El caso
Mike Tyson había perdido el título de campeón mundial ante James Buster Douglas en 1990 y se preparaba para recuperarlo lo más rápido posible. Por eso, para mediados de 1991 ya ostentaba tres triunfos consecutivos, el último de ellos ante Donovan Ruddock, considerado en la previa como el combate del año. Para esa época, el boxeador era considerado una estrella a nivel mundial y era codiciado por todos los programas y shows televisivos, ya que sus apariciones hacían disparar los niveles de audiencia. Fue por eso que en julio de aquel año (tres semanas después de su última pelea) fue invitado por el certamen Miss Black América que se celebraba en Indianápolis, para ser parte del jurado que elegiría a la nueva reina de belleza.
El deportista de 25 años estaba para entonces envuelto en uno de sus primeros escándalos por las denuncias por violencia de género que había realizado su ex pareja Robin Givens, pero en ese entonces sus logros deportivos aún opacaban su vida privada.
En la noche del 18 de julio, después de asistir a un concierto de Johnny Gill, Tyson se comunicó con Desiree Washington, una de las concursantes del certamen, y la convenció para encontrarse. El boxeador la fue a buscar en limusina y juntos entraron a la habitación 606 del hotel Canterbury a la madrugada del 19 de julio. Media hora más tarde, la estudiante universitaria de Rhode Island se marchó sola del hotel y días después, el 22 de julio, denunció ante la Policía que había sido violada por el boxeador.
El juicio
A las 11 de la mañana del 29 de enero de 1992, los 12 miembros del jurado (más tres suplentes) habían sido seleccionados, luego de algunas recusaciones a potenciales integrantes del mismo. La conformación fue 25% de ciudadanos negros y 75% de hombres. Además, la jueza avaló el pedido de la defensa de no incluir en el proceso una cinta que que había sido aportada por el canal WISH-TV (que nunca había sido emitida) en donde se mostraba a Mike Tyson diciendo: “Debería haber matado a la perra cuando tuve la oportunidad”. A su vez, se prohibió hacer mención del historial sexual de la presunta víctima o de cualquier problema matrimonial de sus padres.
Quien llevó adelante las sesiones fue Patricia Gifford, pionera en la carrera ya que para ese entonces no había demasiadas juezas mujeres. La magistrada, quien durante su larga trayectoria se encargó de varios crímenes sexuales, murió a los 79 años el 14 de abril de 2018, una década después de su retiro.
Por su parte, Tyson, recomendado por su representante Don King, contrató a la firma Williams & Connolly de Washington DC, que designó a los abogados Vincent Fuller y Kathleen Beggs, quienes a sumaron al equipo a James Voyles, un abogado local. Mientras que el abogado Gregory Garrison firmó como fiscal especial, acompañado por Barbara Trathen, de la oficina del Fiscal del Condado de Marion.
Había un hecho que estaba claro para ambos: la víctima había entrado a la habitación del boxeador por decisión propia, por lo que el objetivo de ambas partes era demostrar si lo que había sucedido en el cuarto había sido consensuado o no. La estrategia de la defensa era demostrar que Tyson era un animal solamente dentro del ring y fuera del mismo era una persona que ayudaba a la comunidad y que de ninguna manera lastimaría a una mujer. Por su parte, los querellantes se centraron en mostrar todo tipo de actos en los que quedaba en claro que el púgil estaba lejos de ser un ejemplo de persona.
Los testigos incluyeron a Virginia Foster, conductora de limusina. La mujer quien no tenía una buena relación con el ex campeón de los pesados, declaró que tras salir del hotel, Desiree Washignton “parecía frenética, en estado de shock, aturdida, desorientada”. Al elegir un adjetivo, se quedó con “asustada”.
El siguiente fue el médico de la sala de emergencias en donde atendieron a la joven modelo. El Dr. Thomas Richardson declaró que la víctima tenía dos pequeñas abrasiones vaginales, daños que pueden observarse como consecuencia de algunos ataques sexuales. Ante la pregunta de Garrison sobre si ese tipo de lesiones también podían también suceder en un acto consensuado, el médico sostuvo que en su experiencia de más de 20 años solamente solo las había visto dos veces. Solo dos veces en más de 20.000 pacientes.
Otra de las voces que se presentó fue la de Tanya Traylor, participante del concurso. Su declaración fue un golpe para la imagen de Tyson, ya que dejó en claro que la intención del boxeador en el certamen de belleza era conquistar a las participantes, no calificarlas: “Si recibía un no, pasaba a la siguiente chica”. Además, indicó que había coqueteado con “todas” las mujeres y que tras acompañar a algunas de las chicas a sus habitaciones les había dicho frases como "un beso servirá, pero el sexo es mejor”.
El turno de Desiree Washigton
“Barb y yo estábamos cruzando la calle Delaware en el juzgado, cuando tuve este destello cegador. Recuerdo que me detuve en medio de la calle y dije: 'Espera un minuto. Si esta chica estaba buscando oro... Tienen relaciones sexuales y él la invita a pasar la noche. En cambio, ¿qué hace ella? recoge sus zapatos y corre descalza. Ella no agarró el oro. Se escapó como una niña que había sido violada y pasó el resto de la noche en la ducha”, fue el análisis que hizo el abogado Gregory Garrison antes de que Desiree Washignton subiera al estrado.
La joven se apersonó en la sala con un “vestido de domingo”, según describieron periódicos de la época, que además la diferenciaron de otras testigos que habían participado del concurso, porque se habían presentado ante la Justicia con un look mucho más llamativo.
A pesar del esfuerzo que esto significaba, se encargó de relatar paso a paso cómo habían sido los acontecimientos del 18 y 19 de julio. Desde que recibió el llamado de Tyson con la propuesta de recorrer la ciudad en limusina, hasta lo sucedido dentro de la habitación, a la que ingresó con la excusa de mantener una conversación sentados en la cama.
El diario Indianapolis Monthly, que siguió el caso día a día, transcribió partes de aquella declaración:
"¿Le agrado?" Tyson preguntó.
"Pareces estar bien", respondió ella.
Entonces “su voz cambió un poco”, y dijo: “¡Me estás excitando!”
“No soy como todas esas otras mujeres. No sé para qué crees que vine aquí.”, contestó.
Luego, él “se llevó las manos a la cara”, mientras que ella se puso de pie y dijo: “Quiero ir al baño y luego nos iremos”.
“Está bien”, respondió Tyson.
Desiree se levantó, dejando su bolso allí. Después de usar el baño, notó cierta molestia en su protector de bragas. Entonces decidió quitárselo para cambiarlo. “Tenía una almohadilla en mi bolso”, pero “pensé que podría ponerla más tarde”.
Cuando salió del baño vio a “Mike Tyson, sentado a un lado de la cama sin nada más que ropa interior”. Fue entonces cuando el acusado la llevó por la fuerza hasta la cama y la violó. “Era malo, malvado”
“Llegué a la cima y comencé a tratar de escapar, pero él me golpeó de nuevo”.
Tyson, contra las cuerdas
Varios de los presentes han recordado en muchas oportunidades que el juicio se definió el 7 de febrero, con la propia declaración del ex campeón mundial de los pesados y por la mala defensa que tuvo por parte de abogados que habían sido elegidos por su representante, Don King, pero que no estaban capacitados para afrontar este tipo de casos. Estas opiniones se basan sobre todo en que éste fue un juicio en el que prácticamente no hubo pruebas, ya que era la palabra de una persona contra la otra.
Obviamente, el boxeador aseguró ante el jurado que había tenido sexo consensuado aquella noche y que incluso le había practicado sexo oral a la muchacha, algo que según su lógica era imposible de realizar si se hubiese tratado de un ataque. Pero una de las pocas pruebas terminó por destruir al púgil.
La ropa interior que había utilizado Desiree fue presentada (gracias a que la jueza desestimó la denuncia de la defensa de que esa prueba había sido manipulada). La prenda tenía las mismas lentejuelas que se habían encontrado en el piso de la habitación y el objetivo de la fiscalía era demostrar que Tyson se la había arrancado a la víctima.
“Quería que el jurado viera el punto dañado (de la prenda). Se la di (a Tyson) y le dije: ‘¿Qué pasó aquí?’ Dijo algo, no sé qué, y se lo arrojó al reportero de la corte. No como una bola rápida, pero la arrojó en esa dirección. Pensé, bueno... han visto mal a Mike”, contó Garrison. Aquella reacción parecía haberlo definido todo.
El otro punto clave fue una frase que el mismo acusado dijo, ante una simple pregunta de Fuller, su propio abogado: “Le expliqué que solo quería tener sexo”, aseguró textualmente sobre un comentario que le había hecho a Desiree cuando consiguió su número de teléfono: “Así soy yo; solo quiero saber en qué me estoy metiendo antes de hacerlo", sostuvo.
Esto era muy diferente a lo que había declarado meses antes ante el Gran Jurado (encargado de determinar si se deben presentar cargos contra un sospechoso), cuando en su relato sobre los hechos nunca había dicho la palabra “sexo”, sino solamente “te quiero”. Tyson había pisado el palito solo, estaba cambiando su versión en un punto clave.
Obviamente, cuando fue el turno de Garrison de hacer las preguntas, fue directo al grano: “¿Le está diciendo a este jurado que no le dijo al Gran Jurado sobre el uso de la palabra ‘sexo’?".
“Dije que quería a Desiree, sí”, contestó Tyson.
La palabra sexo había sido el último golpe que podía recibir el campeón y se lo había dado el mismo.
El decisión jurado
El veredicto se conoció el 10 de febrero, luego de casi 10 horas de deliberación. Para ese entonces la sociedad estaba dividida entre quienes opinaban que la denunciante sólo buscaba fama y dinero y quienes creían en ella. Las primeras dos votaciones internas no obtuvieron unanimidad de opiniones entre los integrantes del jurado, ya que si bien la gran mayoría estaba convencida de que Tyson era culpable, había algunos que no.
Vale remarcar que los 12 miembros habían sido objeto de una presión pocas veces vista más allá del aislamiento al que estaban confinados. Incluso, el 6 de febrero el hotel en donde estaban instalados sufrió un incendio en el tercer piso (tres por debajo del que ellos se hospedaban) obligando a las sesiones a retrasarse un día, y a las partes a hacer un interrogatorio de cada uno de los jurados. Tras el pedido de la fiscalía, la jueza removió a uno de ellos por considerarlo “inestable” psicológicamente tras el desafortunado episodio. Esa decisión también generó contoversia, porque el hombre era negro y la defensa pretendía que en el grupo haya menos blancos para decidir.
Finalmente, el jurado emitió un veredicto de culpabilidad por un cargo de violación y dos cargos de conducta criminal desviada contra Tyson. La Justicia había hablado, sólo restaba conocer la sentencia final que debía dictar la jueza.
La versión de Mike Tyson
El ex campeón mundial de los pesos pesados sigue declarándose inocente y sostiene que lo ocurrido aquella noche no fue una violación. En su autobiografía The Undisputed Truth (La Verdad Indiscutible) le dedicó varias páginas a este caso y contó cómo fueron las semanas entre el veredicto del jurado, el 10 de febrero de 1992, y la sentencia, el 26 de marzo.
Primero probé alguna intervención divina. Calvin, mi amigo cercano de Chicago, me habló de una mujer vil que podría lanzar un hechizo para mantenerme fuera de la cárcel. “Orinas en un frasco, luego pones billetes de quinientos dólares allí, luego pones el frasco debajo de tu cama durante tres días y luego se lo llevas y ella rezará por ti”, me dijo Calvin. Así que el clarividente va a sacar la pila de cientos de molestos del frasco, enjuagarlos y luego ir de compras. Si alguien te regalara un billete de cien dólares, ¿te importaría? Le pregunté a Calvin. Tenía fama de tirar dinero, pero eso era demasiado incluso para mí.
Luego, algunos amigos trataron de ponerme en contacto con un sacerdote vudú. Pero trajeron a este tipo que llevaba puesto un traje. El tipo ni siquiera parecía un vudú de farmacia. Este agujero tenía que estar en el pantano; necesitaba tener un dashiki. Sabía que ese tipo no tenía nada. Ni siquiera tenía una ceremonia planeada. Simplemente escribió algo en un trozo de papel y trató de venderme algo que no hice. Quería que me lavara con un poco de aceite extraño y rezara y bebiera un poco de agua especial. Pero estaba bebiendo el maldito Hennessy. No iba a diluir mi Hennessy.
Así que decidí pedirle a un sacerdote de la Santería que hiciera un poco de brujería. Una noche fuimos al juzgado con una paloma y un huevo. Dejé caer el huevo al suelo cuando se soltó el pájaro y grité: “¡Somos libres!” Unos días después, me puse mi traje gris a rayas y fui a la corte.
Tyson ya había sido declarado culpable, pero aún podía evitar la cárcel si la sentencia era baja. Incluso, su representante insistía todos los días en que no iba a estar tras las rejas, porque tenían preparados varios discursos conmovedores. Sin embargo, él sabía que esto no era posible y culpaba por esto a un problema racial.
No me juzgaban en Nueva York o Los Ángeles; Estábamos en Indianápolis, Indiana, históricamente uno de los bastiones del Ku Klux Klan. Mi jueza, Patricia Gifford, era una ex fiscal de delitos sexuales y era conocida como “la jueza colgante”
En la declaración que leyeron sus abogados había testimonios de amigas mujeres y hasta ex novias, quienes destacaban su trato cordial durante sus relaciones.
Luego estaba la sincera carta personal de Don King al juez. Había pensado que se me ocurrió una cura para el cáncer, que tenía un plan para la paz en el Medio Oriente y que cuidaba a los gatitos enfermos para que recuperaran la salud. Él habló sobre mi trabajo con la Fundación Make-A-Wish visitando a niños enfermos. Informó a la jueza Gifford que cada Día de Acción de Gracias regalábamos cuarenta mil pavos a los necesitados y los hambrientos. Relató el tiempo que nos reunimos con Simon Wiesenthal y me conmovió tanto que doné una gran suma de dinero para ayudarlo a cazar criminales de guerra nazis. Supongo que Don olvidó que el Klan odiaba a los judíos tanto como odiaban a los negros.
La defensa usó su última bala para evitar la prisión y por eso propuso internar a Mike en un centro en el que no sólo tendría asistencia psicológica, sino además podría ayudar a la comunidad, llevando a cabo el programa que se le fuese impuesto. Pero para esto era clave la palabra de su cliente.
“Mi conducta fue un poco grosera. Estoy de acuerdo con eso. No violé a nadie. No intenté violar a nadie. Lo siento." Luego volví a mirar a Greg Garrison y al fiscal. “Mi vida personal ha sido encarcelada. He sido herido, todo esto fue una gran pesadilla. No vine a rogarle misericordia, señora. Espero lo peor. He sido crucificado. He sido humillado en todo el mundo. He sido humillado socialmente. Estoy feliz por todo mi apoyo. Estoy preparado para lidiar con lo que me des". Me senté nuevamente detrás de la mesa de defensa y la jueza me hizo algunas preguntas sobre ser un modelo a seguir para los niños. “Nunca me enseñaron cómo manejar mi estatus de celebridad. No les digo a los niños que es correcto ser Mike Tyson. Los padres sirven como mejores modelos a seguir".
La carta de Desiree
Antes de la sentencia final, Jeffrey Modisett, el fiscal del condado de Marion, dio un discurso de 10 minutos señalando que los hombres con dinero no podían tener privilegios allí y luego leyó la carta de la víctima.
En la madrugada del 19 de julio de 1991, ocurrió un ataque tanto en mi cuerpo como en mi mente. Fui derrotada físicamente hasta el punto de que me quitaron a mi persona más íntima. En el lugar de lo que he sido yo durante 18 años, ahora hay un sentimiento frío y vacío. No puedo comentar cuál será mi futuro. Solo puedo decir que cada día, después de ser violada, ha sido una lucha aprender a confiar de nuevo, sonreír como lo hice y encontrar a la Desiree Lynn Washington que me robaron y a quienes me amaron el 19 de julio de 1991. En esas ocasiones cuando me enojé por el dolor que me causó mi atacante, Dios me dio la sabiduría para ver que estaba psicológicamente enfermo. Aunque algunos días lloro cuando veo el dolor en mis propios ojos, también puedo compadecerme de mi atacante. Ha sido y sigue siendo mi deseo que sea rehabilitado.
Fue el propio fiscal que luego de dejar a un costado la hoja exigió una pena de entre ocho y diez años.
La última campana
Tras escuchar estos testimonios, Gifford felicitó al boxeador por los trabajos comunitarios que hacía por aquel entonces para limpiar su imagen, pero remarcó que esto no lo ayudaría: “Hemos logrado dar a entender que está bien proceder a hacer lo que quieres hacer si conoces o sales con una mujer. La ley es muy clara en su definición de violación. Nunca menciona nada sobre si el acusado y la víctima están relacionados. Que la fecha en la que ocurre la violación sea una cita, no disminuye el hecho de que todavía es una violación”.
La magistrada destacó que el deportista no tenía antecedentes previos, pero admitió: “Siento que está en riesgo de hacerlo nuevamente debido a su actitud”. Entonces, bajó el martillo y lo sentenció a pagar una multa de 30 mil dólares, 10 años en prisión, cuatro de ellos en libertad condicional, con la obligación de ingresar a un programa psicoanalítico con el Dr. Jerome Miller y realizar 100 horas de trabajo comunitario.
Inmediatamente, Tyson bajó la cabeza, insultó a la jueza en voz baja para no ser escuchado y fue arrestado. Desde allí, fue llevado a un centro de diagnóstico para determinar a qué nivel de prisión lo enviarían y el único que lo acompañó fue Voyles, el abogado novato que se había sumado para colaborar con el equipo de especialistas. Fue él quien le aconsejó tapar las esposas con su abrigo al salir del tribunal para evitar que los fotógrafos obtengan la imagen más preciada, pero antes de subirse a la patrulla policial, Mike levantó sus manos para mostrarle al mundo lo que el mundo quería ver. Iba a ir a la cárcel. El lugar elegido fue Youth Center, en Plainfield, una instalación para delincuentes de nivel dos y tres
"Todos los demás se fueron de regreso a Washington. Elegí ir con él, porque era lo correcto. Estaba devastado. Él estaba confundido. Cuando estábamos en el automóvil, dijo: ‘Bueno, campesino, creo que iremos a la prisión’, recordó años más tarde el abogado Voyles al periódico Indianapolis Monthly.
Después de la pelea legal
Su sentencia fue una revolución mundial. Una de las máximas figuras del deporte debía ir a prisión y así fue que ingresó al Centro de Diagnóstico del Departamento de Corrección de Indiana en Plainfield, como prisionero número 922335. Allí, Tyson tuvo un romance con su consejera de adicciones y dedicó gran tiempo a la lectura de hombres Marx, Shakespeare y Tolstoi. Incluso, en su autobiografía, reconoció: “Es gracioso, pero me llevó mucho tiempo darme cuenta de que esa pequeña jueza blanca que me envió a prisión pudo haber salvado mi vida”.
Como era de esperarse, no cumplió la condena completa, sino que antes de los cuatro años fue liberado por buena conducta y a los cinco meses de respirar aire fuera de la cárcel, volvió a pelear. En agosto de 1995 se midió ante Peter McNeeley, en un combate que se vendió rápidamente bajo el lema “He´s back” (Está de vuelta).
Estrellas como Will Smith, Jim Carrey, Denzel Washington, Pamela Anderson, Nicolas Cage, Shaquille O’Neal y hasta el hoy en día presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, estuvieron entre los 15 mil espectadores en el MGM Grand de Las Vegas para presenciar un duelo que duró apenas 89 segundos y fue triunfo del ex campeón que al año siguiente, en 1996, recuperó su cinturón.
Tyson jamás pidió perdón por lo sucedido en julio de 1991 e incluso en una entrevista a Fox News en 2003, declaró sobre Desiree Washignton: “Odio la osadía que tuvo para ponerme en esa situación. Ahora realmente sí desearía haberlo hecho. Ahora realmente quiero violarla”.
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