A Luis Suárez lo enfurece que los dirigentes lo traten como un jugador gastado. A los 33 años –es exactamente cinco meses más grande que Messi– no se siente un delantero descartable porque perdió. Las derrotas históricas suelen cambiar el status de un futbolista. Un uruguayo competitivo sabe bien que un 2-8 es una mancha indeleble en su carrera. De este lado del mundo o en la hermosa Barcelona. Aun cuando la pasión se manifieste de otro modo –lamentablemente aquí en más violento–, el propio Piqué declaró aún con el cuerpo tibio que era una situación nefasta. Que sentía vergüenza. Que se necesitaban cambios y que era el primero en ofrecer su cabeza para la reconstrucción. El caos posterior lo agitó la falta de respeto de Koeman. No está bien hacerle bigotes al póster de Luis Suárez. Es el tercer goleador histórico del club. Va más allá del error de conducción. Es provocador echar por teléfono al mejor amigo de Messi. A menos que haya sido una táctica. No solo recibió el último empujón con esa actitud. Messi respaldó a su amigo. El miércoles por la noche las cámaras de la TV española tomaron la imagen de una cena en la que hablaron del presente de los dos. Y del futuro. Que ya no se proyecta juntos.
Manuel Pellegrini, siempre alejado de la polémica, fue tajante con su tono bien chileno. “Sacar a un futbolista por teléfono es una falta de respeto para los jugadores y para los entrenadores”, declaró en el programa 90 Minutos. Desde que dirigía en la Argentina hablaba de dos formas de liderar: por convencimiento –siempre su modo de actuar– o por autoritarismo. La segunda opción fue la que eligió Koeman al convertirse en la escoba holandesa de Bartomeu. Aunque no habló en público, se supo que esa actitud provocó la ira del Pistolero. “Pude hablar con Luis Suárez. Lo cuento porque él me autorizó. Lo noté dolido. Angustiado. Con bronca. No por la decisión del entrenador, sino por sus formas. Y más que nada está mal con la directiva del Barcelona. Que no lo hayan llamado Bartomeu ni quienes manejan el fútbol... Luis está triste, caliente, de todo un poco. No por agarrar el bolso e irse del club, donde se siente a gusto. Con Messi seguirán siendo amigos. Está molesto por las maneras. Un tipo que dio tanto. Un ejemplo para los chicos. Ya no hablo de Koeman, que fue con este objetivo. El enojo es más que nada con los directivos”, relató el Pollo Vignolo, el único periodista que pudo entrar a la intimidad del 9 de Uruguay.
Messi y Luis Suárez se hicieron inseparables. Cada llegada al estadio parecía una imagen repetida. Los dos eran los últimos en bajar del micro. Parece una ley que el crack aparece al final. El uruguayo con su mate, su termo. Caminando el mismo paso del 10 hasta llegar al vestuario. Iban juntos a llevar a los chicos al colegio. A la cancha cuando no jugaban. Hasta de vacaciones. Antes de chocarse de frente con Neuer, Thiago y Müller pasearon como siempre en un yate en Ibiza. Esa afinidad de tantos años se trasladó al Camp Nou. Siempre es más simple potenciar una dupla cuando hay feeling entre los jugadores. Una vez selló la idea el propio Luis Suárez. “Ni nos miramos y ya sabemos qué pensamos los dos. Adentro y afuera. Eso te hace entender de mil maravillas. Cuando Leo agarra la pelota, yo ya empiezo a correr. Pero no arranco hacia cualquier lado para volverlo loco. Yo arranco para un solo lugar y sé que él la va a tirar ahí. Son detalles de conocerse. Hay goles en los que me da la pelota para que defina. Muchos jugadores ahí se quedan parados. Yo sé que cuando el arquero me achica, Leo va a seguir corriendo. Ahí puedo asistir yo. Siempre tratamos de convivir con el ego, que es difícil en el jugador de fútbol. Pero para nosotros nunca fue un problema”, me explicó una vez en una charla para Fox Radio. Ahora deberán buscar otro gemelo.
Una de las primeras versiones fue que podían ir juntos al Inter. El equipo de Lautaro Martínez, que ahora no se sabe si irá al Barcelona. Con el correr de las horas la doble chance se desvaneció. Que Messi vaya a Italia. Y que Luis Suárez sea parte de una negociación en combo. En una de sus pocas apariciones públicas -en redes sociales- el uruguayo pinchó la posibilidad con un mensaje explosivo. “Hay gente hablando en mi nombre, o diciendo cosas de mí, cuando yo hace años no tengo relación. ¡Yo hablo cuando tengo que hablar por mí solo!”, posteó en una story y no solo llegó a los medios de todo el mundo. Tiene 38,2 millones de seguidores de Instagram. Usó el hashtag #notodoesverdad. Apuntó a quienes quisieron ser voceros no autorizados. Uno puede haber sido Alejandro Balbi, vicepresidente de Nacional de Uruguay, quien como si supiera declaró que “el futuro de Messi va a influir en el de Suárez, dependerá mucho de dónde vaya a jugar Leo porque son carne y uña”. Paolo Suárez, hermano de Luis –también jugador– le dio retuit a una publicación que aseguraba que Balbi ya no tenía relación con su hermano. El RT en el idioma de las redes es avalar esa opinión.
En España ahora se cuenta que Messi y Luis Suárez dieron señales de que estarán juntos en los estudios PCR del domingo y en la práctica del lunes. No en la próxima temporada. Suárez tiene un año de contrato en Barcelona pero hoy analiza con ilusión ofertas para irse. El enojo no se le va en apenas un par de días después del destrato. En Europa dicen que lo pretende la Juventus, justo el equipo de Cristiano Ronaldo. El nuevo entrenador, Andrea Pirlo, apenas llegó descartó a Pipita Higuaín como centrodelantero. En el City el 9 es justamente el Kun Agüero, el brazo armado de Guardiola para hacerle la cabeza a Messi para ir a Manchester. Mientras se piensa que el brasileño Gabriel Jesús podría terminar en Barcelona. En el PSG -si se hace oficial la oferta- hasta sería difícil que adelante se mantengan los que están. Son híper costosos los contratos de Neymar y MBappé. Junto a Messi resultaría difícil gambetear al Fair Play financiero. O sea que tampoco hay lugar. La dupla deberá romperse. Luis Suárez buscará otro rumbo. Y si hasta estos días no comió un buen costillar hecho por Messi -el año pasado dijo que Leo no se animaba a la parrilla para más de cuatro- seguirá igual. El Barcelona les quemó el asado.
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