Hay algo muy positivo en el Abierto de tenis de Estados Unidos que comenzará dentro de unos días: la decisión de llevarlo adelante contra viento y marea, de hacer lo imposible para seguir siendo el Grand Slam que nunca jamás dejó de jugarse, ni siquiera durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Y hay otros detalles inquietantes, perturbadores en medio del mundo distópico derivado de la pandemia del Covid-19: el US Open será un torneo fantasmagórico, con el contacto humano reducido al mínimo, seguridad extrema y de espaldas a Manhattan.
“Lo que se está haciendo me parece heroico”, dijo a Infobae el venezolano Nicolás Pereira, voz muy autorizada para analizar lo que se avecina: jugó el US Open como juvenil, luego como profesional y lo sigue frecuentando como comentarista de televisión. “El que gane este torneo va a tener un gran crédito, porque se va a jugar en condiciones muy complicadas. Los jugadores están tan acostumbrados a una manera de vivir el circuito que va a ser interesante verlo”.
Pereira acierta de lleno con una palabra: verlo. Es muy importante preguntarse quién y cómo verá el torneo, quiénes podrán ver a los hombres y mujeres en lucha por los diversos títulos del US Open. Y la respuesta es pocos, muy pero muy pocos.
El US Open que se perfila es asombroso. En un día normal, el Billie Jean King National Tennis Centre alberga a 50.000 personas entre jugadores, espectadores, organizadores y periodistas. Esta vez, como mucho, habrá 3.000, e inevitablemente todos se sentirán en una prisión. La situación remite a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, cuando periodistas y deportistas vivían en una burbuja, un “loop” de alojamientos, autobuses y escenarios deportivos del que se buscaba que no salieran. Si lo hacían, podían encontrarse con la verdadera China. Mejor evitarlo, fue el razonamiento del gobierno de Pekín.
No es precisamente el Partido Comunista el que está al mando en Estados Unidos, pero 12 años después la pandemia convirtió al US Open en una versión renovada y sofisticada de aquello.
Los tenistas jugarán ante estadios vacíos, sin espectadores, no podrán acercarse el uno al otro durante los entrenamientos y partidos y vivirán en una burbuja que los llevará del torneo a un par de hoteles en Long Island. El que intente burlar el sistema será expulsado y sancionado. ¿Salir una noche por Manhattan, el principal atractivo extratenístico del torneo, antes de comenzar la disputa del certamen? ¿Despejarse un par de horas en la Gran Manzana tras una dura derrota o una buena victoria? Ni lo sueñen.
“No sé cómo van a controlar eso, pero parece que van a tener agentes secretos”, cree Pereira. Días atrás, el español Pedro Hernández, periodista e historiador del tenis, marcó algunos puntos de contacto entre el US Open 2020 y el de 1917, en plena Primera Guerra Mundial.
“Una guerra no es una pandemia, pero hay similitudes entre aquel y este torneo, el único de Grand Slam que se celebró en 1917. Ante la enorme cantidad de ausencias de jugadores de relieve, el torneo fue bautizado como Campeonatos Nacionales Patrióticos, no se entregaron premios y el nombre de los ganadores no se inscribió en los trofeos. Los beneficios se destinaron a la Cruz Roja Militar y los resultados no influyeron en el ranking nacional”.
El tenis hiperprofesionalizado de estos días haría inviable repetir lo que sucedió hace 103 años. Antes que eso se cancelaría el torneo, pero sí es cierto que los tenistas y sus escasos acompañantes vivirán la edición 2020 en una especie de Gran Hermano “reloaded” o recargado. Buena parte de la comida les llegará por delivery a los hoteles y al torneo, los jueces de línea solo existirán en los dos estadios principales, porque en el resto se utilizará un sistema electrónico, y los jugadores no podrán tener más que un acompañante. Acostumbrados a una infraestructura y a unos servicios mucho más importantes, la realidad del circuito de tenis de hoy, que se sostiene con alfileres, desconcertará sin dudas a más de un jugador y jugadora. Hay cosas de las que tendrán que ocuparse ellos mismos, algo que no les sucedía desde sus años de juveniles.
Y aunque es sabido que no habrá espectadores en el torneo, lo que no muchos tienen claro es que tampoco habrá periodistas, salvo excepciones muy contadas. Los responsables del torneo mantuvieron duras discusiones con las autoridades de la ciudad y el Estado de Nueva York para habilitar el acceso a la prensa, pero el resultado final es que en el certamen solo estarán ESPN, productora de la señal televisiva, y un puñado de medios estadounidenses, además de tres agencias internacionales de noticias: la estadounidense Associated Press, la británica Reuters y la francesa AFP. Son las tres agencias más grandes del mundo y garantizan la llegada a todo el planeta. La alemana dpa, la española efe, la china Xinhua, la japonesa Kyodo, la italiana Ansa o las rusas Sputnik e Itar-Tass se quedarán en casa.
Los periódicos serán todos estadounidenses y casi todos neoyorquinos: The New York Times, New York Post, New York Daily News, Newsday y Wall Street Journal. A ellos se suma USA Today. Dos webs, Espn.com y Tennis.com, podrán también ingresar a la sala de prensa del US Open. Cada uno de esos medios podrá enviar un solo periodista al torneo, y una vez allí, esos periodistas no podrán ver partidos en las canchas ni hablar en persona con los jugadores: todo será virtual, todo discurrirá a través de pantallas.
No será el caso del puñado de fotógrafos acreditados, que sí podrán estar en las canchas tomando fotos, aunque con muchas precauciones. Se espera que un periodista de la web de la USTA, la Federación Estadounidense de Tenis, sí tenga acceso, aunque es algo que el torneo negocia con las autoridades locales, que no quieren más que 11 periodistas en el lugar de los hechos. No habrá reporteros de radio, pero ESPN, como titular de los derechos de televisación, sí estará con un equipo reducido en el cemento de Queens.
¿Y el resto? ¿Cómo cubrirán el torneo los periodistas y los grandes medios de todo el mundo que habitualmente recorren el circuito? Desde sus países y valiéndose de acreditaciones y códigos especiales para acceder a una plataforma en la que mantendrán entrevistas y conferencias de prensa con los jugadores. Sin la posibilidad de ver en persona o en monitores todos los partidos que necesiten, tal como sucede habitualmente.
Todas las restricciones apuntan a alejar al máximo a todos aquellos que circulen por el torneo y a evitar así contactos eventuales contagios, explicó a Infobae Chris Widmaier, director de Comunicaciones de la USTA: “Habrá una serie de locales de comida en instalaciones temporarias en el torneo, así como delivery. Todo estará organizado para mantener la distancia social. Los jugadores podrán utilizar los vestuarios habituales y unos nuevos que se están construyendo, también se crearon nuevas zonas de entrada en calor”.
“El Abierto de los Estados Unidos se disputará en condiciones de ambiente controlado, tanto en el torneo como en el transporte y el hotel, y eso permitirá una suerte de cuarentena a aquellos que lleguen a Nueva York. Nadie podrá salir de ese ambiente controlado”, añadió Widmaier. “Manhattan está prohibido”, subrayó.
Otra de las decisiones fundamentales para convertir al US Open en un torneo lo más “seguro” posible fue la de que el Masters 1000 de Cincinnati se juegue en esas mismas instalaciones dos semanas antes del Grand Slam. Como los organizadores piden a los jugadores que lleguen a ese torneo una semana antes, la estadía en la inviolable burbuja neoyorquina tendrá un mínimo de 15 días y, en muchos casos, entre tres semanas y un mes. El chileno Sebastián Garín tiene previsto viajar este fin de semana a Nueva York junto a Andrés Schneiter, su entrenador argentino. Lo mismo sucede con el británico Kyle Edmund, entrenado por el argentino Franco Davin. Los cuatro están basados en Miami, y Davin se contagió y se recuperó del Covid semanas atrás.
El torneo es excepcional por donde se lo mire. Tanto es así que será el primer Grand Slam desde 1999 en el que no están ni Roger Federer ni Rafael Nadal. El ex entrenador del español, su tío Toni, tiene ciertos reparos y espera que no ir a Nueva York no complique el objetivo que se planteó Nadal para este año, ganar Roland Garros por décimo tercera vez.
Pereira entiende la apuesta de Nadal, porque cree que París, a jugarse entre septiembre y octubre, en el otoño francés, planteará dificultades inéditas para Nadal: “Si fuera Nadal hubiera hecho exactamente lo mismo, no arriesgaría venir a Estados Unidos sin un panorama claro de cuáles van a ser las reglas para regresar. Ganar Roland Garros en octubre no es lo mismo que hacerlo en junio. Las condiciones van a ser mucho peor para Nadal, no le va a ser fácil ganar este año en París”.
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