Diego Armando Maradona, el mejor jugador en la historia del fútbol mundial, murió este miércoles a los 60 años, conmocionando no sólo a la esfera del deporte sino a la sociedad argentina e internacional.
Maradona, una de las figuras más idolatradas en el vasto Siglo XX y las primeras décadas del XXI, vivió muchas vidas. No sólo fue el heroico futbolista que llevó a la Argentina al campeonato del mundo en 1986, sino también un personaje fuera de la cancha reivindicado por muchos y denostado por otros tantos. Fue, en palabras del escritor Eduardo Galeano, el dios más humano de todos, el más sucio e imperfecto y por eso el más parecido a nosotros.
Pero Diego, una figura a quien basta reconocer con el nombre, como si fuera un familiar o una persona muy cercana y querida, porque lo era para tantos que ni siquiera tuvieron oportunidad de verlo jugar, en esa vida que abarca tantas experiencias, caídas y triunfos, también fue entrenador del deporte que lo llevó al Olimpo.
El eterno capitán de la selección argentina, a quien también comandó desde los banquillos en el Mundial de Sudáfrica 2010, le agregó a su carrera como entrenador algunas aventuras exóticas en los Emiratos Árabes y en su propio país, primero en la década de los 90 del Siglo pasado con Racing de Avellaneda y con Deportivo Mandiyú y luego en los últimos meses de su vida con Gimnasia y Esgrima La Plata.
Pero el número 10 albiceleste también le añadió una hoja a su peculiar currículum con su paso por el Dorados de Sinaloa, un equipo de la segunda división mexicana que juega de local en las tierras del otrora prominente narcotraficante Joaquín “Chapo” Guzmán.
Maradona llegó a México a mediados de 2018, poco más de 32 años después de consagrarse en aquel país con una de las demostraciones más portentosas y exquisitas de fútbol que se hayan visto alguna vez. El astro argentino llegó con toda la fama que lo precedía y sus seguidores más fervientes le siguieron los pasos desde la distancia.
Su paso por Dorados y por el ascenso mexicano, a pesar de las bajas expectativas que le habían impuesto los medios locales, rompió todos los pronósticos: Maradona revitalizó una división que unos meses después desaparecería junto con los ascensos y descensos en el país, y, como en su época de jugador, le transmitió una impronta a sus dirigidos, maravillados por la cercanía con uno de sus ídolos.
Con Maradona al mando, los sinaloenses consiguieron llegar en dos ocasiones consecutivas a la final de la Liga de Ascenso. Sin embargo, su exitosa temporada 2018-2019 nunca se pudo ver coronada con un título: en ambas ocasiones perdieron la serie definitiva y no pudieron optar por el ansiado ascenso.
Sin embargo, Maradona dejó una estela como siempre lo ha hecho ahí por donde pase. Precisamente su debut en el banquillo de Dorados fue una muestra de todo lo que representa y seguirá representando el nacido en la humilde Villa Fiorito, en la Provincia de Buenos Aires, Argentina: una pasión sin precedentes y una entrega casi absoluta.
La noche de un lunes, el 17 de septiembre de 2018, Maradona saltó a la cancha de Dorados para dirigir su primer duelo ante el Cafetaleros de Chiapas. Un partido por lo demás intrascendente que, sin embargo, fue seguido a través de la transmisión televisiva por miles de hinchas en México y Argentina.
Aquella noche, Maradona festejaría su primer triunfo y su primera goleada (4-1), gritando cada gol como si hubiera marcado él, festejando con todo el banquillo de Dorados y con sus jugadores de cancha como si la vida de todos dependiese de aquel partido. Así vivía Diego y así transmitía su amor por el deporte a todos los que estaban cerca de él.
Ese día, una curiosidad más le otorgó a la noche un toque entre extraordinario y único: las cámaras de la transmisión, obsesionadas con el debut de Maradona, fijaron una cámara especial en el entrenador. Mientras el partido se desarrollaba en la pantalla principal, la cadena encargada colocó un rectángulo en la parte inferior (conocido como “picture in picture”) que seguía al detalle todas las reacciones del argentino.
A veces, durante el transcurso del partido, la cámara principal se dirigía a los banquillos para captar a Diego, mientras la cámara personalizada se mantenía ahí: aquel día, todos los televidentes vieron con sus propios ojos a los dos Diegos, a los dos Maradonas. Las imágenes provocaron también una avalancha de memes. La curiosidad de una velada de por sí especial dan cuenta de la influencia de Maradona ya no en el mundo del fútbol, sino en la sociedad en general.
Maradona podía transformar un partido del torneo regular entre equipos de mitad de tabla de la segunda división mexicana una noche de lunes en una final decisiva. Sus arengas en las previas y sus bailes en el vestuario tras las victorias de su equipo se hacían virales cada fecha.
El día de su presentación, ante docenas de medios nacionales e internacionales, Maradona aseguró: “No vengo de vacaciones. Vengo a trabajar. Vengo a darle una mano a Dorados como Dorados me la dio a mí. Vengo a dejarles el corazón”. Maradona hizo una promesa y la cumplió.
Maradona, que será velado en la Casa Rosada de Argentina entre el jueves 26 y el sábado 28 de noviembre de 2020. La casa de gobierno, reservada para ex presidentes y figuras destacadas, abrirá sus puertas una vez más para el deportista más influyente en la historia del deporte de aquel país. Sus seguidores podrán despedirse de su ídolo físicamente, aunque siempre lo lleven consigo.
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