En sus siete décadas la Fórmula 1 tuvo muchas historias. Dentro y fuera de la pista. Personajes únicos. Uno de ellos fue François Cevert que mezcló lo deportivo, el particular glamour de la Máxima en los años setenta y lo sobrenatural. Apenas tardó cuatro temporadas para debutar en el automovilismo y llegar a la categoría más importante. El francés reunió un carisma especial y transmitió muy buena energía en quienes lo rodearon. Aunque hubo otros que no lo conocieron de forma personal, pero supieron mucho de él, como aquella vidente que filtró los momentos claves en su vida, incluso su fallecimiento.
El peligro y adrenalina se transmitieron en su sangre. Su padre, Charles Goldenberg, fue un emigrante ruso que se escapó de la persecución de los judíos. En París se puso una joyería y en la Segunda Guerra Mundial se unió a la resistencia en la ocupación nazi. Para resguardar a sus hijos les puso el apellido de su mujer, Huguette Cevert. El 25 de febrero de 1944 vino al mundo François que se crió en un entorno acomodado en lo económico y estudió piano por doce años. Sin embargo su futuro estuvo en otro lugar y no tecleó a la hora de decidirse.
Un día Charles echó de su casa a François, cansado de verlo llegar sucio luego de sus carreras en motos en las que arrancó a sus 16 años y corría con una Vespa de su madre. Su padre tal vez vio en su yerno un camino que quiso evitar para su hijo mayor. Jacqueline Cevert fue la esposa del recordado Jean-Pierre Beltoise, quien ya era un conocido piloto y en poco tiempo también accedió a la F-1. Su cuñado lo influyó y fue determinante para que ambos fuesen colegas.
Pero antes de debutar en el automovilismo, François conoció a otra persona importante en su vida, Anne Van Malderen, conocida como Nanou. Era una chica parisina rubia, atractiva y con mucho sentido del humor. Cinco años antes ella tuvo un aviso sobre su relación con el piloto galo, cuya biografía contó en el libro “Contrato con la muerte”, escrito por Jean Claude Halle y publicado en 1974.
Hacia 1959, Nanou estaba casada. Un día acompañó a su madre a ver a una vidente que le recomendaron. La mujer no utilizó cartas u otros elementos para poder ver el futuro. Su particular técnica era la de mirar a la persona o una foto de otra por varios minutos. Se concentró en silencio y dio sus respuestas. “No creía en esas cosas hasta que la señora me miró a los ojos y me dijo ‘necesito hablar con vos’. Asustada la seguí a otra habitación”, contó. Y le reveló su visión: “Tu matrimonio no durará. Encontrarás a un joven que dejará profundas huellas en tu vida. Estarás profundamente feliz... Puedo ver sus ojos azules, puedo ver el mar, se conocerán cerca del mar”.
La vidente acertó y Nanou conoció a Cevert en 1964, en Saint Tropez, cuando él tenía 20 años y ella 25. La joven se rindió ante su “sonrisa devastadora” (como la definió la hermana de François) y sus ojos azules. Comenzaron una apasionante relación que creció tan rápido como un auto de F-1. Él se dio cuenta que encontró a su alma gemela y que estaba cerca de plasmar su profesión. Era la plena felicidad. Fue así que aceptó la propuesta de Beltoise de participar en 1966 en la Beca Shell, una promoción de pilotos cuyo ganador obtuvo el presupuesto para correr en la Fórmula 3 francesa.
Muy enamorada y queriendo saber cómo podía seguir su relación, Nanou volvió a ver a la vidente y recordó esa nueva visita: “Cuando llegué, le di una foto suya (de Cevert) y permaneció en silencio durante casi una hora. Y no dijo nada”.
La vidente la reconoció: “Viniste antes acá ¡Ya lo encontraste! Qué extraño, su imagen está toda mezclada en una extraña máquina, tiene ruedas, pero no un cuerpo, ¿qué podría ser?”
N: “Es un auto de carreras. Quiere ser piloto”.
V: “Hará una especie de prueba, y ganará fácilmente. Veo una carrera brillante por delante”.
Luego de una pausa, la señora la miró y le afirmó: “Serás muy feliz, pero no podrás abrazarlo, porque su éxito se entromete entre ustedes dos”. Después de otro silencio, más largo, sentenció: “Tengo que decirte una última cosa: este joven no vivirá para celebrar su cumpleaños número 30”.
Ello fue impactante para Nanou que nunca olvidó la fecha de ese encuentro: el 29 de junio de 1966. Pocos días más tarde, parte de ese encuentro, se lo confesó a François:
N: “Fui a una vidente. Ella dijo que vas a ganar la Beca Shell. También dijo que tu carrera sería brillante, pero que eventualmente nos separará”.
F: “¿Separarnos? Esa vidente está loca. En cualquier caso, ese tipo de cosas no es más que una pequeña charla. Apuesto a que verás un futuro completamente diferente para nosotros”.
Ella no le dijo nada de su muerte. Pero dos meses más tarde François fue a visitar a la vidente, quien le dijo que no iba a llegar a los 30 años. Esto promovió una breve discusión en la pareja que terminó con un consuelo de él:
F: “¿Qué es lo que ella predijo para mí con exactitud, lo que me dijiste?”.
N: “No significa nada, ella es probable que te reconoció. Le mostré una foto tuya”.
F: “¿Ella también te dijo que no tendría 30 años?”.
N: “¡François, esto es una tontería! Estas ancianas hablan por los codos, ¿cómo puede alguien predecir el futuro?”.
F: “¿Qué importa? Para entonces, habré sido campeón mundial ¡Qué muerte tan gloriosa!” .
Nanou indicó que luego de ese intercambio François la abrazó y la besó. A esa altura comenzó su promisoria campaña como piloto luego de vencer en la Beca Shell a otro joven con mucho futuro como Patrick Depailler. Compitió en la F-3 local con el equipo Alpine-Renault. En 1968 fue campeón con un Tecno-Ford y superó a Jean-Pierre Jabouille (en 1979 le dio el primer triunfo a Renault y a un motor turbo en la F-1).
En 1969 pasó a la Fórmula 2 Europea. Allí fue reclutado por el equipo de Ken Tyrrell (conocido como el Tío o el Leñador, porque era maderero) y terminó tercero en el campeonato que ganó su compatriota, Johnny Servoz-Gavin. Su llegada a la F-1 era inminente.
“Disfruto con todos los momentos de mi vida, es casi increíble. Hay muy pocas cosas de las que debo hacer que no me gusten. De momento, soy el hombre más feliz del mundo”, aseguró Cevert por esos días.
Su talento fue observado por el ambiente de la Máxima. Uno de los que le echó el ojo fue Sir Jackie Stewart, quien a bordo de un Matra del equipo del Tío Ken, ganó el primero de sus tres títulos. El escocés, que ya había corrido con él en la Fórmula 2 (N. de la R: en esa época muchos pilotos de F-1 corrieron en la categoría menor), vio en el francés a un fuerte competidor que no mostró prejuicios a la hora de medirse de igual a igual con el que sea. En lugar de enfrentarlo como un fuerte adversario, analizó que era mejor tenerlo de su lado. Tras el retiro a mitad de temporada de su compañero, el mismo Servoz-Gavin, el gran circo recibió a François.
Ya en 1971 e inserto de forma permanente en la F-1, Cevert fue invitado al Salón del Automóvil de Carrera de París. Ahí conoció a Brigitte Bardot, con quien tuvo un corto romance que puso fin a su relación con Nanou, como anticipó la vidente… La actriz ya había hecho lo suyo en el mundo de la Máxima donde en Mónaco en 1957, se le acercó a Juan Manuel Fangio con el fin de venderle un falso romance a la prensa. El Chueco –muy astuto- la vio venir y declinó de esa chance. Más tarde otro argentino no la dejó pasar y prefirió estar con ella a tener que asistir a unas pruebas con Maserati. Fue Carlos Menditeguy, quien aseguró que “no era una oportunidad para desperdiciar”. Por su ausencia el equipo italiano le hizo la cruz a Charly.
Superados aquellos episodios del ámbito personal, Cevert se focalizó en su rol deportivo y en la última fecha de la temporada logró su primera y única victoria. Fue en los Estados Unidos, en el Autódromo de Watkins Glen donde triunfó por 40 segundos sobre el suizo Jo Siffert (BRM). Fue el segundo francés en ganar en la F-1 detrás de Maurice Trintignant, quien venció en Mónaco en 1955 y 1958.
Por entonces la dupla Stewart-Cevert era una de las más fuertes. El británico fue uno de los mejores de todos los tiempos. Resultó el maestro ideal para el francés que lo tuvo como guía. Y se forjó una gran amistad entre ambos.
“Conducía como si estuviese en el infierno y no pensaba lo suficiente. Jackie me enseñó cómo se debe analizar un auto, cómo se debe pensar cuando se maneja, la visión que se debe tener. Él hizo toda mi educación. Jackie sigue siendo mi maestro”, declaró Cevert luego de aquella victoria en Norteamérica.
“Alguna gente lo consideraba un ‘playboy’, le gustaba vestir con estilo, y una vez llegó a mostrar una presencia espectacular cuando se presentó con un abrigo de piel hasta las rodillas y un collar de peces”, contó Stewart de Cevert en su autobiografía “Ganar no es suficiente”.
“Le expliqué todo lo que sabía. La relación funcionó porque él tenía poca experiencia y muchas ganas. Muchos pilotos se contentan con servirse del talento natural que Dios les dio; pocas veces tienen que esforzarse más allá de lo que les han dado. Pero, para los realmente buenos, eso es solo una base”, agregó el escocés.
“Existen personas excepcionales que lo tienen todo y que desprenden un magnetismo excepcional. Son personas que conquistan enseguida a todos los que le están a su alrededor y que rellenan el espacio en el cual están. François era uno de ellos”, lo definió Helen, la mujer de Stewart.
Tras un magro 1972 para Cevert y en el que Stewart perdió la corona a manos del brasileño Emerson Fittipaldi (Lotus), en 1973 el francés fue por todo. Arrancó siendo segundo en el Autódromo de Buenos Aires Oscar y Juan Gálvez (N. de la R: corrió dos veces en la Argentina y abandonó en 1972). Pero a lo largo de la temporada otra vez se vio superado por su compañero de equipo que mostró su más alto nivel en la combinación de su capacidad conductiva y experiencia. Antes de terminar el campeonato –otra vez en Watkins Glen-, Jackie se aseguró de forma matemática su tercer y último cetro. Para distenderse previo al cierre del año los Stewart y François se tomaron unas vacaciones en Bermudas.
Allí Stewart decidió su retiro, pero no se lo dijo a nadie. Aunque entre líneas se lo comunicó a Cevert en el hotel. Fue un diálogo con confesiones:
C: “Jackie, Ferrari me hizo una oferta. Algún día tengo que seguir mi camino, y tu relación con Ken es tan buena que quizás nunca pueda ganarte. Tengo que buscar otro equipo”.
S: “Esperá al final de la temporada, François, no seas impaciente. Sos demasiado bueno para que Ferrari no espere otros diez días”.
Llegó la carrera de la Costa Este de los Estados Unidos. Era la centésima de Stewart quien se quiso retirar con todos los honores. El 6 de octubre de 1973, Cevert fue por lo suyo y previo a salir a clasificar tuvo su última charla con Jackie:
S: “Si llegás a la primera curva en quinta, el coche es más fácil de controlar en caso de que tuvieras problemas”.
C: “Sí, tenés razón. Pero si entro en cuarta el coche será más reactivo y tendré el motor a tope para poder meterme en la recta a más velocidad”.
S: “Como quieras, François, pero tené cuidado”.
C: “No te preocupes, antes de empezar a avanzar o hacer un sobrepaso siempre pienso que si estoy muerto nunca podré ser un héroe…”
François chocó contra los guardarraíls y perdió la vida. Su fatal accidente fue recordado en la película Rush, esa que cuenta la rivalidad entre el austríaco Niki Lauda y el inglés James Hunt. El dolor en el ambiente fue tremendo y esto precipitó la decisión de Jackie quien no corrió y quedó con 99 Grandes Premios corridos. Perdió a su amigo y pupilo. Tyrrell, por la insistencia de Helen Stewart, retiró su equipo para la carrera. En ese evento hubo un tercer monoplaza que manejó el neozelandés Chris Amon.
En 2012, su hermana Jacqueline, se lamentó por no acompañarlo ese fin de semana. Estaba embarazada y le recomendaron no ir. “Si hubiera estado en Watkins Glen, lo habría cuidado durante la actividad. Siempre estuve con mi hermano, para tomar un trago o hablar con él. Lo habría hecho perder tiempo y esto no hubiera sucedido, estoy casi segura. Cuando un piloto está solo en un circuito, no quiere perder su tiempo”, declaró a The Sun.
Casualidades, circunstancias excepcionales, el destino o como quiera llamarse, los números no estuvieron de su lado ese sábado y luego marcaron otros datos increíbles: fue el día 6, el modelo del chasis era el 006, el motor el 006 y su auto también llevó el número 6. Podría haber sido el primer francés campeón de F-1. Su legado lo tomó Alain Prost, en 1985. Seis años antes, El Profesor se coronó en la F-3 europea y francesa. Fue en 1979, seis años después de la muerte de François, y en la misma temporada en la que Ferrari, el equipo que quiso contratarlo, logró los títulos de Pilotos y Constructores con el sudafricano Jody Scheckter, quien en 1974 lo reemplazó en Tyrrell…
Pero hay más: luego de su fallecimiento, Huguette Cevert, la madre de François, fue a visitar a la vidente que ya era una mujer mayor. Le dio una foto de su hijo cuando era niño. La señora la observó, cerró los ojos y quedó en silencio. Cuando abrió los ojos, miró a Huguette y sentenció: “Ya no está aquí con nosotros ¡Él está muerto!”.
François Cevert se mató a los 29 años. Otro acierto de la vidente. Creer o reventar.
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