La montaña humana no para de abalanzarse sobre él, el gran protagonista de otra noche italiana. Sólo 96 horas después de haberse transformado en figura contra Yugoslavia en Florencia, Sergio Goycochea era, una vez más, el apuntado por todas las cámaras. En el San Paolo de Nápoles, el estadio que Maradona convirtió en la casa del terror de los clubes ricos del Norte italiano, el Vasco repitió la hazaña en las semifinales: contuvo dos penales para que Argentina eliminara a Italia y se clasificara a la final del Mundial Italia 90.
Como un partido de fútbol puede ser una historia con héroes y villanos, si para la conciencia popular resultó Goyco el hombre que se puso la capa, fueron dos los apuntados en la historia como aquellos que contribuyeron para que el organizador de la Copa del Mundo no pudiera cumplir el sueño de coronarse en su tierra. Roberto Donadoni y Aldo Serena no pudieron batir las manos mágicas del arquero argentino en la definición desde los doce pasos y la película terminó en un catástrofe deportiva para Italia.
Pocos lo recuerdan, pero fue tan duro el golpe para toda Italia que el por entonces entrenador del seleccionado, Azeglio Vicini, no incluyó a ninguno de los dos futbolistas en lo que fue el partido por el tercer puesto que Italia superó 2-1 a Inglaterra en Bari para subirse al podio mundialista. Sólo un consuelo en el marco de una fiesta que no llegó a ser tal.
Más allá que el DT eligió no utilizar a Donadoni y Serena contra los ingleses, la leyenda dice que fue el director técnico el que eligió al número 20 de Italia para ejecutar el quinto y último penal de la serie porque nadie levantó la mano para hacerse cargo de la pena máxima. Ni siquiera el que puso en ventaja a su equipo contra Argentina y que acabó como goleador del torneo, Salvatore Schillaci, se sintió confiado para poner en su pie el sueño de millones de compatriotas.
Hoy hace 30 años, miles de almas italianas añoraban con ver a su selección de regreso en una final tras el título en España 82. En la tierra, el último encargado de ponerse cara a cara con Goycochea, vivió tal vez uno de los peores momentos de su gran carrera como goleador.
“Recuerdo que estaba sentado y cuando me paré, me di cuenta que nada funcionaba de forma normal: mis piernas se habían ido. Intenté hacer algunos ejercicios para controlar la sensación de pánico, pero no pasaba nada. Estaba luchando por sentir el suelo. Cuanto más tiempo pasaba, más difícil era. Cuando Roberto (Donadoni) erró, tuve problemas para pararme. No tenía control sobre mí. Estaba en estado de pánico”, recordó Serena sobre cómo padeció aquella designación en un fragmento del libro “El mundo en movimiento, la historia interna del Mundial 90, el torneo que cambió el fútbol”, escrito por Simon Hart.
“Cuando fue mi turno, ya no podía escuchar al estadio. Hice algunos ejercicios de respiración y me dije a mí mismo de patear la pelota a un lugar en particular, pero no podía sentir las piernas; no pude darle el ángulo correcto al tiro y el arquero la atajó. El mundo colapsó alrededor mío. Desde ese momento, no recuerdo ni una sola cosa de lo que hice esa noche”, agregó el ex atacante, que terminó como máximo goleador de la Serie A la temporada previa al Mundial.
Tan doloroso fue el impacto de errar aquel penal para Serena que, tras su mala ejecución, Vicini perdió toda la confianza en él y solo volvió a jugar 20 minutos con la camiseta de Italia hasta su retiro en 1993, a los 33 años. Fue en un encuentro por la clasificación a la Euro 92 contra la Unión Soviética en el Olímpico de Roma, justo el estadio que se llenó de italianos que tuvieron que alentar a Alemania porque se quedaron sin ver a su selección en la definición de la copa.
Más allá de lo que ocurrió con Serena, que tuvo la particularidad de jugar en los tres grandes equipos del Calcio -fue estrella del Inter de Trapattoni y también se calzó las camisetas del Milan y la Juventus-, el otro protagonista de aquella noche de verano del 3 de julio también vio cómo su futuro se marcó para siempre después de malograr el disparo que Goycochea atajó tirándose a su izquierda.
Donadoni siguió como parte esencial de la selección italiana. Es más, fue parte del plantel que viajó a Estados Unidos para el Mundial 94 y que acabó con otra dolorosa derrota para los italianos en la tanda de penales ante Brasil en la final de la Copa del Mundo. Al contrario de la suerte que lo persiguió con el conjunto nacional, para Roberto, su historia como jugador está repleta de consagraciones con uno de los equipos que marcaron una era en el fútbol de Europa desde finales de los 80.
Vestido con la camiseta roja y negra del AC Milán, el mediocampista obtuvo seis Scudettos y ganó en tres ocasiones la recordada Copa de Campeones para ser parte de una de las épocas doradas del club en el que celebró 18 títulos, entre locales e internacionales. Después de irse por una temporada a jugar al fútbol de los Estados Unidos y antes de retirarse en el Al-Ittihad, de Arabia Saudita, el oriundo de Bérgamo volvió a Il Rossiniere para jugar otros dos años en la institución que lo vio brillar.
Pero fue mucho antes de retirarse y de iniciar una carrera como entrenador que Donadoni estuvo a un paso de ni siquiera estar parado frente a Goyco en aquella histórico definición. El 11 de noviembre de 1988, el ex volante atravesó uno de los días más dramáticos de su vida. En Belgrado, por el partido de vuelta de una serie que enfrentó al Milan y al Estrella Roja de la desaparecida Yugoslavia, Roberto estuvo al borde de la muerte.
Corría el minuto 43 del segundo tiempo cuando el mediocampista italiano y el defensor rival Goran Vasilijevic saltaron en la búsqueda de la pelota. En el aire, sus cabezas chocaron. Ambos terminaron en el suelo. Mientras que el yugoslavo se levantó con cierta celeridad, Donadoni permaneció desplomado en el suelo, inconsciente. Rápidamente, jugadores de los dos equipos comenzaron a pedir auxilio para que los servicios médicos ingresaran a revisar al futbolista del Milan. En los siguientes minutos, la vida del joven volante italiano estuvo en peligro. El relato, en primera persona del médico del Estrella Roja, lo confirmó.
“Inmediatamente me dí cuenta de que no respiraba”, contó Branislav Nesovic, el encargado de salvar de la muerte a Donadoni. “Su lengua le impedía respirar y habría muerto en sólo un minuto. No tuve más remedio que romperle la mandíbula con mis manos para liberar su lengua”.
La historia, tan cruda como fue, terminó bien gracias a la excelente intervención del médico del Estrella Roja, que con sus propias manos tuvo que inducir una fractura para liberar la lengua de la garganta de Donadoni y evitar una asfixia que hubiese terminado con su vida. "Si una persona sufre un shock muy fuerte, la asfixia es, muy a menudo, un peligro inmediato. Intenté liberar su lengua, pero no pude hacerlo. Entonces cogí su mandíbula y la rompí, utilizando la fuerza bruta, y le saqué la lengua de su garganta".
Las crónicas de los diarios italianos de la época cuentan que Donadoni recuperó el conocimiento una vez que Nesovic realizó dicho procedimiento. También recuerdan que el cuerpo del mediocampista italiano se empezó a mover sin parar en el césped del estadio que por aquel entonces era conocido como el Marakana de Europa, en clara alusión a uno de los recintos más famosos del mundo del fútbol ubicado en la ciudad brasileña de Río de Janeiro.
“Traumatismo craneal y fractura de maxilar”, fue lo que estableció el reporte médico del futbolista del conjunto italiano, que fue trasladado a un centro médico de Belgrado donde recibió las atenciones necesarias del caso. Roberto se recuperó, pero aquella noche marcó su vida y su imagen para siempre.
A diferencia de lo sucedido con Serena, que se transformó en un reconocido comentarista de las transmisiones del fútbol en Italia, cuando Donadoni se retiró a los 37 años eligió seguir ligado al mundo del fútbol desde adentro. Al poco tiempo de colgar sus botines inició su carrera como entrenador que lo catapultó, sin ningún éxito deportivo, a convertirse en DT de la Italia que venía de consagrarse campeona del mundo en Alemania 2006 tras vencer a Francia en una definición por penales. Reemplazó a Marcello Lippi, que renunció tras levantar la copa.
Por entonces con 43 años, Donadoni tenía la esperanza de tener su revancha en la Azzura, esta vez en una posición diferente. Pero el destino volvió a interponerse en su búsqueda de lograr un éxito con la selección. Y los penales, una vez más, fueron la causa de una nueva frustración: en la Euro 2008, Italia fue eliminada por España, los futuros campeones, por esa vía. Otra vez el karma de los doce pasos. Ante la derrota deportiva, la federación italiana eligió no renovar el contrato de dos años y Donadoni le dijo adiós a su puesto como entrenador.
Para uno, haber convertido ese tiro que le atajó Goycochea hubiera sido una revancha por lo que le sucedió dos años antes y que casi termina en tragedia. Para el otro, haber podido vencer al Vasco le habría significado, tal vez, terminar su carrera en la selección italiana de otra manera. Donadoni y Serena no pudieron con el héroe de Argentina en el Mundial 90 en los penales que marcaron el destino de sus vidas.
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