Era 2001. Oscar Córdoba cuenta que estaba en su casa en San Isidro cuando salió al balcón porque escuchó que unos niños estaban jugando al fútbol en el patio de un vecino y mencionaban su nombre. Cuando los vio y se dio cuenta el motivo, admite haber tenido uno de los momentos de mayor satisfacción en su carrera. “Se estaban peleando para ver quién era Oscar Córdoba, el arquero de Boca. Realmente fue una situación que me llenó de orgullo. Que dos niños de un país que no es el mío, sin conocerme ni saber que vivía ahí, porque casi ninguno de los vecinos estaba al tanto, se disputaran ser mi persona fue muy especial. Son esos pequeños instantes que te hacen dar cuenta de lo que has logrado. Realmente he tenido mucha suerte con el reconocimiento de la gente de Boca”, admite el arquero en charla con Infobae.
Pasaron 19 años desde que se fue de Boca, pero el respeto y el cariño del hincha xeneize siguen tan vigentes como en aquella época de gloria, pese a que no fue de los referentes más extrovertidos del plantel. El colombiano, a los 50 años, sigue siendo tan cauto y parco como antes, pero no necesita extenderse demasiado para ser claro en sus conceptos. Sin exagerar ni confrontar, sin desmerecer a otros… Con la misma sobriedad y eficacia que mostró en el arco. En el de Boca (97-01), en el de la Selección Colombia (93-06) y tantos otros clubes, seis en su país y tres en Europa (Peruggia, Besiktas y Ankaraspor). “Mi estilo adentro de la cancha ha sido igual que afuera”, resume desde su casa en Bogotá.
Pese a que dos años fue elegido el arquero top de América y una vez el segundo mejor del mundo (2001), a pesar de que logró seis campeonatos nacionales (tres con Boca, dos con Besiktas y otro con América de Cali), dos Copas Libertadores (2000 y 2001 con Boca), una Intercontinental (2000) y una Copa América (2001), Córdoba no pudo evitar los clásicos altos y bajos de una carrera extensa en el más alto nivel y en esta nota desgranará los aprendizajes que tuvo en cada uno de ellos. El primer golpe lo recibió cuando estaba surgiendo en el fútbol grande, con apenas 22 años: le metieron siete goles en un partido jugando para Millonarios. “Era mi primera temporada como titular consolidado y estar en aquel 7-3 fue complicado, casi un karma… Pero de todo se aprende. Sobre todo de los goles. Cada uno te enseña. Te sirve para corregir lo que hiciste mal o no tan bien, aunque a veces sea mérito del delantero. Y para saber en ese entonces que no era invencible, que todavía me quedaba mucho camino por delante”, analiza. No tanto le quedaba para su gran revancha. Un año después, el técnico Pacho Maturana lo convocaría, con apenas 23 años, para la Selección y tendría su gran desafío en las Eliminatorias para el Mundial, reemplazando nada menos que a un ídolo, René Higuita.
-Te llevo a uno de los altos de tu carrera, que no todos recuerdan que vos estuviste. Vamos al 5 de septiembre de 1993. ¿Te suena la fecha, no?
-Sí, claro. El 5-0 a Argentina.
-Algunos creen que Higuita fue el arquero en el Monumental. Y todos recuerdan a Valderrama, al Tino Asprilla, el Tren Valencia y a Freddy Rincón, pero pocos que valoran que vos hiciste un par de tapadas con el partido 0-0 contra Batistuta.
-A veces es así. Se acuerdan de mí en aquel 3-7 del 92 y en el 5-0 se acuerdan de Goyco. Muchas veces la vida del arquero es así. Ya estoy acostumbrado. Yo hice lo mío en aquel partido y no tengo mucho más que decir.
-¿Qué significó ese día? Eras joven, imagino que te ayudó en la confianza.
-Sí, era muy jovencito y significó la apertura para que la gente me viera como jugador importante en la selección. Fue un partido trascendente, que todos los colombianos recuerdan con mucho cariño (piensa), aunque algunos no tanto...
-¿Por qué no tanto? ¿Por lo que pasó después?
-Claro, dan referencia a ese partido como el principio del fin de aquella generación. Lamentablemente después vino el Mundial, que no fue lo esperado, una eliminación rápida que generó una gran decepción en mucha gente.
-Muchos dicen que, luego de aquel 5-0, la Selección Colombia se agrandó. ¿Sentís que fue así, que tal vez les jugó en contra aquella goleada a Argentina?
-Todo el mundo habla de un agrandamiento. Pero yo no lo veo así. Pacho (Maturana) fue muy sincero cuando analizó lo que pasó: no encontramos el pico de rendimiento en el Mundial, lo tuvimos antes, en las Eliminatorias. Esas cosas suelen pasar en el deporte, sólo que aquella vez lo pagamos muy caro.
-La expectativa fue tan grande que incluso personalidades fuera de Colombia los dieron como candidatos. Hasta Pelé dijo que Colombia sería el campeón.
-Sí, lo recuerdo. Uno trataba de abstraerse de todo lo que se dice, pero era difícil, porque les ganábamos a todos los que enfrentábamos. Esa ola de exitismo nos jugó en contra y tuvimos un rendimiento por debajo del que todos esperábamos.
-La debacle se produjo con la derrota ante Estados Unidos. ¿Cómo fue el momento, previo, en que el Bolillo Gómez les confiesa que lo habían amenazado de muerte, a él y a su hermano, si justamente Barrabás jugaba ese partido?
-Fue en la charla técnica antes del partido cuando el entrenador nos dijo lo que había pasado. Nos sorprendió y estresó a todos. Hicimos el intento de concentrarnos, pero durante el partido no nos pudimos olvidar de lo que pasó. Era algo atípico y realmente grave, que nadie tuvo que enfrentar en una instancia así.
-¿Ustedes supieron o intuyeron quién había hecho la amenaza? ¿Fueron los narcos como se habla? Más que nada por el miedo a que se concretara…
-No supimos quién había sido. Sólo dejaron un mensaje anónimo en el contestador del teléfono. Pero sí nos causó daño. Ese partido realmente no lo jugamos.
-¿Cómo lo recordás?
-Como un partido confuso. No nos salió nada, creo que por el stress que teníamos. Tuvimos un rendimiento incluso por debajo de lo bajo que veníamos.
-¿Fue después de ese partido que te preguntaron qué se sentía ser el peor arquero del mundo?
-No, fue después de jugar el tercer partido, ante Suiza. Me pidieron una nota y me preguntaron eso. No lo tomé mal. El periodista tiene el derecho de preguntar lo que quiera y yo responder lo que quiero.
-¿Y qué le respondiste?
-Le dije que si así lo había visto él, estaba bien, que las cosas no nos habían salido bien. A ninguno de nosotros.
-Menos mal que eras vos y no Chilavert. De lo contrario, el periodista todavía estaría corriendo.
-(Se ríe). Puede ser. Somos distintos.
-Contra Estados Unidos se da al gol en contra de Andrés Escobar y pocos días después, en su regreso a Colombia, tu compañero es asesinado, dicen que por una discusión por ese accidente deportivo. ¿Sentís que fue por eso? ¿Y si fue así, alguna vez pensaste que las amenazas podían hacerse realidad?
-Para mí no fue por eso, siento que el tema fue más algo relacionado a la intolerancia social. Por lo que sé el autor fue una persona que no estaba en sus cabales y había tomado alcohol. Increpó a Andrés, él lo respondió haciéndolo quedar mal y así se provocó el desenlace fatal.
-Pero vos estuviste con custodia en Cali cuando volviste del Mundial, ¿no?
-Sí, yo llegué dos semanas después del Mundial, posterior a la tragedia y tuve un guardaespaldas durante un mes y medio.
-¿Tuviste miedo que pudiera pasarte lo mismo que a Andrés?
-No, nunca tuve miedo. No pensé que me podía pasar lo mismo que a Andrés. Siempre supe que lo de mi amigo no había tenido que ver con el Mundial. La decisión de la custodia la tomó el gobierno, más que nada para evitar algún enfrentamiento con la gente, discusiones y ese tipo de situaciones, no tanto porque se pudiera dar un atentado.
-¿Es verdad que te habían hecho un cantito culpándote del asesinato de Andrés que decía “ahí está, ese es, el asesino de Andrés”?
-Sí, me lo cantaban en las canchas donde iba a jugar con América de Cali, claramente buscando sacarme de casillas. Lo tomé como parte del folclore.
-¿Pero no te dolía?
-Sí, el hecho de ser un amigo, de recordarlo, de poder pensar que tenía algo de responsabilidad, me golpeaba un poco. Pero enseguida entendía que era parte del juego, de una estrategia rival para que no estuviera concentrado en el partido.
-Luego de cuatro años en Cali se da tu arribo a Boca. Imagino que ese es el gran momento de tu carrera, el pico de esos altos de los que hablábamos, ¿no?
-Sí, también tuve cinco años muy buenos en Besiktas, pero es verdad que lo de Boca es fuerte y quedé marcado por eso.
-Llegaste cuando aún estaba Maradona. ¿Cómo fue ese encuentro?
-Diego fue la persona que me recibió, que me dio su amistad, el primero que estuvo muy atento a lo que sería mi adaptación. Se puso a la orden y hasta me ofreció que me llevara su Ferrari Testarosa en uno de los primeros entrenamientos en el que me quede mirando el auto en el estacionamiento.
-¿Y te la llevaste?
-No, le dije que no. Si la chocaba iba a tener que destinar todos mis salarios de los años en Europa para pagar semejante auto (se ríe).
-En 2001 ganaste la Libertadores con Boca y la Copa América con Colombia sin recibir un gol. ¿Ese fue tu mejor año?
-No, el mejor año mío fue el del 2000. Salimos campeones de la Libertadores y de la Intercontinental. Me pude sacar la espina de haber perdido la final contra River en 1996 y terminé siendo figura en la final, atajando dos penales. Fue otro nivel.
-Seguramente ese nivel y confianza lo trasladaste al 2001, ¿no?
--Sí, es verdad. Fue como una continuidad. Ganar otra Libertadores y lograr la Copa América sin recibir goles es muy importante. Pero emocionalmente no hay comparación con el 2000. Sobre todo por lo que significó, por lo que sentí. Había perdido una final, con ese error en la final contra River… Ganar ese trofeo fue sentirme en paz conmigo mismo.
-Para algunos sos el mejor arquero de la historia de Colombia. Y para algunos quedaste a la sombra de Higuita, quizás por no tener esa melena, su personalidad extrovertida ni hacer el Escorpión en Wembley… ¿Vos qué opinás?
-El mejor es Pedro Antonio Zape (NdeR: jugó 580 partidos entre 1966 y 1988), el arquero al que todos queríamos imitar. Todos aprendimos de él. Fue quien transmitió la información y dejó un legado.
-Es difícil comparar, pero lo que ganaste vos no lo logró nadie.
-Sí, pero a veces pasa que siendo el mejor no llegás a los equipos en el momento ideal para lograr objetivos. Puedes ser el mejor arquero, pero si no tienes los mejores defensores o tu equipo no anota goles, los éxitos soñados no llegan.
-Lo seguro es que vos tuviste un estilo muy distinto al de Higuita, pese a haber crecido a su sombra.
-Sí, cuando yo llegué a Atlético Nacional (NdeR: en 1988) fue para aprender de René. Pero enseguida me di cuenta que no tenía sus cualidades para copiar su estilo. René leía el partido, fue un arquero líbero, que es lo que se necesitaba en esa época. Incluso salía del área y era capaz de tirar una pared. O ir con la pelota hasta la mitad de la cancha. ¡En 1990! Fue un adelantado. Pero yo no podía hacer eso, sabía que debía ser un arquero más de área. Y tuve la suerte de ser dirigido por Maturana en Nacional y saber lo que quería del portero. Entonces, cuando llegué a la Selección en el 93, les saqué una mínima ventaja a dos grandes colegas como (Faryd) Mondragón y (Miguel) Calero, quienes no habían estado con Pacho. Era una pelea muy pareja en la que no podías estornudar porque perdías el puesto. Me adapté rápido y, ante la lesión de René, respondí y me quedé con el puesto.
-¿Pero fue un fierro caliente agarrar el arco tras Higuita?
-No, nunca lo tomé así. Yo había estado en Nacional, que tenía la base de la Selección y nunca lo sentí así. Se dio naturalmente.
-¿Qué sentís que te hizo especial a vos? ¿Tu capacidad física, la mentalidad, tu temple, el profesionalismo? Si tuvieses que elegir una característica.
-Yo no era espectacular, como Navarro Montoya o Gatti, por poner dos ejemplos. Yo era más un arquero de lectura, que intervenía cuando debía, que buscaba darle seguridad y equilibrio a los equipos.
-El arquero convive todo el tiempo con el miedo, a equivocarse, porque sabe que si comete un error, es gol. ¿Cómo era en tu caso?
-Yo, realmente, a los únicos que les tenía miedo era al viento o a encontrarme una cancha en malas condiciones. Que la pelota se me moviera o brincara mal, que eso me dejara en ridículo, sobre todo porque yo pedía la pelota... Recuerdo que cuando salía la cancha y veía algunas de esas cosas me ponía más nervioso y aumentaba mis precauciones. Ese era mi temor. El resto lo manejaba bien.
-¿Qué debe tener un arquero para quedar en la historia, como te pasó?
-Uff, muy difícil. Yo siento que el fútbol me fue preparando para los distintos momentos de la vida, fue un proceso aprendizaje. Más que nada la clave resultó cómo tomar los momentos difíciles. Y creo que la madurez que fui adquiriendo me ayudó. Y, claro, fue importante a los equipos a los que llegué, cómo me adapté.
-¿Con qué arquero te sentís identificado hoy?
-Con Ter Stegen, el arquero del Barsa. Ni mejor ni peor que otros, distinto.
-Te vuelvo a Boca. ¿Qué tuvo de especial aquel equipo de Bianchi?
-Que todos sabíamos y queríamos lo mismo. Todos lo teníamos muy claro.
-¿Pero eso es especial? ¿No debería ser algo común a casi todos los equipos?
-Mirá, hay momentos en que la parte individual prima sobre lo colectivo y así se rompen los equipos. En Boca nunca nadie sintió que estaba por encima del equipo.
-¿Pese a que se dijo que el vestuario estaba dividido?
-Todo el mundo habla de eso, no sé de dónde salió, pero yo nunca vi a un Boca roto. Que había diferencias, sin dudas. Eramos todos seres humanos distintos, pero siempre estuvimos juntos. Todo lo logramos fue por la unión.
-¿Tenés alguna vivencia o anécdota que refleje lo que era ese grupo?
-El punto álgido, que demostró el compromiso que tenía ese plantel, se vio en la semifinal con Palmeiras en el 2001, con aquella camiseta y cantos contra los directivos y Salvestrini (NdeR: en el vestuario en San Pablo, por un disputa salarial, los jugadores cantaron contra la Comisión Directiva y puntualmente contra el tesorero, mientras usaban remeras que decían “cállense y paguen”). Ese problema fue el momento de mayor tensión y el grupo lo sobrellevó junto, unido.
-La última: en estos meses se dio un debate comparando aquel Boca de Bianchi con el River de Gallardo. ¿Sentís que son comparables en el juego, en el dominio que generaron, en los logros, en los intangibles?
-River juega distinto a Boca. Nosotros éramos más precisos y les ganamos a grandísimos rivales. River tiene otras características. Pero nosotros fuimos campeones del mundo. ¿River lo fue?
-No.
-Entonces no puede empezar a compararse todavía.
Oscar Córdoba. De pocas palabras, pero contundente. Como cuando atajaba.
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