Patito Rodríguez, el trotamundos que pasó de promesa a figura de la Libertadores: “El fútbol fue mi pasión hasta que empecé a trabajar de futbolista”

Apareció con aroma a crack y el peso de reemplazar a Agüero en Independiente. Fue campeón y se marchó al Santos de Neymar, pero su filosofía de vida se transformó drásticamente cuando desembarcó en el fútbol australiano. “Deportivamente fue negativo, pero para todo el resto de mi vida fue positivo”, reflexiona, mientras bromea: “Soy un hippie con OSDE, eh”

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Pato Rodríguez y el surf, una de las pasiones que agarró en su paso por Australia (IG: @prshow)
Pato Rodríguez y el surf, una de las pasiones que agarró en su paso por Australia (IG: @prshow)

Todo pasó de golpe para Patito. Había sido suplente durante gran parte de su vida en inferiores, pero en un abrir y cerrar de ojos las fichas se acomodaron mágicamente. Llegó la titularidad de su categoría, seis meses más tarde un llamado a la selección argentina juvenil y meses después la citación a la pretemporada de Primera con Independiente. Un día se fue a dormir como un pibe desconocido de Lanús, pero al otro día se despertó con el peso de ser el próximo Agüero. Fue en enero del 2008, con 17 años, cuando de repente el peladito que hacía un año atrás era alternativa habitual en inferiores se transformó en tapa de todos los diarios por un golazo a Boca en el verano.

“Para mí era medio raro porque arranqué en Sexta en realidad. Yo fui siempre suplente. A los seis meses fui a la Selección y a fin de año me citaron a Primera, donde le hice el gol a Boca. No era el típico titular. Disfruté esas cosas, pero como un niño. Tenía 17 años. En inferiores, sin exagerar, habré jugado 20 partidos. No tenía ni partidos encima. Lo tomé como un juego, era raro. Estás ahí de golpe... Pero siempre me mantuve en mi mismo círculo, en mi barrio. Cuando volví a mi casa estaba con mis amigos, no había cambiado; sí me había cambiado en lo deportivo”, revive desde Bolivia ante Infobae.

Patricio Julián Rodríguez, con el eterno a.k.a Patito, hoy tiene 30 años y es una de las figuras de la Copa Libertadores en Jorge Wilstermann de Bolivia, una de las sorpresas. Su carrera deportiva corrió por una extraña parábola, que fue de la mano con una transformación personal. Es cierto que el Pato –ni ningún otro jugador antes o después en Avellaneda– no se convirtió en el Kun, pero a la hora de despedirse del club había levantado el título en la Copa Sudamericana y hasta fue el elegido para calzarse la emblemática 10 con la que le hizo un recordado gol a Racing en el clásico. También es verdad que se quedó con un sabor amargo en su paso por el Santos de Neymar, donde acumuló otros tres títulos. En su ruta se cruzaron Malasia, Grecia y Australia. Y una transformación radical.

Una gambeta en la final de la Sudamericana 2010, el título que alzó con el Rojo (Fotobaires)
Una gambeta en la final de la Sudamericana 2010, el título que alzó con el Rojo (Fotobaires)

Australia me mostró el camino que dije: esto es lo mío. Cuando llegás a un lugar y decís: esto es lo que quiero para toda la vida. Australia era todo surf, skate, la conexión con la naturaleza, comida saludable, todos los domingos me iba a ver bandas de rock independiente... Se despiertan con la salida del sol y se van a acostar a las siete o a las ocho”, dice sobre ese paso por el Newcastle Jets durante el 2018, donde jugó sólo 12 partidos. “A mi mujer también le gusta el contacto con la naturaleza, la comida sustentable. Pero por una cuestión de salud y no de estética. Un físico que consume alimentos y un físico que consume comida es diferente: alimentos es nutrición, nutrirte. Comida es comerte un pancho, harina, azúcar”, exprime sobre su filosofía.

—Si uno mira tu Instagram y pasa por alto las fotos como futbolista, podría pensarse que sos un skater, surfer o alguien de otro palo...

—El otro día estaba con un amigo y me decía lo mismo. Yo durante todos los días de mi vida, desde los 10 a los 15 años, me iba al Alto Avellaneda y en un local de ropa, como no había movimiento, corrían todas las islas y andábamos en skate adentro. Armaban rampas. Lo mantuve eso hasta que una vez me esguincé un tobillo saltando de una escalera. Desde ahí no anduve nunca más. Pero siempre me gustaron esos deportes de calle. Ahora como que volví a todo eso. No es solamente el look, es un estilo de vida. Pasé una etapa muy de futbolista eh, ropa muy apretada, Armani, cumbia. La pasé. No creo que una cosa esté bien o mal. No lo digo como crítica, pero sí que el vestuario te arrastra para ese lugar.

Dos goles emblemáticos del Patito Rodríguez en Independiente

Grecia fue el primer paso para una transformación personal. El peso de ser la estrella que todos dicen que serás se había diluido. También las viejas comparaciones o motes de próximo salvador. “Las comparaciones son más inconscientes y en momentos puntuales resalta eso. En mi caso me tocaron determinadas situaciones en Independiente que fueron desahogos: ser campeón llevando la 10 o hacerle un gol a Racing. Son ítems que uno se pone cuando empieza y los pude cumplir. Pasa que te das mucha manija cuando perdés o consumís mucho periodismo. Yo, a los 26, en el AEK Atenas no entendía nada y me daba lo mismo. ¡Estaba feliz! No le daba bola a nada, pero porque no entendía nada igual. Y fue uno de mis mejores rendimientos”, explica sobre esa estadía en la que cosechó minutos en Europa League y Champions League.

Del fútbol griego pegó el salto al exótico australiano. “Es muy raro que se te abra ese ambiente también. Por lo general te vas a Latinoamérica o Europa. Ya volvés con el traje bien pegado, el Rolex, las zapatillas Dolce Gabanna. Lo hacés y no está mal. En Australia era otro el estilo. Es como cuando vas a Europa y te ponés el jean chupín, el ambiente te lleva a un lugar. A mí se me abrió esta puerta y me sentí cómodo. Siempre fui muy relajado, me gusta andar en jogging. ¡Si me ves con jean sacame una foto y guardala! La vida me fue llevando. Tengo amigos que son tatuadores o de otro palo y te van inculcando eso”, explica al mismo tiempo que reconoce que perdió la cuenta de la cantidad de tatuajes que tiene en su cuerpo.

El caso del Pato es una declaración de principios. Una patada inconsciente al tablero del orden establecido. El teorema para desmitificar la rigidez de un sistema en el que puertas afuera parece solo poder hablarse de cierta ostentación, como si eso fuese sinónimo de éxito. Cuando más se adecuó a lo preestablecido y estuvo en los clubes que todos querrían estar, había algo por dentro que no funcionaba. La alegría interna llegó en un fútbol sin tanto prestigio y a pesar de que laboralmente no le fue bien. A veces, lo de afuera es solo una cáscara.

Te preparan cuando vas creciendo para el estereotipo de cómo tenés que ser, cómo tenés que pensar. Eso es una mentira. La vida es una y tenés que elegir lo que internamente te hace bien y para dónde te lleva. Soy mucho más feliz en Bolivia por un contexto que me favorece de compañeros argentinos, lo cercano que me hacen sentir, de lo que fui en Brasil. Y vos decís: deportivamente estás en Santos, con Neymar... Pero no era súper feliz. No tenía la mejor con los brasileros, cada uno hacía la suya. Sacá que es fútbol, pero era un contexto laboral que era tóxico”, reconoce.

Una escena de su estadía en el Santos con Neymar (Foto: @prshow)
Una escena de su estadía en el Santos con Neymar (Foto: @prshow)

Es algo de lo que no se habla porque acá se cree que estás en un buen equipo y ya está. Estás jugando en el Inter, ponele; ya está. Y por ahí tengo un compañero con el que me llevo mal y estoy al borde de las piñas como estaba yo con Elano en Brasil. Durante una de las etapas en el Santos la pasé mal. Es difícil irse del país con 22 años, estás solo y aunque parezca cercano es totalmente lejano. Ya desde el idioma, no entendía nada hasta el quinto mes. También las costumbres, las personalidades”, revive.

Sin embargo, hace una salvedad en ese mal trago a la hora de referirse a Ney con el que tuvo un gran vínculo durante su paso por tierras brasileñas. “En esa época fuimos amigos. Después perdés relación. Al chabón le deben escribir 200 millones de personas. Él tiene sus amigos. La última vez que hablé con él fue cuando yo estaba en Portugal (2019) y la selección de Brasil viajó allá, pero él no fue al final. También cuando estuve en Grecia me invitó a Barcelona. Él reúne lo físico, lo técnico y lo psicológico, todo es un 9,5 o 10. Además tiene un contexto que siempre lo acompañó, lo guió y lo llevó de la mejor manera. Fue preparado para esto, entonces se le hace más fácil. De lo único que se ocupaba era de ir a jugar a la pelota. Todas las áreas externas estaban cubiertas desde que tenía, no sé, 15 años. Desde la psicológica, la física, el marketing. Todo”, detalla.

No está purgando culpas internas. El Pato tomó cada una de las decisiones que guiaron su camino por uno u otro lado. No importa si la foto es levantando un trofeo con el poderoso Santos o jugando en el extraño Johor de Malasia. “A todos los lugares que fui los decidí yo y con un propósito. A Malasia fui con un propósito pura y exclusivamente económico, por ejemplo. Elegí después irme a Australia, deportivamente fue negativo, pero positivo para el resto de mi vida, la crianza de mis hijas, el día a día. Me dio absolutamente todo. El estilo de vida, cómo pensás, cómo te manejás, qué es lo que querés para tu familia”, analiza. “Vivir en Malasia me hizo salir de esa burbuja. Si tenés un poquito de capacidad te das cuenta de que lo que pasaba en Lanús no es lo que pasa en todo el mundo. Abrís los ojos y te sacás de la cabeza la palabra ‘normal’. Acá lo que es normal, allá no es normal. En Lanús comer con la mano no es viable, pero en Malasia es normal meter la mano en los fideos, la salsa. Es otra cultura”, agrega.

El muchacho que a los 17 años ya era perseguido como el sucesor de Agüero, unos años más tarde había iniciado un proceso interno que le permitió entender que los elogios no son eternos y el golpe puede ser duro una vez que desaparecen repentinamente. “Lo que pasa es que el fútbol es presente. No interesa lo que pasó ni lo que pasará. Ni cuánto se lo forma a un chico. Sos un número, se acabó. Si te va bien, te vendemos, hacemos plata; y si te va mal no me interesa. Me chupa un huevo que hiciste todas las inferiores y quedaste libre a los 19 años, no pudiste ir a la escuela por estar en las inferiores. No servís, sos descartable. Ojo, cualquier club, eh. Pero va a pasar siempre porque es plata. El fútbol fue mi pasión hasta que empecé a trabajar de futbolista. Una vez que empecé a trabajar en el fútbol, fue mi trabajo. Lo he disfrutado más o menos y estoy superfeliz de trabajar de esto, pero es mi trabajo”, clarifica tanto como lo hace dentro de la cancha.

El espejito retrovisor muestra desde un paso por Estudiantes de La Plata, durante el 2013, hasta las estadías en el Johor malayo, el AEK griego, el Newcastle australiano o el Moreirense portugués. Con altibajos, desembarcó hasta este presente de éxito en la Copa Libertadores donde se prepara para enfrentar a Libertad de Paraguay y en el cual ostenta un llamativo récord: fue el máximo “driblador” de la fase de grupos, por encima de Yeferson Soteldo o Eduardo Salvio.

Se quedó con el récord de máximo driblador de la fase de grupos en la Libertadores (Foto: Reuters)
Se quedó con el récord de máximo driblador de la fase de grupos en la Libertadores (Foto: Reuters)

Estoy en el mejor momento de mi carrera. El resultado deportivo ayuda, lógicamente. Pero también estoy en el mejor momento porque vivo para el fútbol. Llegué a Bolivia en plena pandemia y durante un mes y medio hice doble turno solo. Después, un mes más de pretemporada con el plantel. Tuve la posibilidad de hacer la preparación que no hice en mi vida. Y eso termina repercutiendo desde lo mental, vas a una dividida y estás firme; hacés un pique y estás más rápido que el otro. Es la suma de pequeños detalles. Cuando fui al Santos con 21 años no decidí vivir para el fútbol. Hoy sí, vivo y descanso para el fútbol. Mi único objetivo de hoy es estar lo mejor posible para entrenar mañana”, aclara con la tranquilidad de haber sido parte en cuatro de los seis partidos del Wilstermann en la fase de grupos, donde anotó dos goles en el equipo que finalizó como líder de su zona.

Con varios años de carrera por delante, no tiene en claro dónde continuará cuando se cierre la experiencia en el Altiplano. Tampoco sabe si la planificación lo traerá de vuelta a Argentina, aunque sí sabe que no se radicará en el país cuando la luz del fútbol se apague: “Llegar con las nenas y tener que andar mirando para atrás cuando pasa una moto, o dar una vuelta manzana para entrar el coche no lo elijo. No es normal”.

Aquella bifurcación en su vida en que se convirtió la experiencia en Australia intentará replicarla en Brasil. “A raíz de todo este estilo de vida que elegí y me gusta, decidimos que vamos a vivir en Campeche, Florianopolis. Es toda la onda que nos gusta. ¡Ojo, soy un hippie con OSDE, eh! Siempre está el boludo que te dice que porque tenés un buen pasar económico tenés que elegir el Mercedes, la mansión, vestirte de traje. Me gusta lo bohemio, pero me tocó tener una buena economía”, explica. “Con un amigo queremos desarrollar una marca que tenga la onda del surf, de todo lo cercano a la playa y la naturaleza. ¡Es la excusa para estar ahí cerca tomando una caipirinha!”, comenta en broma sobre The House of Charly, una idea que nació en Australia y que se transformará en su barco cuando deje el deporte profesional.

La vida de Patito, al fin y al cabo, profundiza el debate sobre el tan mencionado éxito o fracaso que tan livianamente se discute siempre en el fútbol y es casi un espejo de lo que muchas veces se proyecta en diferentes esferas de la sociedad. De uno u otro modo, el eléctrico atacante llegó a la conclusión de que el éxito poco tiene que ver con hacer un gol o ser tapa de los diarios.

Durante su paso por Portugal, se alquiló una camioneta para ir a recorrer las playas de Algarve, al sur de ese país (IG: @prshow)
Durante su paso por Portugal, se alquiló una camioneta para ir a recorrer las playas de Algarve, al sur de ese país (IG: @prshow)

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