Fueron las últimas burbujitas del espumante que le sirvió Jorge Burruchaga las que lo convencieron en medio de la reunión familiar. Las que destrabaron su cabeza. Dani había pasado su retiro del fútbol hasta ese momento en la “nada”. Simplemente empujado por el hastío y sus amigos a hacer el curso de DT. Como un modo de dispersión. “Te soy sincero, veo. Si no me gusta, a los dos meses me voy...”, le advirtió antes de tomar el mando de la reserva de Arsenal. 17 años después de aquella noche, Garnero es uno de los pocos entrenadores que logró la longevidad del triunfo en el continente compartiendo ese terreno con apellidos monstruosos como el del imbatible Marcelo Gallardo o con efectos más contundentes como el de Jorge Jesús en su reciente temporada al mando del Flamengo. Sin los glamorosos reflectores del bombardeo mediático que pesan sobre la cabeza de otros DT, el ex 10 de Independiente es amo y señor en Paraguay: cosechó un tetracampeonato con Olimpia y la pandemia lo detuvo peleando otra vez el certamen local y la fase de grupos de la Libertadores.
— ¿Desde qué lado lideras? ¿Desde la seducción, la motivación, la imposición?
— Primero busco ser claro y sencillo... Obviamente que esto no deja de ser un juego, siempre digo lo mismo: esto es un juego y cada uno lo juega como cree. El objetivo es el resultado, sin dudas. ¿Hay maneras? ¡Hay mil maneras! Quiero que el futbolista entienda que para lograr un resultado, hay que buscar una manera. Yo voy por acá, los invito a todos, vengan, subánse al tren. Al que se pone en el medio de la vía lo paso por arriba, ja. Sin dudas que es así, lamentablemente es así. No me tocó mucho que no estén de acuerdo. Nosotros intentamos jugar, que el equipo sea agresivo, veloz, que sea dinámico, que cada individualidad ponga al servicio del equipo lo suyo, pero en un contexto, en una idea clara. Todos lo van entendiendo. El más desequilibrante lo entiende, el goleador sabe que se la vamos a tirar todas para que haga el gol él, el que asiste sabe que el goleador va a estar...
— ¿Y el marcado central? Porque ahí vas a tener problemas con esa idea...
— Nosotros tenemos una manera que exigimos mucho a los centrales y tienen que ser muy técnicos. Y eso nos costó en todos lados donde fuimos. Hoy en Olimpia encontrás otra calidad de futbolistas y otras jerarquías individuales, que por ahí no lo han hecho mucho en su carrera, pero vos les explicás y encima les gusta... ¡Porque al jugador le gusta jugar, eh! Es mentira que el central le pega para arriba. Sí, si todos los días le decís que le pegue para arriba y le pagás el premio, te la va a patear para arriba. Pero si vos le decís: "Mirá, si vos hacés esto...', les gusta. Nosotros tenemos la suerte de tener en el plantel grandes futbolistas, a los que le es muy natural lo que proponemos. Cuando vamos a buscar futbolistas, ya vamos a buscar algo muy puntual. Sabiendo que tenemos un plantel muy bueno y que debemos generar esa competencia sana entre ellos, que el que mejor esté va a jugar. No tengo nada a favor ni en contra de nadie, quiero llevarme bien con todos, tener una buena relación pero va a jugar el que creo que está mejor. Nada más ni nada menos que así.
Daniel habla desde una Asunción que golpea con su calor a toda hora. Del otro lado del zoom, saca un mate y lamenta haberse olvidado el tereré porque las temperaturas sacuden el ambiente aunque ya sean más de las seis de la tarde. El hombre que incluso sonó para tomar las riendas de la selección paraguaya en 2019 habla con naturalidad, con cercanía. No abusa de palabras complejas ni fuerza una postura porque está en racha ganadora. Hace chistes y es sincero para revivir los dos momentos en los que su cabeza se “trabó”.
— Entre que te retirás y comenzás tu trabajo como DT de la reserva de Arsenal hay un espacio vacío, ¿cómo fue tu vida ahí?
— ¡No hubo nada ahí! Pero nada de nada. Pasaron dos años y yo no tenía ninguna intención de meterme en el fútbol. Hice el curso porque un amigo del barrio me dijo ‘dale, te acompaño’, e iba para salir un poco de mi casa. Me tocó un grupo de muchachos muy divertido, fue época del Mundial 2002, nos pasábamos hablando de fútbol. Me entretuvo y lo hice por eso. Después lo terminé usando...
— Hay un factor común entre los futbolistas después del retiro, que no importa si fueron más o menos exitosos en su carrera, pero parecería que el ambiente no los prepara...
— No, el fútbol no te prepara. Las etapas formativas del fútbol tendrían que ser prepararte para lo que te puede llegar a venir: jugar en primera, hacer un gol en un partido importante, la parte económica. Se los cuestiona a los chicos que vienen colgados del tren, juegan cinco partidos en primera y aparecen en un auto 0KM importado. Pero, ¿se los prepara para eso? El fútbol no te prepara. Como la vida misma vas creciendo a los tumbos. El post fútbol, si tuviste la posibilidad de haber ahorrado unos mangos, quizás podes invertir o elegir qué hacer, pero sino es a rebuscártela como fue al principio.
— Mencionás eso de que pasás de viajar en un tren colgado a manejar un 0KM importado, ¿qué le decís a un pibe que llega a tus manos sobre estos temas?
— Hoy tenemos una camada de futbolistas con experiencia en Olimpia y trato que se apoyen con sus compañeros. Es una garantía de que van a estar bien asesorados. Puntualmente Roque (Santa Cruz) o Julio César (Cáceres), gente que tiene un recorrido y son excelentes personas. Van a querer asesorarlos bien, no sólo en lo económico: en su vida deportiva, en sus cuidados... Como en todos lados, acá en Paraguay los chicos surgen y les aparecen grandes posibilidades. Unos manguitos en el bolsillo ya te dan acceso a cosas que antes no tenías. Entonces puede haber confusiones. Por eso creo que en las etapas formativas hay que hacer mucho más hincapié y tiene que haber alguien que les hable y les cuente que les puede pasar eso. ¡Te puede pasar que de un día para el otro te cambie la vida! Bueno, tenés que estar preparado para eso.
—¿Qué crítica le harías al ambiente del fútbol en la actualidad? Está una clásica que es que los jugadores están todo el día con la tecnología y no miran fútbol...
— Yo creo que al que le interesa realmente mira fútbol. No se la pasa mirando, pero muchos que ves así en el celular están mirando cosas de fútbol, eh. No todos obviamente, hay muchos que están boludeando. A mí sí lo que me choca es entrar al vestuario y que estén todos con el celular. Es algo que pasa el tiempo y no me acostumbro. No lo puedo creer. Termina el partido, ¡hablá con tu compañero! Encima ganaste, hiciste un gol y ¿estás queriendo mandar mensajes? Hablá con el que está al lado, que el que te dio la pelota fue el que está al lado. Después vas a festejar con amigos, familia, esposa, hijos, con todos. Les hago chistes todo el tiempo: ¡Me encanta cómo están hablando! Y están todos así (agacha la cabeza como usando el celular). Me gusta esto que hablen entre todos... Están todos, cada uno con su celular. Pero contra eso no podés ir, es la realidad. Pero es el día de hoy que no lo puedo creer. Estás con el de al lado y no le hablás, te estás mensajeando con uno que está a 15 mil kilómetros. La tecnología dicen que es eso, ¿no? Acerca al que está lejos y aleja al que está cerca.
El Dani fue compañero de Bochini en su epílogo, el heredero de la pesada 10 de Independiente y algunos hasta se animan a elogiarlo como el que mejor cargó con ese peso. Ganador de cuatro títulos, vivió casi toda su vida vestido de rojo salvo por dos breves partidas a Universidad Católica de Chile un año y al Toros Neza de México unos meses. Elige al Rolfi Montenegro y Pocho Insúa como los que mejor siguieron aquel legado de la emblemática diez y se confiesa sobre el crudo dolor que sintió cuando duró apenas ocho partidos en el banco de Independiente en el 2010, con apenas una victoria en la Copa Sudamericana que luego el equipo alzaría bajo el mando del Turco Mohamed.
— En su momento dijiste que cuando te fuiste de Independiente no querías dirigir más, ¿tan así fue?
— Sí, eso fue muy así. Lamentablemente... Lo que pasa es que el fútbol argentino es carnívoro sinceramente. Para hablar estupideces hay mucha gente a la que le sale muy bien. Escuché tantas cosas, que me indignaba de las pavadas que escuchaba. Entiendo que los resultados no fueron buenos, nadie puede decir nada de eso. Pero escuché tantas estupideces que yo dije ‘acá no me meto ni loco’. Después pasó el tiempo, me junté con mi cuerpo técnico y surgió la posibilidad de San Martín de San Juan. No había estado nunca en el Nacional B como jugador ni como entrenador, iba a un lugar donde no conocía mucho. Pero preferí eso porque, ¿qué me iba a surgir? En primera me podía llegar a tocar un equipo que peleara el descenso. Tampoco era algo que había pasado nunca en mi carrera. Hay entrenadores que hasta se especializan en pelear el descenso. Entonces ahí decidí: prefiero ir a pelear por un campeonato. Es una categoría menor, pero a mí desde chico, en toda mi vida, lo único que hice fue jugar para ganar y salir campeón. Jugar y no ganar nada, prefiero salir campeón. Y bueno, siempre digo salir campeón porque lo de San Martín de San Juan fue un campeonato, aunque ganamos por promoción (2011 ante Gimnasia de La Plata). Haber logrado eso fue una caricia después de tantos palos. Ahí me estabilicé y dije “voy a ser entrenador”.
— Repetiste varias veces el tema de las cosas que se dijeron, ¿qué fue lo que más te dolió de ese momento?
— Ni recuerdo, pero me acuerdo que decían cosas que... Inventaban, eso es lo que te molesta. Entiendo a los periodistas, cada vez hay más noticieros, medios, tienen que decir algo y entonces inventan. No me acuerdo puntualmente qué era, pero sí me acuerdo que me había afectado mucho y no tenía muchas ganas de volver. A mí esto de Independiente me hizo más duro, en mi carácter, en mi corteza. Ya me tomo las cosas de otra manera. Me equivoqué ahí porque no tomé decisiones que debía haber tomado. Todos esos análisis internos que hago me hacen crecer y estar mucho más seguro para tomar una decisión ahora.
— ¿Cuál es tu mirada del proceso futbolístico global de Independiente desde la vuelta a primera hasta el presente?
— Vos en esta profesión tenés mucho tiempo o no tenés tiempo. Una vez que estoy compitiendo, el tiempo se lo dedico a mi trabajo. Muchas veces coinciden los horarios de los partidos. O viajamos y no veo. No es que sigo puntualmente a Independiente. Sí tengo un pantallazo del fútbol argentino, pero tampoco estoy muy encima porque el tiempo se lo dedico a quien debo dedicárselo que es a Olimpia. Sería muy injusto hacer un análisis sin haber visto mucho. Sí vi que en el período de Holan la gente estaba contenta, eufórica, se veía a un equipo que jugaba muy bien. Después lamentablemente hubo entrenadores que los pocos partidos que pude ver de Independiente los veía jugar bien, generar mucho y tener poca concreción. De un tiempo a esta parte Independiente tuvo eso: procesos de entrenadores que fueron creciendo desde lo deportivo sin poder logar un objetivo importante como un campeonato o la Sudamericana como Holan, que les dé una tranquilidad, una seguridad para lo que viene. Independiente es un club muy exigente. No lográs el campeonato, salís segundo y te quieren matar. Después pasan dos campeonatos, estás abajo de mitad de tabla y decís che, estaba bien cuando estaba segundo. Eso no solo le pasa a Independiente, le pasa a todo el mundo. El segundo parece que es un desastre, sos un boludo. Si salís segundo sos un boludo, si saliste campeón sos un fenómeno, el más lindo. Y no es ninguna de las dos cosas.
— Fuiste compañero de Cambiasso, Forlán y Milito cuando recién empezaban, ¿por qué terminaron siendo de categoría mundial?
— El otro día miraba una foto que debe haber sido uno de los últimos equipos que formé yo. Fijate cómo son los momentos: ese Independiente tenía muchos pibes y era cuestionado. ¡Hubo cinco mundialistas! Tanito Pernía, Gaby Milito, Esteban Cambiasso, Diego Forlán y Matías Vuoso. ¿Tan mal equipo era? ¿No había que tener un poquito más de paciencia? No es que en vez de gritar boludeces hay que decir “pará, tranquilo que este año no, pero esperemos al que viene". No se puede, si no es ahora no sirve. Lamentablemente por pensar de esa manera después tenés complicaciones grandes. El año que viene traés, invertís y si no va bien te endeudás. Quedate con los pibitos. Si no tenés pibes que juegan bien, es una cosa. Pero estos demostraron que jugaban bien. No terminábamos siendo un gran equipo, no. Pero eran grandes jugadores, tené un poquito más de paciencia. Forlán me sorprendió desde el primer día, un día viene a entrenar con nosotros y una de las primeras pelotas que le doy, se da vuelta cerca de la mitad de la cancha y le pega de derecha al arco. Pasan dos jugadas más, lo mismo de zurda, ¡pero pateó desde 50 metros! Le digo: ‘¿Vos todos los tiros vas a patear al arco desde acá?’. ‘No, no...’, me dijo medio asustado. Pero vos te dabas cuenta que tenía una potencia y una pegada con las dos piernas que era sabido que iba a ser de nivel mundial. Y de Esteban y Gaby, lo mismo. Se les notaba.
— Hablame del liderazgo de Milito, ¿ya desde chico se le veía?
— Sin dudas que es así. A mí me tocó el inicio de Independiente cuando el Pato (Pastoriza), toda esta gente decía que era una familia Independiente. Y te digo la verdad: era transmisión. Eran muchachos del club que te transmitían todo lo que era el club. Luli Ríos, Moncho Monzón, Gringo Giusti que no era del club pero estuvo tanto tiempo. Eso me pasó a mí y después se lo transferimos a Gaby. Y así fue pasando siempre de generación en generación. A Gaby a los 18 años se lo notaba que tenía una personalidad muy fuerte, ante todo un excelente futbolista. Y era sabido que Gaby iba a ser capitán.
— ¿Llegaste a compartir vestuario con Bochini en tus comienzos?
— ¡Sí, jugamos un par de partidos! Le dejé la 10 y yo usé la 9, jaja. Agarré el último tramo de su carrera. Yo por características buscaba más que me muestren y yo darla; y el Bocha lo mismo. Entonces, me buscaba y yo me tiraba atrás como para jugar y me decía “andá”. Yo jugaba con la 9, parecía que iba a hacer goles. Jugar en ese momento con un tipo tan importante dentro del club te incomodaba, es muy avasallante, te incomodaba en el sentido de que querés dársela bien. Si no se la daba bien a otro no me importaba, pero al Bocha se la tenía que dar perfecta. Encima te las pedía: ‘¡Fuerte, fuerte!’. Para darle la posibilidad de jugar a un toque. Esa característica de que agarraba la pelota y buscaba, necesitaba de gente que muestre, más que gente que salga a jugar. Y yo salía a jugar. No, andá para adelante, me decía. No fueron muchos partidos.
Es un caso paradigmático el de Garnero. Un hombre que dos veces peleó contra el propio destino, se negó a leer la historia escrita y finalmente cedió ante esa fuerza omnipresente que lo empujó hasta un lugar de inesperado y consistente éxito deportivo en Paraguay, donde también fue campeón con Guaraní en 2016 antes de ser elegido para revivir a un Olimpia que andaba de desencuentro en desencuentro.
— Estás pasando una etapa de éxito deportivo constante, ¿qué es lo mejor y qué es lo peor de eso?
— La verdad que no lo analizo mucho el éxito. Uno como protagonista está siempre atrás de los logros. No sé si la palabra éxito... Me gusta proponerme algo y lograrlo. En cuestiones diarias, no solo en lo laboral. A mí lograr cosas que me propongo es algo que me da una satisfacción enorme y disfruto mucho internamente lograr esas cosas. Pero no lo analizo el éxito. Me gusta ir atrás de los objetivos. Hago lo que tenga que hacer dentro de las cuestiones legales y normales para lograrlo. Me da placer lograrlo, me reactiva a seguir haciéndolo. No me puedo relajar. No puedo entender que después de un logro haya un relajamiento, no lo puedo entender. Vamos por más. Y la verdad que eso lo podemos proponer –lo tengo en la cabeza y sin dudas que lo trato de transmitir–, pero la recepción del plantel es fundamental. Cuento con grandes jugadores, de mucha jerarquía, de trayectoria, que estamos alineados. No es que propongo esto y ellos estaban yendo para otro lado. No, estamos todos en la misma, todos pensamos lo mismo y lo único que nos realimenta es volver a intentar ganar.
— ¿De la experiencia con Adebayor qué me podés decir?
—Ema, viste como es, le costó. Un pibe genial, un chico muy abierto. Con las dificultades del idioma y todo, se hace querer muy rápido. Una excelente persona. Estaba empezando en el momento de este gran parate a incorporarse realmente al grupo, al equipo, entonces una lástima que haya habido este receso porque estábamos en pleno proceso de incorporación. Por más que sea un jugador de una trayectoria bárbara, de una experiencia increíble, venía a un fútbol desconocido para él. Costumbres e idioma distinto. Era sabido que le iba a llevar un tiempo. Cuando le estábamos agarrando el ritmito a eso se paró. Está con muchas ganas de venir, pero está la complicación del traslado que va a ser un lío bárbaro. Esperemos que pueda venir. La verdad que la experiencia vivida con Emmanuel es excelente, es un gran muchacho, ojalá que pueda venir a hacer lo que más le gusta y le pueda dar a Olimpia la jerarquía que tiene.
— ¿Qué le dirías hoy al Garnero que se fue de Independiente y dijo “no dirijo más”?
— Que hay que darse una segunda oportunidad, no hay que ser tan estricto. No sé esconder sentimientos: en ese momento estaba mal y no quería. El trampolín fue San Martín de San Juan. Me reinsertó y me dio ganas, me motivó. Me dijo que están las malas y las otras. Vamos a dejar de lado las malas y vamos por la vereda de las buenas.
— Cuándo decís que estabas mal, ¿a qué te referís?
— Estaba mal emocionalmente con respecto a mi profesión. Tuve la suerte siempre de tener una contención familiar espectacular. En mi casa estaba impecable, pero se me trabó la cabeza en un momento. Cuando dejé el fútbol también. El fútbol me satura por momentos. Por eso soy muy cauteloso en todo. En los festejos, soy efusivo en mi casa. Quiero tener distancia con ese tipo de cosas, que no me hagan mal. Nada de lo que venga de afuera me haga mal. Porque cuando las cosas van bien, van bien hasta ahí. Tampoco me creo nada. Cuando no me va bien, hasta ahí. Nada más que eso.
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