Si bien las mudanzas de clubes en el fútbol mexicano son algo que se ha “normalizado” con el paso de los años, especialmente en la última década, son una práctica que inició desde los años cincuenta, cuando el Club Deportivo Marte dejó la Ciudad de México para irse a jugar unos kilómetros al sur en la ciudad de Cuernavaca, Morelos.
Los antecedentes indican que los equipos eligen nuevas plazas con mayor potencial de desarrollo económico, anteponiendo así su historia e identidad, con el objetivo de hacer más rentable la empresa deportiva (club).
Tal es el caso de Monarcas Morelia y su llegada a Mazatlán, Sinaloa; un estado con un PIB per cápita de 150,760 pesos, mientras que el de Michoacán es de 113,115, de acuerdo con datos recabados por el portal mexicocomovamos.mx.
Sin embargo, los cambios no siempre han resultado exitosos, incluso llevando al fracaso económico y deportivo de los equipos. Hacemos un repaso por los casos emblemáticos de los últimos años.
De Lobos a Bravos
El caso más reciente se dio para el torneo Apertura 2019. El equipo universitario de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) hizo sus maletas para llegar a Ciudad Juárez, Chihuahua.
Los Lobos estuvieron solamente un año en el máximo circuito, pero en esos meses no pudieron competirle a la Franja del Puebla y su inmueble fue el que menos asistencia tuvo a lo largo de los dos torneos.
Aunado a ello, la directiva de FC Juárez argumentó que era la única urbe de las cinco más pobladas del país que no tenía un club; así se convirtieron en el FC Juárez Bravos.
2013, una “carambola” de franquicias
Ese año se realizaron una serie de movimientos en la Liga MX entre Jaguares de Chiapas, Gallos de Querétaro y los Tuneros de San Luis. En estos cambios la afición más perjudicada fue la potosina, pues acaban de lograr el ascenso.
La directiva de Gallos adquirió a Chiapas y el equipo de San Luis se mudó a Tuxtla Gutiérrez para darle vida al equipo chiapaneco. Ante esto, los potosinos vieron cómo su club dejó el estadio Alfonso Lastras y un vacío en su afición.
Por otra parte, los Reboceros de La Piedad lograron el ascenso por la vía deportiva, pero el pequeño municipio de Michoacán no contaba con todos los requerimientos solicitados para jugar en la Primera División. Esto lo aprovechó el político y empresario Fidel Kuri, comprando la franquicia para regresar a los Tiburones Rojos de Veracruz; mismo equipo que seis años después fue desafiliado por la Liga MX ante la falta de pagos.
Adiós a dos históricos de la capital
En 2003, los Rayos de Necaxa dejaron el estadio Azteca para irse a Aguascalientes y convertirse en los “Hidrorayos”, donde ya llevan 17 años pero con uno de los promedios de asistencia más bajos de la Liga MX.
En 2007, Atlante hizo lo propio para irse a la paradisíaca ciudad de Cancún, Quintana Roo, donde en su torneo debut fue campeón aunque luego sufrió también con asistencias muy bajas, malos resultados que provocaron su inminente descenso en 2014.
El fin de Toros Neza
El equipo de Neza fue uno de los equipos que más cautivó a los aficionados a finales de los noventa, pues su colorido fuera de la tribuna y estilo de juego dentro de la cancha los convirtió en un equipo protagonista.
En 2002 el club descendió y el club de Nezahualcóyotl, Estado de México, desapareció, pues la franquicia fue vendida a un empresario de Nuevo León, quien buscó establecerlos en el municipio de Guadalupe, pero no obtuvo el permiso de Monterrey y Tigres.
Un año después la franquicia llamada Gavilanes de Nuevo Laredo bajaron a la Segunda División (tercera categoría) y también desaparecieron.
Tras 18 años, los Toros están de regreso ahora como Neza FC, quienes competirán para el primer torneo de la Liga de Balompié Mexicano (LBM) y con la promesa de “quedarse para siempre”.
Cabe mencionar que, por más “normal” que parezcan estos cambios en el balompié azteca, la FIFA los condena.
El magno organismo es claro en el sentido de que no se debe permitir que un equipo ascienda o descienda de categoría por situaciones económicas y no por méritos deportivos. Es decir, cualquier empresario está en el derecho de comprar una franquicia en cualquier división y ponerle el nombre que quiera, siempre y cuando no pretenda que un equipo sea traspasado de una división a otra.
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