A sus 82 años se lo nota muy lúcido y alegre. El ex mecánico italiano Rolando Levoni, se muestra feliz de haber vivido momentos únicos en Ferrari, una de las marcas más famosas del mundo y que tiene al equipo más grande en la historia de la Fórmula 1. Trabajó en la Scuderia de 1959 a 1989, primero en la línea de fábrica y a mediados de los años sesenta pasó a la división de carreras. Estuvo cerca de pilotos como Niki Lauda, Carlos Alberto Reutemann, Gilles Villeneuve, Jody Scheckter y Clay Regazzoni.
Cuando Rolando terminó el servicio militar habló con su hermano, Romano, que trabajaba en Ferrari desde 1950 (es común que se contraten familiares). Otro Levoni se sumó a la Scuderia y se jubiló en 1990. Afirma que “Ferrari se convirtió en un mito porque Enzo Ferrari sentía que él era sus autos. Decía que ‘cuando se ganaba, el que ganaba era el auto y no el piloto’”.
Revela que a pesar de sus cuatro by pass, “se lo nota muy bien gracias al estilo de vida italiano. Por ejemplo, en las carreras, los ingleses ni siquiera comían, nosotros sí y lo hacíamos bien”. Levoni vivió de cerca tres de las siete décadas de la categoría y tiene grandes historias para contar. Vía Zoom desde Maranello, la tierra de La Rossa, revivió doce de ellas en una charla con exclusiva con Infobae.
Enzo Ferrari. “No formé parte del círculo íntimo que le reportaba a Ferrari. Pero todos los días cerca del mediodía él iba al departamento de competición, venía a saludar, pero también a controlar. Uno de mis compañeros, que se llamaba Benassi, tenía el vicio de fumar y escondía el cigarrillo cada vez que venía Ferrari. El tema fue que un día no le dio tiempo a esconderlo y tuvo que tirarlo dentro de un cajón, empezó a salir humo y nosotros no sabíamos cómo hacer para taparlo”.
La carta a Reutemann. “Carlos era un gran piloto, veloz y no tenía grandes aires. Era muy, muy serio. Cuando le ponía el cinturón de seguridad, él ya estaba predispuesto para la carrera y alrededor suyo no pasaba nada”.
“En Montecarlo (1978), un famoso actor italiano, Ralf Vallone, se acercó con sus dos hijas al box y una de las chicas me dio una carta y me dijo ‘¿se la puede dar a Carlos Reutemann?’ ‘Sin problemas, se la doy, pero no sé el final que tendrá esto’”.
Reutemann vs. Villeneuve. “En 1978 se hicieron unas pruebas en Suecia y antes tuvimos que ir a Bélgica. Villeneuve y Reutemann iban manejando dos autos de calle marca Fiat. Los dos eran pilotos muy competitivos. Yo iba con Carlos y mi compañero fue con Gilles. Fue una especie de carrera entre ellos, se medían a ver quién llegaba primero a determinado lugar. Sentí mucha tranquilidad porque el que estaba al volante era Reutemann”.
Falso cocinero. “En un Gran Premio de Canadá, Villeneuve invitó a comer a todo el equipo a su casa. Ahí conocimos a sus padres. Gilles dijo ‘vienen y cocino yo’. Bueno, resulta que fuimos a dar una vuelta por la casa y vimos un cocinero, mozos, era toda una mentira que él iba a cocinar, ¡ja, ja!
Sobre el recordado canadiense, Rolando agregó que “sólo le importaba la victoria y no ser campeón. Por eso siempre iba para adelante. También era muy familiero y en un momento pidió que le construyan una casa rodante para llevar a las carreras a su mujer y sus dos hijos (el varón, Jacques, fue campeón de F-1 en 1997)”.
Guantes ganadores. “En 1979 en Mónaco, Jody Scheckter tenía que salir a las pruebas preliminares, se puso el buzo, el casco, pero no encontró sus guantes. Me preguntó dónde estaban… Jody no tenía tiempo que perder. Entonces como no aparecieron agarré los míos, los di vuelta para que no se vea la suciedad y le dije ‘Jody, ponete estos’. Él los agarró y con ellos salió a manejar. Le trajeron suerte ya que con esos guantes hizo la pole positions. Al otro día ganó la carrera y ese año fue campeón”.
Sándwiches con moscas. “Estábamos en un gran hotel del centro de Buenos Aires, no recuerdo cuál era. Íbamos al circuito y pasábamos cerca del Riachuelo. Cuando llegábamos a la pista había muchas parrillas que eran enormes y estaban llenas de moscas. Y comíamos la carne con mosca a la parrilla”. Agregó que “la carne argentina era muy buena. Si tuviera que elegir entre esos sándwiches con moscas y la pasta italiana, me quedo con los dos”.
Peligro latente. “En los años ochenta nunca participé de la recarga de combustible porque era muy peligrosa y lo organizaba otra persona. Pero los recambios de neumáticos eran muy diferentes a los de ahora. Eran seis personas para esa tarea. En ese momento un solo mecánico tenía que meter la pistola neumática, sacar la goma de 12 kilos y ponía la nueva, mientras otros dos se encargaban de levantar el auto. Nuestro equipo trabajaba muy bien e hizo varios récords en esa época, pero nada que ver con lo que hacen ahora”.
La visita de Senna. “Con Senna, no recuerdo el año, pero sí que fue en Brasil; él venía a nuestro box cuando era muy joven. Él estaba cerca y mientras limpiaba su auto nos miraba. Si él no se mataba, al año siguiente probablemente hubiese corrido en Ferrari”.
El japonés de Lotus. “En mi época el ambiente era muy familiar. Los mecánicos de otros equipos venían a comer a nuestro box porque les gustaba mucho la comida italiana. Recuerdo a un japonés de Lotus que le encantaba el lambrusco, que es el vino típico de Módena. Nosotros no poníamos un pie en el avión ni viajábamos si no había cajas de ese vino. Tengo en mi cabeza al japonés tomando el lambrusco, se volvía loco”.
Manejó arriba de un camión. “Cuando existía el Autódromo de Módena probábamos todos los autos juntos, los de F-1, F-2 y los Sport Prototipos (SP). En un camión poníamos los dos autos de fórmula y arriba, en el techo, el de SP. En el trayecto había que tomar algunas medidas de seguridad y uno debía estar en el SP apretando el freno. Ése era yo, así que parecía el auto volador porque debía apretar el freno para que el auto no se caiga”.
La sangre de Lauda. Luego de su accidente en Nürburgring en 1976, antes de su recordado retorno en Monza, Niki Lauda primero probó en la pista de Ferrari. “Él volvió a pista cuando vino a probar a Fiorano, después del accidente. Lo que más me impresionó fue que cuando se sacó el casco, sangraba. Estaba casi desfigurado. Tenía sangre en la cabeza y por todos lados. Eso fue lo que más me impresionó. Él no quería bajarse. Luego lo sustituyó Reutemann”.
Sobre el austríaco destacó que “Lauda era un piloto que nunca quiso renunciar. Fue el primer profesional que vi en Ferrari. Era lo contrario a Clay Regazzoni. Desde el jueves Niki estaba ciento por ciento metido en la carrera y concentrado en la actividad. En cambio Clay, los sábados a la noche se iba a un evento social”.
Su preferido. “Clay Regazzoni fue mi piloto preferido, hasta aprendió a hablar el dialecto de Módena para poder charlar con nosotros. Cuando él ganó en Monza en 1970 organizó una gran cena para festejar con todo el equipo. Se acercó un dirigente de la RAI y le pidió hacerse una escapada a los estudios para ir al programa La Domenica Sportiva. Pero les dijo ‘yo no me muevo de acá porque me quiero quedar con mis mecánicos que son los que me hicieron ganar’. Así era Clay”.
Un argentino en Ferrari
Una vez que Levoni se jubiló siguió ligado a Ferrari. Fue invitado al museo para que los visitantes conozcan de primera mano sus historias. La gestión fue por intermedio de Fabricio Bondi, un argentino que trabajó en el área de Dirección Brand Marketing & Comunicazione. Ambos forjaron una gran amistad y los une su pasión por la Scuderia. En diálogo con Infobae, Bondi, quien hoy es Brand Manager en Fiat Chrysler Argentina (FCA), también contó su historia en Maranello.
“Mi familia es de Módena, mi papá nació a pocos kilómetros de la “Portineria Centrale” (el ingreso típico a la fábrica de Ferrari) y mis primos y tíos nos hicieron, a mis hermanos y a mí, hinchas de Ferrari desde chicos. Crecimos entre juguetes, ropa y merchandising del Cavallino. Por lo tanto siempre tuvimos una relación muy estrecha con Maranello y viajando cuando podíamos. En 2002 decidí radicarme allí. A través de un familiar que trabajaba en la empresa presenté mi CV, me hicieron una serie de entrevistas y me tomaron el mismo día de mi cumpleaños. Me tocó ser hincha y trabajar en el equipo de mis sueños. La emoción fue permanente”, explica.
“En Ferrari trabajé en los Grandes Premios de F-1 en Italia, en la Galleria Ferrari (museo) y en la organización de eventos institucionales. Fue una experiencia única, que aplica y promueve los máximos estándares en procesos, productos y servicios, y al mismo tiempo - lo más importante- pude desempeñarme en un ámbito en el que la leyenda y la mística son parte de Ferrari, de su ADN. Es difícil de describir, pero trabajar escuchando los autos probando en la pista de Fiorano es algo imborrable”, agrega.
“A veces organizamos muestras temáticas como por ejemplo una que se llamó ‘Ferrari y la música’. Hubo personalidades que son hinchas de la marca y mandaron objetos suyos como Plácido Domingo, que mandó un traje; Rod Stewart, una foto de él con sus autos y la camiseta del Celtic; el grupo Roxette, una guitarra; y Eric Clapton vino para una fiesta de fin de año”, comenta.
Bondi llegó a Maranello cuando Michael Schumacher ganó su quinto título en la F-1 y el tercero con Ferrari. Luego vivió de cerca otros dos campeonatos del Kaiser. “Tuve la suerte de conocer a Schumi. Era muy cordial con todos los que trabajábamos en la empresa. Recuerdo una anécdota en una carrera en Monza, donde la madre de un chico discapacitado movió cielo y tierra para llegar a Schumacher. Quería que Michael toque a su hijo y él aceptó de forma muy respetuosa. Le cumplió el sueño al chico”, afirma.
Para entender qué significa Ferrari, explica que “en 1947, Ferrari se instaló en Maranello por un préstamo que le dio un banco solo por las ideas que propuso Enzo. Pero tuvo el compromiso de fundar escuelas técnicas para formar profesionales que luego pudieran trabajar en su fábrica. A diferencia de otras marcas famosas que nacieron y siguen en grandes ciudades, Ferrari está en un pueblo de 11.000 habitantes. Esto contribuye a su leyenda. Todo tiene una mística. Con cada victoria hay una especie de rito: se pone una bandera amarilla con el caballito en negro en el ingreso al sector donde se fabrican los autos de carrera y se termina con las campanas de la iglesia local”.
“Tenía un muy buen trabajo en Ferrari, pero junto a mi esposa decidimos volver al país por razones familiares. FCA Argentina me abrió las puertas y me dio la posibilidad de aplicar la experiencia recolectada en aquellos tiempos de Maranello. Además, Fiat es la marca que se enorgullece de ser ítalo-argentina”, concluye.
Entre Rolando Levoni y Fabricio Bondi hay 42 años de diferencia. Pero ello no pudo contra su afinidad. El faro de ambos fue el amor por los autos y por Ferrari en particular. Se trata de un vínculo que nació en Maranello, donde el trabajo de sus sueños forjó una amistad más fuerte que el tiempo y el espacio.
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