Antes de ser parte de la plantilla de Los Ángeles Dodgers, Víctor González y Julio Urías lanzaron en el diamante de San Bartolo Coyotepec, Oaxaca. En el campo donde 50 chicos buscan formarse cada año para un día llegar a las Grandes Ligas. Mike Brito, el legendario buscador del equipo y quien fue culpable de llevar a Fernando Valenzuela a la franquicia en 1980, vio a los dos prospectos en el 2012.
Hoy, en su camino a la Serie Mundial, los dos pitcher zurdos son piezas clave en el bullpen de los Dodgers. La última vez que la franquicia contó con el mismo número de lanzadores mexicanos fue en 1995, con Ismael Valdez y Antonio Osuna.
Entre González y Urías, hay una conexión con el sistema de la Academia Alfredo Harp Helú, pues son parte del 1% que se formaron ahí y debutaron después en las Grandes Ligas de Béisbol (MLB).
El proyecto comenzó a operar el 12 de noviembre de 2009. En aquel momento, estimaron que uno o dos beisbolistas debutarían por año en la MLB. Pero entre lo proyectado y la realidad existió un largo proceso de aprendizaje y mucha paciencia.
Por el momento, son 10. Urías debutó en 2016, mientras que González lo hizo en la temporada 2020, al igual que Humberto Castellanos (Houston Astros), Isaac Paredes (Detroit Tigers) y Ramón Urías (Baltimore Orioles).
En total, fueron siete mexicanos los que debutaron este año en las Grandes Ligas, misma situación que se registró en 1991 y 2008.
“Somos un proyecto consolidado. Antes era cantidad, ahora ya es calidad”, dice Jorge del Valle Mohar, director de la Academia Alfredo Harp Helú y líder del proyecto desde hace tres años (de 11 en total).
Se pueden enumerar a cada uno de los chicos formados en los diamantes de San Bartolo Coyotepec, Oaxaca. Ellos han alimentado una vitrina llena de pelotas firmadas de chicos formados en la academia, “ese sitio se vuelve un lugar en donde el soñar se vuelve realidad, y que muchas veces los jóvenes ven lejos”, agrega.
La metodología de trabajo la han perfeccionado con el paso de los años, reduciendo en la selección del talento. El trabajo hecho por los prospectos va alimentando una base de datos, con la que dan seguimiento a su rendimiento.
Desde hace dos años cuentan con el sistema Flightscope, a través del cual van obteniendo información los jugadores. Este se compone de un radar, que se coloca atrás del home, y la información se va almacenando en un programa.
Indicar la velocidad con la que un pitcher puede lanzar una bola no es suficiente cuando una organización de la MLB se interesa por un prospecto; cuestionan detalles particulares, porque así es como trabajan.
En la academia han adaptado esas métricas enfocadas al desarrollo, de acuerdo con lo que han observado en las granjas que tiene las franquicias en República Dominicana, por ejemplo. El estar cerca de las organizaciones les ha permitido observar lo que buscan, la forma de trabajo. La academia opera con un presupuesto anual de aproximadamente 10 millones de pesos.
El director de la academia explica que puede saber cuántas veces da vueltas la bola que un pitcher lanza antes de que el receptor la atrape, o la fuerza que le imprime un bateador en la bola, por mencionar algunos aspectos.
La estadística avanzada “te permite saber quién se va a poder desarrollar más rápido, y nos ayudado a tener menos errores en ese sentido”, comenta a Infobae México.
Posteriormente, Octavio Hernández, especialista en el análisis de métricas avanzadas de béisbol de los Diablos Rojos, es la persona encargada de procesar la información, lo que también les permite realizar proyecciones. El resto depende del pelotero.
Ese esquema se complementa con el hecho de que previo a firmar a un jugador es visto de tres a cinco veces. En ese pequeño periodo, el futuro prospecto debe mostrar mejoría, con dos puntos de vista distintos.
Después, comienza la etapa de acompañamiento con los instructores en la academia, que en su mayoría se conforma de ex peloteros, como Daniel Fernández (gerente de desarrollo), José Luis Sandoval (coordinador de infield), Sergio Valenzuela (coach de pitcheo) o Noé Muñoz (coordinador de catchers), entre otros.
La formación en la academia no es mayor a los dos años: en ese periodo se determinan si un jugador tiene las facultades para continuar o no. De una generación, 50 chicos, entre el 60 y 70% de los jóvenes continúan el proceso.
Jorge del Valle indica que es posible tener ese diamante en bruto, pero se deben pulir los detalles. “Esas dos etapas hemos tenido mucho éxito en cómo lo ha manejado la organización y la tercera etapa es la competencia, en donde ya ninguno de nosotros interviene, ahí tienen que ser muy ambiciosos los chicos”, abundó.
La formación de peloteros también ha permitido nutrir los roster de los equipos de la Liga Mexicana de Béisbol (LMB), principalmente de los Diablos Rojos del México y Guerrero de Oaxaca.
Por ahora, “los jóvenes han sido la mayor publicidad”, precisa Jorge del Valle Mohar.
La competencia es muy difícil
“Esta academia tuvo que haberse hecho prácticamente desde que llegué a los Diablos Rojos del México, en 1994 […] nuestra objetivo fue desarrollar peloteros que puedan llegar a Ligas Mayores, aunque la competencia es muy difícil”, indicó Alfredo Harp Helú, empresario y dueño de los Diablos Rojos del México, en 2018.
Aquel día estuvo acompañado de algunos de los egresados como Roberto Osuna (Houston Astros), Giovanny Gallegos (St. Louis Cardinals) y Víctor Arano Armas. Otros egresados de la academia son: Luis Cessa (New York Yankees), Andrés Muñoz (Seattle Mariners) y Luis Urías (Milwaukee Brewers).
El empresario que no imaginó ser dueño de un equipo de béisbol puso énfasis en que la formación del pelotero fuera integral y la base se encuentra en la educación. Todo prospecto que ingresa a la academia cuenta con la posibilidad de continuar con sus estudios, ya sea de forma presencial o en línea.
“El béisbol no es para no todos y no lo van a poder practicar todos, pero sí el que puedan ser personas de bien”, enfatiza hoy el director de la Academia Alfred Harp.
Los jóvenes llegan entre los 13 y 14 años, pero si no continúan en un proceso de formación pueden continuar con sus estudios.
La estancia en la academia se adaptó al calendario escolar de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y son tres cursos los que imparten al año. Ante el contexto, el seguimiento se les ha dado vía remota.
En un inicio los calendarios que manejaban eran distintos al escolar, pero se dieron cuenta que los chicos no podían pasar periodos muy largos fuera de casa, por lo que hicieron el cambio.
“La prueba y error nos ha permitido ver las áreas de crecimiento”, explica De Valle.
Si el prospecto ya va muy avanzado se cambia del sistema presencial al remoto, para que el chico pueda tener doble sesión. Además, los prospectos toman los sábados clases de inglés.
También, los involucran en actividades culturales como círculos de lectura o recorridos en el estado de Oaxaca.
El empresario Alfredo Harp Helú es cercano al proyecto. Jorge relata que buscó tener instalaciones de primer nivel y que, así lo sintieran los jugadores, “no quería darles las cosas a medias tintas, te doy lo que quiero que seas. Siempre ha creído en el talento mexicano”.
Ahora son 10 jugadores los que forman parte de una franquicia de la MLB y la mitad debutó en la temporada 2020.
Otra de las peticiones del empresario ha sido que los peloteros, de vez en cuando, se encarguen de la limpieza de los campos, porque busca que comprendan el proceso que hay detrás.
“Que comprendan que no sólo es llegar pararse y ponerse a jugar, hay que preparar, recoger, limpiar, levantar la basura, para que haya un valor […] para que cuando las cosas no se les están dando no se equivoque”, complementa.
Tras lo obtenido hasta el momento, las metas no cambian y el proyecto tampoco se modifica. El camino es el mismo. Este 2020 han registrado sus mejores resultados y por ello, Jorge cuenta “que no se quieren comer de un solo bocado, nos hemos dado cuenta que el éxito nos los ha traído el ser pacientes”.
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