— Che, Chocho, están diciendo que lo de Maradona a Newell’s va en serio, qué se va a hacer...
La incredulidad se apoderó del rostro y la voz de Norberto Scoponi, que no le sacaba la vista a un diario mientras compartía un café con Juan Manuel Llop en Rosario. Ellos dos componían un trío de líderes experimentados con Gerardo Martino en la Lepra. Los rumores del posible arribo de Diego al Parque Independencia se habían instalado hacía días pero sonaban más a anhelo de un trasnochado que a realidad. Entre gallos y medianoche se terminó cerrando.
Sería inadecuado zambullirse en el día de la presentación de Maradona en Newell’s (13/9/1993, hace exactamente 27 años) sin antes repasar el contexto en el que se produjo su inesperado desembarco.
Luego de una suspensión de 15 meses impuesta por la FIFA por un caso de doping en Italia, el Diez firmó con el Sevilla para volver a militar en España en la temporada 92/93 tras haber tocado el cielo con las manos en el Napoli. Su paso por suelo andaluz, bajo la conducción de Carlos Salvador Bilardo, fue discreto y no invitó a pensar en su vuelta a la selección argentina que tenía a Alfio Basile en el banco y venía de conquistar un doblete en Copa América (91 y 93).
Como en todo el planeta, las transmisiones televisivas del fútbol se expandían cada vez más y la empresa Torneos y Competencias diagramaba los calendarios a nivel doméstico junto a la AFA. Los fundadores de la productora, Carlos Vicente Ávila y Luis Nofal, se propusieron realizar un extraño experimento de cara a la segunda mitad del año 93: trasladar a Argentinos Juniors a Mendoza para que ejerciera la localía allí. Buscaban una plaza fuerte en el interior y a los directivos de La Paternal les prometieron aportar en la causa para llenar su plantel con figuras de renombre que atrajeran a los fanáticos locales. Claro que los clubes argentinos tienen una acentuada identidad barrial, no funcionan como franquicias de la NBA ni el fútbol americano. Y tal vez por eso este intento que duró una sola temporada posiblemente sea olvidado -o recordado por memorias prodigiosas.
Lo concreto es que en el cúmulo de estrellas que le prometían al Bicho, conducido por Osvaldo Chiche Sosa, estaba Diego Armando Maradona, hijo de la casa. Al presidente de Argentinos era Luis Veiga, financista y hombre de la bolsa, el negocio de la expedición a Cuyo le cerraba por completo con el regreso del Pelusa. Se puso manos a la obra para allanarle el camino pero no contaba con la obstinación de su colega Walter Cattáneo, pope de Newell’s, que en cuanto supo que había una mínima posibilidad de fichar al mejor jugador del mundo, no durmió hasta materializarlo.
Aunque Veiga manifestó tiempo después que la campaña de Argentinos en Mendoza había sido transitada con total felicidad y la ecuación económica había resultado “medianamente exitosa” para las partes, se abortó el plan para la temporada siguiente. Al Tifón de Boyacá, sin Maradona en sus filas, le costó horrores contagiar de pasión a los simpatizantes de Godoy Cruz, San Martín o Gimnasia de Mendoza, que solamente se hubieran movilizado por la figura de Diego.
A Marcos Franchi, representante por ese entonces de Diego, le cuajaba la propuesta del gran retorno al fútbol argentino siempre y cuando los dueños de Torneos y Competencias le aseguraran el dinero de su contrato. No terminó de convencerse de la propuesta de los rosarinos hasta que se cercioró de que la empresa televisiva oficiaría como garante del acuerdo tal como habían arreglado si Maradona fichaba por el Argentinos mendocino.
Resulta inexplicable el amor genuino que sintió Diego por Newell’s desde un inicio. Es cierto que hubiera priorizado volver a jugar con la camiseta de Boca, sueño que cumpliría luego de la suspensión de la FIFA durante el Mundial 94, pero ante la respetuosa negativa en la Ribera y la frustrada chance, puso todas sus fichas en el equipo del interior que venía de brillar a nivel local con la conquista de los títulos de la temporada 87/88, Apertura 90, Temporada 90/91 y Clausura 92 (más las finales de Libertadores ante Nacional de Montevideo en el 88 y el San Pablo en el 92). “Me gusta Newell’s, Marcos. Vamos ahí”, fue su veredicto irrefutable.
Maradona tenía la adrenalina por las nubes. Hacía una semana la Selección de Basile había perdido 5 a 0 contra Colombia (con él en la tribuna) y quedó destinada a disputar la angustiosa repesca frente a Australia para clasificarse a la Copa del Mundo 1994. Esa tarde noche el grito del público había sido ensordecedor: “Maradó, Maradó...”.
El presidente de la AFA, Julio Humberto Grondona, bajó tras la derrota al vestuario y le dejó un mensaje claro a su mano derecha y hombre fuerte dentro del fútbol argentino y la Conmebol, Eduardo Deluca: “Llamen a Diego. No me importa si el Coco todavía no lo convocó. Llámenlo y tanteen cómo está para volver”. Todavía con la piel de gallina por haber escuchado su apellido en boca de miles de hinchas albicelestes, Maradona se enteró del interés y su cabeza hizo un click.
A Grondona no le interesaba que Maradona jugara en Boca, River, Argentinos o Newell’s. Lo quería en actividad y preferentemente cerca para tenerlo controlado y que así se transformara en una fija de cara al Mundial 94. La necesidad de tener a Diego en el plantel fue tan imperiosa que hay quienes aseeguran que Don Julio fue el que intercedió para que no hubiera control antidopaje en los partidos ante Australia por el repechaje mundialista. No quiso dejar librado nada al azar.
Con la venia del mandatario de la calle Viamonte, a pocas cuadras de la sede de la AFA se firmó el contrato de Maradona con Newell’s con su representante, los dueños de Torneos y Competencias y el presidente leproso en una de las oficinas del décimo piso del edificio que la productora tenía en la calle Libertad al 500 en el centro porteño. La noticia conmocionó a Argentina y el mundo. Esa noche Marcelo Tinelli en su programa Videomatch resignó sus deseos de ver a Diego con la camiseta de San Lorenzo (que también lo había tentado) en vivo, al recibir la comunicación de directa de Marcos Franchi, invitado en el estudio.
El 13 de septiembre de 1993 pisó el césped del aún no remodelado Coloso del Parque. Hubo parálisis total en Rosario, como si se tratara de un partido importante de la Selección en el Mundial o si uno de los equipos más populares de la ciudad estuvieran por ser campeones. Las puertas de las escuelas estaban abarrotadas de padres que buscaban a sus hijos antes del timbre de salida para irse corriendo y estar a tiempo en el entrenamiento vespertino. Incluso algunos colegios decidieron suspender las clases con motivo de la presentación de Maradona.
Antes de las 16, hora pactada para el ensayo, se paseó por los vestidores con una camisa multicolor y traje azul claro que se cambió cuando recibió su canasto con pertenencias, no sin antes estrechar la mano de cada uno de sus nuevos compañeros. Bromeó y se permitió unos minutos de charla con el Tata Martino, el único con el que tenía cierta confianza. No bien se asomó por el túnel el Parque Independencia estalló. Los ingresos al estadio estaban colapsados: hubo cientos de hinchas en el techo de la visera de la platea y otros que hasta prefirieron poner en riesgo su físico trepados en un alambrado para no soportar la asfixia que generaba la falta de lugar en las gradas.
El “Olé, olé, olé, olé, Diego, Diego” fue instantáneo. El sueño se había hecho realidad. Maradona dio una vuelta olímpica ya vestido para el entrenamiento (buzo con capucha color rojo con el logo de Adidas adelante y las siglas NOB atrás, shorts, medias y botines negros). “Vení, vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano, de Maradona, todos la vuelta vamos a dar”, fue otra de las arengas previo a que el plantel lo tirara por los aires. “No quiso ir a San Lorenzo, no quiso ir a Paternal, se quiso venir a Newell’s, para cogerlo a Central”, entonaron en medio de un fútbol reducido propuesto por Solari.
“Con Scoponi decíamos ‘no puede ser que venga’... Pero de un día para otro estaba entrenando con nosotros. Nos cambió todo en el día a día, creo que es algo similar a lo que le debe estar pasando hoy a Gimnasia por lo que genera”, dijo en diálogo con Infobae Llop, replicando el tono de voz de ilusión que habrá tenido por aquellos días. El Newell’s del Indio Jorge Solari pasó de entrenarse ante la solitaria mirada de algún curioso que se acercaba al predio de Bella Vista a tener apostados decenas de periodistas y fanáticos que se codeaban para tener contacto visual con el ídolo de todos.
En cada práctica había vigilia y caravana. El 10 rojinegro tenía chofer en su camioneta rural y saludaba por la ventanilla junto a sus custodios. Renegaba de esa situación que se repetía a cada paso que daba, fueran estadios, predios de entrenamientos, hoteles o aeropuertos. Y en la mesa de la concentración de Newell’s que compartía con Scoponi, Llop y Martino contaba lo difícil que era vivir encerrado con su esposa e hijas por sus cuestiones de popularidad.
La Copa del Mundo, Scudettos o Copa Uefa quedaban de lado en el trato diario con sus compañeros, según el Chocho: “Era uno más, tenía muy buena onda. Alegre, loable, frontal, natural... Diego es así. Y la pasábamos muy bien con él. Te hacía sentir rápido en confianza”. El hoy entrenador de Platense, que fue uno de los más cercanos durante su aventura en Rosario, reveló que Maradona se ponía loco de celos si lo molestaban con sus hijas Dalma y Gianinna y que se atrevió a pedirle una exótica corbata que le vio puesta si ganaban un partido, pedido al que accedió sin dudarlo.
Fabián Garfagnoli, otro de los miembros de aquel plantel de Newell’s, tiene presente que en un amistoso realizado en Mar del Plata la gente se empezó a volver a su casa al enterarse de que finalmente Maradona no iba a jugar: “Diego era muy simple. Después me tocó enfrentarlo jugando para Argentinos en Boca, me reconoció y saludó. Y es hermoso que tenga tan presente a Newell’s. El club tuvo el privilegio de haberlo tenido y que se conociera su nombre en todo el mundo gracias a él”.
El amistoso contra Emelec de Ecuador en el que convirtió su único gol y los encuentros ante Independiente en Avellaneda, Belgrano en Córdoba, Gimnasia en Rosario, Boca en la Bombonera y Huracán en Parque Patricios fueron las otras funciones que brindó el Diez con la roja y negra calzada. Sus diferencias con el nuevo entrenador Jorge Castelli fueron insalvables y en enero del 94 dijo adiós en un amistoso ante Vasco da Gama de Brasil.
Los dos ex futbolistas rojinegros lamentaron no haber podido disfrutarlo por más tiempo pero celebraron haber formado parte de ese amorío pasajero. “Yo puedo decir que jugué con Diego, ya entraste en la historia. Más allá de que el episodio haya sido corto, quedó escrito y no se puede borrar. Soy feliz de haberme dado ese gusto”, concluyó Llop.
Hasta un tal Lionel Messi (“no me acuerdo bien, pero sé que estuve ahí”) presenció en las tribunas de la cancha de Newell’s, entre otros 40 mil fanáticos enfervorizados, la bienvenida el 13 de septiembre de 1993. Esa fecha quedó marcada a fuego para los Leprosos y devotos de Maradona, que registró su regreso al fútbol argentino luego de más de una década.
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