Heiko Herrlich no prestó atención a la letra chica del protocolo y simplemente salió hasta el mercado que estaba a apenas unos pases del Bobinger Hotel en la ciudad de Augsburgo donde concentraba el equipo: compró pasta de dientes y crema para la piel. Esa fue su sentencia: no pudo dirigir los entrenamientos siguientes del plantel y tampoco estuvo presente en el empate con el Wolfsburgo porque quebró la cuarentena de siete días que la Bundesliga le recomienda a sus profesionales antes de cada partido.
El caso del entrenador del Aubgbusrgo –que deberá dar dos veces negativos en los tests de Covid-19 que le harán en los próximos días para volver a estar disponible– es una de las tantas historias mínimas que devolvió esta nueva normalidad que permitió el regreso del fútbol profesional en Alemania, el primer país en darle rodaje a una liga de élite alrededor del planeta en medio de la pandemia por el coronavirus.
El caso del suizo Urs Fischer tiene algunos ribetes similares al de su colega Herrlich pero con un motivo mucho más profundo: el técnico del Union Berlín deberá mirar desde lejos el partido de su equipo contra el líder Bayern Münich este domingo tras romper la cuarentena para estar presente con su familia en el velatorio de su suegro. “Todo nuestro apoyo a la familia Fischer en estos momentos difíciles”, escribieron desde las redes oficiales de dicha institución. Para volver a estar con sus dirigidos también tendrá que dar negativo en dos exámenes de Covid-19.
Otra de las particularidades que dejó el reinicio de la Bundesliga ocurrió en el Red Bull Arena de Leipzig, donde el local empató 1-1 con el SC Freiburg y complicó su deseo de pelear por la cima. El protocolo del fútbol alemán exige, entre otras cosas, que se respete el distanciamiento social en el banco de suplentes. En caso de que no se pudiera llevar a cabo en el campo de juego, el Leipzig pidió prestada una escalera al aeropuerto de la ciudad para que los futbolistas que iban a estar como alternativa se ubiquen en las plateas. “Las situaciones especiales requieren medidas especiales. Estamos encantados de ayudar”, explicó Uwe Schuhardt, vocero del aeropuerto de Halle/Leipzig.
El tema del distanciamiento social también se vivió en el campo de juego con la recomendación de no abrazarse en los festejos de gol, algo que se respetó en buena parte de los 12 goles que hubo en los primeros cinco partidos que inauguraron la fecha 26. En casi todos porque el tanto que marcó el brasileño Matheus Cunha para sentenciar el 3-0 del Hertha Berlin sobre el Hoffenheim rompió las medidas.
El joven de 20 años, que inició su carrera en el Sion de Suiza, domó la pelota en la banda izquierda, pasó a su marcador con una magnífica maniobra de espaldas y definió con calidad. Su buena acción personal desató la locura de sus compañeros, que lo abrazaron y se le treparon encima a contrapartida de lo ocurrido en otros estadios, donde los futbolistas utilizaron el codo para felicitarse o celebraron a distancia.
La ausencia de público en los estadios fue, lógicamente, una de las situaciones más marcadas. Algunos clubes optaron poner figuras de cartón que simularon ser hinchas, mientras que algunos simpatizantes transformaron sus casas en un estadio para sentir que estaban allí acompañando al club de sus amores. Fanáticos del Schalke 04 colgaron banderas y otras insignias para hacer fuerza por los suyos. No alcanzó: el equipo fue goleado 4-0 por el Borussia Dortmund.
Las tribunas vacías se sintieron en todos lados, pero más todavía en el Signal Iduna Park, el estadio del Borussia que tiene un promedio de asistencia de 81.154 espectadores por partido. Como reconocimiento al apoyo constante, el plantel saludó a las butacas vacías como lo hace habitualmente –respetando el distanciamiento social– para enviarle un mensaje a los simpatizantes a pesar de la lejanía.
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