De empleado en un banco a ganar la Serie A de Italia con la Juventus: la vida de película de Maurizio Sarri

Ex jugador de carrera módica, licenciado en economía y comercio, peregrinó durante 22 años en los bancos de suplentes del ascenso de su país antes de lograr su oportunidad en el fútbol grande, al que llegó a los 55 años. Polemista e irreverente, propone un juego ofensivo que reclutó respaldos y detractores

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Sarri le escapa al traje a la hora de dirigir. Y se define como un fumador empedernido (REUTERS/Jennifer Lorenzini)
Sarri le escapa al traje a la hora de dirigir. Y se define como un fumador empedernido (REUTERS/Jennifer Lorenzini)

Las cámaras de TV y los teléfonos celulares registran los festejos del campeonato de la Serie A italiana de los jugadores de la Juventus en la intimidad del vestuario, y en el medio de ellos, sin gritar, muy tranquilo, el entrenador Maurizio Sarri aparece bañado en la espuma del champagne pero sin poder dejar de lado su eterno acompañante, el cigarrillo.

Sarri sabe bien lo que le costó llegar al estrellato. Tuvo que atravesar 22 temporadas dirigiendo 17 equipos del ascenso italiano desde la Octava división hasta que por fin pudo llegar a la Primera con el Émpoli cuando ya contaba con 55 años, y luego de haber sido empleado bancario, trabajo que se prometió dejar si progresaba como director técnico.

Nació en Nápoles el 10 de enero de 1959, pero se crió en Vaggio, en la zona de la Toscana, entre Arezzo y Firenze, porque su padre, Amerigo, que se ganaba la vida manejando una grúa para empresas constructoras y como empleado de Max Mayer y Pirelli, era también un buen ciclista, al que Gastone Nencini, ganador del Tour de Francia en 1960, no pudo convencer para que integrara su equipo. Sus ídolos fueron Eddie Merckx y Marco Pantani. “El ciclismo me enseñó que si no lo das todo, no llegas a ningún sitio”, dijo en una entrevista. También se declara admirador de los atletas olímpicos Pietro Mennea y Sara Simeoni.

“Mi padre me enseñó a amar todos los deportes y me gustaba andar en bicicleta hasta mis 12 años, pero siempre me pesaba porque lo que más amaba era jugar al fútbol”, relató Sarri, a quien como jugador, en el Figlinese, le decían El Seco –”un gladiador”, diría el gran periodista Gianni Brera, por quien todos los martes compraba La Repubblica para leer sus crónicas-. ”Todos en Figline hinchaban por Milan, Inter, Juve, Fiorentina. Yo era el único del Nápoli”.

Cuando habla de su historia familiar, Sarri siempre resalta su orgullo por su abuelo Gofredo, partisano, y por un papel que éste tenía de la Casa Blanca con un reconocimiento porque recuperó a los pilotos de un avión norteamericano derribado en Val D’Arno, los escondió de los disparos y los entregó a los aliados ingleses cuando pasaron por el frente. “Uno de ellos se llamaba John Lanza. Lo sé porque su hija y sobrino escribieron un libro al respecto”.

Sin haber lucido demasiado como futbolista, a mediados de los años 90 se lanzó como director técnico de equipos del ascenso en equipos de la Toscana, donde vivía, desde la Octava categoría. Estuvo en el banco del Stia, del Faellese, del Valdema (con el que llegó a jugar los play-off), el Cavriglia hasta que llevó al Antella a la “Eccelenza” (Quinta División), aunque uno de sus mejores momentos fue cuando con el Sansovino logró dos ascensos consecutivos en 2000, desde la Quinta a la C2 y con la Copa Italia de la Serie D incluida.

Ese año fue clave. Fue cuando se ganó el apodo de “Míster 33 Schemi” (“Míster 33 Esquemas”) o, directamente, “Míster 33”, porque trabajaba hasta el último detalle y siempre tenía muchas variantes tácticas para las distintas ocasiones que se presentaran en los partidos. “Como no jugué al fútbol en el alto nivel, muchos creían que yo era un tonto. Lo de “Mister 33 esquemas” fue solamente porque en el Sansovino duré más tiempo y se fueron acumulando los esquemas que usé”, relativizó Sarri, poco afecto a las frases hechas cuando dialoga con la prensa.

Fue cuando dirigía al Sansovino que realizó una promesa: si ascendía de categoría, dejaría definitivamente su trabajo en el banco, cosa que cumplió. “Era empleado en el Montepaschi. Me ocupaba de las transacciones interbancarias y viajaba por Europa. Creo que hubiera podido hacer las dos cosas pero no cerrar la oficina a las 17 para luego ir a los entrenamientos, y fue allí cuando paré”, relató años más tarde.

En 2004 hizo ascender al Sangiovannese a la C1 y al año siguiente pudo mantenerlo en la categoría. Su primer salto fue en la temporada 2005/06 cuando le tocó dirigir al Pescara en la Serie B, que venía de la C y que logró mantenerse en la categoría. En 2006/07 dirigió al Arezzo por cinco meses, reemplazando a Antonio Conte (algo que se repetiría en el futuro, aunque en un nivel mucho más alto), y llegó a los cuartos de final de la Copa Italia. Fue eliminado por el Milan, que ese año sería campeón de la Champions y del mundo (ganándole la final a Boca en Japó): se impuso en la revancha, aunque no le alcanzó por diferencia de goles. Sin embargo, fue echado al poco tiempo.

Sarri, junto a Cristiano Ronaldo, de quien elogia su competitividad, a pesar de haber tenido roces, sobre todo tras la final de la Copa Italia (EFE/EPA/ ALESSANDRO DI MARCO)
Sarri, junto a Cristiano Ronaldo, de quien elogia su competitividad, a pesar de haber tenido roces, sobre todo tras la final de la Copa Italia (EFE/EPA/ ALESSANDRO DI MARCO)

Para la temporada 2007/08 iba a dirigir al Avellino, pero al perder como local ante el Ascoli por la Copa Italia renunció ante lo que consideró una falta de organización y, de hecho, el equipo descendió a la Serie C al final de la temporada. En esa temporada en la Liga Pro (ex C1) reemplazó a Davide Pellegrini en el Hellas Verona, con un contrato por tres años, pero se fue al poco tiempo y tampoco duró mucho en el Perugia, donde fue despedido en febrero de 2009 y al final de la 2009/10 tomó al Grossetto en las últimas tres fechas y no pudo contar con el delantero chileno Mauricio Pinilla (lesionado). En 2010 estuvo cerca de ascender a la Serie B con el Alessandria, que salió tercera, pero fue eliminado por el Salernitana en los play offs en semifinales. Y en 2011 fue echado del Sorrento cuando el equipo estaba sexto.

Por fin, las cosas comenzaron a cambiar cuando en 2012/13 dirigió al Émpoli en la Serie B, fue cuarto pero perdió la final del ascenso con el Livorno. Sin embargo siguió en el equipo y en la temporada siguiente ascendió a la Serie A y logró mantenerse en la categoría en la 2014/15 practicando un buen fútbol, lo que le valió el premio “León de Plata 2015”.

Fue en el Émpoli cuando obtuvo un definitivo reconocimiento a su estilo ofensivo y ágil, y cuando su personalidad quedó más expuesta, como cuando permitió que un DT rival, Sinisa Mijailovic, asistiera a su entrenamiento. “No hay nada que decir. En el fútbol, las ideas deben circular, no estar bajo llave. A mí también me ayudaron colegas como Spalletti, Delneri, Ventura. Me hacen reír los maníacos de los entrenamientos a puertas cerradas”, declaró cuando intentaron cuestionarlo por esta medida.

El fútbol grande comenzó para él en la temporada 2015/16, cuando fue contratado por el Napoli en lugar del español Rafa Benítez. El cineasta Aurelio de Laurentis, dueño del club, consideró la operación como “una ganga” porque Sarri aceptó un salario de 900.000 euros anuales. “Me pagan por lo que hubiera hecho gratis”, retrucó el DT. “Es el lugar ideal para entrenar porque hay armonía entre la sociedad, los hinchas y el equipo. Si un jugador falla tres pases seguidos, puede fallar un cuarto sin quitarse la piel”, sostuvo al llegar a hacerse cargo del equipo del que es hincha fanático. Estaba en los planes del Milan pero le dijeron que este club buscaba a alguien ya consagrado. “Eso es estúpido. El fútbol está lleno de lugares comunes. El que es bueno, lo es en el césped y en el banco, en la Serie A como en la Serie B. Yo llegué con 25 años de banco en mis espaldas y 15 de futbolista”, aseveró.

Tras un comienzo dubitativo, goleó 5-0 al Brujas en la Europa League y por el mismo resultado al Lazio por la Serie A, venció 2-1 a la Juventus en el San Paolo y 4-0 al Milan en San Siro. La prensa comenzó a hablar de “revolución” de un equipo con muy pocas contrataciones, y que finalizó el torneo con 82 puntos y con Gonzalo Higuaín (jugador al que luego llevó al Chelsea y a la Juventus) como máximo goleador y subcampeón de la Serie A, detrás de la Juventus aunque había logrado ser el líder al terminar la primera rueda.

Higuaín es uno de sus fetiches: lo dirigió en Napoli, Chelsea y Juventus (REUTERS/Massimo Pinca)
Higuaín es uno de sus fetiches: lo dirigió en Napoli, Chelsea y Juventus (REUTERS/Massimo Pinca)

En la temporada 2016/17 le tocó jugar con el Napoli en la Champions y fue eliminado por el Real Madrid (luego campeón) en los octavos de final, y por la Juventus en semifinales de la Copa Italia. Además fue tercero en la Liga con 86 puntos y 94 goles a favor, y ya en 2017/18 fue subcampeón con 91 puntos.

Su gran trabajo en un Napoli ofensivo y con muy buenas características técnicas llamó la atención de la Premier League. Fue tal el éxito con el equipo del sur italiano que hasta Diego Maradona tuvo que pedirle disculpas por haber dudado de sus posibilidades cuando asumió años antes sin un gran currículum para sus entonces 55 años. Ya era conocido también como “Sarri Potter” y llegó a utilizar un dron en algunos entrenamientos para trabajar la parte defensiva.

Tal como en los tiempos del ascenso italiano, el destino quiso que reemplazara a Conte en el Chelsea. No era una empresa fácil: su colega había ganado un título de Premier League y una FA Cup, pero Sarri consiguió, en su primera temporada, ser tercero en la liga inglesa, finalista de la Copa de la Liga y campeón de la Europa League, venciendo 4-1 al Arsenal en una final de derby londinense en Bakú. Tras más de dos décadas como DT, conseguía su primer título profesional.

Luego llegaría el presente con la Juventus, con la que acaba de ganar la Serie A (para el club, fue su noveno título consecutivo de liga), luego de haber sido muy criticado tras perder la final de la Copa Italia por penales ante el Napoli en una definición en la que el máximo ejecutor de su equipo, Cristiano Ronaldo, no llegó a rematar. “CR7 y Paulo Dybala marcan la diferencia. Ellos hicieron el mayor mérito”, señaló en los festejos por el nuevo Scudetto de la Vecchia Signora turinesa.

“Me gustan los equipos con un alto centro de gravedad. Así es más fácil hacer goles. Dos volantes delante de la defensa y cuatro jugadores que saben cómo moverse rápido en los espacios, incluso sin pelota. Los cuatro de arriba deben dar calidad y el resto, equilibra. Pude notar que el 75% de los goles provienen de acciones rápidas, que duran 3-4 segundos. Significa haber recuperado pelotas y jugarlas rápidamente y que habremos acelerado una vez recuperada”, suele describir, y aclara sus pretensiones: “Quiero un equipo con la cara dura, con personalidad, pero no puedo tampoco estacionar el micro atrás porque se trata de un juego”.

“No soy alguien que controla a los jugadores. El tiempo libre es suyo, pero saben desde el primer día que conmigo o vas a mil por ahora o estás afuera. Pero no soy un sargento de hierro. Si lo fuera, los jugadores no me hablarían de problemas personales o familiares” aclara, en cuanto al trato con sus dirigidos.

De 1,89 metro de altura, casado con Marina y con un hijo, Nicoló, Sarri es de los entrenadores que tratan de disfrutar de su trabajo. “No sé todavía lo que es el estrés. Como DT hay tensión, adrenalina pero también alegría. Si uno como entrenador quiere alcanzar los objetivos debe tener una alta autoestima, una fuerte mentalidad, mejorar a sus jugadores, dar el salto de calidad” y se disgusta con la frase de su colega Fabio Capello, que dijo que un entrenador es como un gerente de recursos humanos “si me llaman así, me enojo mucho. No estoy de acuerdo”.

Gran lector, de la vieja guardia, especialmente de Charles Bukowski y Mario Vargas Llosa, sólo concibe hacerlo en papel. “Sólo uso la PC para analizar el fútbol. Para eso es muy útil, pero no me interesan las redes sociales”, aclara. Pero si hay un escritor que adora es John Fante, que suele referirse a la emigración de los italianos a Estados Unidos en los años 30. Es tal su devoción que llegó a peregrinar a la casa natal.

Políticamente se define a la izquierda, y es un seguidor del sindicalista de esa orientación, Maurizio Landini. “Es un comunista al que le gusta el dinero”, dice con ironía el cineasta De Laurentis, con quien coincidió en el Napoli.

Suele decir que en el vestuario suelta “dos blasfemias” pero que luego se calma, y aunque en el Calcio se lo considera “un arrebatado”. Suele andar de jogging o en camisa abierta, algo que acentuó una vez que dejó su cargo en el banco, y entonces abandonó el saco y la corbata.

Fumador empedernido, siendo DT del Émpoli le pedía cada tanto una pitada a los aficionados sentados cerca del banco de suplentes. Licenciado en economía y comercio, es aficionado a la filosofía.

Sarri no suele callarse y sienta clara posición cuando es consultado sobre distintos temas, pero en especial, los del fútbol. Acerca de la creciente violencia en los estadios italianos, se manifestó hace poco contra las sanciones deportivas a los clubes “porque los que nunca hicieron desmanes por 20 años en las tribunas no pueden pagar por culpa de unos pocos. Los estadios son lugares de impunidad que deben regresar a la normalidad. El que abre la ventana y ve que salió el sol y dice ‘voy al estadio', debe poder ir. Y los que cometen errores deben pagar.”

No usa alfileres o pañuelos para apoyar campañas humanitarias. “No lo hago porque creo que es un rol que corresponde al Estado, eso de investigar contra el cáncer o la distrofia, en un país civilizado. Pero tengo mis dudas acerca de si Italia lo es. Sé que mi abuelo dejó a mi padre una Italia mejor y mi padre me lo dejó a mí. Mi generación deja algo peor a sus hijos, más de 20 años de deriva civil y social, ética y económica. Me preocupa mucho el futuro. Y ahora no estoy hablando de fútbol”.

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