“La alegría por haber sido nombrado entre los 12 para los Juegos Olímpicos se convirtió rápidamente en ansiedad y preocupación cuando me informaron que debía pasar un test de drogas antes de ser confirmado en el seleccionado. Y, siendo sincero, yo sabía que no había absolutamente ninguna manera de que lo pudiera superar”. Así arrancó Lamar Odom una de las tantas confesiones que hizo en su biografía De la Oscuridad a la Luz. Fue entonces cuando el ala pivote, talentoso jugador que logró dos anillos de la NBA con los Lakers de Kobe Bryant (2009 y 2010) y resultó campeón mundial con su selección en Turquía 2010, empezó a pensar en una estrategia para pasar esos controles.
Lamar había pasado toda su vida intentando enmascarar sus adicciones, para que no afectaran su vida de atleta, pero aquella vez llegó a los límites de lo inverosímil. “Yo me había pasado todo el verano fumando marihuana y sabía que no podía dar negativo. Entonces, me puse a buscar penes falsos en Internet y a estudiar la forma de usarlo en el test. Recuerdo que conseguí uno grande, negro… Cuando llegó el momento, el oficial del antidoping se metió conmigo al baño y se quedó a medio metro mío, yo me bajé el cierre y deslice con cuidado el pene falso a través de la cremallera. Tuve que apretarlo varias veces pero la orina (que me habían puesto libre de sustancias) salió y llenó el tarro… Recuerdo que el oficial le tomó la temperatura para chequear que fuera mía y pasó. Así fue como superé el test y pude jugar en Atenas”, cuenta quien en aquella temporada, con Miami Heat, había promediado 17 puntos, 9.7 rebotes y 4.1 asistencias.
Su presencia en el equipo no alcanzaría para ganar el oro en 2004, porque Argentina sería su verdugo en semifinales, pero esta anécdota resume una carrera en la que convivieron, increíblemente y durante 14 años, las adicciones y locuras fuera de la cancha con altos niveles de rendimiento que le permitieron ser una pieza valiosa de cada uno de los equipos que integró.
Nada es casualidad en la vida, dicen los gurúes espirituales. Y tal vez esta teoría pueda aplicarse a Odom… Lamar nació el 6 de noviembre de 1979 en el distrito neoyorquino de Queens y creció en un barrio difícil, picante, como el de South Jamaica. Su infancia no resultó sencilla, con un padre adicto a la heroína y una madre (Cathy Mercer) que fallecería, de cáncer de colon, cuando él tenía 12 años. Su abuela Mildred se haría cargo de él pero, 11 años después, también moriría, dejando claro que, lamentablemente, su vida estaría signada por las tragedias. Para cuando quedó prácticamente solo en la vida, Odom ya era una estrella nacional aunque, como sería una constante en su carrera, con conflictos y problemas fuera de la cancha. En la época universitaria, por caso, su desesperación por el dinero, con el fin de acceder a privilegios y llevar una vida al palo, hizo que aceptara “retribuciones económicas” y fuera expulsado de la Universidad de Nevada, antes siquiera de debutar. Terminaría en Rhode Island, facultad en la que cumpliría la penalidad de un año sin jugar. Pero, claro, su talento era tal que nada lo afectó y en la única temporada que quiso quedarse en los Rams brilló como una estrella. Promedió 17.6 puntos, 9.4 rebotes y 3.8 asistencias pero, sobre todo, resultó el héroe de un equipo que ganó la Conferencia Atlantic 10, justamente con un triple suyo sobre la chicharra ante Temple. El moño para cerrar la campaña y tomar la decisión de saltar a la NBA cuando aún tenía 19 años y ya estaba casado con Liza Morales, quien sería la madre de sus tres hijos…
Los Clippers lo seleccionaron en el cuarto lugar del draft y en su primera temporada promedió 16.6 puntos (incluyendo 30 en su debut), 7.8 rebotes y 4.2 asistencias, lo que le valdría la inclusión en el mejor quinteto de novatos en la 99-00. Pero, claro, los problemas no tardarían en llegar. En noviembre del 2001, la NBA anunció que había violado la política antidrogas y fue suspendido por ocho meses. Él admitió que la sustancia había sido marihuana… Su vida fuera de la cancha, que ya empezaba a ser un problema, no se notó en la cancha, ya que Odom se destacó en sus cuatro años en los Clippers y Miami le dio un contrato de 65 millones de dólares cuando pasó a ser agente libre. En el Heat volvió a brillar, pero a Pat Riley se le presentó la chance de sumar a Shaq O’Neal y Odom tuvo que entrar en el paquete que terminó en los Lakers por el grandote. No hay mal que por bien no venga, dice el refrán. Y Odom, en su vuelta a LA, encontró su casa en los Lakers, un equipo que lo cobijó y lo necesitó. Allí se convirtió en un ladero de Kobe. Su versatilidad, polifuncionalidad e inteligencia le valieron reconocimiento y le permitieron lograr dos anillos (2009 y 2010), siendo un obrero de lujo que generalmente salía desde el banco (en 2011, por caso, se llevó el premio al Mejor Sexto Hombre), aunque cerraba los partidos. En el medio de su periplo en LA y de la show que genera las cercanías de Hollywood no sorprendió que se codeara con famosos y conociera, por caso, a Khloé Kardashian, con quien se casaría en 2009 luego de un par de meses de noviazgo. Ahí comenzaría otro capítulo en su vida, en el centro de la escena mediática, algo que le costó siempre manejar, en especial porque lo dejaban expuesto a no poder “tapar” su otra vida. Entre ambos protagonizaron hasta un reality show en TV llamado Klhoé & Lamar.
La pareja empezó a resquebrajarse cuando ella descubrió las infidelidades de su esposo, que ella contó en TV y hasta el propio Odom admitió en un video con amigos que se filtró a la prensa. El permanente acoso de los paparazzi a su vida privada terminó una noche, en plena calle y con varias personas como espectadores, cuando el jugador destrozó un equipo de fotos de los reporteros.
Ni en sus mejores momentos, Lamar pudo estar en paz. Ni dejar atrás las tragedias. En junio del 2006, cuando aún estaba casado con su primera mujer, sufrió la pérdida de su hija Jayden, quien falleció de muerte súbita mientras dormía en su cuna. Tenía apenas seis meses… “Aún recuerdo el día, viéndolo entrar a ese mundo. Fue algo tan alegre, refrescante. El sólo me miraba, como si ya me conociera de algún lugar… Y que luego le pasara eso. Fue, simplemente, devastador. Me acuerdo que me quedé horas en el hospital, sin poder irme, sosteniéndolo por última vez”, rememoró. La culpa, en este caso, hizo más fuerte su dolor. “Me había pasado toda la noche de fiesta y no había vuelto a casa. Debería haber estado con él, pero estaba en otro lado, haciendo Dios sabe qué... Recuerdo cuando me llamó su madre. Estaba en pánico, la intenté calmar y preguntarle qué pasaba. Me dijo Jayden, no se despierta. La ambulancia está acá. Se lo están llevando ahora”, fue el relato que el jugador realizó en el sitio The Players Tribune. Esa mañana, Lamar estaba en Manhattan y condujo hasta Long Island. Y cuando llegó al hospital, se encontró con la noticia que menos quería escuchar. “Los médicos me dijeron simplemente no responde, se ha ido. Pensaba cómo mierda podía ser, si lo había visto hace horas, ahí, en su cuna… Cuando entré a la habitación, vi a su madre. Ya nunca podré olvidar la cara de dolor que vi. No lo podía creer. Ni ella ni yo”, rememoró, angustiado.
Odom no pudo hacer el duelo: debió seguir, las obligaciones profesionales lo esperaban sin excusas… Durante aquella temporada, el ala pivote usó una remera con la imagen de Jayden y poco después, en aquel verano entre temporadas, se tatuó su imagen en el costado izquierdo de su pecho, puntualmente sobre su corazón… Ya solo, en su casa, llorando por las noches, le tocó bucear internamente y analizar seriamente si volvería a jugar. “No quería hacerlo más, pensé en retirarme, realmente, pero el amor por el juego terminó siendo más fuerte”, contó en una nota con ESPN. Volvió más fuerte que nunca, al menos mental y anímicamente (hasta que las lesiones aparecieron), aunque sus pérdidas siempre estuvieron presentes. De forma simbólica, por caso, en sus zapatillas. En cada una escribía los nombres de sus pérdidas más trascendentes, en especial los de su padre, abuela e hija. “Era la forma que tenía de sentirlas cerca, lo necesitaba, para no olvidarlas nunca”, admitió. Una devastación que casi no menguó, sobre todo en el caso de Jayden. “Cada día suelo pensar en cómo sería hoy si siguiese entre nosotros. Tenía seis meses… Se supone que debes aceptarlo, vivir con ello. Pero es muy difícil”, aceptó.
Las fatalidades nunca parecieron detenerse. El 13 de julio del 2011, un sobrino muy querido, de apenas 24 años, fue asesinado por otra banda en NY y, al día siguiente, todavía consternado, Lamar era pasajero de una camioneta que se dirigía hacia Queens para cortarse el pelo en la peluquería de su infancia, cuando un choque se produjo y la moto, embestida por su vehículo, perdió el control y terminó matando a un chico de 15 años… “La muerte siempre ha estado alrededor mío. Hace mucho tiempo que entierro seres queridos y ahora, en dos días, que me pase algo así, termina de quebrarme. Me considero débil y esto no me está ayudando, realmente. Necesito ver a un psicólogo”, le admitió al diario Los Ángeles Times, un mes después, aún devastado.
El canje de los Lakers a Dallas, en 2011, fue el principio del fin. “Acabó con mi carrera y mi propósito. Nunca volví a ser el mismo. Estar en Los Ángeles, en esa estructura de la franquicia, la gente que conocí… Me dolió dejar todo eso. Fue un tiempo demasiado especial”, contó hace poco. Odom vivió a los tumbos y su vida terminó de desmoronarse con su retiro de la NBA, en 2013, a los 33 años.
Tanto que semanas después, en agosto, estuvo desaparecido durante más de 72 horas sin dar pista alguna de su destino. Luego se supo que había estado encerrado en un hotel junto a sus amigos buscando escapar de sus adicciones a las drogas. Khloé ya lo había echado de su casa al verlo desbarrancar y los equipos habían desistido de su contratación al conocer en profundidad de su delicada situación. Pocas semanas después, fue detenido por conducir en estado de ebriedad y pareció tocar fondo, por lo que su círculo íntimo lo convenció de internarse en un centro de desintoxicación de Los Ángeles. Allí pasó el fin de año y pareció que una luz de esperanza asomaba.
No fue así. Odom volvió rápidamente a las “andanzas” y su vida terminaría de desbocarse en 2015. Aunque el principio del fin había sucedido en 2004, cuando el atleta admitió haber probado la cocaína por primera vez en unas vacaciones en Florida, un momento del que se arrepiente por haberle abierto el camino hacia la autodestrucción. “Me gustaría contarles que hubo una razón para probarla. Pero no la hay. Simplemente fue una decisión estúpida. Si hubiese sabido que iba a afectar a mi vida de esta manera, ni me lo hubiera planteado. Nunca. Pero lo hice. Y resultó ser una decisión que cambió mi vida. Encima perdí a muchos miembros de mi familia en un período muy pequeño de tiempo y cuando la consumía, me sentía bien, al menos por un minuto. Dejaba de tener tanta ansiedad. No pensaba en el dolor. No pensaba en la muerte. Así que seguí tomándola todavía más y más, pero por entonces lo tenía bajo control. No era algo que hiciese a diario. Pero la muerte de Jayden, ese vacío que sentí, me generó volver a consumir y ahí me volví un adicto. Nunca más paré”, admitió, dejando claro que las drogas pueden ser un refugio pero, en realidad, siempre terminan siendo una condena.
No sorprendió, entonces, que el 14 de octubre de 2015, Lamar fuera encontrado inconsciente en el prostíbulo Love Ranch de Nevada, a 112 kilómetros de Las Vegas. Lamar se había alojado un sábado y estuvo dos días consumiendo cocaína, opiáceos y pastillas de Herb Viagra hasta que una llamada alertó al 911 y la policía, junto al personal médico, lo encontró al borde de la muerte, con fluidos saliendo de su boca. Fue hospitalizado en el Desert View de Pahrump y luego llevado a otra clínica privada, más especializada, en Las Vegas. El pronóstico era “reservado”, muy desalentador, pero de a poco Lamar fue superando el cuadro que incluyó 12 derrames cerebrales y seis ataques cardíacos en las primeras 72 horas, con al menos tres órganos comprometidos seriamente (corazón, riñones y pulmones). “Los médicos que me ven dicen que soy un milagro andante”, admitió Odom, quien puede revivir poco de aquellas fatídicas horas. “Recuerdo que estaba acostado en la cama, con dos mujeres y después me quedé dormido. Eso es todo. Cuando desperté, cuatro días después, estaba tratando de expulsar tubos de mi boca”, reveló.
Lamar dio un paso en dejar de ocultar todo aquel lado destructivo de su vida. “Empezar a hablar fue como comenzar a expulsar a los demonios. Yo había sido un profesional en esconder. Khloé, por caso, tardó mucho en descubrir mi adicción. Ocurre que nadie quiere que tu esposa sepa que andas esnifeando coca o acostándote con otra mujer. Cuando lo supo, lo toleraba. Hasta un punto que ya se hizo imposible. Yo hice todo mal. No sé las veces que la engañé, perdí la cuenta y no sé por qué siguió conmigo”, aceptó. El jugador, que hasta reconoció haber amenazado a su ex mujer, contó cómo sucedió el espiral negativo, luego de que a su status de deportista se sumara la exposición generada por aquella relación amorosa con la menor de las mediáticas hermanas Kardashian. “Gente que no me conocía empezó a acercarse a mí. Muchas mujeres y prostitutas salieron de la nada y yo lamento no haberme guardado mi pene dentro de los pantalones. Fui siempre un maníaco del sexo y eso también me llevó a la ruina”, explicó quien sacó una cuenta que le dio haber tenido sexo con más de 2000 mujeres. “Unas seis mujeres de media a la semana y siempre sin protección, por lo que tenido que pagar muchos abortos a lo largo de mi vida”, relató en su libro con una triste y asombrosa naturalidad.
En el final, sus adicciones fueron las que clausuraron su pasión. “Las drogas me ayudaron a que mi carrera terminara más pronto porque mataron mis ganas de entrenar y de querer estar en forma”, admitió. Lo mismo que pasó cuando intentó volver a jugar. En 2014, por caso, firmó con el Baskonia español, en su búsqueda de trabajo luego de ser rechazado hasta por los compañeros de la filial de los Mavs en la Liga de Desarrollo. Llevaba casi un año sin jugar cuando se presentó en Vitoria, una experiencia que terminó en un fracaso. Sólo jugó tres partido, uno de ACB y dos de Euroliga, con una sola canasta anotada en 23 minutos totales. Dolores en la espalda, dice la historia oficial, sobre su rápida rescisión de contrato, pero tal vez haya que leer al periodista Miguel Ascenzo, quien más tiempo pasó con él en la región vasca y pudo realizar una radiografía del calvario que, por ese entonces, atravesaba Odom. “Lamar llevaba una mochila pesadísima que no sabía gestionar. Era una magnífica persona que no podía con todo lo que cargaba. Estaba superado. Vino a Vitoria, que es poco más que un pueblo, para empezar de cero. Pero le fue imposible. Aquí había hasta paparazzi persiguiéndole. Cada foto que salía en (el sitio) TMZ la tenía en su celular al momento y, además, la relación con su mujer, claro... Era un muchacho preocupado por todas esas cosas y que sólo hablaba de su barrio: de sus amigos muertos en tiroteos, de las drogas, de su vida allí… Y aquí estaba solo y se refugió en lo que no debía. No tenía la frialdad ni la personalidad para manejarlo. Era una rueda que lo devoraba. Y luego, que su cuerpo no le respondía y no podía jugar. Vio cómo estaba dejando de ser lo único que había sido en la vida: un basquetbolista”, explicó pintando de cuerpo entero el ocaso de un gran jugador de básquet cuya historia se lo había devorado….
Hace nueve meses, cuando ya empezaba a estar en paz y a disfrutar algo de la vida, luego de volver prácticamente de la muerte, la tragedia tocó nuevamente a sus puertas, con la shockeante muerte de su entrañable compañero y amigo Kobe Bryant. “Estoy devastado. Kobe me enseñó demasiadas cosas necesarias, dentro y fuera de la cancha, nuestra relación era como la de un maestro y el alumno… Cualquier persona que me conozca sabe que he sufrido muchas pérdidas, pero la única que puedo comparar con ésta es la de mi hijo. Todavía estoy esperando que los medios digan que fue un informe incorrecto, que de ninguna manera Dios se llevó tan pronto a mi hermano”, comenzó, casi como forma de liberar su angustia para terminar su relato a corazón abierto, incluso diciendo que cambiaría su muerte por la vida de su amigo. “Si cuando estaba en coma, Dios hubiera venido a mí y me hubiese dicho que me llevaba, pero perdonaba a Kobe, lo habría preferido”, cerró con lágrimas en sus ojos. Pero, al menos, otra vez en el medio del infortunio, Lamar vio algo positivo… “Mañana, por vos hermano, me levantaré a las cuatro de la mañana para ir al gym. En mi manera de honrarte a vos y a la vida”, dijo. Ojalá, para él, haya sido una especie de mensaje que le permita hacer un click, dejar atrás desdichas y adicciones, un pasado tan tumultuoso, para continuar una vida que, si él quiere, puede ser otra y estar muy lejos de terminar.
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