Desde que hizo su debut en la élite, sólo en la temporada 2007/2008, con Frank Rijkaard como entrenador, Lionel Messi no logró ganar ningún título en el Barcelona. No sucedió ni siquiera en la 2013/2014, con el Tata Martino como entrenador, cuando al menos alzó la Supercopa de España (que muchos consideran parte del período anterior; pero se jugó en la previa del inicio de la Liga de España). Pues bien, este conjunto culé de andar oscilante, por momentos repetitivo, puede volver a conseguir la marca amarga si no celebra en la Champions League, el objetivo más difícil de todos.
Este epílogo de la Liga de España, con una inesperada derrota como local ante el Osasuna, no hace más que ponerle el sello a un 2020 plagado de conflictos y vaivenes que no presagiaban éxitos. Problemas futbolísticos, internos, dirigenciales; de todo tipo. Al punto que Barcelona, cada vez más dependiente de Messi a sus 33 años, todavía no pudo ofrecerle condiciones elementales para que acepte renovar un contrato que vence en junio de 2021. Por ejemplo, un equipo competitivo que le permita a aspirar a seguir peleando en los primeros planos.
Futbolísticamente, está claro, este Barcelona está lejos de ser el que brilló con Guardiola. Sigue imponiendo condiciones por la jerarquía individual de sus figuras, porque tiene a Messi. Por algo terminará subcampeón de la Liga de España, no en mitad de tabla. Pero a medida que fue perdiendo piezas claves no las reemplazó por calidad idéntica. O apostó a las luces de los nombres (como Ousmane Dembelé, Philippe Coutinho o Antoine Griezmann, un enorme futbolista que aún no se adaptó).
La sociedad irrepetible entre Messi, Xavi Hernández y Andrés Iniesta no encontró nuevos interlocutores para el Diez. Mutó desde el vértigo y la excelencia en la etapa con Neymar y Suárez. Pero los nombres en mitad de campo fueron cambiando, sin hallar la combinación que consiguiera darle nueva y consistente fisonomía al equipo, que fue perdiendo chispa, se quedó por momentos sin desequilibrio individual a excepción de su estrella o de la aparición de los laterales (Jordi Alba y Semedo). Se volvió previsible. De tanto en tanto, algunas variantes (como la inclusión de Sergi Roberto como mediocampista ante Villarreal o los ingresos de los juveniles Riqui Puig y Ansu Fati) ofrecen un horizonte diferente.
Y el afuera comenzó a colarse en el vestuario. El listado de momentos de tensión en lo que va del 2020 no hace más que confirmarlo. El clímax de los conflictos comenzó con el despido de Ernesto Valverde como entrenador, luego de la eliminación ante el Atlético Madrid en la Supercopa de España, en enero.
Pese a conseguir dos campeonatos locales consecutivos, la presencia del Txingurri comenzó a ser cuestionada después de que su equipo cayera de una forma impensada ante el Liverpool por las semifinales de la Champions League 2018-2019, cuando el elenco culé dilapidó el 3-0 a favor que había conseguido en la ida y se despidió con un 4-0 en contra.
El ciclo de Valverde en Barcelona finalizó de manera abrupta pese a su alto porcentaje de puntos y a los 4 títulos que consiguió en dos temporadas y media (una Copa del Rey, dos Ligas y una Supercopa de España). Lionel Messi, quien guardaba una gran relación con el DT saliente, utilizó su cuenta de Instagram para dejarle un sentido mensaje de despedida. “Gracias por todo, míster. Seguro que te irá genial donde vayas porque, además de ser un gran profesional, sos una magnífica persona. Mucha suerte y un abrazo grande”, fueron las palabras que utilizó el capitán del conjunto azulgrana. Uno de los ítems que le subrayaban al DT era el trato que mantenía con los referentes, al que muchos en España calificaban de “flexible”. Su reemplazante resultó Quique Setién, un admirador de Messi, pero con el que con el tiempo surgirían diferencias que se hicieron públicas.
Aún no se había cumplido un mes del despido de Ernesto Valverde cuando el director deportivo Eric Abidal justificó la destitución aludiendo a los jugadores. “Nunca es fácil tomar esa decisión, pero después del clásico del 18 de diciembre comenzamos a concretar más en su salida. Miraba los partidos y no miraba el resultado sino cómo se jugaba, la táctica, el trabajo de los jugadores que no jugaban mucho. Me fijo en esos detalles. Muchos jugadores no estaban satisfechos ni trabajaban mucho y también había un tema de comunicación interna. La relación entrenador-vestuario siempre ha sido buena, pero hay cosas que como ex jugador puedo oler. Comuniqué al club lo que pensaba y había que tomar una decisión”, afirmó en diálogo con Sport.
Esta frase motivó a una dura respuesta del capitán del equipo mediante un breve comunicado en Instagram: “Sinceramente no me gusta hacer estas cosas, pero creo que cada uno debe ser responsable de sus tareas y hacerse cargo de sus decisiones. Los jugadores de lo que pasa en la cancha y además somos los primeros en reconocer cuando no estuvimos bien. Los responsables del área de la dirección deportiva también deben asumir sus responsabilidades y sobre todo hacerse cargo de las decisiones que toman. Por último creo que cuando se habla de jugadores habría que dar nombres porque sino se nos está ensuciando a todos y alimentando cosas que se dicen y no son ciertas”.
Horas después, y tras una reunión con la cúpula dirigencial, Eric Abidal pidió disculpas y reconoció: “He aprendido muchas cosas en pocos días. Los temas internos se tienen que arreglar internamente y no en los medios. A partir de ahí, el futuro dirá”. Pero la herida nunca se transformó en cicatriz.
¿El enemigo estaba adentro?
Casi al mismo tiempo se desató un escándalo en el Barcelona por la denuncia de que el club habría contratado a una empresa para crear estados de opinión en las redes sociales que irían desde mejorar la imagen de su directiva a atacar a oponentes, incluidos algunos de sus propios futbolistas. Según reveló Cadena Ser, el club contrató a la empresa I3 Ventures para desgastarlos en momentos claves, como puede ser en el medio de una negociación.
Lionel Messi fue uno de los apuntados por las cuentas que los medios españoles indican que son manejadas por esta compañía, que posee socios argentinos y que, al igual que el club, negó las acusaciones. Hay dos posteos en los que se lo nombra a Messi, uno de ellos está en francés y refiere a noviembre de 2017, cuando el delantero estaba negociando su renovación. El usuario Sport Leaks publicó una fake news sobre que la Pulga no acordaba su nuevo vínculo por pedido del empresario Jaume Roures, quien le construiría un parque temático a cambio de desgastar a la dirigencia del club para permitir el triunfo de una nueva cúpula directiva en las siguientes elecciones.
La misma cuenta, publicó ese mismo mes que el presidente del Barcelona, Josep Maria Bartomeu, le había ofrecido un contrato de por vida al 10 y que este no aceptaba. El objetivo de dicha publicación era provocar enfado en los fans de Messi. Quien también fue mencionada fue su esposa, Antonela Roccuzzo. En este caso, la empresaria argentina fue tildada de “fiera” por un comentario suyo en las redes sociales en defensa de su hijo. El objetivo en esta ocasión era que la rosarina sumara apoyo en las redes, ya que en ese momento no era una “enemiga” de la dirigencia.
El club realizó una auditoría interna que determinó que las “fake news” no habían surgido de la institución. Pero al haber sido encargada por la propia dirigencia, no logró quitar el manto de dudas.
Al poco tiempo, otra polémica. Según las propias palabras de Lionel Messi, el plantel siempre estuvo dispuesto a aceptar una rebaja en los salarios producto de la crisis por la pandemia de coronavirus. Sin embargo, a la hora de comunicarlo las partes cometieron un grueso error y trascendió todo lo contrario. Esto generó que La Pulga comunicara nuevamente a través de su cuenta de Instagram cómo era el cuadro de situación, hecho que trajo a primera plana los problemas internos con la actual directiva.
La pelea mediática con el ayudante de campo de Quique Setién, Eder Sarabia
Frente a una nueva crisis futbolística, con el equipo perdiendo la cima de La Liga española a manos del Real Madrid a pesar de que al regreso por el parate por el coronavirus se encontraba como único líder, Lionel Messi fue el blanco de las críticas por una actitud de desplante al ayudante de campo del entrenador Quique Setién. Se trata de Eder Sarabia, quien estuvo en el ojo de la tormenta tras el clásico ante el Real Madrid por sus ademanes en el campo de juego. En medio del encuentro ante el Celta en Vigo, y con los ánimos caldeados entre el plantel y el cuerpo técnico por la falta de resultados, La Pulga ignoró una indicación del ayudante de campo. El video de su insulto recorrió todos los portales del mundo y provocó que el foco vuelva a estar puesto en el astro argentino.
Arreciaron las versiones que hablan de una mala relación entre el plantel y el cuerpo técnico. Las declaraciones cruzadas confirmaron que algo no anda bien. Esta semana, por caso, Luis Suárez aceptó que la Liga ya estaba perdida y Setién lo desmintió en la conferencia de prensa. Los resultados de Barcelona, cayendo como local ante el humilde Osasuna, y del Real Madrid, venciendo al Villarreal para rubricar su consagración, no hicieron más que confirmar que la palabra del uruguayo era válida. “Fuimos un equipo muy irregular, muy debil, nos crean muy fácil y nos hacen goles. Durante el año perdimos muchos puntos, fuimos irregulares y este partido pinta un poco como fue el 2020. Si queremos ganar la Champions deberemos cambiar mucho”, dijo la Pulga, en una feroz autocrítica. ¿Y crítica al entrenador? Barcelona ya no es lo que era. Y ni Messi parece poder salvarlo.
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