El documental The Last Dance fue un éxito en todo el mundo, al revivir la pasión por los Chicago Bulls y sacar a la luz imágenes inéditas de una de las franquicias más trascendentales de la NBA. Sin embargo, también generó una gran ola de enfrentamientos.
Uno de los que no quedó bien parado fue Jerry Krause, quien fue señalado como el “malo” de la historia. El por entonces general manager de la institución fue el encargado de crear uno de los más míticos equipos en la historia del deporte prácticamente de la nada, pero también fue el principal artífice de ir en búsqueda de una renovación, algo que los de Illinois aún no han superado, tras varias irregulares temporadas.
A lo largo de los diez capítulos de la serie producida por ESPN, el directivo mantuvo fuertes cruces con Michael Jordan, Scottie Pippen y Phil Jackson, por ejemplo. MJ se burlaba de él, y en una conferencia de prensa no ocultó su disgusto ante la idea de realizar un fuerte cambio dentro de la plantilla tras la obtención del quinto título. Pippen, enojado por el contrato que tenía, decidió postergar una operación, lo que lo dejó afuera del inicio de una temporada. Al entrenador le dijo que aunque ganase todos los partidos, su futuro continuaría lejos de Chicago.
Krause murió en 2017 (tenía 77 años), razón por la cual no pudo ser entrevistado ni defenderse de las acusaciones que recibió durante el boom mediático que generó el documental. Ante este cuadro de situación, la familia decidió compartir con NBC Sports Chicago un extracto de las memorias del ex general manager. Jerry nunca pudo finalizar el libro, pero su familia está en pleno proceso para finalizarlo y tratar de publicarlo lo antes posible.
En ese adelanto, el dirigente explica las razones por las que decidió apostar por una fuerte renovación y los motivos que llevaron a Michael Jordan a alejarse: solo continuaría si Jackson era el entrenador, pero el coach no quería asumir el desafío de afrontar una reconstrucción.
Luego de conseguir el sexto anillo y segundo three-peat de la franquicia, en julio de 1998 la gerencia del equipo se reunió con los médicos e integrantes del staff para evaluar las condiciones físicas del plantel y comenzar a tomar algunas decisiones contractuales.
“La primera pregunta que hice fue cuánto creían que podíamos sacar de Luc Longley, un futuro agente libre que habíamos tenido que hacer descansar periódicamente en los últimos años debido a unos tobillos inestables. Los médicos pensaron que se derrumbaría rápidamente”, inició el directivo, planteando sus dudas sobre qué hacer con el basquetbolista australiano.
El interno fue canjeado a los Phoenix Suns. Solamente jugó tres temporadas más en la NBA, y se retiró en su país. Sus números no volvieron a ser los mismos.
El siguiente interrogante que planteó giró alrededor de la polémica figura de Dennis Rodman. “A todos en la reunión les preocupaba sus andanzas fuera de las canchas y que eso lo estaba afectando”, explicó. El Gusano fue una osada apuesta que le dio sus frutos a los Bulls, pero en la dirigencia creían que la bomba estaba a punto de explotar.
Luego de su salida solamente disputó 35 partidos más en la NBA, defendiendo la camiseta de Los Angeles Lakers y la de los Dallas Mavericks.
“Sin centro, sin ala-pivot y muy poca flexibilidad económica para firmar por alguien de cualquier calidad para reemplazarlos. ¿Quién defiende en el medio si Jordan y Pippen vuelven? ¿Quién rabota?”, fue el desolado escenario que graficó Krause.
Aunque la calidad de Pippen era inmensa y demostró ser el complemento ideal para MJ, en la institución ponían en tela de juicio si valía la pena tomar el riesgo de brindarle un supercontrato a alguien que venía azotado por sus lesiones. “Había tenido dos cirugías importantes en dos años, una de ellas a fines del verano para desafiar a propósito nuestras instrucciones de hacerlo antes y no perder el tiempo de la temporada regular. Él quiere que se le pague dólares de superestrella. ¿Vale la pena el riesgo, especialmente si no podemos encontrar un centro y un ala-pivot fuerte? ¿Él y Michael tienen cargarán con un nuevo entrenador? Lo dudo seriamente.”
Pip consiguió el contrato que anhelaba en los Houston Rockets, pero solamente estuvo una temporada. Luego pasó a los Portland Trail Blazers, pero sus números ya no eran los mismos. Ya con otra gerencia retornó a Chicago en 2003, pero las lesiones hicieron que abandonara su aventura antes de tiempo.
“¿Puede Michael continuar su grandeza sin un centro, un delantero fuerte y posiblemente Pippen? ¿Podría Bill Russell haber ganado sin grandes jugadores a su alrededor? No. Michael ha dicho públicamente que no jugará para un entrenador que no sea Phil. Phil nos ha dicho que se fue”, con esas palabras Krause dejaba en claro que los problemas parecían no tener solución y que todos los caminos iban a conducir a la reconstrucción. Y luego, agregó: “¿Podríamos hacer que Phil entrene sin un centro probado, un ala-pivot fuerte, probablemente Pippen, un banco básicamente nuevo y expectativas locas de que “en Michael confiamos” y que puede ganar sin ayuda? De ninguna manera”.
También se planteó el rol de dos jugadores que pasarían a ser agentes libres y que podrían ganar mucho más dinero del que podrían pagarle, como Steve Kerr (desembarcó en los San Antonio Spurs) y Jud Buechler (firmó con Detroit Pistons)
Krause concluyó con una pregunta para sus lectores: “Ponte en nuestros zapatos mientras salimos de esa habitación. ¿Qué harías? ¿Rompimos una dinastía o se rompió por edad, el desgaste natural de los jugadores y las reglas de tope salarial que rigen el juego?”.
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