En medio del proceso de recuperación por el que que está pasando tras someterse a una artroscopía en la rodilla derecha, Roger Federer le concedió una entrevista al portal alemán “Zeit Magazin” con el objetivo de promocionar el nuevo diseño de las zapatillas “The Roger” de las cuales él es la cara.
Fue durante esa presentación cuando el suizo, actual número cuatro del ránking ATP, reconoció que “la hora de la retirada está cada vez más cerca y sé que echaré de menos el circuito”.
Sin embargo, y pese a la lesión por la que recientemente anunció que no competirá en lo que resta del 2020, todavía no es el momento para dejar de competir: “Lo fácil habría sido retirarme ahora, pero quiero continuar y darme una oportunidad para aprovechar mi tenis”.
Con respecto a la recuperación, que en un principio no parecía ser la ideal e iba más lenta de lo que se había previsto, el oriundo de Basilea reconoció que ahora “va bien, aunque me tomaré mi tiempo para recuperar la forma”.
A principios de junio, uno de sus entrenadores, Severin Luthi, había confesado a la cadena de televisión suiza SRF que, “la recuperación de Federer no va tan bien como esperábamos”, y se atrevió a suponer que el suizo podría “ver algo de acción de nuevo a partir del mes de agosto. Esperamos que así ocurra”. Algo a lo que finalmente el propio tenista le cerró la puerta.
“Tengo que, como hice antes de la temporada 2017, tomarme el tiempo necesario para estar al 100% y jugar en mi nivel más alto. Extrañaré a los aficionados y al circuito pero espero ver a todos de vuelta en el inicio de la temporada 2021”, escribió a través de sus redes sociales el 10 de junio.
Roger Federer, que cumplirá 39 años el 8 de agosto también habló del aprendizaje que obtuvo a través de su carrera y sobre su profesionalidad dentro de la cancha. Para hacerlo hizo referencia a la vez en que sus padres lo amenazaron con no ir a verlo jugar si se rompía las raquetas cuando perdía. Algo que hizo sin pensar en una derrota contra Franco Squillari en la primera ronda de Hamburgo 2001.
“Después de la primera bola de partido, rompí mi raqueta y me di cuenta de que no podía comportarme de esa manera. Por el público, por mis padres, por mis amigos, por mis entrenadores. Todo el mundo pensaba que se me había ido la cabeza. El proceso fue largo y me costó dos años el aprender a comportarme en una pista”, sentenció.
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