El regreso de tenis en tiempo de pandemia le trajo a Diego Schwartzman su mejor momento deportivo. Finalista de Roma, vencedor de Rafael Nadal en polvo de ladrillo, la posibilidad de luchar por un lugar en la definición de Roland Garros y, por primera vez, su ingreso al Top Ten, algo que tantas veces había acariciado. Pero él sigue igual, enciende “la radio” durante cada partido (así lo llama cuando comienza a hablar dentro de la cancha), continúa caminando con cierta tranquilidad y, muy pocas veces, el gesto serio le gana a la sonrisa que le gusta mostrar en su cara. Es divertido, así se define.
Por su talla, Peque es el más bajo del circuito, pero por su tenis habría que modificar lo que dice la ATP de su estatura.
-"Top Ten y semifinalista de Roland Garros, ¿cuánto medís ahora?", le pregunta Infobae tratando de saber la altura de su orgullo.
Suelta una risa y se acomoda. “Medir, sigo midiendo lo mismo -mientras continúa con una gran sonrisa-, la altura ya no es algo que me preocupe ni que me afecte y, por suerte, las cosas van bien”.
Su felicidad no la esconde, no es para menos. Desde hace tres años no sale de los mejores 30 del mundo y ahora está entre los 10. Y es un dato que lo pone, obviamente, muy contento, porque además sus rivales salen a enfrentarlo de otra manera. “Sin duda que los jugadores, con el tiempo, me fueron respetando más. Pero soy consciente de que para permanecer ahí tengo que hacer un esfuerzo mucho mayor que otros jugadores y es lo que me gusta y me llevó a estar ahí. Es lo que tengo que sostener, porque es lo que en los últimos tiempos me hizo mejorar. Para seguir ahí voy a tener que mantener lo que hago y para mejorar tengo que encontrar soluciones o, con el tiempo, ir conociéndome más, para poder seguir creciendo. Pero, sin dudas, es un dato que me pone muy feliz y ojalá siga bien arriba hasta que dure mi carrera”, y termina con otra de sus inevitables sonrisas.
Movedizo, divertido, inquieto, en muchas ocasiones se lo ha visto levantando la voz en defensa de algún colega o por algo que él creía que merecía la pena. Sin embargo, Schwartzman sostiene que no es que algo lo lleve a movilizarse por el otro, “siempre trato de mantener mis valores y mi personalidad en las cosas que me gustan, como en las que no. Cuando algo me gusta, me encanta reconocerlo y hacérselo saber a la gente. Y si hay gente a la que yo quiero y veo que hay algo que no es justo, creo que es bueno reaccionar y mostrarlo, para tratar de ayudar al otro. Me parece que es, más que nada, solidaridad, respeto e intentar que la gente se trate bien entre sí”, explica Diego, dando muestra de los valores que maneja su personalidad.
Desde el regreso de la competencia, todas han sido oportunidades en tiempos de pandemia, en los que hay que adaptarse a las nuevas normalidades, protocolos y regulaciones, que no en todos los lugares son iguales o funcionan de la misma manera. “La verdad es que vivimos distintas burbujas, cada una tiene diferentes días de testeos, diferente cantidad de test semanales y diferentes cuidados. Todo depende del protocolo de cada país y por cómo se esté manejando”, reconoce Schwartzman. Y en algunos torneos la burbuja es tan cerrada que no facilita el paso del tiempo, mientras no se entrena o compite, y eso termina por presionar la cabeza de los jugadores. Pella se fue de Roland Garros pidiendo que les den más libertad, “la misma que tienen las personas de los lugares en que se compite”, dijo, algo a lo que trata de explicar Diego: “Este aislamiento es difícil y es aburrido. Eso es lo que más afecta y le cambia a un jugador cuando no está jugando la suficiente cantidad de partidos que le gustaría. Si no estás ganando muchos partidos, ahí es donde se vuelve más difícil, porque usás esos momentos para entrenar un poco, para divertirte o tratar de caminar, de relajarte o de pensar en otra cosa. Pero, lamentablemente, las condiciones no están dadas como para que podamos hacer esto, ahora. Y creo que, en ese sentido me gustaría que la cosa mejore, pero también entiendo que sería muy difícil que los torneos se pudieran llevar a cabo si tuviéramos completa libertad de movimiento. Lo bueno es que, hoy, no estamos obligados a jugar ningún certamen, no hay mandatories y tenemos la opción de elegir si queremos ir o no, sin penalización”.
- ¿Y qué hacen para entretenerse? Los que te vieron jugar dicen que no sos muy bueno al UNO (juego de cartas).
- No, no -se apura a responder-, soy muy bueno. Soy muy prolijo, como en el tenis. Pero sí, jugamos a las cartas, miramos películas y tratamos de divertirnos como se pueda. Es un poco difícil, en esta burbuja pasar el tiempo, pero es lo que tenemos y es lo que se puede.
Hoy, el círculo que rodea a Peque se ha visto reducido y algunas de las personas que acostumbraban a acompañar su recorrido debieron quedarse en casa, como uno de los integrantes del grupo sponsor que lo apoyó en su carrera, cuando sus padres ya no tenían más recursos. Si se los ve juntos, si se los observa en el trato, resulta difícil suponer que allí puede haber una relación comercial o contractual, la vivencia es que luce como un miembro más de su familia. Una relación que Diego parece disfrutar de otorgarle a quienes él quiere o le gusta tener más cerca. “Miky”, tal como lo llama, “es una gran persona”, dice Peque y continúa describiéndolo: “Es un fanático del tenis. Me conoce hace un montón y disfruta mucho de acompañarme, como otros que también lo hacen y me apoyan en muchos torneos. A mí, eso me hace bien, me divierte, nos distrae, porque tener siempre compañía fuera de lo profesional es divertido y nos ayuda mucho los viajes.”
- Si pudieras cambiar algo en tu vida, ¿qué cambiarías?
- (Antes de responder, suspira) La verdad es que no cambiaría mucho, te diría que casi nada. Todo lo que pasó por mi vida me enseñó mucho. Aprendí mucho en estos años y me llevó a estar donde estoy y soy feliz con todo lo que he hecho. Con todo. Lo que hice de chico, lo que hicieron mis padres, lo que hago ahora. Pero, si pudiera cambiar algo, no pediría por mí, lo haría porque mis viejos no hubiesen pasado malos momentos. Pero en mi vida, la verdad es que no me puedo quejar.
Los padres de Diego tuvieron un revés económico muy duro del que no pudieron recuperarse y debieron utilizar la inventiva para obtener recursos que posibiliten, primero, comer y, luego, facilitarle la carrera a Peque. Si bien lo reconoce, también sabe que intentaron evitar que se diera cuenta de ello. “Sí, mis viejos hicieron mucho, mucho esfuerzo y sacrificio. Fueron momentos muy difíciles y lindos a la vez, de los que aprendí mucho. Ellos hicieron todo lo posible para que yo no note esos momentos en los que todo costaba mucho esfuerzo y creo que, gracias a todos esos momentos, es por lo que estoy disfrutando ahora. Por eso sé lo que tengo que hacer y aprecio los valores que tengo”, se enorgullece al decirlo.
Desde aquel “Moyinito”, como le decía su madre, con la camiseta del Barça y vincha de Wimbledon a este consagrado Top Ten han pasado 24 años, tal vez alguno más. A Infobae le intriga saber qué ve si mira hacia atrás. La respuesta no demora. “Veo a una persona que creció escuchando a los demás, aprendiendo de todos y de todo lo que pasa a su alrededor. Lo veo queriendo mejorar, respetando a los otros, tratando de mantener la misma forma de ser y la misma gente a su lado”.
Peque ya enfrentó a Nadal y a Djokovic en Roland Garros. “A Nole lo tuve 2 sets a 1 en 2017 y con Rafa jugamos al año siguiente, también estuve arriba en el score. Me siento preparado, pero es complicado por la intensidad sostenida en el tiempo”.
Diego Schwartzman ya le ganó al N°3 del mundo, Dominic Thiem, ahora va por el N°2, Rafael Nadal y, si pasa, el filtro para alcanzar la Copa de los Mosqueteros, probablemente, será el líder del ranking mundial: Novak Djokovic.
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