En el tranquilo suburbio de Highland Park, al norte de Chicago, un colosal número 23 custodia el acceso a una mansión que destaca entre las otras casas del vecindario. Para nadie es un secreto que detrás de la imponente valla metálica, la propiedad lleva más de seis años vacía. Y todos saben quién es su propietario.
El 23 es el eterno dorsal de Su Majestad. Con ese número, Michael Jordan llevó a los Chicago Bulls a alzarse con seis anillos entre 1991 y 1998. Una época imborrable en la que el jugador se convirtió en leyenda, se consagró como el mejor de la historia de la NBA y que fue retratada en el exitoso documental The Last Dance.
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En aquellos años de gloria, Jordan se hizo construir en la ciudad de Illinois una fastuosa mansión sobre un predio de 5.000 metros cuadrados. En los planos, no quería que faltara ningún detalle. Debía tener pista de tenis, infinity pool, cancha de baloncesto personalizada, campo de golf, una casa secundaria para huéspedes con tres cuartos, una cocina gourmet y una bodega para más de 1.000 botellas.
Además, contaría con nueve dormitorios, 19 baños, dos salones circulares más otro exclusivo de belleza, un gimnasio top, dos teatros, una sala de cine, una sala específica para fumar con mesas de juego, una biblioteca con pantalla desplegable, una sala con una TV de 110 pulgadas, un lago para pescar y un garaje para 15 autos.
En 1994, Su Majestad se mudó a la casa de sus sueños.
El hogar de Air se convirtió entonces en el lugar favorito de las estrellas de los Bulls. Allí se reunían, desayunaban, charlaban, pasaban sus ratos de ocio y entrenaban a deshoras. Pero hoy la propiedad no es recordada por haber sido testigo de aquellos años dorados, y tampoco por sus exclusivas amenidades con decoración personalizada.
El que fuera hogar de Michael Jordan durante 19 años es famoso porque lleva casi una década en venta, y ninguno de los desesperados intentos del jugador por encontrar un comprador funcionaron.
La residencia cuyo precio original era de 42 millones de dólares, salió a la venta por USD 29.000.000. Air estuvo cerca de venderla por esa cantidad en febrero de 2012, pero la transacción nunca llegó a completarse. Unos meses después, intentó cerrar un trato por USD 21 millones, que también fracasó.
Frustrado por su incapacidad de venderla a un comprador privado, Air decidió dejar la venta en manos de un equipo de profesionales, y contrató a la empresa de subastas Concierge Auctions para que hiciera el trabajo.
“Muchos de los artículos más deseables del mundo se venden en una subasta, y las subastas de Concierge Auctions son líderes indiscutibles cuando se trata de subastar bienes raíces únicos”, dijo entonces el jugador.
La impenetrable reja del número 23 se abrió entonces para los profesionales del rubro. En un video editado, mostraron cada rincón del paraíso de Jordan. Entraron en la famosa cancha de básquet; pasearon por el campo de golf decorado con banderillas personalizadas; enseñaron la puerta que el escolta hizo traer de la mansión de Playboy, y una mesa que ordenó construir con el mapa de la ciudad de Bagdad. Pero ni las palabras de Jordan, ni las imágenes difundidas a bombo y platillo, lograron que los expertos de la casa de subastas encontraran al mejor postor.
En 2015, en uno de sus últimos intentos, Jordan aseguró que regalaría al futuro dueño de la mansión un lote con todos los modelos de su marca de zapatos, Air Jordan. Pero hoy, la casa continúa a la venta y sigue sin haber ningún interesado, a pesar de que el precio bajó hasta los USD 14.855.000, la mitad de su valor de salida.
¿Por qué no surge un comprador?
Es difícil creer que la mansión del mejor jugador de básquet de todos los tiempos, que incluye muebles de lujo y parece un santuario deportivo, no haya conseguido en siete años un comprador que la adquiera. Algunos creen que tiene un karma con esa casa, aunque en realidad las razones de la falta de ofertas tienen que ver con que es una propiedad muy grande (5.200 metros cuadrados), con demasiados lujos y un impuesto anual de 100.000 dólares.
La hizo de cero, porque quería –como pasó con las otras casas– que cada metro cuadrado se adaptara a sus gustos y necesidades. Está claro que lo exigente y obsesivo que era en la cancha lo trasladó a su vida personal, y por eso no sorprende lo que le sumó a esa mansión.
En declaraciones al medio especializado Marketwatch, Adam Rosenfeld, de la startup de bienes raíces de lujo Mercer Vine, explicó que el jugador tiene serios problemas para vender la casa por los espacios y objetos personalizados que hay en ella. “Cuando tienes una propiedad tan específica y tan customizada, [la venta] se convierte en una batalla cuesta arriba”, opinó el experto.
Tampoco ayuda la localización de la propiedad. Aunque está ubicada en una zona exclusiva y de clase alta, Highland Park (a 44 kilómetros de Chicago), es un barrio ubicado en medio de un bosque y no precisamente una de las áreas favoritas de magnates o personajes famosos.
“A pesar del atractivo que puede tener la casa para los fanáticos de los Chicago Bulls y otros amantes del deporte, es probable que su tamaño y características personalizadas dificulten la búsqueda del comprador adecuado. Y si bien se encuentra en uno de los suburbios de clase alta de Chicago, Highland Park, no está ubicado en un lugar donde las celebridades comúnmente buscan hogares, como Beverly Hills”, escribe Marketwatch.
Más fotos de la lujosa mansión que Michael Jordan no puede vender
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