Este viernes 20 de noviembre, el escenario del 68 deportivo cumple 68 años. El Estadio Olímpico Universitario representa la adopción del suelo volcánico en Coyoacán para convertirlo en un monumento al país y a la UNAM.
El estadio fue inaugurado el 20 de noviembre de 1952 durante una ceremonia en la que el presidente Miguel Alemán Valdez y el rector de la universidad, Luis Garrido Díaz, dieron inicio a los Juegos Juveniles Nacionales. Unos días más tarde fue inaugurado de verdad cuando los Pumas de la UNAM vencieron 20-19 a los Burros Blancos del Instituto Politécnico Nacional.
Desde entonces, el recinto ha vivido 68 años en los que su único descanso ha sido la pandemia por el coronavirus. Fue sede de los Juegos Centroamericanos y del Caribe en 1954, de los Panamericanos en 1955, del Campeonato Panamericano de Fútbol en 1956, de los Juegos Olímpicos en 1968, cuando vio a Enriqueta Basilio subir hasta su pebetero y convertirse en la primera mujer en inaugurar una Olimpiada. En 1970 y 1986 hospedó varios juegos de la Copa Mundial de Fútbol y en 1990 fue sede de otros Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Por supuesto, casi cada domingo desde su inauguración, y entre las grandes citas internacionales, el Estadio Universitario ha sido la casa del deporte puma. Tanto los Pumas del futbol, como los de americano están en casa cuando pisan su cancha.
También ha sido escenario de películas y conciertos, sede de la Megaofrenda de Día de muertos y del examen de admisión a la licenciatura en 2020, almacén humanitario para los afectados por desastres naturales y la meta del maratón de la Ciudad de México.
La concepción del Estadio del 68 está en un escenario más discreto que el Pedregal de San Ángel sobre la Avenida de los Insurgentes. Al conmemorar su más reciente aniversario, la UNAM narra cómo Augusto Pérez Palacios bosquejó el primer concepto para la sede en una servilleta de papel, en algún café del Distrito Federal de 1950.
Dos años después, el estadio se convirtió en la primera obra terminada del proyecto de Ciudad Universitaria. El proyecto fue una presentación innovadora para los estándares de la época. También fue el primer estadio en incluir una caseta de radio, prensa y televisión y una pista de atletismo hecha con tartán. Costó 28 millones de pesos.
Dentro de ese presupuesto, los arquitectos del proyecto contemplaron la inclusión de un mural que concretara la integración plástica de CU. Consultaron a Rivera y a Siqueiros. Al final fue el diseño de Diego Rivera el que quedó plasmado a un costado del recinto. El mural se llama La Universidad, la familia mexicana, la paz y la juventud deportista en México.
Una de las facultades arquitectónicas del Estadio Olímpico Universitario, escribe Lourdes Cruz González Franco para la revista Bitácora Arquitectura de la UNAM, es su sentido de pertenencia y permanencia. El diseño supo adaptarse al espacio como parte natural del mismo, no provoca la sensación de encierro que otros lugares, su silueta sigue la de los volcanes y el Ajusco que vigila y su ubicación corona y equilibra al Campus Central de CU.
Este Patrimonio del Humanidad espera, como todos en la ciudad, el día en el que pueda volver a ver un partido y escuchar un Goya.
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