Sebastián Abreu, actual delantero y entrenador de Boston River de Uruguay, dialogó con Super Fútbol, programa que se emite por TyC Sports, y mostró su faceta más cómica al rememorar varias anécdotas, que van desde los inicios de Pep Guardiola como director técnico a su fobia a los aviones.
El Loco, entre 2005 y 2006, defendió la camiseta de Dorados de Sinaloa, equipo que en el último tiempo ganó trascendencia mundial por haber contado con Diego Armando Maradona como entrenador. Durante esa temporada compartió plantel con Pep Guardiola, quien aceptó mudarse a tierras aztecas para ser dirigido por su compatriota Juan Manuel Lillo.
“Que una persona como él se este cambiando al lado mio o dándome consejos fue fantástico. Si te digo que me imaginaba que iba a ser ese entrenador, te mentiría. Sí se veía que era un tipo que estaba por encima de lo normal en lo conceptual. Él te veía, por más que no te veía con los ojos. Sin controlar le daba secuencia de primera. Tenía una visión periférica que era fantástica”, comenzó su relato. Y agregó: “Él toma la decisión de ir a Dorados porque su mentor como entrenador era Juan Manuel Lillo. Él quería ser entrenado por él, tener ese día a día para tener esa metodología de trabajo. Cuando terminaba la práctica, él se iba al vestuario, agarraba un cuaderno y lo apartaba a Juanma. Él se sentaba y le hacía un interrogatorio. ‘Hoy hicimos un reducido en forma de rondó, ¿por qué?’. Él le explicaba y le decía porque el equipo rival juega de esta manera. Así todos los días”.
Abreu, que en el fútbol argentino jugó en San Lorenzo, River y Rosario Central, hizo hincapié en lo meticuloso que es Pep a la hora de preparar los partidos. “No subestima nada, no quiere dejar ningún detalle. Cuando fui a Israel jugué la previa de la Champions League con Beitar Jerusalén ante el Wisla Cracovia, que luego nos eliminó y enfrentaba en la siguiente fase al Barcelona. En un viaje en la semana, vamos a un partido de Liga y me llama Guardiola. ‘¿El arquero, rompe líneas o sale jugando con los pies? Quiero que me des detalles del 11 de Wisla Cracovia’. Le pasé los datos por la relación que tenemos, pero ellos estaban 3 ó 4 goles por encima”, rememoró.
Además, contó el inédito apodo que le puso al español, actual estratega del Manchester City. “Le puse el Marroquí por el aspecto. A veces se pelaba y se dejaba la barba. Un día le dije ‘pero sos un marroquí’. Ahí todos se empezaron a reír. Medio que no le gustó. Le mandaba mensajes, lo llamaba, le gritaba".
El punta, que se definió como “no soy un crack, pero tengo lo más lindo del fútbol: el gol”, comentó cómo hizo Diego Simeone para convencerlo de abandonar el fútbol mexicano para recalar en River.
“Los llamados de los entrenadores me movilizaban muchísimo. Estaba en tigres, en un club fantástico, donde estaba cómodo, pero me llamó el Cholo para ir a River, que era un club que cuando llovía goteaban los pasillos Monumental y había 4 meses de atraso. Me dijo que buscaba un 9 de mis característica, que era justo lo que necesitaba. Y cuando lo quise pensar ya estaba ahí. Todos me dicen ‘te fuiste de River, pero no es lo mismo que ahora’. Recordá lo que era en 2008, que era caótico. Con la inyección anímica del Cholo logramos ese campeonato. No sé si hicimos bien, porque salir campeón maquilla lo que es la realidad”, explicó. Y luego, añadió: “De este River no me iría ni loco, yo viví otra situación”.
Uno de los momentos más risueños de la entrevista fue cuando rememoró uno de sus peores viajes en avión. “Tenia que presentarme en la pretemporada con América. El viaje era Montevideo-Buenos Aires-Miami-México. Estaba en primera y empiezo a sentir el olor a quemado y veo un azafato que pasa corriendo. Luego aparece el piloto. No era que la comida se estaba quemando. El azafato empieza a hablar y lo hace en inglés. Yo no entendía nada y vea a una nena al lado que empieza a gritar y a abrazarse a su madre. Ahí le pido que me explique. Me dice que se prendió fuego el motor y que íbamos a hacer una maniobra para largar el combustible y hacer una aterrizaje forzoso en Asunción. Bajamos y aparecieron los bomberos para apagar el fuego. Tuvimos que descender por el tobogán”, comenzó.
“Al otro día volvemos al aeropuerto y hablo con este azafato. Me dice que me quede tranquilo, que habían cambiado el avión. Yo había pegado un chicle abajo de mi asiento, y lo veo. Ahí voy y lo encaro. Él me contestó que me dije eso para que no me ponga nervioso, pero que eso era mejor, porque cuando pasa esto se hace un chequeo total”, esbozó.
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