Gustavito era dueño de una gambeta endiablada. Creador de esa estela impredecible. Furioso cultor del estiletazo a los defensores rivales. El que heredó el gen de lo imposible de pronosticar entre el adiós del Bocha y la aparición del Kun por Avellaneda. El aroma de fútbol en estado puro que emanaba Gustavo Adrián López todavía se respira en Independiente, aunque hace más de dos décadas que ya no brota a la superficie su irreverencia futbolera. Sin embargo, algunas mañas le quedan de su época como jugador, aunque ya lleva varios años de retirado: la gambeta ahora está dirigida a conservar ese perfil bajo que sólo rompe para su labor como comentarista televisivo.
España le abrió los brazos con afecto a mediados de los 90 y nunca más lo soltó. Instalado en el viejo continente, su imagen está más asociada al lado periodístico que al futbolístico. Gustavito es un destacado analista deportivo en radio y televisión de ese país. El que habla allí habitualmente es el comentarista. El ex jugador se sostiene en un silencio que de vez en vez rompe sólo para algunos medios partidarios del Rojo. Por un rato, atiende el teléfono a Infobae y combina esos dos perfiles: el futbolista retirado y el estudioso del deporte que lo apasiona.
“La verdad, doy muy pocas entrevistas. Es por un tema de tener un perfil bajo y tranquilo. Ya no estoy tan expuesto como cuando jugaba al fútbol. Ahora me dedico a otra cosa e intento tener un perfil bajo, disfrutar con la familia y solamente comentar los partidos”, argumenta sobre su decisión de gambetear la abundancia de entrevistas, aunque su imagen es familiar para los españoles porque acumula 12 años en diversas transmisiones deportivas.
Por acá, todavía resuenan las alegrías que significaron los cuatro títulos con un Independiente glorioso. Allá, es visible el aura de su idolatría en el Celta de Vigo y su buen recuerdo en Zaragoza o Cádiz. Aunque hay un hecho que describe con mayor precisión su peso específico en el fútbol: fue parte durante una década de la selección argentina entre los mandatos de Daniel Passarella y Marcelo Bielsa.
— Se nota que encontraste una comodidad en el rol de comentarista deportivo...
— Esto me salió apenas terminé la carrera de futbolista y, bueno, me entusiasmó la idea. Mientras estaba haciendo el tema de comentar partidos, me fui sacando el carnet de entrenador. El título. Entonces compaginabas las dos cosas y ahora sigo en este rol, y la verdad es que estoy muy contento y feliz.
— ¿Te ves en el corto plazo dirigiendo algún equipo?
— Yo estoy en el día a día. Adonde me lleve la vida. Es así de claro. Uno no puede elegir a veces a dónde quiere ir o qué quiere hacer, sino que te van llevando los caminos. Nadie pensó que yo, por ejemplo, iba a estar 12 años en la tele y 8 en la radio comentando partidos de la Champions y otras ligas. Estoy contento y trato de aprender día a día. Veo entrenamientos por si el día de mañana quiero dar el paso, tengo ya una experiencia laboral en ese aspecto del fútbol.
— ¿Y como DT en el fútbol argentino?
— Te lo dije anteriormente: voy día a día. Uno nunca sabe a dónde te puede llevar la vida o el fútbol. El futbol es mi vida, mi pasión. Adonde me lleve, iré. Ahora mismo estoy acá e insisto: aprendo mucho y asimilo todo lo que es el tema de comentarista.
— El otro día Fernando Redondo analizaba en una entrevista la lenta desaparición de gambeteadores de tu estilo u Ortega. ¿Crees que desaparecieron los gambeteadores?
— Están desapareciendo. No es que se extinguieron porque todavía salen algunos, pero sí están desapareciendo. En categorías inferiores les están inculcando mucho el tema de la asociación, del pase e ir a buscar, de la pared, y no tanto la libertad de poder divertirse en la cancha. Y lo digo porque tengo una escuela de fútbol acá de alto rendimiento en toda España y lo que les inculco a los profesores es eso: que dejen en libertad a los niños para que puedan poner lo que saben con la pelota. En muchas categorías, sobre todo a los nenitos chiquitos, parece que les inculcan el no error, el no equivocarse.
— En lo personal eras de ese estilo, ¿es algo innato o se puede moldear?
— Tiene que venir con la genética, es innato tuyo. La gambeta, el arte por gambetear, el desparpajo, eso viene innato tuyo. Lo que se puede potenciar es lo emocional para que el niño pueda desarrollarlo y a partir de ahí vea que es algo normal, común, lógico, que en cualquier momento lo pueda desarrollar. Lo que le tenés que decir es que hay lugares en los que no lo podés hacer porque es un riesgo innecesario que corre tu propio equipo, pero sí en momentos determinados es hasta necesario por lo menos desordenar las defensas contrarias.
— Fuiste compañero de Marcelo Gallardo en la Selección, ¿ya se perfilaba a ser lo que es hoy?
— Es muy difícil, éramos muy jóvenes. Calculá que desde el año 94 estaba con el Muñeco y él encima es dos o tres años menor que yo. Es muy difícil ver si un futbolista a esa edad tan temprana puede llegar a perfilarse de la forma que se perfiló el Muñeco. Lo que sí se veía es que era muy inteligente dentro de la cancha, que veía el futbol distinto, que veía el pase donde nadie lo veía y lo filtraba. Era un jugador tácticamente muy inteligente y técnicamente extraordinario. Y no me extraña lo que le está sucediendo porque era muy metódico y apasionado. Tuvo muy buenos maestros también. Para mí es una alegría, tanto lo de él como lo de Dani (Garnero), de jugadores que estuvieron conmigo en algún momento de mi carrera futbolística que les vaya tan pero tan bien. Para mí es una alegría enorme que técnicos jóvenes sean tan exitosos. Ojalá algún día lo podamos tener en Europa.
— ¿Cómo eran esas concentraciones en la selección argentina con el Cholo Simeone?
— Toda la carrera que hice en la selección concentré con el Cholo. Los más de 10 años que estuve, estuve con el Cholo. Nos une una gran amistad. Prácticamente hermanos. El fútbol nos permitió volver a unirnos en Madrid y aprender muchísimo. Ya se veía el amor que tenía por el fútbol. Lo que ha logrado como entrenador es fantástico, lo mismo que el Muñeco o Pochettino, lo mismo que muchos jugadores que pasaron por la selección y ahora están triunfando como entrenadores. Lo mismo que Germán (Burgos): seguramente cuando agarre un equipo será un entrenador brillante por la trayectoria que tuvo al lado de Diego y también por lo que le apasiona esto y la calidad que tiene como entrenador.
— Cuando mirás para atrás a todos esos años concentrando con el Cholo, ¿ya tenía detalles que lo hacían distinto?
— Sí, se preocupaba por todo. Por todo. Por la estrategia, por lo táctico, por todo lo que representa al fútbol. El fútbol lo es todo. El fútbol no es jugar bien. El jugar bien implica un montón de detalles en los que podés ganar o perder un partido. En esos detalles tenés que controlarlo todo. Por eso los grandes entrenadores triunfan porque controlan todos los detalles. Hay buenos entrenadores y grandes entrenadores. ¿Cuál es la diferencia? La toma de decisiones en momentos delicados del propio partido. Vos podés preparar un partido de domingo a domingo, saber dónde podés ganarlo y dónde podés perderlo. Pero en circunstancias extremas del propio partido tenés que tomar decisiones en décimas de segundos porque te expulsan a uno, hubo una lesión o que lo que parecía que se iba a transformar en un sistema táctico del adversario lo ha cambiado. Esa toma de decisiones en décimas de segundos es lo que lo hace más grande al entrenador. Por eso Pep Guardiola, por eso Klopp, por eso el Muñeco, por eso el Cholo, por eso Zidane... Entrenadores que en momentos puntuales hacen un cambio –o bien táctico o bien de hombres– dentro del propio partido que lo hacen diferentes al resto de los entrenadores.
— Estuviste en la cocina de la formación del Cholo, ¿ya de futbolista era así a ese nivel de obsesión?
— Sí, sí... Éramos dos que veíamos entrenamientos de la propia Selección cuando estábamos juntos. Veíamos partidos amistosos, entrenamientos, todo, para ir aprendiendo y para ir viendo y corrigiendo errores.
— ¿Cuál fue el partido más insólito que llegaron a ver juntos?
— El amistoso que habíamos jugado contra el Yokohama Marinos. Habíamos ganado 6-2 o 6-1.
— ¿Y por qué tildás de raro haber visto ese partido?
— Porque nos llegaron varias veces y queríamos ver por qué nos habían llegado varias veces...
— Me imagino que en esto mucho los ha marcado el método Bielsa, ¿en qué te marcó a vos puntualmente el Loco?
— Es lo que veníamos hablando anteriormente. Es un entrenador con una metodología extraordinaria y con una fijación por el trabajo. Porque es apasionado, porque es único en la manera de transmitir y porque es transparente. Y eso al futbolista tarde o temprano le llega.
— ¿Por eso hablan todos bien de él, porque es honesto y transparente?
— Claro, sin ninguna duda. Al futbolista no le gusta la mentira. Decir: “No te preocupes estás entrenando bien, vas a jugar”. ¿Y si estoy entrenando bien por qué no juego? No sirve esa mentira piadosa como para quedar bien y que no esté enfadado el jugador. La virtud de un muy buen entrenador es tener a todos contentos, que es muy difícil porque tenés 25 que todos quieren jugar y solamente juegan 11. La gran virtud aparte de ser un gran entrenador, es ser un gran gestor de vestuario para que realmente el futbolista sienta que le estás diciendo la verdad, que no lo defraudas. Y que cuando se entrena bien, tiene la posibilidad de jugar y lo demuestra en la cancha, va a tener la oportunidad que se merece.
— Pero es difícil sentar a un futbolista a ver videos y decirle "hiciste tal cosa mal”...
— Pero es honesto... Si yo estoy viendo que algo no estoy haciendo bien y él me lo recalca, significa que quiere que yo crezca. En ese crecimiento el entrenador te está ayudando y eso es fundamental.
— Algo que me imagino que repasaste muchas veces en tu cabeza es el Mundial 2002, ¿cómo lo viviste vos desde adentro?
— Con tristeza, lo mismo que todos. Fuimos como una Selección que podía llegar a lo máximo y sin embargo no nos fue bien. Son heridas difíciles de cerrar, difíciles de curar, pero hay que asimilarlo. Es fútbol y todo puede pasar.
— Batistuta alguna vez dijo que entró al vestuario después de la eliminación y vio “todo negro”, ¿qué fue lo que más te impactó a vos de ese vestuario?
— Las lágrimas que había y todo... Lo que representó quedar afuera de ese Mundial.
— ¿Le encontraste explicación con el paso del tiempo?
— No, no, no... Creo que fue un momento en el cual llegamos muy justos todos y que esos detalles jugaron en contra. Si hubiesen jugado a favor, por ahí estuviésemos hablando de otra cosa hoy, pero todos esos factores que a veces te juegan en contra o a favor, a nosotros nos jugaron en contra.
— ¿Es verdad que tenías en tu poder el último balón con el que se jugó en el Estadio de Wembley?
— ¡Es cierto! Lo tengo yo. Se lo regalé a uno de mis mejores amigos. Lo tiene en una caja de cristal con la firma mía.
— ¿Seguís a Independiente habitualmente?
— Siempre lo sigo. Por más que haya horarios distintos, da igual. Yo lo miro si puedo, sino lo grabo y después lo miro. El fútbol argentino lo veo, la Copa Libertadores me encanta, estuve viendo a River y después a Boca. También he visto a Racing y me grabé para ver a Defensa y Justicia. Trabajamos para lo que es la Copa Libertadores en algunos momento porque la comentamos. Y el fútbol argentino es constante porque muchas veces vienen futbolistas argentinos a Europa y tengo que comentar de qué perfil es, si le viene bien a los equipos de acá. Tengo que estar constantemente viéndolo. Aparte porque me gusta. Y la actualidad de Independiente es una de ellas.
— ¿Cuál fue el último jugador argentino que se fue de acá para Europa y te sorprendió?
— Hay jugadores que te llaman poderosamente la atención. El tema de Lautaro (Martínez) es increíble. Cómo progresó. La forma en que lo hizo en un equipo en el que no es fácil triunfar, un equipo que tenía necesidad de goleadores. Se entendió perfectamente con Lukaku. Entendió lo que era a la perfección el futbol italiano. Se adaptó perfectamente y creo que es un jugador que le va a dar muchísimo al Inter, al equipo en el que esté y también a la selección argentina.
— ¿Al independiente de Holan te tocó seguirlo? ¿qué análisis hiciste?
— El equipo de Holan me gustó primero por el atrevimiento que tenía, por lo protagonista que era el equipo, por la ambición que tenía. Es verdad que después poco a poco se fue desinflando, pero el primer impacto que produjo Holan fue volver a lo que tenía Independiente anteriormente. El estilo, la filosofía, la mística copera. Un montón de virtudes que tenía siempre Independiente en el ADN de paladar negro, de paladar exquisito. El hecho de cómo quería la pelota y de qué forma la administraba. Eso Holan se lo dio. Esa identidad volvió de la mano de él en su momento.
— Hay una pregunta que respondiste un millón de veces pero es inevitable: ¿por qué no pudiste volver a Independiente?
— Ya la respondí un millón de veces y hace muchos años que ha pasado. El amor por Independiente no ha variado nunca. Es verdad que hay mucha gente que piensa –y es a veces hasta entendible que lo pueda llegar a pensar– que era un tema económico. ¡Para nada era un tema económico! Eso era lo de menos a la edad que yo tenía para ir a jugar a Independiente. Pero bueno, son cosas que se dan. Cosas por las que ya no puedo hacer nada, porque lo que quería yo era retirarme ahí. Se dieron algunas circunstancias que no tienen nada que ver con lo económico, pero que a mí personalmente no me gustaron en el trato. Pero ya pasó, ya sucedió. Mi amor por Independiente no va a cambiar en ningún lado. Ya dije que si algún día Independiente me necesita ahí me tendrá para lo que sea desde la distancia, para ayudarlo sin ningún problema. En el momento que pasó, yo lo respondí. Hay gente que lo pudo entender. La mayoría lo entendió porque después el tiempo pone a cada uno en su lugar. Y hay gente que sigue sin entender y es algo comprensible, pero no puedo meterme en la cabeza de todos los hinchas para explicarles perfectamente qué fue lo que sucedió con lujo de detalle porque se sobreentiende lo que pasó en cada circunstancia.
— Y más allá del retiro, ¿cuál fue la deuda que te quedó pendiente de no haber podido volver a usar la camiseta de Independiente?
— Me hubiese gustado estar en la cancha nueva, eso sin ninguna duda. Pero creo que en los años que estuve hemos ganado dos Supercopas, hemos ganado la Copa en Japón, un título local, muchas cosas muy importantes en un momento espectacular de Independiente, con un equipo fantástico que jugaba de memoria, que se divertía adentro de la cancha y la gente lo reconocía. Eso para mí es fundamental: quedarse en el recuerdo de la gente mayor y los pibes que iban a ver Independiente en esa época. Para mí es la mejor sensación que te puede dejar el fútbol.
— A una generación también le quedó muy presente aquel Celta con Mostovói y Karpin, ¿qué destacas de esa experiencia en Vigo?
— Lo mismo que hablábamos de Independiente del 94. Un equipo que jugaba de memoria, un equipo con muy buenos jugadores, nos divertíamos dentro de la cancha, la pasábamos bien. Sabíamos lo que iba a hacer el compañero. Con una simple mirada nos entendíamos y eso fue lo que pasó. Por eso tantos éxitos. Es verdad que no llegamos al título, pero sí para el Celta entrar a una Champions y ganarle al Benfica de la forma que se le ganó (NdR: 7-0 por Champions League en 1999), a la Juventus de la forma en que se le ganó (4-0 en la UEFA del 2000), fue también muy lindo. ¿Qué pasa? El fútbol es resultadista y todo se basa en levantar una copa. Pero te quedás con muy buenos partidos, muy buenos resultados y la tristeza de no haber llegado a levantar la copa.
— ¿Cuánto queda en el Gustavo López de la actualidad de aquel pibe que iba a laburar repartiendo damajuanas con el padre?
— Todo, todo... Intento mantener mis costumbres con mi familia, con mis amigos de toda la vida que siempre los tuve. Cada vez que voy, que voy seguido, paso a visitarlos y a estar con ellos. Eso no se puede perder. Esas costumbres y esas reglas que te van enseñando desde chico no las debes perder nunca.
— Viniste muchas veces a Argentina pero no recuerdo ver fotos tuyas en el Libertadores de América, ¿lo conociste?
— ¡Sí...! Varias veces. Llevé a mi hijo también. Me pareció espectacular, extraordinario.
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