La primera vez que murió Muhammad Alí tenía 38 años.
Eso le ocurrió cuando intentó regresar al ring tras dos años de ausencia por un anunciado retiro que no pudo cumplir. Esa noche, la del 2 de octubre de 1980 en Las Vegas, solo una persona se apiadó de él: Larry Holmes, el campeón mundial, su rival. La oración misericordiosa de sus millones de fans en todo el Mundo no fue escuchada. Y el bueno de Larry, quien había sido uno de los sparrings de Alí en sus años de gloria, retenía el poder de sus golpes, lentificaba la velocidad de sus puños y miraba al rincón de Muhammad esperando que el referí, la toalla, el médico, alguien lo quitara del calvario de tener que pegarle al maestro, al compañero, al amigo...
Ya en el vestuario, Muhammad nos declaró a los periodistas presentes que sintió una lesión en la mano derecha y le dolió mucho el brazo izquierdo. La artrosis se había alojado definitivamente en sus huesos, antesala cruel de un Parkinson implacable que nos robó la frescura de su inigualable sonrisa.
Antes y después de él muchos boxeadores volvieron y otros lo intentan. Este es el caso de Mike Tyson, el pegador mas poderoso de la categoría (44 nocauts en 50 triunfos, un 90.5% de eficacia), seguido por George Foreman (68 en 76 combates, un 89 por ciento) y Sonny Liston (39 en 50, casi un 80 por ciento). Estos porcentajes son solo referenciales pues para lograr la objetividad indiscutida los parámetros a tener en cuenta resultarían más complejos ya que habría que considerar cantidad de combates realizados, tiempo de la campaña, período en que se obtuvieron los triunfos categóricos, edad al momento de obtenerlos y el sostenimiento de su nivel en la alternancia con las derrotas. Un ejemplo de ello fueron Joe Louis que le ganó la revancha a Max Schmeling y defendió 25 veces su corona, Floyd Patterson y Muhammad Alí que recuperaron sus títulos –Muhammad dos veces– y George Foreman quien volvió al boxeo 10 años después de la derrota contra Jimmy Young en 1977 y recuperó la corona mundial en 1994 noqueando a Michael Moorer en el 8° round. Tan inédito acontecimiento ocurrió veinte años después de la derrota por KO contra Alí en el Congo, cuando George ya tenía 43 años.
Tyson le ha declarado al rapero Lil Wayne –su verdadero nombre es Dwayne Michael Carter– en su programa radial Young Money lo siguiente: “Estoy en la mejor forma de mi vida. Dios ha sido misericordioso conmigo. Peso 104 kilos y me encuentro muy bien. Haré una pelea con fines benéficos para ayudar a quienes han sido menos afortunados que yo”. Inobjetable propósito. Pero ¿cómo imagina o supone Mike que lo hará?
Veamos algunas cuestiones cuasi elementales:
1° No hay atletas de 54 años pues a esa edad el organismo ha perdido sus capacidades competitivas: reflejos, reacción y potencia. Tampoco hay imagen estética: el abdomen, la calvicie, las arrugas y las canas –sobre todo en la barba– delatan un tiempo que fue y no un tiempo que es.
2° El Tyson del final de su carrera con 39 años perdió sus últimas dos peleas por nocaut contra sendos rivales mediocres: el gordito inglés Danny Williams de 130 kilos y “ninguna flor” que lo despachó en el 4° asalto y el irlandés Kevin Mc Bride –”mucho gusto”– de 1.98 de altura con 10 derrotas (6 por K.O) en 46 peleas. O sea que al momento de retirarse hace 15 años –fue el 15/6/2005– Mike ya transitaba su decadencia.
3° El esplendor de Tyson fue leve: duró los cinco años que van desde su volcánico advenimiento en 1985 hasta la pérdida de su invicto frente a James Douglas por KO en el 10° asalto (11 de febrero 1990 en Tokio). La ausencia de Cus D´Amato, el maestro que lo formó, tuvo incidencia, toda vez que tras su muerte (4/11/85), Mike tuvo a ocho entrenadores –incluyendo al prestigioso Freddie Roach durante los años 2003/2004– que no lograron manejarlo.
4° Tal como se recuerda Tyson fue condenado por la jueza Patricia Gifford a 10 años de prisión en 1992 por el gravísimo delito de violación cuya victima fue la modelo Desirée Washington de 18 años. La sentencia obligaba a que seis de esos diez años de condena fueran de cumplimiento efectivo en el Indiana Youth Center, algo parecido a una cárcel. Pero por la observancia de una buena conducta –dudosa a tenor de ciertas anécdotas por él contadas– sólo estuvo recluido tres años y ocho meses. Fue así que en 1992 recuperó la libertad y regresó al boxeo. Pero ya no era el mismo…
5° Tyson al salir de la cárcel era el 70 por ciento del pegador implacable de su primera época. Mantenía la cualidad noqueadora por la potencia de sus golpes pero había perdido una cuota importante de su velocidad en los ataques. Tal vez ello que explique que ante rivales que salían en retroceso para quedar en la distancia larga podía perseguirlos, acorralarlos y noquearlos. Tales los casos del inglés Frank Bruno frente a quien reobtuvo el cinturón del Consejo Mundial por KO en el 3° y mucho más fácil aún contra Bruce Seldon a quien fulminó en el round inicial ganando el otro cinturón, el de la Asociación. La prueba de fuego sería contra el único compañero de equipo que en épocas de amateurismo se había animado a hacerle guantes con quince kilos menos y tres años más: Evander Holyfield. Fue frente que comenzó a acentuar su declive y,
6° Esas dos derrotas frente a Holyfield demostraron que Tyson era capaz de noquear a quien huyera pero no a quien (o quienes) tuviesen una estrategia que lo incomodara, que le generara el esfuerzo de pensar en alternativas como la de boxear en la media o en la corta distancia. Así logró Evander vencerlo por KOT en el 10° asalto cuando disputaron el primer combate (9/11/96) y mucho más en la vergonzante segunda derrota por descalificación en el 3° asalto ( 28/6/97 también en el MGM de Las Vegas). Aquella noche Tyson ante la falta de equilibrio emocional, capacidad de discernimiento y recursos técnicos le mordió la oreja izquierda a Evander con la furia que genera la impotencia y el referí Mitch Halpern no tuvo más remedio que descalificarlo tras algunos ridículos cabildeos. Holyfield sin huir, plantado, peleándole frontalmente, hablándole, cometiéndole foules de manual como seguir con el codo la trayectoria de algún golpe o presionarle los bíceps en un amarre normal, lo sacó de quicio, lo encegueció puesto que lo más difícil para Tyson siempre fue pensar.
Hemos visto un video equivalente a la duración de un round y realmente se ve entrenando a un Tyson impresionante. Parece intacto a juzgar por la velocidad y la firmeza con las cuales tira los golpes. Muy gratificante para él y para su organismo. Pero boxear seriamente es otra cosa. Y este hombre conflictivo que produjo cerca más de 120 millones de dólares en su carrera fue demandado por todos los actores que alternaron en su vida: socios, particulares damnificados a quienes agredió en la vía pública, la chica a la cual violó, promotores de boxeo, el fisco de los Estados Unidos (10 millones de impuestos impagos), rivales a quienes les cometió imperdonables fouls sobre el ring, los juicios de divorcios que le costaron mas de 30 millones dolares con Robin Gives y Monica Turner, sus dos primeras esposas, y algunos de sus seis hijos biológicos…) nos dice que subirá a un cuadrilátero para hacer un show con el fin de ayudar a gente pobre que lo necesite.
No haremos el panegírico con grandes boxeadores del pasado que con muy pocas excepciones –Sugar Ray Leonard, George Foreman, Mano de Piedra Durán, los más notables– lo lograron. “Never come back”, sentenció el gran Jack Dempsey. Y es cierto “Jamás se vuelve”. Hecho que por necesidad debieron afrontar enormes campeones de otra época como Joe Louis que le debía un millón de dólares al fisco y perdió frente a Ezzard Charles o el inolvidable Joe Frazier –tres peleas memorables con Muhammad Alí– quien acosado por las deudas intentó regresar. Lo hizo en 1981 cuando ya tenía 37 años frente a Floyd Jumbo Cummings, un ex convicto que cumplió 12 años de prisión –tenía 31 de edad– y el fallo de empate fue misericordioso para el entrañable Smoking Joe. Podría decirse que un presidiario joven es capaz de ganarle a un viejo ex campeón mundial por más extraordinario que este haya sido.
Se trata de una doctrina cotidiana en el deporte y mucho más especialmente en las disciplinas individuales: la vitalidad supera a la experiencia. Es por ello que en la renovación de los campeones mundiales del boxeo podrá advertirse en muchas oportunidades que el nuevo no siempre es mejor que el derrotado, pero el vigor de su juventud se ha impuesto.
Lo de Tyson es poco creíble pues no está en condiciones de hacer ninguna exhibición y mucho menos una pelea. El actor solo puede mostrar el fruto de sus habilidades. ¿Cuál fue la principal virtud de Mike Tyson mientras fue boxeador?: pegar con inusitada potencia. Entonces, ¿nos podría exhibir a los 54 años, después de todo, de la cárcel, de las 2.000 horas de los trabajos comunitarios que debió realizar, de las lesiones en sus costillas y en sus hombros por accidentes de tránsito, de la droga que consumió, de tantos excesos y ofensas cometidos mostrarse como un deportista solidario para ayudar a los necesitados? La respuesta es que cuesta creerle.
Tyson ahora es un empresario que ha industrializado la venta para el consumo terapéutico del Cannabis en California, Estado donde la marihuana ha sido legalizada para su exclusivo uso medicinal. Las ganancias mensuales del ex campeón alcanzan a los 540.000 dólares mensuales. También está en plena construcción un emprendimiento en Hot Spring bajo la razón social “Tyson Ranch” que lleva a cabo con su socio Eben Britton, una ex estrella de la NFL en los Chicago Bear. Se trata de la construcción de un Resort para fumadores de marihuana que administrará Lakiha Spicer, la tercera mujer de Mike.
Muchos boxeadores famosos, ex campeones mundiales han regresado a los rings por necesidades económicas; tal los casos entre muchos de Jack Johnson –víctima además de la discriminación racial de hace un siglo–, Joe Louis, Muhammad Alí o Joe Frazier.
Otros lo han hecho por convicción reivindicatoria como George Foreman, Sugar Ray Leonard o Roberto Mano de Piedra Durán, quien unió ambas cosas.
El inviable caso de Tyson es extraño pues no necesita dinero, ni reivindicación deportiva, ni elevar su autoestima. Además su egocentrismo está a salvo pues todo cuanto sube a las redes se viraliza y sigue vigente como sujeto internacional de la información.
Su vuelta a los rings es una locura a menos que se trate de una idea de marketing para vender marihuana o una estadía en un hotel a razón de 4.000 dólares por noche.
Otra locura.
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