Por Sergio Levinsky
El protagonismo de Pep Guardiola en el fútbol europeo, sus éxitos en los distintos equipos por los que pasó y su vigencia, ya generó una bibliografía que lo tiene como actor central. Un recorrido por lo mejor de tres textos seleccionados sobre el entrenador que ha formado escuela y está en el podio de los directores técnicos del momento.
Pep Guardiola, la otra forma de ganar (Guillem Balagué, Editorial Roca, 2012)
“Una cosa que he observado en Guardiola –crucial para su inmenso éxito como entrenador- es su gran humildad. Jamás ha intentado presumir de nada. Siempre se ha mostrado extremadamente respetuoso, y eso es muy importante. Es bueno poseer esas cualidades y si analizamos su perfil, con la distancia que otorga el tiempo, es obvio que Pep ha sido una persona con las ideas muy claras, pero también muy considerado con las de los demás’ –dice el escocés sir Alex Ferguson, símbolo del Manchester United, que en el libro se pregunta por qué no ayudó a contratarlo como su sucesor-.
“Parece que Pep llegó a un punto en su trayectoria como entrenador en la que era consciente de la importancia de su papel en el Barcelona, a la vez que experimentaba las exigencias inherentes al cargo. Estoy seguro de que en numerosas ocasiones pensó ‘¿cuánto durará esta buena racha? ¿Podré conseguir la Champions League de nuevo? ¿Puedo mantener este nivel de éxitos?’ Si hubiera llegado a tiempo para aconsejarle, le habría dicho que no se preocupara por esas cuestiones: no alcanzar la final de la Champions no supone una imputación contra su capacidad como DT ni la de su equipo. No obstante, comprendo la presión. Las expectativas eran muy altas cada vez que jugaba su equipo. Todos querían vencerlo.. De hecho, creo que él estaba en una posición privilegiada en cierto sentido e igual, ante tanta presión, no se dio cuenta. Pero lo único de lo que tenía que preocuparse era de encontrar la manera de abrir la defensa rival. El resto venía por la calidad de sus futbolistas, por la lealtad de éstos a una idea, a un estilo de juego que entendían y respetaban…hay que poseer un talento especial para mantener el equipo compitiendo a ese nivel y con semejante éxito durante tanto tiempo”.
Para Ferguson el fútbol es una extraña clase de prisión de la que no quisiera escapar, aunque muy distinto piensa el francés Arséne Wenger, por largo tiempo entrenador del Arsenal y partidario de un juego de toque más preciosista, pero ninguno de los dos entendió la decisión de Guardiola de irse del Barcelona tras cuatro años de resonante éxito y con el mejor jugador del mundo (Lionel Messi) en el plantel.
Guillem Balagué, acaso el mejor periodista freelance del mundo en lengua española y autor del libro, sostiene, a modo de balance de esos años de Guardiola en el Barcelona que “no sólo cambió la dinámica negativa en el club sino que, además. en tan sólo doce meses de su llegada había empezado a enterrar unos poderosos mandamientos sobreentendidos pero imperantes en el mundo del fútbol: sobre la importancia de ganar por encima de todo, sobre la imposibilidad de conciliar el principio de alcanzar las más altas cotas con el buen juego, o esa idea tan extendida que consideraba obsoletos los valores esenciales de la deportividad y el respeto. Desde que llegó al banco azulgrana, Pep decidió ir a contracorriente porque todo ello atentaba contra sus creencias”
Balagué dice que la mente de Guardiola suele girar agitada a mil revoluciones por minuto antes de tomar una decisión e incluso después de tomarla…su mundo está lleno de incertidumbres, debates y demandas que nunca puede llegar a resolver o satisfacer, dudas que lo asaltan a cualquier hora y en cualquier lugar: jugando al golf con sus amigos, en el sofá de su casa, viendo una película con su esposa o hijos, o cuando no puede conciliar el sueño de noche.
Guardiola disponía de 24 ayudantes en el Barcelona pero trabajaba más que casi todos ellos y aunque el club le ofreció ayudantes que analizaran los partidos, nunca aceptó que lo reemplazaran ni delegar esa labor. “Para mí, lo más maravilloso es planear lo que sucederá en cada partido. Con qué jugadores cuento, qué herramientas puedo utilizar, cómo es el rival. Siempre lo intento y transmito a los jugadores la seguridad de saber con qué se van a encontrar. Esto incrementa la posibilidad de hacer bien las cosas”, afirma el entrenador.
Balagué sostiene que se siente más vivo cuando está totalmente inmerso en varios proyectos a la vez, cuando puede abarcar todas las tareas, desde el principio hasta su concreción. Es hiperactivo y partidario del esfuerzo, desde una ética inculcada por sus padres intrínseca al carácter catalán: ganarse el cielo a partir del trabajo, de la filosofía del esfuerzo y la entrega por completo a la profesión. Cuando recibió la Medalla de Oro, máximo galardón de la nación catalana en el Parlamento catalán, dijo: “si nos levantamos pronto, pero muy pronto y sin reproches, y nos ponemos a trabajar, somos un país imparable”.
Establece unas exigencias desmedidamente altas y se siente al mismo tiempo apremiado por no ser nunca lo suficientemente bueno, aunque esto puede ser también un buen motivador porque implica tener que seguir trabajando y esforzándose para conseguirlo.
Balagué dice que Guardiola puede dar la imagen de una persona fuerte y hasta capaz de cargar con el peso de un club entero y hasta una nación sobre las espaldas pero es muy sensible ante la reacción de los futbolistas, de sus críticos, y ante la posibilidad de decepcionar a la afición y hasta a sí mismo. Una vez le dijo a un amigo: “Puedo imaginar la solución más increíble a un problema y a veces, a uno de mis jugadores se le ocurre algo incluso mejor durante un partido, que yo no había pensado y para mí es como una pequeña derrota. Significa que debí hallar antes la solución”.
“En los trabajos de dirección –suele afirmar- uno tiene que estar siempre con la idea de que mañana puede irse. Yo trabajo mejor si soy libre de decidir mi propio futuro. Me agobia estar atado a un contrato durante mucho tiempo y eso puede hacer que pierdas la pasión. Por eso lo renuevo cada año. Si pudiera hacerlo cada seis meses…Siempre he pensado que lo básico es encontrar lo que a uno le gusta. Es la esencia de todo”.
Guardiola tuvo que experimentar, en su primera gran experiencia como director técnico profesional, la coincidencia con un Messi que batió todos los récords y que creció hasta convertirse en esos años en el mejor jugador del planeta, y aprendió a convivir con todo aquello, desde aceptar que se fuera a los Juegos Olímpicos de Pekín en su primera pretemporada en Saint Andrews, Escocia, cuando no entendía por qué no lo saludaba, hasta darse cuenta de que se trataba de un animal competitivo, por lo que nunca más lo puso en el banco de suplentes como aquella vez ante la Real Sociedad, cuando regresaba de jugar con la selección argentina y al día siguiente, enojado, no se presentó al entrenamiento. Desde entonces, jugó siempre.
Pero con Messi, casi todos los “nueves” que trajo el Barcelona tuvieron que reinventarse (Ibrahimovic, Eto’o, Bojan, Villa -que llegó a jugar de extremo-). En la temporada 2011/12, el argentino marcó 73 goles, seguido de Alexis y Cesc con 15. Pep llamó entonces a uno de los mejores entrenadores del mundo y le preguntó qué hacer “si sientes que se te rompió el equilibrio en el equipo. ¿Sigues en la misma línea o cambias los jugadores?” la respuesta, cambiar los jugadores, no era la que el DT quería escuchar, por estar demasiado vinculado emocionalmente a sus jugadores en los tiempos del Barcelona. Tanto es así, que en una temporada llegó a utilizar un recurso de psicología inversa al decir que creía que el equipo no ganaría la Liga y sus jugadores, que no querían que se fuera, acusaron el impacto y aunque no alcanzó, porque la Liga la ganó el Real Madrid, el Barcelona se puso a tiro estando muy lejos.
Guardiola se reconoce discípulo del fallecido holandés Johan Cruyff, quien fuera su director técnico en los años noventa y luego, consejero, y considera que su viaje fundacional como director técnico fue a la Argentina, con su amigo director de cine David Trueba, en un coche con el que recorrieron el país, una vez que dejó de jugar. Allí conoció a Ricardo La Volpe, a Marcelo Bielsa y a César Menotti. Las coincidencias con Bielsa aparecieron en una chacra de Rosario: equipos dominantes, protagonistas, con la prioridad de marcar goles y que no pueden soportar las excusas cuando pierden. Para ambos, perder deprime y aísla. Cuando se iba, el actual DT del Leeds le planteó una dura cuestión: “¿Por qué usted, que conoce toda la basura que rodea al mundo del fútbol, incluido el alto grado de deshonestidad de ciertos individuos, aún quiere volver ahí y meterse además a entrenar? ¿Tanto le gusta la sangre?” y sin dudar, respondió “necesito esa sangre”.
Cuando tomó la decisión de ser DT no quiso esperar como ayudante de campo. No le importaba cuál equipo, pero quería dirigir, ser el máximo responsable y por eso, para sorpresa de su ex compañero y entonces director deportivo del club, Txiki Begiristain, propuso quedar a cargo del Barcelona B, que jugaba en Tercera División. El dirigente se negaba rotundamente por lo que la gente podía pensar de la entidad, que relegaba a un ex jugador trascendente a una categoría muy baja. “Es más fácil ganar la Liga con el A que ascender a Segunda con el B”, le dijo, tratando de convencerlo, pero Guardiola desplegó todo su plan, seguro de lo que podía realizar. Apenas un año más tarde, le ofrecían el primer equipo, cuando la comisión directiva dudaba entre su ascendente carrera o contratar a José Mourinho.
Nomás al llegar a dirigir al plantel de Primera, ascendió a varios de sus juveniles y diseñó un comedor para que todos comieran juntos y se sintieran más empleador de un club que estrellas de Hollywood y tomó de Bielsa eso de no dar entrevistas exclusivas y sólo conferencias de prensa como acto de democratización. Cambió la dieta y terminó con las concentraciones de los días anteriores a los partidos (“la gente que va a trabajar no está antes encerrada en un hotel”).
De Cruyff tomó sus principales lineamientos. “Quería que jugáramos por las bandas, con extremos y yo uso su teoría, por encima de todo. Fue él quien impuso los criterios para la circulación de la pelota, la obligación de abrir la cancha para encontrar los espacios, de llenar el mediocampo para tener superioridad numérica y de agregar muchos más elementos para que la gente supiera cómo juega el Barcelona”. También tomó algunas cosas de otro holandés., LouisVan Gaal, porque le fascinó su Ajax campeón de todo en 1995.
Víctor Valdés, su arquero en esos años, lo sintetiza bien: “su filosofía es clara: primero hay que poseer el balón, así el rival sufre y nosotros tenemos toda la situación bajo control. En segundo lugar, hay que intentar no perder la pelota en situaciones comprometidas, porque eso puede generar una situación peligrosa. Si nos la quitan tiene que ser por mérito del rival. Tercero, hay que presionar y ser muy intensos. Cada jugador tiene una zona donde aplicar la presión. Y no hay que perder nunca la concentración”.
“Fórmula Barca”, Viaje al interior de un equipo que ha descubierto la eternidad (Ricard Torquemada. Lectio Ediciones, 2013).
Torquemada, considerado como periodista uno de los mejores analistas de fútbol de España, se introduce en el mundo del sistema táctico de Guardiola.
“Pep recurría a todos los mecanismos para buscar siempre el arco contrario –explica Torquemada-. Xavi, Iniesta y Messi empezaron esta nueva etapa con las órdenes de vivir cerca del área- Xavi no retrasó mucho su posición, para hacer más definitiva su participación con Messi a la derecha, Eto’o en el centro, e Iniesta en la otra banda. Poco a poco el plan cambió porque uno de los pilares de sus métodos se basa en la evolución del proceso, porque nunca ha creído en verdades absolutas, lo que le otorga una flexibilidad imprescindible a la hora de interpretar la vida. Las diferentes cualidades específicas de los jugadores y la evolución táctica colectiva transforman su idea original y proponen que Xavi se desplace hacia atrás en la salida del balón con la intención de atraer a su rival directo, distanciarlo de sus marcadores centrales y, de esa forma, crear más espacio para Messi a la espalda del volante central”.
Uno de los temas centrales en el sistema de Guardiola en el Barcelona tuvo como punto central el hecho de la superioridad numérica sobre el rival (la idea de Cruyff, con la que Pep revolucionó el fútbol, convirtiéndola en método: “siempre hay que acumular más jugadores que tu rival desde el principio de una jugada para llevar la iniciativa (tener tres jugadores cerca de la pelota si el otro equipo tiene dos, cuatro si ellos tienen tres, y así”) aunque, indica Torquemada, esa fórmula “no es garantía de nada porque, al final, todo depende de la habilidad, precisión y concentración de los artistas que sacan ventaja del espacio y toman las decisiones correctas, pero siempre habrá un jugador que se libre de la marca y entonces consiga una “línea de pase” segura. De esa forma, el fútbol se convierte en un deporte con una pelota y espacios”.
Desde lo colectivo, sostiene que los jugadores “necesitan saber que no deben tener miedo a intentar cosas ni a perder la pelota, porque en eso consiste el fútbol. Messi sabe que siempre puede hacer jugadas porque sabe que tiene a diez compañeros detrás de él dispuestos a ayudarlo. Cuando tanto el defensor como el delantero se sienten importantes y protegidos, tenemos a un equipo ganador”
Para evitar perder la pelota y caer en el contragolpe, resulta útil el concepto del “tercer hombre”: lanzar un pelotazo al espacio frente al futbolista que esté en la punta, así se evitan riesgos. Pero cuando el Barcelona recibía un gol de contragolpe, la crítica contra el equipo era siempre la misma: la exposición de los defensores. “Pero se trata de un riesgo voluntario-advierte el autor- y se evita manteniendo la posesión. En cualquier caso, los marcadores centrales estaban protegidos por un volante organizador que ayudaba a construir el juego desde atrás pero que también podía proteger a los centrales cuando estaban adelantados (caso de Sergio Busquets)".
“Lo más importante, cuando se defiende, es la actitud correcta. Podemos hablar de mil conceptos, pero lo que une a un equipo, lo que ayuda a los jugadores a defender, es la actitud adecuada”, suele decir Guardiola.
Torquemada enfatiza que una de las ideas equivocadas sobre el Barcelona de Guardiola era que su fútbol se centraba exclusivamente en marcar goles sin interesar la defensa. “La filosofía de Guardiola sorprendería a más de uno. Por ejemplo, cuando el Barca no lograba marcar goles, en la primera cosa en la que se fijaba el DT era cómo estaba defendiendo su equipo. El ex lateral francés y hoy director de Fútbol, Eric Abidal, explica que antes de llegar al club, los entrenadores le insistían en que, como defensor, debía centrarse en recuperar la pelota, ‘Después, cada vez que tuve la pelota, supe lo que debería hacer porque aprendí a interpretar el juego’, porque le enseñaron a pensar un paso por delante de su rival sobre lo que haría una vez que recuperara la pelota. Durante los primeros diez minutos de cada partido, Guardiola sólo se fija en las actitudes tácticas del oponente y no mira a su equipo”.
Otras características que Torquemada señala en su libro que algunas de las ideas de juego de Guardiola (que también toma como referentes a Juanma Lillo, Arrigo Sacchi, Rafa Benítez y Rodolfo Borrell) pasan por “correr con la pelota para provocar o atraer al rival, no para eludir” y o por su “obsesión”, la salida desde atrás con la pelota “porque es lo que condiciona si un equipo ataca bien” pero puede cambiar de marcaje en determinadas ocasiones y por eso explica por qué, por ejemplo, optó por una defensa de cinco jugadores ante el Atlético Madrid como visitante, en 2010 “para salir tres contra dos con Sergio Busquets como socio de los dos centrales contra los dos delanteros rivales, Sergio Agüero y Diego Forlán”. También destaca el periodista el aporte del arquero Valdés jugando con los pies y su mejoría en el rendimiento con el correr de los partidos.
Herr Pep (Martí Perarnau) (Crónica desde dentro de su primer año en el Bayern Munich) (Editorial Roca, 2014)
Periodista y ex atleta olímpico, Perarnau consiguió seguir de cerca los entrenamientos durante toda la primera temporada de Guardiola en el Bayern Munich y pudo comprobar la metamorfosis de un equipo acostumbrado a jugar de otra manera, y cómo el DT ingresó en la Bundesliga meses después de que con otro sistema, el equipo ganara la Champions League.
Perarnau sostiene que según Guardiola, antes de jugar al fútbol “hay que crear una idea, un idioma propio de cada equipo, un software con el que componer el hardware necesario para la competencia".
El Guardiola que llega al Bayern a mediados de 2013 es un DT renovado, tras un año sabático en Nueva York, y sorprende hablando un bastante aceptable alemán, en uno de sus tantos intentos perfeccionistas.
El autor del libro cuenta que en octubre de 2012, en Nueva York, en una cena con sus esposas, Guardiola le preguntó al ex campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov las razones por las que le resultaba imposible competir con el joven maestro Magnus Carlsen y su interlocutor le insistía en que era “imposible”, tras conversar previamente sobre competitividad, economía, tecnología y deporte, unidos por el amigo en común Xavier Sala i Martín, catedrático de Economía en la Universidad de Columbia. Daria, la mujer de Kasparov, explicó a Cristina, la del DT, que si fuese una sola partida de 2 horas, su marido podría vencer, pero si la partida se fuera a 5-6 horas, ya no querría estar tanto tiempo con el cerebro trabajando sin descanso para calcular posibilidades, pero ya “Pep” no pudo dormir mucho esa noche, y se quedó pensando.
Perarnau define a Guardiola como un hombre que duda de todo, hasta la obsesión, en busca de la perfección. Su ayudante Manel Estiarte (quien fuera el Maradona del Waterpolo) llama “la ley de los 32 minutos” a su dificultad para desconectar del fútbol por más tiempo en cualquier conversación, y llegó a obligarlo a abandonar Säbener Strasse, la ciudad deportiva del Bayern, en alguna oportunidad, por exceso de trabajo.
Guardiola, explica Perarnau, llega en el momento justo, cuando los dirigentes del Bayern no quisieron que su nombre se relacione con esfuerzo, coraje o potencia. Ya con Van Gaal, el equipo comenzó a tener un mayor porcentaje de posesión de pelota (en algún caso llegó a ser del 80%) aunque desde posiciones fijas, pero los jugadores no salían de su zona de influencia. Posteriormente, Jupp Heynckes le agregó velocidad a este mismo juego.
En la pretemporada, Guardiola ya comenzó a modificar el juego y las costumbres, hasta los mínimos detalles. Se sorprendió que la recepción al equipo fuera con bollos y pasteles y dijo “vamos a necesitar un nutricionista”. Tras regañar a sus jugadores porque tardaban en cenar demasiado después de los partidos y sostenía que una hora era lo máximo, les pidió que se liberaran y fueran ellos mismos. Para Perarnau, fue una charla fundacional: “Yo odio el tiquitaca. Lo odio. Es pasar el balón por pasar. Y eso no sirve para nada. No os creais lo que dicen. ¡El Barca no tenía nada de tiquitaca! ¡eso es un invento! ¡No hagáis caso! En todos los deportes de equipo, el secreto es cargar mucho y atraer al contrario para que deje libre el costado débil. Y cuando hemos conseguido cargar y atraer, entonces debemos resolver por el costado opuesto. Por eso hay que pasar el balón, sí, pero con intención, con intencionalidad. Pasarlo para cargar, para atraer y para resolver por el opuesto. Nuestro juego ha de ser eso y no el tiquitaca”. Pep subraya con una birome roja en su libreta negra. Les dijo, por si no habían entendido bien, que ellos no tienen que ser el Barcelona de Munich, y ese entrenamiento consistió en apertura a las puntas, centros al área y llegadas en dos oleadas, una para rematar, la segunda, buscando el rebote. Pep gritó “¡Patapam! Este es nuestro juego”, exclamó, como descubriendo otra forma de jugar que le podía dar frutos, y que no tenía por qué ser la misma que la de su equipo anterior.
El autor cuenta que en el segundo tiempo del partido ante el Stuttgart, Guardiola decidió renunciar al “falso nueve” y a su media punta, y decidió hacer ingresar a dos “tanques” como el croata Mandzukic y el peruano Claudio Pizarro. “Si eso en el Barcelona lo hacían Gerardo Martino o Luis Enrique, tenían que salir escoltados”, comenta un sorprendido Perarnau, al que le chocaron tanto los cambios, que le terminó preguntando al propio DT si no se había traicionado a sí mismo con esos cambios. El DT, actuando como si no entendiera la pregunta, se limitó a contestar que sólo quería “ganar el partido”, que finalmente ganó.
Perarnau descubre que uno de los secretos de Guardiola es que “es muy miedoso, porque teme ser atacado” y considera que “es valiente porque es miedoso” (“prefiero enfrentarme a los equipos que juegan cerca de su arquero porque si es así, la pelota está lejos de mi arco y no corro peligro”), y que una virtud es su clarividencia, heredada de Cruyff: la capacidad para intuir acontecimientos.
En el Bayern, entonces, se decantó por un 3-4-2-1 con Lahm de volante central, Boateng y Dante a sus costados para permitirle salir a romper, delante de ellos Schweisteiger y Kroos como interiores ofensivos, Rafinha y Alaba, volantes en vez de laterales, Ribéry y Robben por los costados, y Mandzukic o Tomas Müller como goleadores.
Perarnau llega a la conclusión de que la gran virtud de Guardiola radica en la riqueza de su plan, pero su defecto es medir con precisión la cantidad de software que cada jugador puede absorber.
Domenec Torrent, uno de sus colaboradores, decía ya a principios de 2014 que en seis meses varió más cosas en el Bayern que en cuatro años en el Barcelona.
Perarnau detalla esos cambios: 1) adelantó la defensa a 45 metros del arquero, y hasta 56 metros en posición de ataque, 2) avance todos juntos, como equipo, 3) La pelota ordena (anti tiquitaca), 4) Superioridad en el mediocampo, 5) Falsos interiores (los dos laterales) junto con los dos verdaderos, 6) sin “falso nueve”.
En cambio, con los meses de trabajo, Guardiola comenzó a valorar de la Bundesliga: 1) Los contragolpes, 2) El juego por alto (un equipo con gente mucho más alta que en el Barcelona), 3) La agresividad en el pressing, 4) El doble pivote (cuando fue un abanderado de un volante central único), 5) juego por afuera, mucho más esencial que en el Barcelona, donde eso era más distractivo.
Pero la Liga alemana ganada a tres meses del final de la temporada choca contra la dura eliminación ante el Real Madrid por la Champions (0-4 como local), un 29 de abril de 2014, “la peor cagada que hice en mi carrera”, lo definió Pep), cuando terminó cambiando su habitual sistema (con el que bailó a los españoles en la ida pero acabó perdiendo 1-0 en un contragolpe) por un 4-2-4. El equipo acabó partiéndose en dos (“todo el año resistiéndome y lo vengo a hacer justo ante el Real Madrid, menuda cagada”), 29/4/2014. Pocas veces se lo vio tan abatido. Se sumaba la muerte de su amigo Tito Vilanova.
Pero se repuso a los pocos días, entre el respaldo de los dirigentes, que sabían que se trataba de un proyecto a largo plazo, además de la cosecha de cuatro de los seis títulos en la primera temporada. Los “brutales” cambios en el juego del equipo harían a Guardiola definir su trabajo en el Bayer como “contracultural” y sólo pedía tiempo. Lo tendría para desarrollar su trabajo por dos temporadas más, antes de irse al Manchester City.
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