Una niña ingresa a su consultorio con una dolencia en la espalda y en sus piernas. El médico, de gesto gentil, de carácter simpático y con sus clásicas gafas, la espera para tratarla. Primero le pide que se recueste en la camilla. Acto seguido, le solicita que se quede lo más relajada posible para que su intervención tenga el efecto necesario. Y así, minutos más tarde, después de trabajar en la zona afectada, el especialista manosea los genitales de la joven que, incrédula, piensa que ese movimiento del doctor es parte del tratamiento para que ella se sienta mejor.
Esa imagen se repitió una y mil veces en el consultorio de Larry Nassar, el coordinador médico del equipo femenino de gimnasia de los Estados Unidos durante 20 años que se transformó con el paso del tiempo en un abusador sexual serial que atacó a más de 300 deportistas. Protagonista central del escándalo que sacudió al deporte olímpico estadounidense a pocos días del final de los Juegos Olímpicos de Río 2016, la vida para este depredador está juzgada.
El pasado 24 de enero de 2018, en el Tribunal de Michigan donde fue acusado por perpetrar cientos de abusos y por tener en su poder más de 35.000 archivos de pornografía infantil, Nassar sucumbió ante los alegatos de las 156 víctimas que tuvieron el coraje de enfrentarlo y muchas contar, cara a cara, cómo sufrieron ante el asalto de un depravado que marcó sus vidas.
Aquella tarde de invierno, Rosemarie Aquilina fue la encargada de poner en palabras el sentimiento de todas las abusadas que presenciaron su discurso final. Y también el de muchas que no pudieron acercarse al tribunal y las restantes que todavía no pudieron hacer pública su historia de sufrimiento en manos del agresor sexual. “Es mi honor y privilegio sentenciarlo porque no merece caminar jamás fuera de una prisión. No hizo nada por controlar lo que usted sentía”, le dijo la jueza, que terminó su breve discurso con unas palabras que marcaron para siempre una historia macabra que se extendió durante décadas gracias a la negligencia de la dirigencia deportiva que avaló los maltratos.
“Acabo de firmar tu sentencia de muerte”, fue la frase de la mujer que impartió justicia contra Nassar y sus abusos. Hoy, a más de dos años de la sentencia que lo mantendrá como mínimo durante 40 años y con un máximo de 175 años en prisión, el famoso Larry sabe que su vida se apagará tras las rejas. Nada hará cambiar dicha situación. Su estigma lo condenó para siempre.
Más allá que la sentencia en contra del médico le dio un cierre parcial a la historia, el final todavía no está escrito. El camino que se inició con la investigación del periódico Indianápolis Star a través del testimonio de Rachael Denhollander en 2016, la primera mujer que habló sobre los abusos de Nassar en una declaración que sirvió como base para que el resto de las gimnastas abusadas pudieran afrontar, cambió para siempre la mirada interna en la disciplina en territorio estadounidense. Pero también actuó como un faro para iluminar los métodos negativos en la práctica de un deporte que siempre fue considerado como uno de los más duros y cansadores para los atletas que lo realizan.
Lawrence Gerard, más conocido como Larry, nació el 16 de agosto de 1963 en Farmington Hills, una pequeña ciudad ubicada en el sureste del estado de Michigan. Hijo de Fred y Mary, la vida de Nassar siempre estuvo ligada al deporte. A los 15 años comenzó a trabajar con gimnastas cuando estudiaba para ser entrenador de atletismo en una escuela secundaria de los suburbios de Detroit. Ya en 1986, una vez que se graduó de la universidad con el título de kinesiólogo, se sumó al staff médico del equipo nacional de gimnasia como entrenador atlético.
Tras pasar varios años como parte del programa deportivo de la Universidad de Wayne, finalmente regresó a Michigan para incorporarse a la escuela médica. En el 93, Nassar se recibió de médico osteópata, rótulo decisivo para convertirse en el jefe del equipo médico de USA Gymnastics camino a Atlanta 96, los que fueron sus primeros Juegos Olímpicos a cargo del cuidado del equipo. Allí se lo puede ver conteniendo a Kerri Strug, la atleta a la que el entrenador rumano Bela Karolyi obligó a saltar para que Estados Unidos gane el oro por equipos ante la presencia de más de 15 mil almas en la sede de la gimnasia olímpica.
Así fue que, mientras Nassar escalaba en la consideración dentro de la elite del deporte estadounidense, este depredador sexual también se aprovechaba de niñas en su cargo en la universidad o con amistades de su vida privada. Según consta en los registros judiciales contra la figura del médico, este especialista en la recuperación de atletas abusó sexualmente también de una chica de 6 años, hija de una pareja amiga.
En el documental producido por HBO “At the Heart of Gold: Inside the USA Gymnastics Scandal”, dirigido por Erin Lee Carr y que se estrenó en abril de 2019, hay un fragmento dedicado a este caso. En la secuencia final de la película se presenta la historia de Kyle Stephens, la pequeña que nada tenía que ver con el deporte y también sufrió los abusos de Larry Nassar. El relato cuenta que, mientras los padres de la pequeña cocinaban, el degenerado se ofrecía para “entretener” a Stephens y su hermano en el sótano de la casa, lugar que utilizaba para separar a los pequeños con juegos para así poder masturbarse frente a la niña.
Según expone el documental, en otra ocasión, el médico abusó de Stephens mientras toda la familia, incluido el amigo íntimo del matrimonio, miraban la televisión. ¿Cómo lo hizo? La molestó debajo de una manta mientras todos estaban sentado en el sofá del living. Después de seis años, cuando la joven ya era una adolescente, le contó a sus padres los horrores que sufrió por Nassar, pero estos no le creyeron. Es más, le exigieron a Stephens que se disculpe con el doctor, lo que provocó que, con el tiempo, la chica se alejara de su familia.
Pero fue en 2016, una vez que Stephens leyó la historia de Denhollander en los medios que destapó el escándalo de abusos de Nassar en la gimnasia norteamericana, que la ya mujer adulta se comunicó con la policía de Michigan, lo que permitió que las fuerzas de seguridad pudieron solicitar una orden de allanamiento para ingresar a la casa del abusador. En esa requisa fue donde encontraron los miles de archivos con pornografía infantil desechados en varios discos duros que estaban en los tachos de basura en la puerta del hogar del médico abusador.
En las últimas semanas, otro documental volvió a poner el caso de Nassar en el centro de la opinión pública. Athlete A, producido por Netflix, cuenta la historia de abusos del médico desde la experiencia de una estrella naciente de la gimnasia, llamada a ser el complemento perfecto para Simone Biles, la atleta más laureada en los Mundiales de la disciplina y cuatro veces campeona olímpica en Río 2016, que denunció al encargado médico del equipo en 2015, justo en la antesala de los primeros Juegos Olímpicos celebrados en Sudamérica.
Maggie Nichols, abusada por el doctor, fue sometida por USA Gymnastics. La obligaron a callar. Lo mismo sucedió con sus padres, que encontraron en el por entonces presidente de la federación, Steve Penny, a una figura central en el rol de ocultar los múltiples casos de agresión sexual que perpetró Nassar. Algo similar a lo sucedido con los máximos responsables de la selección femenina, el matrimonio Karolyi.
El testimonio de Nichols se convirtió en un capítulo clave para conocer la trama que impulsaba Nassar en el Rancho, el centro de entrenamiento que los entrenadores rumanos forjaron en Texas y que fue uno de los lugares donde el osteópata aprovechó para abusar de unas atletas que estaban cansadas por los malos tratos y la pésima relación que generaban para con sus dirigidas. Ahí fue donde el médico comenzó a basar parte de su tratamiento en una acción que, parecía parte de la rutina, pero que sólo tenía como finalidad concretar una agresión sexual: así presentaba “el ajuste intravaginal”, un método que consistía en penetrar con sus dedos en las vaginas de las jóvenes para “mejorar” sus dolencias en la zona pélvica.
Una vez que el nombre de Larry Nassar pasó de ser el de un profesional respetado en el mundo de la medicina deportiva, reconocido por ser pieza clave en la recuperación del mejor equipo femenino de gimnastas del mundo, al ser asociado al de un depredador sexual que marcó la vida de más de 300 deportistas, su vida se terminó de derrumbar. Su esposa y madre de sus tres hijos, Stephanie, pidió el divorcio el 25 de enero de 2017. El mismo le fue concedido en los siguientes seis meses, bastante tiempo antes de aquel día donde fue sentenciado a morir en la cárcel. Los pequeños fruto del matrimonio, Katelyn, Caroline y Ryan, quedaron a custodia de su mamá. Ninguno de los cuatro presenció ninguna de las sesiones del juicio en su contra.
Hoy, a los 56 años, Nassar quedó señalado como parte esencial de un sistema abusivo que marcó para siempre al deportivo olímpico de Estados Unidos. Más de 100 atletas, entre ellas la propia Biles, firmaron una demanda contra la federación por los casos de abuso. Y mientras esa causa sigue su curso, en Michigan, el hogar donde nació el horror, la historia develó a una nueva protagonista. Kathie Klages, ex entrenadora del conjunto femenino de la Universidad Estatal de Michigan, fue declarada culpable de dos cargos por mentirle a policía y sentenciada a cumplir hasta cuatro años en prisión por haber negado en 2018 que las gimnastas del equipo habían sido atacadas por el médico que está destinado a morir en la oscuridad de su celda.
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