Hablar de Soraya Jiménez Mendivil es hablar de la máxima hazaña en la halterofilia (levantamiento de pesas) en México. La originaria de Naucalpan de Juárez, escribió su nombre en la historia como la primer mexicana en ganar una medalla oro en Juegos Olímpicos.
Sin embargo, como muchas otras leyendas del deporte, Soraya no volvió a ser la misma después de alcanzar la cima: 14 operaciones en la pierna izquierda, la pérdida de un pulmón, tres cuadros de influenza, cinco paros cardiorrespiratorios y una vida con excesos, terminaron por mermar su carrera, su economía y su salud, falleció con apenas 35 años de edad y prácticamente en el olvido.
El sinuoso camino
La participación de la mexiquense en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, en Australia, se dio en un ambiente de mucho pesimismo, luego de que la delegación mexicana solo alcanzó una medalla de bronce en los JJOO de Atlanta 1996, en Estados Unidos, y se venía de una mala participación en los Panamericanos de Winnipeg 1999, en Canadá.
Además, durante su ciclo de preparación para Sidney 2000, la grilla y el machismo que había hacia el interior de la Federación Mexicana de Levantamiento de Pesas (FMLP) empezaron a comprometer su participación, pues el apoyo se daba a cuentagotas.
Incluso, René de la Serna, entonces secretario técnico de la FMLP, llegó a declarar que “las pesas no son un deporte apto para mujeres”.
Tras vencer varias trabas burocráticas finalmente logró ingresar al gimnasio del Comité Olímpico Mexicano (COM). No obstante, Soraya no tenía entrenador y se preparaba ella misma, pero gracias al patrocinio que le brindó Grupo Uribe, la empresa gasera en la que trabajaba su padre, consiguió que el entrenador búlgaro Georgi Koev se interesara en prepararla.
A base de un estricto entrenamiento en donde no había lugar para el descanso, Koev se llevó a Jiménez a Sofia, Bulgaria, para que alcanzara su nivel óptimo, destacando en las competencias en las que participaba.
El día que despertó a México con el Oro
Eran las 5:00 de la mañana del lunes 18 de septiembre y la mayor parte del país dormía a pesar de tener una fuerte compatriota al otro lado del planeta compitiendo en Juegos Olímpicos en halterofilia femenil, categoría de 58 kilogramos.
Soraya llegó sin muchos reflectores al Centro de Conferencias y Exposiciones de Sydney, pero pronto se adueñó de la competencia: en la arrancada levantó 95 kilos, y en la prueba de dos tiempos consiguió cargar 127.5 kilos. Su determinación se combinó con la mala actuación de la norcoreana y favorita Ri Song Hiu, que al final debió conformarse con la medalla de plata, detrás de la naucalpense.
Así, tras 16 años de silencio, el himno nacional volvió a escucharse en un escenario olímpico. Una hora después, su imagen alzando los brazos al cielo y saltando de felicidad era la noticia principal en prensa, radio y televisión en México. A lo largo del día Soraya dio decenas de entrevistas y fue felicitada vía telefónica por el presidente Ernesto Zedillo.
Ese día, el país cayó rendido a los pies de su nueva leyenda deportiva; y no era para menos, un título que hasta la fecha solo comparte con la taekwondoín María del Rosario Espinoza (Beijing 2008).
El declive y su trágico final
Tras su apoteósico triunfo en Sidney, el medio deportivo esperaba mucho de Jiménez de cara al próximo ciclo olímpico. Lamentablemente, diversas circunstancias fueron minando el camino de la pesista hacia Atenas 2004, en Grecia.
El calvario empezó en 2002, cuando la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) denunció que la deportista había falsificado documentos para acreditarse como pasante de Administración de Empresas y así poder participar en el Mundial Universitario de Levantamiento de Pesas, que se realizaría en Izmir, Turquía.
Unos meses después, Soraya reconoció que había incurrido en una irregularidad y pidió disculpas por su conducta antideportiva. Finalmente la UNAM no presentó cargos formales en su contra.
Semanas después, la Federación Mexicana de Halterofilia informó que Soraya dio positivo en un control antidopaje del Campeonato Panamericano de Venezuela, por el consumo del antidepresivo Wellbutrin o Bupropión, que está prohibido por el Comité Olímpico Internacional (COI).
Aunque fue inhabilitada de toda competencia durante medio año, las autoridades deportivas consideraron que la sustancia, que había ingerido por prescripción médica, no mejoraba su rendimiento en la disciplina. La sanción en su contra solo tuvo vigencia un par de meses. Desde entonces comenzó un marcado descenso en el nivel competitivo de Soraya, quien ya no pudo mantener su estatus competitivo.
La hecatombe llegó en 2004, cuando de forma inesperada, Jiménez anunció su retiro días antes del inicio del clasificatorio para los Juegos Olímpicos, por un desgarre en la rodilla izquierda, y no contar con el apoyo de las marcas que le otorgarían un boleto para la máxima justa deportiva.
De acuerdo con Rodrigo González, entonces titular del Compromiso Integral de México con sus Atletas (CIMA), en los últimos tres años se había invertido más de un millón de pesos anuales en la preparación de Soraya, quien también contaba con una beca mensual.
El 12 de mayo de 2010, la pesista otorgó una entrevista a la revista Proceso, donde contó los padecimientos que la aquejaban. Aunado a las constantes cirugías en su pierna izquierda, la deportista de alto rendimiento sobrevivía únicamente con el pulmón izquierdo desde que en 2007 le extirparon el derecho, a causa de la influenza tipo B que contrajo en julio de ese año durante los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro, Brasil.
Además, Soraya compartió que en 2009, cayó en coma debido a la influenza AH1N1 que azotaba al país y que la mantuvo al filo de la muerte durante 15 días.
“Me ha dado tres veces influenza y la bacteria acabó con mis defensas. Mi organismo no las produce y una simple gripe me la deben cuidar al máximo porque puede convertirse en neumonía y mandarme al hospital. Sufro de broncoespasmos en la laringe y ya he tenido cinco paros cardiorrespiratorios”, platicó durante la entrevista.
En aquel entonces, la medallista estudiaba un diplomado de juicios orales para titularse como abogada. Para mantenerse daba asesorías en asuntos legales y además, recibía una beca mensual de su único patrocinador: Grupo Uribe.
Su muerte por un paro cardíaco el 28 de marzo de 2013 conmocionó a México. Más allá de las condiciones en las que falleció, su leyenda quedó inmortalizada al ser la primera mujer en triunfar en Juegos Olímpicos.
Soraya sirvió de ejemplo para varios deportistas, especialmente a mujeres que decidieron incursionar en la halterofilia como ella. Siendo los casos más representativos los de Damaris Aguirre y Luz Acosta, ambas ganadoras del bronce en Beijing 2008 y Londres 2012 respectivamente.
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