La muerte de Diego Armando Maradona causó un enorme dolor en todo el mundo. Su figura trascendió todo tipo de fronteras y millones de personalidades decidieron dedicarle unas últimas palabras. Este fue el caso del árbitro Edgardo Codesal, quien quedó marcado como uno de los “villanos” dentro de la exitosa carrera del argentino.
El juez mexicano fue el encargado de impartir justicia en la final del Mundial de Italia 90. El colegiado cobró un polémico penal a favor de Alemania a escasos minutos para el final del encuentro (Andreas Brehme lo convirtió en el gol que le dio el título a los teutones y privó a los de Carlos Bilardo de conseguir el bicampeonato del mundo).
“Es una tristísima noticia, un día de luto para el fútbol. No solo para Argentina, sino para el mundo. Hoy muere el hombre y nace una leyenda, una leyenda que será eterna. Son tiempos de reflexión. Hay que saber separar lo que fue lo que fue Diego dentro de la cancha y lo que pudo ser fuera de la misma. Una cosa es la persona y otra el personaje. El futbolista es genio y hoy pasa a la eternidad. Es difícil que nazca otro con esas características”, comenzó su relato.
Pese a las duras declaraciones públicas de Maradona hacia su persona, Codesal sostuvo que el oriundo de Villa Fiorito es el mejor futbolista de todos los tiempos: “He visto jugar a (Aldredo) Di Stéfano, otro genio del fútbol. Vi a (Bobby) Charlton, Pelé, (Franz) Beckenbauer, (Johan) Cruyff, (Michel) Platini, (Zinedine) Zidane, (Lionel) Messi y Cristiano (Ronaldo). pero la magia que tenía Diego era prácticamente única. Nadie puede reunir tres virtudes que tenía un fuera de serie: extraordinaria calidad técnica, una gran capacidad para jugar y hacer jugar al equipo y un liderazgo impresionante, Empujando al resto a dar hasta la última gota de sangre”.
Codesal, para hacer foco en este último punto, contó una anécdota durante las semifinales del Mundial de México 86 ante Bélgica (él fue el cuarto árbitro de ese compromiso). “Cuando terminó el himno, los reunió a sus compañeros y les dijo: ‘Hoy los matamos’. Contagiaba y se te erizaba la piel. Si a Diego le decían que tenía que pagar para jugar con la Selección lo hacía. Era un enamorado de la albiceleste”, contó.
“Tuvo una virtud que nadie pudo tener en el mundo. Hizo que parte de un país se vuelva en contra de sus propios futbolistas. Dividió Italia entre norte y sur e hizo que Nápoles fuera argentino. Fue mágico”, concluyó, haciendo mención a lo acontecido en las semifinales de la Copa del Mundo 1990.
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