Barcelona hizo brotar al Messi rebelde: así se enoja cuando no lo dejan competir

El conflicto con el club culé hizo aflorar la versión combativa del delantero argentino, que supo aparecer con fuerza en momentos puntuales de una carrera en la que mayoritariamente hizo un culto del perfil bajo

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Messi y la situación que
Messi y la situación que terminó de impulsar su salida: el 2-8 ante Bayern de Múnich (Manu Fernández/ Pool vía Reuters)

Messi no es el Che Guevara. Siempre ha sido reservado con su mirada política. No lo tiene tatuado como Maradona. Aunque la asociación hecha grafiti recorrió el mundo. Y muchos de los que pasan por plaza Catalunya y ven el dibujo se sacan una selfie que tal vez hoy no logran dimensionar. En caliente es difícil asimilar el significado real de la noticia. Unos porque tal vez tienen la pequeña ilusión de despertar de la pesadilla; otros porque aún están en shock y sentirán el impacto recién cuando lo escuchen a Leo. O directamente cuando lo vean por primera vez con otra camiseta. Messi es la gran leyenda de la historia del Barcelona. El “hasta siempre, comandante” de TVBoy, famoso artista callejero, moviliza y genera distintas miradas. Él explicó que el homenaje no tiene un carácter político.

Mientras, en España leen la situación con compromiso emocional, político o económico. Ya no existe el cuidado de la vida anterior al burofax. La Liga quiere “aportar” claridad al decir que tiene razón el club, aunque en realidad defiende su negocio. Bartomeu queda preso de sus videos. Y del lado de Leo piensan que puede salir ahora sin los 700 millones porque no era aplicable a este año de contrato. Todo después de no presentarse ni a los testeos ni al primer entrenamiento. En todo esa locura falta algo: así se enoja Messi cuando no lo dejan competir.

Nunca fue amante de los reality show. Messi dio millones de entrevistas y siempre fue difícil tener el título explosivo. En el vestuario tampoco levantaba la voz. Cuentan los compañeros de hace más años que parecía desconectado. Muchas veces jugaba con una pelota. Y de pronto, cuando había que entrar a la cancha, parecía ser otro. Pasa que a veces se olvida que el chico que debutó tenía 16 años. En el Mundial de 2006 cumplió 19. Ya no es el pibe que en las primeras entrevistas contaba que le encantaba jugar a la Play. Más de uno lo ha subestimado creyendo que aún sigue con el joystick. Hoy tiene 33 años, tres hijos y hace tiempo que es el capitán del Barcelona y de la Selección. Cuando no tenía que asumir ese rol activo lo aprovechaba. En Argentina estaba Mascherano. En medio de la disputa interna con Sampaoli en el Mundial de Rusia -cuando se filtró en los medios- el que dio una conferencia de prensa fue el subcapitán. Lo resguardó a Leo. En España pasaba lo mismo con Puyol, Xavi e Iniesta. Cuando se sintió perjudicado en la Copa América 2019 ya desenfundó Messi. A lo Maradona. Antes y después su punto de explosión fue él mismo si sentía que no lo dejaban ganar. Ese fue el límite ahora en Barcelona, más allá de Bartomeu. Eso lo llevó al viernes a la noche tener decidido no ir a la Ciudad Deportiva como hizo el resto.

Tal vez internamente Messi pueda sentir que dejó pasar algunos años. Que este punto de inflexión debió ser antes. Él ya percibía que las derrotas en las competencias grandes no se detenían. Ya tampoco tenía contención en la cancha en la era post-Xavi e Iniesta. Y el 10 necesita de un equipo. “Messi puede no tocar la pelota durante diez minutos porque Iniesta le entretiene a la gente”, opinó alguna vez Riquelme. Por eso ya hace meses Leo dio señales de que eran sus últimos tiempos en Barcelona. El propio Bartomeu -que pasará a la historia por haber hecho el gol en contra más grosero de la historia- lo había escuchado.

Messi no está mal con el escudo, con la ciudad ni con la vida en Barcelona. Lo que quiere un equipo para ser campeón. En su momento pidió a Neymar y no lo escucharon. Ahora llega un DT que no simpatiza con él. Koeman no tuvo la capacidad -y tal vez ni la intención- de seducir a Messi cara a cara. Sabe además que no va a jugar hasta los 40. Hasta Bianchi -hace años en silencio de medios- declaró sobre Leo: “Es el mejor jugador que vi. Pero no hay que olvidarse que tiene 33 años, y hoy un Mbappé, de 21, no se sabe si no es el mejor atacante del mundo”. La mayor energía y vida útil de Messi está focalizada de acá a Qatar 2022. Tenía que tocar el botón para eyectarse ahora. No atarse a que la última imagen sea un 8-2.

Barcelona había tenido otras señales que no supo decodificar. O tal vez creyó que Leo no iba a ser capaz de leer la cláusula de la salida unilateral. Sabella contó alguna vez qué le dijo Guardiola cuando le preguntó cómo tratar a Messi. Fueron un par de tips claros: hablarle poco; rodearlo en el equipo con compañeros que le hicieran el trabajo más sencillo; escuchar muy bien lo poco que dice. Y no olvidar que a Leo no hay que sacarlo nunca, ni siquiera para que sea ovacionado. Una vez, Pep no cumplió con su propio decálogo. Quizá porque todavía no lo tenía claro. Lo sacó a Messi sin que estuviera consensuado y su jugador preferido se enojó un día seguido. Algunos hasta llegaron a decir que no fue a un entrenamiento hasta que le bajó la espuma. Guardiola siempre pensó cómo generarle un mundo ideal a su jugador estrella. Ya después de algún título ganado, el entrenador avisó: “Esperemos que Messi no se aburra. Que el club sea capaz de facilitarle jugadores para que pueda seguir sintiéndose cómodo. Cuando está cómodo, no falla. Cuando no juega bien es porque hay algo en su entorno que no funciona... Hay que esperar que el Barcelona sea lo suficientemente inteligente para fichar jugadores que sepan apoyarle”. Se ve que Bartomeu no escuchó. Tal vez hoy Guardiola se lo pueda llevar al City porque sabe cómo hacer enfocar a Messi.

Pep apenas llegó a Barcelona se ganó la confianza del crack. Genial en su táctica en la cancha y en la lectura de su jugador franquicia. En los Juegos Olímpicos de 2008, la Selección esperaba por Messi. Lo llamaban desde los dirigentes hasta algún jugador estrella que Messi escuchaba mucho. Leo quería ir con Riquelme, Di María, Mascherano, el Kün Agüero... Checho Batista no sabía si ponerlo en la lista y se acababa el tiempo. Pensaba en Marco Ruben como reemplazante. El Barcelona no aceptaba ceder al astro pese a ir en contra de la FIFA y amenazaba con recurrir a un Tribunal. Se generó una batalla mediática tremenda.

El 10, con apenas 21 años, avisó que quería jugar y se plantó. Diego salió a declarar: “A Messi le falta un poco más de carácter”. Román se metió: “Tengo la ilusión de que Messi esté con nosotros porque sabemos que él es feliz en la Selección”. Así fue que Messi ese 30 de julio rompió el silencio. Cuando lo creyó conveniente... Antes de la resolución de la FIFA. Y salió campeón... ¿Qué blanqueó Leo después? “Guardiola se portó un fenómeno y me dio el permiso. Yo salí corriendo de Italia hacia Barcelona para hacer los trámites y viajar. Estaba insoportable. Se me notaba en la cara. Estaba enojado con la vida. Quería irme a la mierda y hacerlo saber”. Así es Messi en versión rebelde. Cuando anda a mil revoluciones.

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