Era abril y los días de Diego Schwartzman transcurrían de una manera muy distinta a lo planeado. La pandemia de coronavirus había obligado a interrumpir el circuito mundial de tenis, por lo que los viajes y los torneos fueron suspendidos y las horas del Peque comenzaron a pasar entre entrenamientos caseros, actividades familiares e incertidumbre profesional. Afortunadamente para el número uno de la Argentina esos tiempos ya quedaron atrás y hoy disfrutó de la que fue la mejor semana de su carrera al haber llegado a la final del Masters 1000 de Roma, donde cayó ante el serbio Novak Djokovic.
Previo al parate de la competencia, Schwartzman había llegado a mediados de febrero a la semifinal del ATP de Buenos Aires, pero no pudo presentarse al partido debido a una lesión. Una semana antes había caído en la final del ATP de Córdoba ante el chileno Cristian Garín.
La cuarentena obligatoria forzó al tenista a recluirse junto a sus padres, su hermano Matías, su novia Eugenia y sus perros Bob y Ziggy. El no poder entrenar en una cancha no fue simple, pero el Peque lo resolvió armándose un pequeño gimnasio hogareño y siguiendo las rutinas diarias que le enviaba su preparador físico Martiniano Orazi.
En determinado momento se dio cuenta, además, de que era necesario sacar las raquetas de los bolsos y tenerlas en la mano aunque sea un rato. “Empecé a agarrar mis raquetas lo más seguido posible y a tirar pelotitas contra la pared por una razón: para que no se me vayan los callos de la mano. Parece una broma pero después puede ser algo bastante perjudicial, durante el año o cuando volvamos”, confió en su momento al sitio oficial de la ATP.
Más allá de las prácticas, las horas para el oriundo de Villa Crespo pasaban entre videojuegos y partidas de cartas con la familia. También se prestó a varias transmisiones a través de vivos de Instagram y organizó un torneo solidario virtual junto a su amigo Paulo Dybala denominado ChamPlay. Durante la cuarentena, además, sumó un nuevo hobbie: la cocina. “Con mi novia hicimos budines para la tarde, chips para el mate, hicimos tartas, rissoto”, reveló.
“Nosotros somos un poco lobos solitarios, así que fue un aprendizaje también día a día”, dijo Schwartzman sobre lo que implicó convivir con otras personas durante tanto tiempo. Recién a finales de julio pudo volver a entrenar en una cancha bajo la “nueva normalidad” de los estrictos protocolos sanitarios.
El 25 de julio, el tenista viajó a Las Bahamas para intensificar su trabajo de cara al regreso de la competencia, que estaba pautada para mediados de agosto con el Masters 1000 de Cincinnati, cuya edición se disputó por única vez en Nueva York. El Peque dejó el país junto a su entrenador Juan Ignacio Chela, su preparador físico Martiniano Orazi y su novia Eugenia De Martino.
Pero la vuelta a la competencia no fue como el argentino esperaba. En Cincinnati perdió en la segunda ronda ante el local Reilly Opelka (39°) por 6-3 y 7-6. En el US Open, en tanto, sufrió una dura e inesperada derrota ante el británico Cameron Norrie (76°): luego de ganar los dos primeros sets, no pudo sostener el nivel, perdió los tres siguientes y quedó eliminado.
El traslado a Europa no significó una mejora en el panorama. Tras tener primera ronda libre en el ATP de Kitzbuhel, se impuso en su debut ante el local Sebastian Ofner (159°), pero luego quedó afuera del certamen en cuartos de final ante el serbio Laslo Djere (81°).
Todo iba a comenzar a revertirse en el Masters 1000 de Roma, certamen que oficia de antesala al Grand Slam de Roland Garros. El Peque, actual dueño del 15° escalafón del ranking mundial, superó en su debut al australiano John Millman por 6-4 y 7-6, y luego dejó en el camino al polaco Hubert Hurkacz por 3-6, 6-2 y 6-4. El gran golpe llegó en los cuartos de final nada más y nada menos que ante el español Rafael Nadal, a quien nunca había logrado vencer en las nueve veces que se habían cruzado previamente en el circuito. El argentino exhibió un extraordinario nivel y se alzó con el triunfo ante el número dos del mundo por un contundente 6-2 y 7-5. Ya en semifinales debió batallar, pero una vez más se fue vencedor: le ganó por 6-4, 5-7 y 7-6 al canadiense Denis Shapovalov, con quien había compartido algunos entrenamientos durante su paso por Bahamas.
Este lunes, Schwartzman no pudo ante otro gran rival como lo es el serbio Novak Djokovic, número uno del mundo. Nole llegó a este encuentro con un registro impresionante ya que había ganado todos los partidos que pudo completar en esta temporada. Su única derrota fue la descalificación que sufrió hace algunas semanas en la cuarta ronda del US Open por haber golpeado a una jueza de línea con una pelota de manera accidental.
Ante Djokovic, el Peque perdió 7-5 y 6-3 y no pudo torcer su racha negativa ante el campeón quien lo superó en sus cinco enfrentamientos. Pese a la caída, el argentino celebrará haber alcanzado el puesto 13° del ranking ATP y haber quedado a sólo dos puestos de su mejor posición, cuando en junio de 2018 se ubicó 11°.
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