Nada es para siempre y Messi por fin lo entendió: por qué su partida del Barcelona puede beneficiar a la selección argentina

El club culé estaba convirtiendo al delantero en un futbolista por debajo de lo que es. Recargado a los 33 años por el entusiasmo que cualquier equipo y proyecto nuevo generan es, necesariamente, un Messi que beneficia a la selección

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Messi jugó cuatro Mundiales para la selección argentina: fue subcampeón en Brasil 2014. Y Qatar 2022 pasó a ser una obsesión (Foto: Alfredo Luna/cf)
Messi jugó cuatro Mundiales para la selección argentina: fue subcampeón en Brasil 2014. Y Qatar 2022 pasó a ser una obsesión (Foto: Alfredo Luna/cf)

Nada es para siempre, y Lionel Messi por fin lo entendió: el Barcelona lo estaba convirtiendo en un futbolista mortecino, en un jugador por debajo de lo que es, en un hombre que ya no era feliz en la cancha. ¿Y para qué se juega al fútbol si no es para ser feliz? Vale para todos, también para Messi. Ojo: el asunto no pasa por el dinero que gane o deje de ganar, tampoco con el dato de haber sido máximo goleador y asistidor de la última Liga española. Todo muy bien, pero Messi no juega al fútbol para eso.

Messi juega al fútbol para ganar a lo grande, y eso es algo que el Barcelona ya no le podía garantizar, porque hacía rato que había dejado de ser un equipo ganador. Lo que venía garantizando, de hecho, eran frustraciones de nivel pavoroso en las últimas cuatro temporadas en la Champions League, la verdadera medida de Messi junto con el Mundial.

“Efectivamente, el club ha recibido este burofax en el que el jugador expresa su voluntad de rescindir su contrato y dejar el club”, señalaron a Infobae fuentes del Barcelona.

El impacto era enorme hoy en un club asociado en los últimos 15 años al éxito, pero que tiene un historial de victimismo que se extendió por décadas. Un victimismo del que hace unos 30 años lo sacó Johan Cruyff, y que Messi enterró más profundamente aún con su fabulosa década y media vestido de azulgrana. Fue recién en 1992 que el Barcelona ganó su primera Copa de Europa. Difícil situación, porque el Real Madrid ya había ganado seis. Que con Messi se sumaran cuatro en 2006, 2009, 2011 y 2015 -debieron ser más-, le reforzó la autoestima como nunca al club. Hasta que volvió a hundirse y dudar progresivamente con el triplete de títulos en la Champions del Madrid (2016, 2017 y 2018), que se llegaron en paralelo con cinco años de debacles ante el Atlético de Madrid, la Juventus, la Roma, el Liverpool y el Bayern Munich.

Tras tantas frustraciones, y ahora sin Messi, el Barcelona corre el peligro de volver a caer en la autocomplacencia y el victimismo en el que vivió durante una parte importante de su historia. Y ni Cruyff ni Messi podrán ayudarlo.

La posibilidad de que Messi juegue en el Inter Miami de David Beckham es real, pero prematura. Primero están el verdadero Inter, el de Milán, el Manchester City y algún otro club que tenga el dinero, la historia y una propuesta atractiva. Messi no dejará Europa aún, Miami y Rosario tendrán que esperar. Está también en el interés de la UEFA, para la que el “10” es un producto esencial. Lo dejó claro Aleksandr Ceferin, su presidente, durante una entrevista con Infobae en 2019.

— ¿Qué tan europeo es Messi?

— Creo que es mitad europeo.

— ¿Eso cree? ¿Mitad y mitad?

— Sí, mitad y mitad. Es un gran jugador, un disfrute para los sentidos. Es un distinto, nació para jugar al fútbol (...). Nuestro producto es un producto global. Puedes pensar lo que quieras, pero la Liga de Campeones se ve en todo el mundo. Cerca del 70 por ciento de la audiencia es de fuera de Europa.

Está claro: para la UEFA no sería buen negocio que Messi salga de su órbita, perdería mucho dinero y posibilidades. Por eso, aunque el “fair play financiero” sigue en vigor, no debería haber obstáculos decisivos para que el argentino desembarque en un gran club. Le conviene a él, le conviene al club, le conviene a la UEFA.

En aquella entrevista Ceferin mencionó a Luis Suárez, que ya no está en el Barcelona. Pensar que el rosarino se fue por el maltrato del club al uruguayo sería demasiado, porque la decisión es producto de una larga maduración. Pero que el delantero charrúa se enterara por teléfono de que Koeman no contaba con él habilitó a una pequeña venganza de los Messi: comunicarle al club mediante un frío e impersonal “burofax” que su decisión es irse. Ojo por ojo.

Un “burofax” que no es un fax, aunque lo parezca. “Burofax” es como se denomina a la comunicación fehaciente en España. Hace un par de décadas esas comunicaciones llegaban por fax, hoy siguen llamándose “burofax”, pero desembocan en una dirección de correo electrónico.

“Este es el primer capítulo de algo que se extenderá aún, el asunto no está resuelto”, señalaron fuentes del Barcelona a Infobae. Los Messi sostienen que la temporada continuó hasta fines de agosto, ya que la final de la Champions se jugó el 23 de este mes debido a la pandemia del coronavirus. El club se atiene a la fecha contractual establecida del 31 de mayo, pero sabe que en un litigio no le darían la razón. Y nadie quiere llegar a un litigio.

La solución es sencilla: Messi quiere irse, y en eso no hay vuelta atrás. El Barcelona, groggy, necesitará sacar algo de dinero de la mala noticia. Por ahí pasa el acuerdo, ya que el club y el equipo seguirán existiendo sin Messi, al que Transfermarket cotiza hoy en 112 millones de dólares.

No imaginaba Bartomeu este momento en diciembre de 2017, durante una conversación con Infobae en Barcelona. El club estaba deshaciéndose de Javier Mascherano, al que le prometía un “trato humano”, y la perspectiva de un Messi fuera del Camp Nou era inimaginable para el presidente: “Duermo tranquilo, duermo muy tranquilo porque tengo al mejor jugador del mundo en este club”.

La tranquilidad era relativa, porque la salida de otro amigo de Messi, el brasileño Neymar, había encendido las alarmas en el club catalán: la cláusula de rescisión de contrato no estaba a la altura de lo que implicaba el argentino.

“Cuando se fue Neymar nos dimos cuenta de que la cláusula estaba desfasada y optamos por actualizarla. Hoy estamos en un ambiente en el que hay clubes de Estado, con otros apoyos, otros soportes económicos”. Esa actualización de la cláusula de salida a 700 millones de dólares incluyó otro detalle: en el final de cada temporada, Messi contaba con la posibilidad de dejar el club. Y ese momento llegó.

Como también llegó la hora de los “clubes de Estado”. Messi se va de “más que un club”, como le gusta presentarse al Barcelona, y desembarcará en equipos que son “bastante más que un club”, ya sea gracias al dinero árabe, el chino o el de algún otro país y millonario al que le sobre. Durante años y años, Florentino Pérez le envió puntualmente al padre de Messi su oferta de vestirlo de blanco. Ya no. Nunca hubo predisposición del jugador, pero ahora tampoco hay dinero en el Real Madrid para semejante paso.

Un Messi liberado de la pesadumbre que lo envolvía en el Barcelona desde hace tiempo y recargado a los 33 años por el entusiasmo que cualquier equipo y proyecto nuevo generan es, necesariamente, un Messi que beneficia a la selección. Un Messi que llegará a Qatar 2022 con una energía diferente a la que le generaba ese “día de la marmota” en el que vivía desde hace ya demasiados años. Un Messi que jugará el Mundial en el desierto y que después tendrá que volver a pensar su futuro y responderse una pregunta: ¿Y si juego el Mundial 2026 en Estados Unidos? A los 39 años, ofertas y motivaciones no le faltarán. Gracias a que entendió que nada es para siempre y le dijo adiós al Barcelona, Lionel Andrés Messi tiene hoy más años, felicidad y fútbol por delante que ayer.

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