Hay futbolistas que se convierten en puntos neurálgicos de los sistemas y Paolo Guerrero es un fiel ejemplo de ello. No es un simple integrante del ataque de la selección de Perú. Tiene otro nivel de compromiso. Su contribución va más allá del rol individual que tiene dentro del funcionamiento colectivo. Un jugador emblemático, actual capitán y máximo goleador histórico, alguien que con sus virtudes es capaz de disipar falencias y ofrecer un abanico de recursos. Por eso la rotura de ligamentos de su rodilla derecha fue un golpe muy duro para Ricardo Gareca, quien para sustituirlo ha pateado el tablero. Necesitaba un golpe de impacto. Un delantero experimentado y de gran trayectoria, alguien capaz de cargar con esa responsabilidad en sus espaldas. Y optó por alguien que estuvo cerca de vestir la camiseta de la Blanquirroja en varias ocasiones, pero que no se concretaron, quizás porque todo sucede a su debido momento. El Tigre convocó al italiano Gianluca Lapadula y finalmente lo hizo debutar en la selección peruana.
Lapadula, nacido en Turín hace 30 años, lleva una larga trayectoria en el fútbol italiano y hace varios años que coqueteaba con la idea de jugar para el país natal de su madre. Nunca había visitado Perú y casi no habla español, pero varias veces estuvo en el radar del combinado nacional incaico. Y finalmente llegó el día en que se puso la camiseta, fue ante la derrota ante Chile en las Eliminatorias rumbo al Mundial de Qatar 2022.
Su camino hasta este debut fue muy largo. Dio sus primeros pasos en las categorías inferiores de la Juventus y, tras un breve paso por el Pro Vercelli en la tercera división, llegó al Parma en el 2009. Tenía solo 19 años y jugó algunos partidos en el equipo reserva, hasta que comenzó a ser cedido en diferentes clubes del ascenso del fútbol italiano: Atlético de Roma, Ravenna, Cesena FC y San Marino, donde marcó 24 goles en 35 partidos la temporada 2011/12. Ya se mostraba como un segunda punta físicamente muy fuerte, poseedor de un remate de zurda letal y su nombre empezó a ganar prestigio entre la Lega Pro 2, 1 y la Serie B.
Su primera gran temporada fue en el Teramo –hizo 21 goles en el ascenso a la Serie B en 2015– pero el Parma finalmente decidió prescindir de él y en julio de 2015 llegó como jugador libre al Pescara para jugar el campeonato de segunda división. Ese fue el sitio de su explosión futbolística definitiva: convirtió 27 goles en 40 partidos y luego hizo tres tantos en sus cuatro partidos en los play-offs, lo que llevó a los Delfines a la Serie A.
Para ese entonces ya estaba en el radar de Ricardo Gareca y su cuerpo técnico de cara a la Copa América Centenario 2016, un torneo que fue un punto de inflexión para el ciclo: fue el certamen donde Perú hizo su recambio generacional, prescindiendo de pesos pesados como Juan Manuel Vargas y Claudio Pizarro. Pero finalmente, como su mente estaba puesta en lograr el ascenso con el Pescara y había rumores de que era pretendido por varios clubes de la Serie A, decidió descartar el llamado.
De todas formas, su gran rendimiento en esa época le valió su fichaje por el AC Milán, que pagó 9 millones de euros por su pase, en un mercado en el que también llegaron los argentinos Vangioni, Ocampos y José Sosa, además del paraguayo Gustavo Gómez. Y a finales de ese año, al tiempo que convertía sus primeros goles en el elenco rossonero, fue citado por Giampiero Ventura para representar a la selección de Italia en un amistoso ante Alemania en el que no tuvo minutos.
Volvió a ser llamado para representar a la Azzurra en mayo de 2017 y tuvo una muy buena actuación en un amistoso frente a San Marino: jugó los 90 minutos y marcó un hat-trick de alto vuelo en la victoria por 8-0 en el estadio del Empoli. Como ese encuentro no tuvo el carácter de un partido oficial, Lapadula todavía estaba apto para hacer el trámite de obtención de nacionalidad peruana, según las reglas de la FIFA. Su nombre seguía en la carpeta del cuerpo técnico de la Blanquirroja y sus rendimientos eran seguidos con lupa, sobre todo porque había logrado establecerse como un futbolista fijo en la Serie A.
Del AC Milán pasó cedido al Genoa, luego jugó en el Lecce y esta temporada recayó en el recién ascendido Benevento, donde lleva tres goles y dos asistencias en sus primeros siete partidos. Se sostuvo en la máxima categoría del Calcio y se transformó en una gran opción para Gareca ante la baja de Guerrero. El Tigre tenía que buscar un jugador similar, de larga trayectoria, con experiencia en la élite y capaz de cargar con el peso de ser el foco en la ofensiva. Gianluca Lapadula sin dudas era una opción muy tentadora y el jugador realizó hace dos semanas los trámites para poder representar a la selección peruana.
Cuando el partido ante Chile en Santiago se puso cuesta arriba, el estratega argentino no dudó en mandarlo a la cancha. Lapadula ingresó como reemplazo de Raúl Ruidíaz con el marcador adverso (2-0) y media hora por delante. Fueron 30 minutos en los que no tocó muchos balones, pero suplió esas intervenciones a cuentagotas haciendo un gran trabajo sin pelota. De hecho no tardó mucho en generarse su primera chance, corriendo al espacio a espaldas de su marcador para que Cueva lo pusiera mano a mano con Claudio Bravo, quien tapó su remate.
Jugó mucho de espaldas al arco y se dedicó mayormente a trazar diagonales para crear sus propias líneas de pase, o bien arrastrar rivales y liberar espacio para sus compañeros. Lapadula demostró que tiene un gran sentido de la ubicación y que sabe exactamente hacia dónde dirigirse, en qué momento intervenir activamente y cuándo tener una participación pasiva. Fue una amenaza constante para la zaga de Chile. “Ha cumplido dentro de lo que se puede esperar. Para que un jugador tenga posibilidades, tiene que funcionar en el equipo. Muy poco se puede hacer cuando el equipo no funciona. Lapadula no conoce a nadie acá. Creíamos que era importante darle un tiempo de adaptación”, valoró Gareca.
Y probablemente también sea un factor de riesgo para la línea defensiva de la Selección Argentina en el choque de este martes en Lima por la cuarta jornada de las Eliminatorias. Tiene la calidad futbolística y los recursos para incomodar a cualquier equipo, puede ser la pieza faltante en el rompecabezas tras la grave lesión de un Paolo Guerrero que ya está por cumplir 37 años y no tiene un sucesor de su jerarquía. Gianluca Lapadula posee el calibre necesario para suplir momentáneamente a Guerrero, pero también el potencial para tomar su legado. Dependerá de su adaptación a los planes de Ricardo Gareca de cara al Mundial de Qatar 2022, pero no hay actualmente un delantero peruano con su mismo nivel de pegada, desmarques o juego de espaldas. Ha reclutado a un futbolista que puede asumir el compromiso.
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