En el año 2005, Michael Jordan asistió a 60 Minutos, uno de los programas más populares de la tevé americana con los riesgos que supone presentarse a un show en vivo. En un momento de la entrevista, el famoso presentador Ed Bradley se metió en un tema que hasta ese momento había sido un tabú: su adicción al juego. “Me metí a mí mismo en situaciones de las que no quería o podía escapar. Forcé la situación. ¿Si eso es una compulsión? Depende. Si estás dispuesto a poner en peligro tu forma de vida o a tu familia, entonces sí”, se abrió MJ y todos sintieron que vinculaba sus problemas por las apuestas clandestinas con el asesinato de sus padre. “¿Llegó usted a poner en peligro su modo de vida y a su familia?”, repreguntó Bradley. Hubo una pausa y, después de unos segundos de silencio, MJ tragó saliva y contestó con un monosílabo: “No…”.
¿VEINTISIETE AÑOS PRESOS POR ERROR?
El 23 de julio de 1993 la vida de Michael Jordan cambió para siempre. Muy atrás había quedado el estigma de ser el joven virtuoso y top scorer (el 29 de marzo de 1990 logró su récord en la NBA cuando le anotó 69 Cleveland) pero que no ganaba campeonatos. Esa fue la cruz que cargó en sus primeros años, pero MJ se había obstinado tanto en alcanzar ese Olimpo hasta entonces reservado para Larry Bird y Magic Johnson que lo había logrado. Un mes atrás, su tercer anillo de la NBA en fila dejaba claro quién era el verdadero amo del básquet mundial.
Aquel 23 de julio de hace casi 27 años, Michael apenas supo que su padre estaba desaparecido. James Jordan había viajado hasta Wilmington para asistir al funeral de un compañero de trabajo. La reconstrucción de sus pasos dice que, tras el funeral, subió a su Lexus SC 400 hacia Atkinson para despedirse de la viuda. Y, antes de regresar se encontró con Carolyn Robinson, una amiga que sería la última persona en verlo con vida. Eran las nueve de la noche.
Después de ese trip, el padre de Michael Jordan tomó la autovía 74 para volver a casa pero, a mitad de camino, se habría sentido tan cansado que frenó a un costado a dormir una siesta. ¿Fue realmente así? Manejaba un Lexus color rojo, regalo de Mike. Un auto de cuarenta mil dólares sobre la banquina, algo así como una marquesina que llamaba la atención de cualquier pescador de oportunidades.
Algunos creen que el destino hizo que allí aparecieran Daniel Andre Green y Larry Martin Demery que hasta ese momento eran dos rateros de poca monta. Otros creen que la operación estuvo montada y fue un ajuste de cuentas que involucraba a la mafia de las apuestas ilegales. Pero, durante once días no se supo nada de James Jordan. Y la situación fue tan desconcertante que los investigadores que seguían la causa iban detrás de un secuestro.
El cinco de agosto, un albañil pescaba en un riacho oscuro que desemboca a un bosque de Fayetteville (en el Condado de Cumberland, Carolina del Norte) y vio una silueta que flotaba enganchada de una rama sobre la orilla. “Debe ser un maniquí”, pensó. Pero lo que yacía cerca la Riviera era el hombre más buscado de los Estados Unidos.
El cuerpo de James Jordan presentaba un estado de descomposición avanzado a tal punto que los peces habían devorado sus facciones y debieron reconocerlo por sus piezas dentales. La autopsia dijo que el motivo de su muerte fue un tiro en el pecho y la causa se resolvió como un trámite exprés.
Lo que más llamó la atención del caso fue cómo los mismos delincuentes que habían hecho desparecer el cuerpo sin dejar huellas, habían cometido errores de novatos como llevarse los anillos de campeón de la NBA que Michael le había regalado a su padre (objetos que muy pocas personas podían tener) y usar el teléfono del Lexus. Otro dato: desde allí habían llamado a un tal Hurbert Larry Deese, que además de ser el hijo del sheriff del condado, era narcotraficante. Deese nunca fue interrogado.
Green no se declaró culpable pero Demery sostuvo que encontraron a James durmiendo en el auto y, cuando despertó, su amigo se asustó y le pegó un tiro en el pecho. Aunque Green juró que a la hora del asesinato se encontraba en una fiesta y su amigo lo fue a buscar para que lo ayudara a esconder el cuerpo, los dos fueron condenados a perpetua.
Veinticinco años después, comenzó a revisarse la causa y parece que, de los dos acusados, quien tenía serias conexiones con el narcotráfico no sería precisamente Green. Hace dos años, los medios de los Estados Unidos se empezaron a preguntar si Daniel Green no había estado 22 años arrestado injustamente.
Para terminar de reavivar el tema, con el boom Jordan por The Last Dance, apreció un mafioso llamado Michael Franzese y aseguró que en su ambiente (la mafia, claro) se decía que la muerte de James había sido un ajuste de cuentas por la relaciones entre MJ y las apuestas ilegales.
“SU EXIGENCIA ME CONVENCIÓ QUE DEBÍA SER EL MEJOR”
En The Last Dance queda muy claro que Jordan fue Jordan gracias a la exigencia de su padre. Y, cuando más nos metemos en la intimidad de los anillos de Chicago Bulls, es como si MJ hubiera trasladado el trato que recibía de su progenitor y la exigencia extrema a sus compañeros. La ausencia de Pippen, cuando nadie ayudaba en el juego a “su majestad”, quizá haya sido momento de mayor tiranía hacia sus compañeros: “Sin Scottie, tengo que hacer todo para ganar cada partido…”.
Está claro que, al menos hasta los primeros años de preparatoria, Michael no era ni por asomo el preferido de su padre. Es más, James Jordan no había visto el potencial de su hijo al punto de tratarlo como un bueno para nada: “Me gustaba arreglar las cosas de la casa. Entonces me llevaba a Larry porque le fascinaba arreglar todo con sus manos. Era todo un orgullo para mí. Si Michael estaba ahí y le pedías un destornillador era capaz de traerte una tenaza. Se me acababa la paciencia con él y le decía: ´Vuelve adentro con tu madre, niño. Nunca vas a llegar a ningún lado. Vuelve con tu mamá”, cuenta James en una vieja grabación que toma el documental de Netflix.
James Jordan era empleado de la General Electric y el faro en el que se proyectaba Michael. Eso, a pesar de los maltratos que lo frustraban: “Estás buscando esa aprobación de tu padre, entonces vives algo traumático. Buscaba esa seguridad, entonces me decidí a ser tan bueno como mi hermano… si no mejor”.
Es que, además de no tenerlo en cuenta para los quehaceres domésticos, si James Jordan hubiera apostado cuál de sus hijos podría convertirse en una la estrella del básquet mundial –la estrella entre las estrellas–, seguro que ese no era Michael: “En aquel momento yo hubiera dicho que el mejor jugador de básquet de la familia era Larry”.
Quizá ese sea el segundo hombre más influyente en el moldeado de la personalidad del 23 de los Bulls: su hermano Larry. De tanto compararlos y denostar a Mike, James Jordan forjó una competencia feroz entre sus hijos. Tanto, que en el patio de la casa de Wilmington, Larry Jordan se convertía en una especie de asesino a sueldo con tal de ganar un partido: “Eramos muy competitivos, mis hermanos odiaban perder, pero no a mi nivel: cuando me ganaban terminábamos peleando. Así era yo”.
“En el plano competitivo creo que no habría llegado hasta aquí de no ser por la rivalidad con mi hermano. Cuando terminas a los golpes con alguien que adoras, eso despierta todas tus pasiones. Siempre luché con Larry por la atención de mi padre”, Jura Michael.
Seguramente, en un chico cualquiera, el trato poco afectivo de James Jordan para con su hijo menor podría haber calado en una baja en la autoestima. Pero cuando ese chico es nada menos que Michael Jordan, sólo queda un camino: “Esa exigencia me convenció que debía trabajar para ser el mejor”. Si lo habrá logrado.
“AGARRA TUS COSAS Y VETE, MIKE”
El asesinato de James Jordan destruyó por completo a Michael. Tanto, que en octubre de 1993 decidió dejar la NBA. Es que, de repente, todo lo que era inmaculado (puntualmente, la figura de MJ), empezó a empañarse.
Por aquellos días, el ícono de los Bulls dijo que quería dedicarse al béisbol para cumplir el sueño de su padre que era fanático de ese deporte. Pero también corría otra voz. ¿Qué decía? Que el comisionado David Stern había sancionado a su estrella máxima por haberlo encontrado involucrado en apuestas ilegales.
En esa dirección, no son pocos los que (unos meses antes de la muerte de JJ), vieron cómo Michael y su padre perdían cinco mil dólares en un casino de Nueva York en medio de las finales de Conferencia que mandaron a los Bulls 0-2 a Chicago. Los medios hablaban de falta de compromiso y algunos hasta se preguntaban si Jordan había perdido a propósito.
Aunque la evidencia más fuerte había ocurrido el año anterior cuando se investigaba la muerte de un prestamista (que jugaba golf y apostaba con el 23 de los Bulls) y aparecieron cheques personales de Jordan por más de cien mil dólares al lado de su cadáver. En la misma pesquisa encontraron más documentos firmados por MJ pero ahora en las manos de James Bouler, un vendedor de cocaína.
Asesinatos, apuestas ilegales, cheques a prestamistas muertos y dealers. Octubre del 93: Jordan decidió salir del ojo de la tormenta. Dejaba el básquet para convertirse en un discreto bateador de los Birmingham Barons (la filial B de los White Sox), un equipo las Ligas Menores de Béisbol.
Aquella temporada de 1994 en los White Sox fue un baño de humildad para el deportista mejor pago de la década del 90. Jordan había cambiado un contrato de treinta millones de dólares por largos viajes en colectivo y hoteles de mala muerte. Quién sabe si lo hizo para cumplir el deseo de su padre, tal como se desprendió de sus palabras. De lo que no hay dudas es que, en esos meses junto a los BB, Jordan volvió a sentirse humano.
Fue una mañana de febrero del 94 que MJ se presentó al entrenamiento de la filial de los White Sox. La prensa había copado el campo como nunca antes y Walt Hrianiak (un gurú del bateo que sería el mentor de Michael) no quería que todo ese circo fuera en vano: “¿Te vas a tomar esto en serio o es un capricho?”, le preguntó al mejor jugador de básquet de todos los tiempos. “Muy en serio”, contestó MJ. “Y a partir de ese día vino a batear antes de hora todos los días, a las siete AM”, recordaba Hriniak que rescató el profesionalismo de Jordan: “Si todo el mundo en el béisbol fuera como Michael Jordan, este juego sería mejor”.
El DT de los Birmingham Barons de aquellos años decía que, de haberse dedicado, el hijo de James y Deloris Jordan podría haber llegado como un jugador de recambio a las Ligas Mayores.
Claro que, si Jordan era “su majestad” en las canchas de básquet, en el béisbol era apenas un lacayo cuyos números de bateo marcaban .202. ¿Qué quiere decir eso? “Para algunos, la confirmación que no tenía ninguna posibilidad de éxito en el mundo del béisbol y que había desperdiciado un año a en la cima de su carrera de basquetbolista para humillarse a sí mismo en una categoría menor”, dice un especialista en la página de la MLB.
Pero hay más: la revista Sport Illustrated cruzó la frontera y no tuvo piedad: “Bag it Michael”, tituló una tapa donde lo destruía y lo invitaba a hacer las valijas: “Déjalo, agarra tus cosas, Michael”. ¿Cómo recibió las críticas el rey? Muy mal, tanto que nunca más le dio una nota a Sport Illustrated: “Nunca se disculparan con Mike y él nunca más hablará con ellos”, decía el representante de Jordan.
No caben dudas que MIchael Jordan revolucionó la vida de los Barons y la de sus compañeros, pero también vivió un cambio en su vida: el paso por las ligas menores fue salir del centro de la escena para volver al llano: “Estuve tanto tiempo en el pedestal que me había olvidado de los pasos que tuve que dar para llegar a la cima. Eso es lo que me dio el béisbol de Ligas Menores”, contaba Jordan que gracias a competir de forma casi amateur volvió a sonreír.
Según las estadísticas de la Major League Beisbol, durante el paso de Jordan, los Barons recibieron a más de 467.000 fanáticos en su estadio y jugaron siempre a cancha llena. Pero fue apenas un amor de verano porque, a la llegada del otoño, explotó un conflicto sindical que retrasó la reanudación de la liga y, cómo bien queda claro en The Last Dance, MJ no tomaba posiciones políticas. Y tampoco lo haría acá.
Aquella huelga fue la mejor noticia para Phil Jackson que en la temporada 95 volvió contar con el mejor jugador del planeta. Michael volvía a la NBA y los Bulls ya estaban listos para completar la historia e ir por otro tricampeonato.
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