Fue el capitán y la figura excluyente de la Selección argentina que ganó la Copa del Mundo en México 1986; deslumbró al mundo desde los 16 años con una pelota, un bollo de medias, un limón o una naranja; le dio voz y títulos al Napoli, el populoso club del Sur de Italia ante los poderosos del Norte; fue campeón con Boca en 1981 y llevó a Argentinos Juniors a trascender las fronteras (años después, ya sin el astro, obtuvo la Copa Libertadores). Se convirtió en un ícono y en un producto global. Dirigió al combinado nacional, al que condujo al Mundial de Sudáfrica 2010. Hizo el gol más bello y significativo de la historia de los Mundiales.
Todo eso, a modo de resumen (porque si vamos al detalle, hizo mucho más), logró Diego Maradona en 60 años que parecieron mil. Pero antes de su muerte, que lo encontró en su habitación de la casa del Tigre el pasado miércoles, no pudo conseguir su último gran sueño, la cuenta que quedará pendiente.
“Lo que siempre repite es que el daño que generó lo quiere reparar, por ejemplo con los hijos. Su sueño es juntarlos a todos. Es un partido complicado ese, pero él es consciente del daño que pudo haber generado y lo que perdió. Por eso ahora lo quiere remediar”, contó Matías Morla en el documental que Infobae estrenó el pasado 30 de octubre para su cumpleaños número 60. “Juntar a comer a todos sus hijos en una mesa. Es su último sueño”, remarcó el abogado.
Vale recordar que durante muchos años el astro solo reconoció a Dalma y Gianinna, las hijas que tuvo con Claudia Villafañe. Sin embargo, el paso de los años lo fue ablandando, y primero reconoció a Diego Junior, el heredero que engendró con Cristiana Sinagra, en Italia. Y luego abrió su corazón a Jana, quien incluso alcanzó a residir junto con él en su casa de Brandsen. Por último llegó Dieguito Fernando, fruto de su relación con Verónica Ojeda.
“A sus 60 años, mi papá está intentando resolver todos sus conflictos. A Diego Jr. también lo reconoció e intenta estar el mayor posible con Dieguito Fernando. Llama a sus nietos. Lo intenta dentro de todo lo difícil que es ser Maradona, porque tampoco es una vida fácil. Evidentemente lo hace y le está saliendo bien, porque están presentes todas las personas que tienen que estar y, aunque se siga equivocando, como todos, también está bueno resolver los errores y subsanar un poquito”, resaltó Jana sobre la reconstrucción de los vínculos. En el último tiempo, los cortocircuitos se centraron principalmente en Dalma y Gianinna, al punto que en 2019 amenazó con desheredarlas.
Pero, con vaivenes, el lazo no se cortó. Y la intervención por el hematoma subdural en el hemisferio izquierdo que le practicaron el 3 de noviembre, de alguna manera, provocó que su círculo íntimo se juntara, al menos para debatir el minuto a minuto de su postoperatorio y del tratamiento por el cuadro de abstinencia detectado entonces. En el Tigre, alternadamente, todos lo visitaron, excepto Diego Junior, que reside en Italia. Pero no le alcanzó el tiempo para cumplir el anhelo de la mesa larga con los hijos compartiendo una comida y sus anécdotas. La muerte lo encontró antes.
“Ver a sus hijos todos juntos, eso sí es una motivación y es muy frustrante no poder hacerlo. Sé que le pesa. Hay cosas que la plata no compra. Yo por verlo feliz le dije que lo iba a ayudar en lo que fuera. Siento que es como el último paso para sanar esa parte de padre”, había tendido su mano Jana en la entrevista con Infobae. Tal vez algún día se dé, para arrancarle una sonrisa al astro, esté donde esté.
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