Michael Jordan y la vida de un billonario: lujos, gustos y la única inversión en la que cada año le va peor

El lado menos conocido de MJ: su pasión por los cigarros cubanos, el tequila, el vino, la comida, los autos y las motos. Las mansiones que tiene y el campo de golf que se construyó para seguir con su otro gran deporte. ¿Es adicto a las apuestas? La familia y su otro lado cuestionado: su compromiso social

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Jordan en una de las
Jordan en una de las entrevistas del documental

Michael se sabe la estrella del documental The Last Dance. Y actúa en consecuencia: detalla anécdotas –algunas inéditas– con carisma, se ríe fuerte, gesticula, se pone serio y, en ocasiones, hasta muestra cierto enojo al recordar momentos. Lo que nunca varía, durante los distintos momentos en los que aparece, son los dos fieles “laderos” que lo acompañaron en las tres largas entrevistas que grabó para armar esta serie de diez capítulos: un cigarro cubano y un vaso con una bebida color amarillenta, que, sobre todo, llamó la atención de muchos televidentes. En los distintos tramos y capítulos, al vaso se lo ve con distintas cantidades de bebida, transformándose, para los más detallistas, en una vedette del documental e, incluso, en un misterio por develar. Muchos creyeron que la bebida es un whisky. Pero no es así, se trata de tequila, más específicamente, el más caro de la marca (Cincoro) que fundó junto con otros tres dueños de equipos de la NBA, Jeanie Buss de los Lakers, Wes Edens, de los Bucks, y Wyc Grousbeck, de los Celtics. En 2019, los cuatro lanzaron esta marca premium, y Michael aprovecha la exposición mundial de la serie para mostrársela al mundo.

Hablamos de un empresario superexitoso que no da puntada sin hilo y que, intencionalmente, deja bien visible el vaso de tequila, una decisión que aprobaron Mike Tollin (productor ejecutivo) y Jason Hehir (director), seguramente con otras intenciones, que el entrevistado se relajara y, a la vez, darle un plus estético al plano de las entrevistas. Pero ojo, no todo es marketing. Una de las pasiones de Su Majestad es el buen beber. Y como buen adinerado bon vivant, consume lo mejor. En este caso, se trata de la bebida más cara de su línea, un extra añejo (entre 40 a 44 meses de estacionado) cuya botella se vende por 1.600 dólares. “Es una bebida que me encanta, y por eso decidí hacer mi propio tequila. Si lo conseguimos vender, bien. Y si no, al menos tendré para beber gratis”, contó, entre risas, cuando presentó la firma hace un año.

Así también es Michael. Un multimillonario al que le gusta la buena vida, disfrutarla. Desde que llegó a la NBA, Jordan ha sido una máquina de hacer dinero. De hecho, ha ganado, en comparación, mucho más dólares que partidos, que títulos… Y eso, claro, no es poco decir. Hoy, según la revista Forbes, es el deportista que más dinero ha embolsado en la historia, con una fortuna calculada en 2.100 millones de dólares. Incluso, a nivel mundial, es la 1.001 persona más rica del mundo. La gran pregunta, entonces, es cómo la gasta, qué le gusta hacer, comer y tomar, dónde vive, cómo pasa el tiempo libre y cuáles son sus gustos y pasiones. También, por qué no, cómo está actualmente integrada su familia, de qué trabajan sus hijos. En síntesis, el lado B del gran protagonista que hoy rompe todos los récords en The Last Dance.

El tequila, lo dijimos, es una debilidad. Pero otra, si hablamos de beber, es el vino. “Soy más un bebedor que un coleccionista. Obvio que tengo muchos vinos guardados en mi cava personal, pero no creo en eso de coleccionar sin disfrutar”, explicó en 2019. Sus cepas predilectas, informó, son el pinot noir y los borgoñas, y contó que, en su casa, con esposa y amigos, hacen cata de vinos. También admitió, como buen fan vitivinícola, haber pensado en hacer un vino a su imagen y semejanza. “Tengo educación en el vino gracias a mi amistad con Bill Terlato (NdeR: reconocido empresario del sector). En un momento pensamos en hacer un vino juntos, pero nunca tuve el tiempo que me hubiese gustado dedicarle a un producto personal. Siempre está la posibilidad de poner mi nombre a alguno en el mercado, pero en todo lo que hago yo soy muy auténtico, en relación con mi involucramiento, entonces eso de solo darle el nombre no me interesaba porque, además, al final del día ese producto representará mi ADN. A mí, en cada cosa que emprendo, me gusta involucrarme, tener interés y participación”, describió en una extensa charla con el periodista Marvin Shanken. Por ahora solo disfruta del vino. Hace dos años, en su visita a París para ver el partido del nuevo equipo que viste con Jordan Brand (el famoso PSG), se lo pudo ver tomando un rico vino francés (tinto) en el palco del Parque de los Príncipes.

Su otra gran pasión, como también se observa en la serie, son los cigarros cubanos. Alguna vez contó que el primero que fumó fue después de ganar su primer anillo, en 1991, gracias a un regalo del propietario de los Bulls, Jerry Reinsdorf. Y sorprendió en una nota para el portal Cigar Aficionado cuando contó que, desde ese “debut”, fumaba uno antes de los partidos. “Recuerdo que arranqué con esa costumbre en 1993, básicamente por el horrible tráfico de Chicago. Me llevaba hasta una hora y media llegar desde casa al estadio. Y entonces, ante la tensión que me generaban los atascos, me fumaba uno para relajarme. Luego se convirtió en un ritual para todos los partidos que jugábamos en casa”, reconoció. Ya en ese entonces no se trataba de un puro cualquiera, buscaba la calidad: elegía la marca Hoyo de Monterrey y su cigarro Double Corona, top 3 mundial para la mayoría de los especialistas.

Justamente esa rutina de fumar antes de los juegos la confirmó Chris Weber, estrella NBA durante en las décadas del 90 y 2000, cuando contó una anécdota previa a un partido de playoffs en 1997. “Llegamos en el colectivo con el equipo y veo a Jordan sentado en el estacionamiento, dentro de su Ferrari. Cuando miro bien noto que estaba fumando. Digo ‘por Dios, faltan horas para un partido de postemporada y él está fumando, como si esta serie estuviera terminada…’ Bajamos con Juwan (Howard) y él nos mira, serio, y pregunta. ‘¿Qué pasa, me están vigilando ustedes?’. No supimos qué decirle, más que reírnos, pero me hubiese gustado avisarle que le íbamos a ganar”, detalló. Interiormente Weber se ilusionó, pensó que tal vez MJ no estaba tan concentrado en la serie. Horas después tuvo la respuesta: 54 puntos y la barrida de Chicago en aquella serie de primera ronda ante Washington (3-0).

A los 57 años, Michael admitió que ha elevado la cifra de cigarros. “Puedo fumar seis al día, más o menos”, precisó. No hay acto público en el que esté permitido fumar que no se lo vea con uno en su mano derecha. Incluido su documental: al lado del vaso de tequila se ve siempre un puro esperando su turno. Sus favoritos son hoy los cubanos Partagas Lusitanias, cuya caja cuesta 400 dólares, y para muchos son los segundos mejores del mundo, detrás del Montecristo N° 2. Por este fanatismo su cuenta pendiente es realizar una escapada a Cuba, país líder en exportación de puros (269 millones de dólares en 2019) y, a la vez, la tierra de su nueva esposa, Yvette. “Es el viaje de mis sueños… Me encantaría visitar las principales fábricas de tabaco y también conocer un país que tiene una gran tradición. Siempre hablo con mi suegro sobre esa chance”, reconoció. Como le pasa con el tequila y los vinos, MJ aprecia mucha la calidad de los productos. “No le voy a dar un cigarro de 30 años a quien no lo sepa apreciar”, aseguró. Los cigarros se añejan, como los vinos, y MJ es un fanático de consumir lo mejor, buscando el pico del sabor luego de las fermentación del tabaco. La comida es otra de sus debilidades y es una de las excusas para tener su cadena de restaurantes, que arrancaron en Chicago y que se han ido extendiendo. “Un amigo me presentó el negocio y así comencé. Luego, por el éxito que han tenido, nos hemos expandido”, precisó. Posee cincos locales en sociedad con Cornerstone Restaurant Group. “Pude comprender la dinámica del negocio y, además, lo que más me gusta es tener un lugar propio donde pueda controlar el ambiente, llevar amigos, tener una cena tranquila, poder hablar con ellos, tomar y comer bien. Es algo seguro para mí y, a la vez, un muy buen negocio”, explicó. Parece menor, pero la intimidad y tranquilidad se volvieron clave para una persona tan famosa.

Si hablamos de las comodidades de este billonario, es imperioso hacer referencia a sus casas. En 2013 terminó el hogar de sus sueños en Florida, una construcción que demoró casi tres años y le costó 13 millones de dólares. En un terreno de casi dos manzanas ubicado en Jupiter (ciudad de Palm Beach, a 130 kilómetros de Miami) dentro del exclusivo barrio privado (Bear Club) del ex golfista Jack Nicklaus, cuyo ingreso requiere de una iniciación de 350.000 dólares y luego una cuota anual de 25.000. La casa tiene 11 habitaciones, una pileta, un sector deportivo con una cancha de básquet y hasta una habitación para fumar cigarros con una ventilación especial para sacar el humo. También tiene una casa cerca de Charlotte, la cual utiliza cuando tiene que pasar días en la región por su responsabilidad como dueño de los Hornets. Algo más “modesta”, valuada hoy en cuatro millones y con todos los ambientes (seis habitaciones y seis baños) con vista a un lago. Además cuenta con una pequeña cancha de golf para disfrutar de su pasión, una pileta, un gimnasio y un sector de entretenimiento.

Michael todavía conserva su mítica mansión en Chicago, que está en venta desde hace ocho años y hoy está tasada en 14 millones, a pesar de que su precio original, en 2012, era de 47. En 2013 hizo una subasta pero nadie llegó al mínimo de 23,5 y tuvo que seguir bajándola. Algunos creen que tiene un karma con esa casa, aunque en realidad las razones de la falta de ofertas tienen que ver con que es una propiedad muy grande (5.200 metros cuadrados), con demasiados lujos y un impuesto anual de 100.000 dólares. MJ compró los terrenos en la exclusiva zona de Highland Park (a 44 kilómetros de Chicago), en un barrio ubicado en el medio de un bosque. La hizo de cero, porque quería –como pasó con las otras casas– que cada metro cuadrado se adaptara a sus gustos y necesidades. Está claro que lo exigente y obsesivo que es en la cancha lo traslada a su vida personal y por eso no sorprende lo que quiso sumarle a esa mansión. Además de una impactante cancha de básquet, un gimnasio top en su interior y un court de tenis, posee nueve habitaciones, 17 baños, dos salones circulares, dos teatros, una sala de cine, una bodega, una pileta, una sala específica para fumar con mesas de juego, una biblioteca con pantalla desplegable, una sala con una TV de 110 pulgadas y hasta una casa secundaria para huéspedes, con tres cuartos. Un detalle: el portón de ingreso de la propiedad tiene el N° 23.

El portón de su mansión
El portón de su mansión con el número 23

MJ, como está claro, armó su vida postbásquet alrededor de sus pasiones. Y una de ellas es, sin dudas, el golf. La descubrió en su época universitaria, a los 19 años, y ya lleva 28 intentando ser el mejor jugador posible. Llegó a un handicap brillante para un amateur (1,9), aunque hoy asegura estar en 4 (cuando más bajo, mejor jugador sos). Michael es socio de 12 clubes exclusivos en el país y ha jugado con los mejores, tanto famosos que lo practican como profesionales. Incluso uno de sus mejores amigos es Tiger Woods, el deportista que lo sigue en ganancias en la historia. Tan fanático es que asegura jugar “36 hoyos, casi todos los días”. Por eso en cada casa se armó un sector especial con hoyos. Eso sí, gracias a su fortuna, se dio el lujo de ir un paso más allá y construyó su propio campo, en Hobe Sound, pequeña ciudad de Florida, ubicada a solo 17 kilómetros de su nueva mansión. Se llama Grove XXIII, manteniendo su obsesión con su camiseta 23, y ocupa 92 manzanas, sin árboles. Tienen las condiciones de una cancha profesional para un campeonato, un par 72, como la mayoría de los campos. La diseñó Bobby Weed, quien quedó impresionado con el interés de Mike por cada detalle. “Venía todas las semanas”, precisa. MJ es el principal inversor, aunque no el único, de un emprendimiento que aseguran rondó los 15 y 20 millones de dólares. MJ, eso sí, se da todos los lujos y tiene hasta un buggy personalizado para moverse por la cancha. “Siempre quise tener mi propio campo, pero realmente nunca pensé que lo lograría. Porque no es una casa. O una pileta. Es solo para una cosa. Por suerte me animé, formamos un grupo y encontré a una mente creativa como Weed para desarrollarlo”, contó antes de enumerar los campos que más le han gustado en USA e incluso en los que ha jugado fuera del país, sobre todo en Escocia e Irlanda.

Si hablamos de lujo, hay que mencionar sus yates: uno de 70 metros, que usa para navegar por el Caribe, y otro más pequeño, de 24 metros, llamado Catch 23, para moverse en distancias más cortas. El primero le costó 80 millones y reemplazó al modelo Mr. Terrible que tenía de la marca Delta Marine. El nuevo tiene ocho habitaciones, un bar, un comedor, un gimnasio completo, un jacuzzi y, claro, una cancha de básquet en cubierta. En Año Nuevo se lo pudo ver navegando cerca de la isla de Saint Barths, uno de los destinos favoritos de MJ. No solo por agua se mueve Su Majestad. También tiene un jet privado, pintado en el azul de la Universidad de North Carolina y con un número que incluye el 23 por su camiseta y el 6, por los títulos NBA que consiguió. La joyería es infaltable en los atletas exitosos afroamericanos y Michael no es la excepción. El astro tiene debilidad por los relojes y le gusta coleccionar algunas piezas bastante raras: tiene un Sonata Ulysse Nardin de oro blanco que cuesta 75.000 dólares, un Richard Mille RM032 que podría ascender hoy a 175.000, un Rolex Daytona de 30.000 que le regalaron y cierra su colección con el top, un Urwerk-203 de 230.000.

MJ en uno de sus
MJ en uno de sus tantos vehículos: una Ferrari 512 TR

En su infancia en Wilmington, Jordan no solo era amante del básquet y del béisbol (por su padre). También lo atraían los autos y las motos, en una región muy fierrera, sobre todo amantes de las carreras Nascar. “Crecí viendo esas competencias, a Dale Easrnhard, Richard Petty y Cale Yarborough… Fui muy fanático y lo sigo siendo”, admitió varias veces cuando asistió a carreras, ya retirado. Por eso no sorprende que sea dueño de una concesionaria en el estado donde creció (Carolina del Norte) y que en su cochera tuviera varios autos de colección para elegir: dos Ferraris (la F335 TR y la 550M), dos Porsches, un Aston Martin DB7 Volante, un Mercedes McLaren SLR 722, un GTB Fiorano, un Chevy C4 Corvette y una coupe Bentley Continental GT. Pero su historia con las motos es todavía más apasionante. “Manejé motos desde los siete u ocho años. Luego, ya cuando estuve en la NBA, dejé de hacerlo por temas contractuales y, cuando me retiré, retomé esa pasión”, contó. Pero no hay nada más apasionante que una historia que lo involucra en Chicago. En los 90 existía una costumbre para los motoqueros más fanáticos: salir en grupos a andar por las autopistas ya de madrugada, cuando bajaba el tráfico. James Casmay, empresario y amante de las motos de Chicago, cuenta que una noche iban andando en grupo y alguien con una Ducati los pasó a toda velocidad por una de las autopistas de la ciudad. Todos coincidieron minutos después en una estación de servicio y, cuando el piloto de campera roja se sacó el casco, nadie pudo creer que se trataba del mejor basquetbolista de la historia, ya de madrugada, manejando una moto así. “Me dieron su tarjeta, los llamé y a partir de ahí empecé a andar con ellos, en grupos de 10 o 20, varias noches a la semana. El problema fue cuando se corrió la voz y empezamos a ser 40/50. Lo dejé de hacer por el peligro de accidente que había”, reconoció MJ, a quien se lo puede ver en un video de YouTube quemando gomas de su Ducati con el título “Learning to Burn Rubber”.

Michael Jordan en su motocicleta

Pero aquellas experiencias sirvieron más que para diversión. En aquel círculo de entusiasmas conoció a Montez Stewart, una leyenda del motociclismo callejero en Chicago, quien un día le hizo una propuesta. “¿No te gustaría tener tu propia escudería?”. Así, con Stewart y Casmay, nació el Michael Jordan Motosports, en 2004. El equipo pasó por distintas marcas y modelos: la Air Jordan XX8 (azul eléctrico), la Jordan Suzuki GSX-R1000 y la Air Jordan XX8 camo azul. También ganó tres títulos, el Superstock Championship en 2008 con Aaron Yates, el SuperSports East Title en el 2013 con Corey Alexander y, el más importante, el SuperBike en el 2010 con Jake Zemke, hasta que Jordan decidió ponerle punto final a la experiencia en el 2014. Hoy, cuando le preguntan por ambas disciplinas, Michael no tiene dudas. “Siempre me intrigó más ver cómo los pilotos trabajan sobre las motos, sus instintos y la toma de decisiones. Lo siento como un arte, que requiere de muchas habilidades. Por ejemplo, el doblar, cómo poner la moto hacia un lado o el otro. Lo del Nascar es más sencillo, siempre girando en círculos, doblando hacia la izquierda. No veo arte en eso. En cambio, la toma de decisiones en las motos es más rápida y el riesgo es mucho mayor”, comparó el astro.

Jordan ama hacer negocios. Pero no solo para que le den dinero, sino para aprender, desafiarse y lograr que sean exitosos. Por eso se involucrarse tanto con todos lo que inicia. Estee Portnoy, la mujer que es su mano derecha en finanzas, admitió durante un litigio judicial que no hacía negocios por menos de 10 millones de dólares y David Falk, su agente, admitió que una vez le ofreció uno de 100, en el que solo debía hacer presencia, pero lo rechazó porque no le generaba compromiso ni un challenge. Hace poco, por caso, entró al negocio del béisbol al comprar acciones minoritarias de los Florida Marlins de la MLB, junto a un grupo liderado por Derek Jeter, leyenda de los Yankees y amigo íntimo de Michael. “Me siento muy identificado con él porque cada cosa que hizo en el béisbol, yo fui igual en el básquet. Y sé que quiere construir una franquicia ganadora allí”, fundamenta.

Antes había logrado su sueño de ser propietario mayoritario de una franquicia. No pudo con los Wizards, pero lo logró con los Hornets de Charlotte. En 2010 los compró en 175 millones, justo a tiempo para ver cómo se daba una explosión en los valores de las franquicias en estos últimos años. Hoy valen 1.500 millones y ostenta el 80%, luego de hacer un gran negocio con la venta del 20%. Por ahora no ha tenido éxito deportivo. Al contrario, cada año le va peor y es en el único apartado que ha recibido críticas. Con razón, porque sus decisiones gerenciales y deportivas han estado lejos de lo esperado. De hecho, en la última temporada perdió a su estrella, Kemba Walker, quien se cansó de esperar que Jordan y compañía lo rodearan lo suficientemente bien como para aspirar a pelear por el título. Desde su llegada a Charlotte, el equipo solo llegó a playoffs en apenas dos oportunidades (ambas fue eliminado en primera ronda) en diez temporadas, con un récord de apenas 320 triunfos y 467 derrotas, un pobre 40%. Pero él sigue insistiendo en que “ganar un campeonato en Charlotte” sigue siendo el sueño que le falta cumplir en su vida.

En 2010 se transformó en
En 2010 se transformó en propietario de los Charlotte Hornets (Foto: Reuters)

En la gestión económica de la franquicia, por lo pronto, le va muy bien y también le ha servido para juntar a la familia. Su hermano Larry, de quien sacó los mayores genes competitivos, trabaja con él en los Hornets, lo mismo que tres de los cinco hijos de MJ. Jeffrey (32 años) y Marcus (30) jugaron en el sistema universitario, ambos en facultades de Illinois, pero ninguno llegó a la NBA y hoy están en distintos puestos de la franquicia, luego de trabajar en Jordan Brand y tener negocios de indumentaria. Jasmine es hoy ejecutiva de Jordan Brand y, a la vez, está con el padre en Charlotte. Ha sido la más involucrada en los negocios de Michael, luego de graduarse en la carrera de Sports Management en la Universidad de Syracuse. Los tres son hijos de su primer matrimonio, con Juanita Vanoy, una chica de Chicago que conoció a MJ cuando era modelo y compartió su vida durante 17 años hasta que fue oficial su divorcio en 2006. El acuerdo económico para el trámite se selló por 168 millones de dólares, nada menos. Una noche de 2008, en un bar, Jordan conoció a Yvotte Prieto, una chica cubana que fuera novia de Enrique Iglesias. Al año siguiente se fueron a vivir juntos. Se casaron el 27 de abril de 2013 en una farandulesca fiesta que se realizó en Palm Beach, y se calcula habría costado 10 millones de dólares. En 2014, cuando ella tenía 35 años, tuvieron dos gemelas (Victoria e Ysabel). Pero de la que nunca se separó, sobre todo desde el asesinato de su padre en 1993, es de su madre. “Prácticamente me llama todos los días y me dice siempre lo mismo: “mantén su nariz limpia”, me repite. Es su recordatorio de que la gente está mirando, está prestando atención y hoy estamos en una época que lo que vende es lo negativo”, dice.

Jordan también ha destinado parte de sus ganancias a ayudar a los que más lo necesitan. Pero, justamente, su compromiso social fue su principal talón de Aquiles durante varios años, más que nada por una declaración que lo marcó y, tal vez, resumió su pensamiento. En 1990 se viralizó una frase que generó un enorme revuelo. “Los republicanos también compran zapatillas”, les dijo a sus compañeros cuando se le cuestionó que no apoyara al político Harvey Gantt, quien estaba en campaña (contra el republicano, conservador y racista Jesse Helms) para ser el primer senador negro de la historia. Quedó la sensación de que los negocios personales de la estrella estaban por encima de su compromiso social, político y, lo más importante, étnico. MJ aclaró que lo comentó en broma y se excusó diciendo que “no iba a apoyar a alguien que no conocía”. No todos los entendieron y la estrella perdió credibilidad, sobre todo entre los afroamericanos y, en especial, en comparación con Muhammad Ali. “Soy un jugador, no un activista”, se defendió. Las críticas se escucharon por años, incluso de colegas como Kareem Abdul-Jabbar, aunque MJ ha cambiado su perfil en los últimos tiempos. Financió la película Malcolm X, celebró la llegada de Obama a la presidencia, hizo aportes a las campañas demócratas, apoyó a los Clippers cuando se rebelaron contra los comentarios racistas de su dueño y se puso del lado de NBA cuando le sacó el All Star a Charlotte por sus políticas antitransgénero. También, claro, hizo donaciones millonarias para los más necesitados (sobre todo después de los huracanes Florence, Bahamas y Carolinas) y mostró un creciente compromiso con fundaciones de ayuda. Incluso aportó siete millones de dólares para construir la primera de las dos clínicas médicas en Charlotte para atender a miembros desfavorecidos de la comunidad. El último gesto llegó en estos días, con la donación de su cachet (se calcula entre 4/5 millones) en The Last Dance. Serán destinados para organizaciones benéficas en Charlotte y Chicago.

El dinero gastado en apuestas fue otro foco de su vida, en especial en los años 90. No es novedad que MJ es un competidor extremo, que quiere ganar a lo que sea, el tema es si se extralimitó en las apuestas. Lo hizo siempre, desde cosas pequeñas como apostar 20 dólares con guardias de seguridad del estadio para ver quien llegaba más cerca de la pared lanzando monedas hasta jugar manos de póker o blackjack con compañeros por cientos de miles de dólares en los viajes en avión o en noches de hotel. Pero el tema empezó a irse de sus manos y a generar controversia cuando la Policía encontró cheques suyos por un total de 165.000 dólares en posesión de dos personas con problemas con la ley y vinculaciones con las apuestas clandestinas: un prestamista (Eddie Dow) y un intermediario (Slim Boucher). Ambos confesaron que habían sido productos de apuestas en rondas de golf, y MJ tuvo que admitirlo cuando fue testigo del juicio a Boucher por posesión de drogas y lavado de dinero. “Al principio dije que había sido un préstamo por vergüenza”, declaró ante el juez. Luego, en 1993, cuando no pocos se preguntaban hasta qué punto el deportista más famoso estaba metido en problemas, se publicó el polémico libro de un empresario de San Diego (Richard Esquinas), con un título grandilocuente que invitaba a creer lo peor: “Michael y yo: nuestra adicción a las apuestas, un grito de ayuda”. Esquinas asegura haber realizado apuestas de golf con él durante cuatro años y haberle ganado 1.252.000 dólares en un día. Esquinas aportó fechas, lugares y hasta pruebas de los depósitos de pago que le hizo Su Majestad. En 2005, Jordan admitió sus problemas en un programa de TV (60 minutos). “Sí, me metí en situaciones de las que no pude escapar. Mi desesperación por ganar me hizo pasarme de la raya. Fui estúpido y sin dudas es una de esas cosas de las que me arrepiento. Me avergüenzan. Pero mi problema es la competitividad, no las apuestas”, reconoció. ¿Cuánto dinero habrá perdido/ganado en esas rutinas? No se sabe, aunque Charles Barkley, compañero de golf, dio una pista. "Habitualmente yo jugaba por dinero, pero por un par de cientos de dólares por hoyo. Michael, en cambio, era capaz de hacerlo por 100.000. Yo soy más de ‘este hoy vale 200 dólares’ y él me diría ‘súbelo, Charles. O correte de mi camino’. Yo le diría, ‘bueno, ¿cuánto vale este golpe para ti?’ Michael me contestaría ’300.000 dólares’ y yo, por supuesto, me retiraría”, detalló.

Este es el otro lado de Jordan. Quizá el más frívolo, en un punto, pero sin dudas el menos conocido. El de sus pasiones, gustos y debilidades. El costado del disfrute de un multimillonario que trascendió todas las fronteras.

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