Fue en uno de esos días de su tranquila vida en Saint-Jean Cap Ferrat, en la Costa Azul, en Francia, que Carlos Alberto Reutemann decidió con su entonces mujer, Mimicha, que sus hijas, Cora Inés y Mariana, fueran por primera vez a verlo correr. Y qué mejor que en la carrera donde por su residencia eran casi locales, en el tradicional Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1. Tal vez Lole pensó que ese fin de semana iba a ser como una salida familiar, más allá de que él debió trabajar. Pero fue muy especial. Las nenas le trajeron suerte al santafesino que el 18 de mayo de 1980 logró en el Principado su primer triunfo en Williams y cortó una racha sin victorias de más de un año y medio.
Carlos –como siempre- tuvo un estilo organizado desde su profesión y para sus actividades personales. Por esa época entre semana sus únicas preocupaciones principales fueron mantenerse de forma física y psicológica para estar en el más alto nivel de la F-1. También buscó distracciones para entretenerse como algún juego con sus hijas o haciendo bricolaje. Se sumó la lectura, como un auténtico devorador de diarios y revistas deportivas, en especial las de automovilismo, claro está. Aunque además se interesó en temas variados como las cotizaciones entre distintas monedas internacionales, un tema donde era un verdadero especialista.
Muy analítico y estudioso, buscó respuestas a su sequía victoriosa. A esa altura su último éxito había sido el 1 de octubre de 1978 en el Watkins Glen, en la Costa Este de los Estados Unidos. Aquel fue el último de los cinco triunfos que obtuvo con Ferrari. En la previa del fin de semana en el Principado alguien le dijo “parecés satisfecho en Williams”. Él respondió “sí, pero Scheckter (Jody) fue campeón del mundo con Ferrari”. Tal vez esa definición fue porque el sudafricano lo reemplazó en la Scuderia en 1979 y logró la corona. Sobre su partida de Maranello, en 2013 le confesó a CORSA que “en 1978 gané cuatro carreras y cuando volvía al box me encontraba con caras largas”. Fue su temporada más ganadora, pero la falta de motivación de su equipo fue clave. Cabe destacar que en ese ejercicio el estadounidense Mario Andretti aplastó con el Lotus.
A esa escudería se mudó Reutemann en 1979 ilusionado por el rendimiento del modelo 79. Pero nada salió como lo esperó. Solo dos segundos puestos en la Argentina y España fueron sus mejores resultados y un sexto lugar en el campeonato lo llevaron a otro cambio. Vio que Williams tuvo al auto más vencedor ese año. Logró sumarse allí para 1980. Ya con 38 años empezó a quemar sus últimos cartuchos. En el arranque disputado en Buenos Aires fue protagonista hasta que abandonó por el recalentamiento del motor, debido al pasto que quedó en los radiadores luego de un despiste. Se quedó llorando al lado de su auto. Aumentó su sed de revancha y no se imaginó que ella iba a llegar junto a sus seres más queridos.
En Mónaco se lució desde el comienzo y en la clasificación quedó a solo 69/1000 del poleman, el francés Didier Pironi (Ligier), quien se quedó con el “1” gracias a su crono de 1m24s813. Ambos fueron los únicos que quedaron por debajo del 1m25s. “Qué lástima, ¿eh? La pole positions se me escapó por un pelito. Pero igual, para un viejito como yo, estar segundo a 7/100 está bien ¿no?”, dijo Carlos.
Tras la largada, en los primeros metros perdió el segundo lugar con su compañero de equipo, el australiano Alan Jones. “No hubo un acuerdo preestablecido para que yo dejara a Alan correr adelante mío. Largué bien y él me pasó, aunque no recuerdo bien cómo. Me parece que se mandó por adentro, y a partir de allí mi suerte estaba jugada”.
Pero, como era habitual, Lole no se desesperó y menos en un circuito callejero (3.312 metros) donde los errores no se perdonan. “Nunca intenté tampoco la aproximación a Jones y Pironi porque no tenía sentido, ya que aún cuando me les hubiera acercado, sabía que en este circuito no tenía posibilidades de pasarlos. Por eso consideré más prudente quedarme tras ellos, porque a su vez Laffite (Jacques), que estaba detrás de mí, se encontraba en las mismas condiciones que yo. O sea que tampoco iba a poder superarme”.
Hasta que los dos primeros desertaron. Jones, en la vuelta 24ª por la fallas en la transmisión. Cuando se largó a llover, fue el turno de Pironi, por un despiste, en la ronda 54ª. Carlos heredó la punta a 22 vueltas del final en una pista mojada. “Tuve la suerte de que mi auto no presentara ningún problema y Alan y Pironi se quedaran. Eso fue todo. En realidad, estuve bastante tranquilo durante todos los días de actividad”.
La lluvia le dio dramatismo al final. Aunque logró controlar el auto sobre una pista húmeda y con gomas para piso seco. “La última preocupación de la carrera la trajo la lluvia que comenzó a caer sobre el final. Y eso me llevó a ser más prudente todavía. La parte alta del circuito estaba más mojada que la de abajo y había que ir con mucho cuidado para ver dónde comenzaba a estar más húmeda. Iba siempre levantándome el visor, para poder apreciar mejor el piso. Y considero que eso puede ser lo que le causó el despiste a Pironi, ya que justo ocurrió en la zona donde el asfalto comenzaba a aparecer más mojado”.
En la última vuelta Mimicha y Mariana (la más chica) se acercaron al guardarrail de los boxes. Lo saludaron y Carlos recibió la mejor motivación en un momento decisivo. Era su gran chance de volver a vencer luego de 19 meses y 18 días. Fue eterno ese giro final, pero Reutemann logró un gran triunfo y pudo reivindicarse. El podio lo completaron el propio Laffite y el brasileño Nelson Piquet (Brabham). Fueron los únicos tres que terminaron con el total de las 76 vueltas.
Como siempre se tomó su tiempo para analizar la carrera. Y dejó sus siguientes reflexiones:
“Una vez largué aquí en pole positions y cometí el error de patinar un poco en el momento de partir. Eso me costó la carrera, y por eso me siento ahora tan satisfecho de haber ganado partiendo en segundo lugar y en un circuito que estaba verdaderamente muy difícil”.
“No fue mi mejor carrera. Tal como se planteó la carrera, no estaba para superar el tercer lugar si Pironi y Jones no se quedaban. La lluvia fue el inconveniente final. De todos modos, siempre estuve tranquilo”.
“Este triunfo tiene un sabor especial por el hecho de que hacía más de un año que no lograba una victoria”.
“Lo que más satisfacción me dio esta victoria fue haber comprobado lo excelente que es el equipo. Realmente tanto Jones como yo tenemos disponemos del mismo potencial. Yo sé que a Frank Williams le interesa más que gane Jones y reconozco que incluso hubo un preacuerdo al respecto, pero por ahora Frank quiere que tanto Alan como yo sumemos la mayor cantidad de puntos posibles en esta primera parte del campeonato. De esta manera, tiene dos pilotos en iguales condiciones de ganar, y si no fuera por eso, no me hubiera contratado”.
Luego del título mundial, ganar en Mónaco suele ser el objetivo principal para cualquier piloto. Importa más que haber ganado en cualquier otro escenario porque vencer en el tradicional trazado urbano es convertirse en una leyenda de la Máxima. Reutemann ya había sumado victorias en otros clásicos como el mítico Nürburgring (Alemania) en 1975, en la última vez que se completó una carrera en el circuito largo, ya que en 1976 se terminó por el accidente del austriaco Niki Lauda. Y en 1978 festejó en el tradicional Gran Premio de Gran Bretaña corrido en Brands Hatch.
Aquel triunfo en Mónaco tuvo un sabor de revancha “pero llegó un poco tarde”, reconoció. Fue el despertar de una nueva esperanza. También la confirmación de que el Lole tuvo la mala suerte –o falta de oportunidad- de no encontrarse en el momento indicado en el equipo correcto, pese a haber corrido en escuderías como Brabham, Ferrari, Lotus y Williams.
La forma como el santafesino planteó la carrera en Montecarlo merece recordarse como un auténtico ejemplo de clarividencia, oportunidad y maestría, sin que quepa achacar ni a la suerte propia ni a la desgracia ajena.
En tanto que el auto con el que Carlos venció está en la Argentina. Se trata de un Williams FW 07B/8. Fue comprado por un coleccionista. En 2010 salió a la luz y desde ese momento suele aparecer en algunos eventos como Autoclásica y la Expo Lole que se hizo en los 200 Kilómetros de Buenos Aires del Súper TC 2000 en 2017. Esta joya se suma a otros autos corridos por Reutemann que están en nuestro país como el Peugeot 205 del Mundial de Rally, que usó en Córdoba en 1985 y los dos Brabham de Fórmula 2 Europea que son propiedad del Automóvil Club Argentino. Acerca del resto de las máquinas que usó Carlos, algunas de ellas se encuentran en los museos de Ferrari, Williams y Lotus. Y el diseñador sudafricano, Gordon Murray, guarda un Brabham BT 44 de 1975, que es una de sus creaciones.
Aquella victoria en Mónaco fue la décima de las doce del Lole en la F-1. Luego de ser tercero en Bélgica, en Mónaco continuó una racha de 15 carreras seguidas en las que sumó puntos en 1980 y 1981, un récord que recién batió el alemán Michael Schumacher entre 2001 y 2003 con una cosecha al hilo en 24 competencias y con el mejor auto de esos años.
Reutemann admitió la ayuda “extra deportiva” que tuvo ese día de gloria en el Principado. “Mi familia estuvo siempre en los boxes el domingo. Mimicha, colaborando como siempre, y las nenas descubriendo un mundo nuevo. Su presencia fue afortunada. Por eso la mayor felicidad por haber ganado esta carrera, se debe a dos razones estrictamente personales: la primera, que ese mismo día cumplí 12 años de casado. La segunda, que por primera vez mis hijas Cora Inés y Mariana, vinieron a presenciar una carrera mía. Demás está decir que después del triunfo, ya quieren venir todas. Pero no sé, creo que va a ser difícil. Aunque en una de ésas, como cábala…”
Luego las hijas del santafesino fueron a otras carreras e incluso en la temporada siguiente peleó el título hasta la última fecha y por un punto no fue campeón mundial. Pero ese domingo, hace 40 años, fue un quiebre para Carlos Alberto Reutemann porque pudo torcer su historia acompañado de su familia. Él hizo lo suyo, pero sus nenas le trajeron suerte. ¡Grande, pa!
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