Lionel Messi vive horas de definición, inquietantes, de mucho estrés. Después de reunirse durante una hora con Jorge, su padre y representante, en su casa de Casteldefels, evalúa su futuro tras poco más de una semana de extrema tensión luego de que decidiera enviarle un burofax al Barcelona considerándose en libertad de acción en base a la cláusula automática que figura en su contrato. Claro que el club tiene una postura totalmente diferente, algo que quedó claro en el primer encuentro entre Josep Bartomeu, titular culé, y el entorno del jugador: desde la institución entienden que la cláusula expiró el 10 de junio y que el astro, de 33 años, tiene contrato vigente hasta el 30 de junio de 2021.
Más allá del deseo expresado de cambiar de aire y de los intereses del Manchester City y el PSG por contar con Messi, las posiciones encontradas parecen encaminar el conflicto hacia los tribunales. Y el delantero siempre pretendió una salida acorde con la huella que ha dejado en el club. En consecuencia, a la espera de un nuevo cónclave entre su padre y Bartomeu, analiza seriamente quedarse un año más en Barcelona a cumplir el contrato y luego marcharse libre y sin escándalo.
Pues bien, mientras evalúa su porvenir y sigue sin participar de los entrenamientos con el plantel del Barcelona, Messi se volcó a desgastar tensiones a través de un deporte: el pádel. La guardia periodística que está apostada en la puerta de su hogar detectó a Messi paleta en mano junto con sus amigos Luis Suárez y Pepe Costa (empleado del club y hombre de su confianza). Vestido de blanco, se lo pudo ver transpirando sin la pelota N° 5, antes del encuentro con su padre.
El pádel es una actividad que le gusta mucho a Messi, lo relaja y le permite ejercitar su espíritu competitivo. Se lo ha visto prácticándola, por ejemplo, en la previa de su casamiento en Rosario, en junio de 2017. Se trata de una disciplina extendida entre los jugadores del Barcelona. “Iniesta y Puyol la tienen muy clara y Piqué le pone mucha garra”, reveló el especialista Fernando Belasteguín en diálogo con el programa Club Octubre 947.
Desde el doloroso 2-8 frente al Bayern de Múnich por la Champions League, Messi mantiene el hermetismo. “Está destrozado”, aseguraron desde su entorno, tras la decisión que, según entiende el futbolista, se vio obligado a tomar. Su deseo era “quedarse a vivir” en Barcelona, como supo declarar en más de una oportunidad. Pero todo lo que había vivido en el último año colmó su paciencia.
Los roces con la dirigencia, que hasta fue acusada de erosionar a los referentes en redes sociales a través de cuentas contratadas para criticarlos, un equipo que no estuvo a la altura y los cambios de entrenadores lo llevaron primero a guardar en la nevera las conversaciones detrás de la renovación de su vínculo y luego a mandar el explosivo burofax informando su deseo de marcharse.
Hoy el panorama lo tiene sumergido en sus pensamientos. Analizando si romper y chocar de frente, algo que prefiere evitar, o seguir otro año, aún en un contexto incómodo, como reconocimiento a la afición y a su treayectoria en el club que lo terminó de formar. El pádel, al menos, le permitió limpiar un rato la mente en momentos definitorios.
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