La historia de amor entre Manu Ginóbili y Michael Jordan es una leyenda conocida. Desde que era un adolescente, el último de los hermanos quedó cautivado por el histórico número 23 de los Chicago Bulls. Desde su capacidad atlética para volar sobre el aro, o cómo tenía el poder para influir en ambos costados de la cancha, fueron algunas de las referencias con las que nació el mejor jugador de básquet de la historia argentina en su casa en Bahía Blanca.
Ahí, en su habitación del hogar donde creció con el apoyo de Yuyo y Raquel, sus padres, hay tesoros que tienen un valor afectivo muy especial para Manu. Muchos son recuerdos que marcan el fanatismo que el bahiense tenía por Jordan. Videos en el ya viejo formato VHS con especiales sobre los secretos de la NBA y, sobre todo, compilados con los títulos que supo conseguir MJ junto a Pippen, Dennis Rodman y bajo la conducción de Phil Jackson.
“Jordan me toca fibras íntimas, crecí mirándolo a él. Es emocional y fue una enorme inspiración para mí”, dijo Ginóbili hace algunas semanas en un programa de la televisión argentina. Pero más allá de su idolatría por el legendario 23 de Chicago, Infobae pudo confirmar un dato poco conocido. Salvo por su círculo cercano, por su familia y por una persona que podría llevar esos dos rótulos y que fue clave para la primera experiencia de Manu en la Liga Nacional, casi nadie recuerda quién fue el jugador que cautivó al hombre que ganó cuatro anillos en la NBA.
Oscar Sánchez, su mentor en Bahiense del Norte y el hombre que más tarde se lo llevó a La Rioja para hacerlo debutar en la liga argentina con la camiseta de Andino, abrió la puerta a la adolescencia de Manu y ayudó a revelar quién fue ese otro basquetbolista, además de Jordan, al que Ginóbili le encantaba ver jugar.
“Él era hincha de los Golden State Warriors y siempre que me iba a EEUU de viaje me pedía que le trajera algo de los amarillos y azules, en ese momento”, recordó Huevo en diálogo con Infobae.
Sí, no fue Jordan el único que impulsó a Manu a soñar con llegar a la NBA. El otro con el que Ginóbili estaba fascinado era Tim Hardaway, un base que irrumpió en el final de la década del 80 y que lideró a uno de los mejores tríos que vio la liga estadounidense en toda su historia.
Seleccionado por los Warriors en el puesto 14 del Draft en 1989, Hardaway puso un pie en la NBA después de destacarse durante cuatro años en la Universidad de El Paso, en Texas. Ni bien llegó a la franquicia, no pudo usar su número preferido, el 10, porque un jugador que medía casi 50 centímetros más que él lo tenía en su camiseta. Al año siguiente, cuando el sudanés Manute Bol emigró de California, se hizo dueño de esa casaca. Y también se convirtió en el líder de un equipo que revolucionó la NBA por su frenética forma de atacar.
“Recuerdo cuando viajé a Chicago a principios del 90, me recibió Willy Scott en el aeropuerto. Él era el base que yo tenía en Estudiantes de Bahía Blanca. Yo viajé a los campamentos en Chicago para ir a buscar a un africano para traerlo a la Liga Nacional. Y de ahí nos fuimos directo a un partido de la Summer League (Liga de Verano de la NBA) y nos encontramos con Tim Hardaway”, relató Sánchez desde Mar del Plata.
“Ahí recordé que con Manu siempre hablábamos de él. Era un base petiso, musculoso, que saltaba”, advirtió uno de los amigos más entrañables de la familia Ginóbili.
Otro de los que se animó a revolver en sus recuerdos fue alguien que lleva la misma sangre que el histórico 5 de la selección argentina. Leandro Ginóbili, el más grande del trío de basquetbolistas, desempolvó parte de la historia relacionada a aquellos viejos Warriors, un equipo que había conseguido su último título en la temporada 74-75 y que todavía estaba lejos de la gloria que saboreó en los últimos años gracias a Stephen Curry y compañía.
“En esa época, Golden State era un equipo comandado por Hardaway, Chris Mullin y Mitch Richmond. Tenían un estilo de juego visto, eléctrico, y eran dirigidos por Don Nelson, que le gustaba ese tipo de juego. A Emanuel le encantó siempre Tim, hasta creo que llegó a tener una camiseta de él”, le explicó el más grande del clan Ginóbili a Infobae desde Bahía Blanca.
Fue la temporada 89-90 la primera que compartieron en cancha el base, el escolta y el alero. Pero en la segunda y última campaña, en la 1990-91, se vio el impacto que generó en la liga su capacidad para correr y anotar. Gracias al “Killer crossover” de Hardaway, apodo que recibió el movimiento con el balón que hacía el 10 de los Warriors para dejar desairado a su rival, más los tiros de larga distancia de Mullin y el combo de jugador atlético y goleador de Richmond, Golden State ganó 44 partidos en la temporada regular -su mejor registro en casi una década- y clasificó a los playoffs como la segunda franquicia con más puntos anotados de promedio (116.6 por juego). Además, el trío maravilla fue el que más unidades sumó en todo el año con 72.5 puntos entre las figuras del equipo.
El éxito de esa versión de los Warriors se vio dentro y fuera de la cancha. En lo estadístico, por ejemplo, hubo un partido en el que entre los tres anotaron más de 100 puntos combinados, un registro histórico: fue el 18 de junio del 91 cuando, en la visita a los Philadelphia 76ers que terminó en triunfo para GS por 144-135, Tim, Chris y Mitch terminaron con 104 unidades. Además, su explosión en la cancha generó que la franquicia cercana a Oakland agotara cada uno de los tickets disponibles para cada uno de los 41 juegos que disputó como local en su arena. Pero hay más.
A mediados de la temporada, The San Francisco Examiner, uno de los periódicos más tradicionales del área, les propuso a los fanáticos de los Warriors ponerle un nombre al Big Three que conformaron Hardaway-Mullin-Richmond. Una vez que los hinchas del equipo enviaron por carta sus propuestas, un periodista fue con una cartelera a un entrenamiento y les mostró las opciones a los tres protagonistas, que terminaron eligiendo un sobrenombre que quedó guardado para siempre en la historia de la NBA. Tras descartar varias ofertas, los goleadores del conjunto californiano se quedaron con el apodo “Run TMC”, en honor al grupo de hip hop Run DMC, pero que cambió la T por la D para conformar las iniciales de cada estrella.
Más allá de su impacto en la NBA, historia de Hardaway en Golden State no fue para siempre. Después de que el trío con Mullin y Richmond se quebró cuando el coach Nelson canjeó a este último y lo mandó a Sacramento a fines del 91, Tim permaneció otras tres temporadas más en los Warriors hasta que se mudó a Miami y se calzó la camiseta del Heat. “A Manu le encantaba su famoso crossover”, recordó Leandro.
Hace poco más de una semana, en diálogo con el podcast que conducen los ex jugadores de la NBA Quentin Richardson y Darius Miles para la plataforma The Players Tribune, Hardaway recordó lo que fue ser parte de aquel equipo. “Wow, jugar con Chris y Mich, la vida fue más fácil con ellos. Sabían cómo moverse, estar listos para disparar al aro… Todavía veo camisetas que dicen “Run TMC”, es increíble”.
Con las dificultades de la época para conseguir videos de otros equipos que no fueran los Bulls, los Lakers de Magic Johnson o los Boston Celtics de Larry Bird, Leandro Ginóbili comparó la diferencia que tenían en esa época para poder acceder a partidos de la NBA de equipos no tan populares, como lo eran los de Golden State.
“Se podían ver algunos partidos por imágenes que nos llegaban o flash, pero no tenías la oportunidad de ver los videos completos de los campeones, como pasaba en aquella época con los Bulls de Jordan”, dijo.
Claro, solo basta con hacer un análisis minucioso de los videos que tenía Manu en su habitación para saber que de Su Majestad no faltaba nada. Resúmenes con el primer tricampeonato de Chicago y otros individuales con las temporadas del 96 al 98, el año de la última vez de MJ con la casaca de los Bulls, están en el mismo lugar que las dejó cuando se fue de casa el ganador de dos medallas olímpicas.
“El otro día, Raquel (su mamá) me mandó unas fotos de Emmanuel con unos accesorios que yo le había traído. Esos accesorios que usaba el Dr. J -Julius Erving- en las mangas de color rojo, azul y blanco”, agregó Huevo, que conoce a la familia Ginóbili desde hace más de 40 años y que fue uno de los autores materiales que equipó a Manu de decenas de accesorios del mundo NBA.
Casi 30 años pasaron de esa época en la que Manu se hizo fanático de un jugador que lo cautivó. Nadie de la familia sabe si, alguna vez, se lo llegó a cruzar al famoso Tim Hardaway por el mundo NBA. Esa fue una historia que Ginóbili guardó para siempre, como ese póster a escala del mismísimo Jordan que todavía sigue junto a su cama.
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