros salimos convencidos en lo que teníamos que hacer nosotros, cómo podíamos ganar y cómo perder”.
Varios días antes de dirigirse hacia el aeropuerto de Ezeiza, el grupo había comenzado un trabajo para adaptarse rápido al cambio de horario en Japón. Hernán Medina, otro de los flamantes refuerzos para esa temporada que apenas cuatro meses antes estaba jugando una Promoción por el descenso con Belgrano de Córdoba ante Quilmes, recuerda ese hecho con algo de sorna: “Yo no necesité el trabajo de adaptación porque a la noche no me podía dormir de la ansiedad que tenía. Tenía que dormir de día, así que llegué bárbaro”.
· LA CHARLA DE BIANCHI
La charla del entrenador con Fagiani no fue la única de relevancia en la concentración del Hotel Keio Plaza de Tokio. Un cruce verbal casi público entre integrantes del plantel expuso las diferencias internas. Bianchi reunió a todos en un pequeño cuarto en donde se limaron asperezas y se dejó en claro que aquellos roces no podían atentar contra lo futbolístico. En realidad, fue un monólogo donde aclaró ciertas pautas innegociables. “Yo en ese plantel era subcapitán. Vos le preguntás a cualquiera de los que viajamos y todos querían jugar. Sin excepción, todos. El Chelo (Delgado) había llegado a Boca porque había hecho un gran campeonato y Carlos sabía lo que podía dar y en qué condiciones estaba Guillermo para jugar. Si Carlos tomó la decisión de los once inicialistas fue porque lo tenía claro”, comenta Chicho respecto al mito de la disputa por la titularidad entre los puntas.
Nicolás Burdisso, que asomaba como joven promesa del club y se ganó el asiento en el avión en el último tramo pese a haberse ausentado en gran parte del año por estar afectado al seleccionado Sub 20, rememora ese mitin con Bianchi: “Esa famosa charla fue fruto de cierto distanciamiento normal en un equipo que había ganado muchas cosas. Nadie mejor que él en ese momento para ponerse en rol de líder y unificar todo. Fue increíble porque después en el entrenamiento el equipo hizo una gran práctica y a mí me tocó sufrir del otro lado. Fue una señal para lo que se venía”.
Para Fagiani la convivencia de tantas horas en suelo asiático alimentó la rispidez en los subgrupos que reinaban. No había paciencia y hubo ciertos desencuentros: “En Argentina por ahí se tapaban pero allá por la convivencia misma no se pudieron tapar. Eso estaba comenzando a hacer mella dentro del equipo. Carlos se enteró y direccionó nuevamente el barco cuando se estaba torciendo. Hizo una charla de las mejores que he escuchado en mi vida y en 20 minutos acomodó todas las estanterías. No pidió la amistad grupal ni que nos abracemos todos. No. Cada uno que hiciera lo que se le cantara los huevos, pero cuando hay que jugar, se prioriza el equipo. Y eso fue”.
Y si Bianchi tenía grandes cualidades en cuanto al manejo de grupo, complementaba su enorme chapa de DT desde el plano estratégico. “Él nos decía que íbamos a tener nuestro momento y lo teníamos que aprovechar. Y pasó en los primeros minutos. Terminó pasando mucho de lo que había anunciado”, revela la Tota Medina. Burdisso da fe de ello: “Bianchi incidió muchísimo. La planificación del partido fue magnífica desde lo actitudinal para ganar el partido. Nos dijo que había 50% de posibilidades de ganar para ellos y 50% para nosotros. Que no estábamos ni arriba ni abajo. Cada vez que tocó el tema en los meses anteriores repitió eso. Y creo que fue un mensaje grande”.
Ojo, el Virrey no apeló a una simple arenga y el factor emocional, sino que proveyó a los suyos de información e instrucción táctica para detener a los conducidos por Vicente Del Bosque. En ese sentido hubo dos galáticos sobre los que puso enfáticamente su lupa: Roberto Carlos, al que consideró eje del Madrid y ordenó tapar su salida con el tándem Ibarra-Battaglia al que se sumó Delgado en ocasiones; y no dejarle un metro libre al portugués Luis Figo, que será mencionado otra vez más adelante.
“Bianchi te ponía en actitud de competir. ‘Competí y no regales nada que tenés el 50% adentro’. Fijate que el partido fue eso. Nosotros no vamos a regalar nada. Lo que ellos nos den, lo vamos a agarrar y los vamos a dejar sin nada ¿Vos nos regalaste dos acciones? Bueno, adentro. Los primeros 15 minutos nos pusimos 2-0. Nos equivocamos en una, 2-1. Y basta, se terminó el partido. No nos van a dar más nada y no les vamos a dar más nada. Y lo ganamos. Fue realmente así el partido”, detalla el defensor al que Bianchi lo hizo ingresar por Battaglia como volante derecho en los minutos finales.
· EL PARTIDO
El mismísimo Fernando Morientes, que aquella noche entró en el último cuarto de hora en busca de un empate salvador que nunca llegó, cuenta su versión: “Boca nos sorprendió de una manera extraordinaria. Ellos se tomaron el partido de una manera mucho más concienzuda desde el principio, hicieron los dos goles rápido y fue difícil darle vuelta a esa situación porque aparte de tener grandes jugadores, Boca es un gran equipo”. El ex centrodelantero intercambió camiseta con Martín Palermo y aunque admitió que los europeos no le dan tanta importancia a la Intercontinental o el Mundial de Clubes como los sudamericanos, tiene los dos trofeos que ganó a esa escala en una de sus mejores vitrinas.
Serna, vehemente como en la cancha, levanta su dedo índice: “Se decía mucho en la previa que al Real indudablemente no le interesaba mucho esa copa. Al final del partido los vi reclamando y llorando, entonces no sé qué tanto de cierto era eso”. Chicho agrega: “Siempre estuve convencido de que lo podíamos ganar. Ese grupo era capaz de lo imposible, de ir al frente y pelearse con el que fuera. Tiraba para el mismo lado. Dentro de la cancha éramos uno solo”.
La vieja frase “todos aportaron su granito de arena” en el Boca campeón intercontinental del 2000 se hizo valer a través de una increíble anécdota: esa misma temporada Figo había fichado por el Madrid directamente desde el Barcelona, donde le hicieron la cruz y lo tildaron de “Pesetero” (por las pesetas, moneda que se usó en España hasta el 99). Los suplentes xeneizes, que habían tomado nota del asunto, empezaron a jugar su partido cargándolo al portugués con ese mote.
“Le gritábamos con el Mellizo a Figo que era un pesetero. Él miraba al banco y se reía. Y sí, un poco cumplimos con el objetivo de sacarlo del partido”, confiesa Medina. La memoria de Nico Burdisso denuncia a otro compañero: “Obviamente era el Chipi Barijho el que le gritaba y trataba de sacarlo un rato del partido”. El lusitano, experto en finales, no gravitó demasiado en el encuentro. Con frialdad europea y en símbolo de buen perdedor, accedió a cambiarle la camiseta a Juan Román Riquelme, quien se la pidió exclusivamente para su padre.
· LOS FESTEJOS
Hubo un momento que marcó la vida del cordobés Medina: cuando las luces del Estadio Nacional de Tokio se apagaron y los parlantes hicieron sonar la canción We are the champions de Queen. “Me senté en la mitad de la cancha viendo todo y me puse a llorar. Bianchi pasó por detrás mío y me dijo ‘disfrútelo porque esto también lo ganó usted’. Eso me quedó grabado para siempre”, saca de adentro.
En el vestuario sonaron las cumbias de Tambó-Tambó en el minicomponente de Riquelme, que celebró con la camiseta de Figo puesta y un piluso puesto. Palermo, con la de Morientes. Barijho se llevó el buzo rojo de arquero de Iker Casillas. Pepe Basualdo, con una remera negra de que Maradona le había dado para usar en el partido, le robó el micrófono al periodista Sergio Gendler y se encargó de mostrar el color en el vestidor. El cuerpo técnico se desahogó, pero enseguida trató de disipar los festejos porque ya pensaban en lo que venía. Apenas cinco días más tarde Boca recibía a San Lorenzo en busca de encaminar el título del Apertura 2000.
Por este motivo el Profe Julio Santella hizo madrugar a los futbolistas a los que no les había tocado jugar y diagramó un entrenamiento en una plazoleta cercana luego del desayuno. ¿Celebración? Sí. ¿Excesos? No. Bianchi y el preparador físico querían seguir teniendo afinados a todos para la última recta de un campeonato que terminaron obteniendo en la última fecha ante Estudiantes de La Plata.
El vuelo de regreso fue caótico por la algarabía. Algunos aseguran que estuvieron cerca de moverlo por el ruido y movimiento. Inclusive hasta el propio Bianchi casi liga un almohadonazo por estar sentado en un asiento que fue centro de una guerra improvisada. Para Burdisso, lo mejor estaba por venir: “De los festejos podría decir un montón de cosas. El vestuario, la cancha, la gente de Boca que fue. Pero me quedo con la llegada a Buenos Aires. Fue realmente fuera de lo común la gente que había de todos lados esperándonos. Una caravana de 7 horas para llegar al estadio. Indudablemente un momento inolvidable de mi carrera”.
Colaboración: Fernando Taveira
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