Antes de que Diego Maradona aterrizara en Dorados de Sinaloa, una importante figura del fútbol mundial ya había dejado huella en el equipo de Culiacán.
Durante su etapa en México, Pep Guardiola, ahora estratega del Manchester City, compartió vestuario con jugadores de la talla de Adrián Aldrete o el uruguayo Sebastián Abreu, quien ahora es técnico del Boston River en la Primera División de Uruguay.
Esta semana, el ex delantero charrúa contó a TyC Sports cómo convenció de venir a México, a petición del español Juan Manuel Lillo, al que a la postre se convertiría en uno de los técnicos más respetados de la élite europea.
“Lillo se me acercó y me dijo 'Seba, tienes que ayudarme a terminar de convencerlo para que venga”.
El “Loco” contó que Pep preguntaba mucho por el club y las instalaciones, las cuales en esos tiempos no eran las mejores: “Me dijo que le tenía que contar cómo era el club. En ese momento entrenábamos en un parque de diversiones de verano, de piscinas, y el vestuario nuestro eran quinchos de paja con sillitas de plástico al aire libre. Tenías que salir con toallas porque había familias con chicos”.
“Le dije que en la ciudad había playa, que el Estadio estaba muy lindo y el grupo era muy bueno. Me preguntaba siempre por las instalaciones pero yo le repetía lo mismo, ya no sabía qué más decirle”, dijo entre risas.
“Algunos dirán que vengo a México por dinero; aunque los desmienta, no me creen. Pero, básicamente fue porque aún quiero jugar al fútbol, por seguirme probando y por jugar en vuestra liga”, dijo a su arribo. En efecto, Pep, de entonces 34 años, disfrutaba de conocer culturas, era una esponja ávida de conocimientos futbolísticos. El entrenador ya le ganaba al futbolista; convivían en un complejo equilibrio.
De hecho, desde aquellos tiempos el “Loco” ya había detectado ciertos ‘detalles increíbles’ en Guardiola, quien siempre acudía a los entrenamientos con una libreta para apuntar cada trabajo que se hacía en el campo. Al final de cada práctica se quedaba con Lillo a repasar conceptos.
“Era muy estudioso, le gustaba mucho leer. Con Lillo se la pasaba viendo fútbol, leían revistas, periódicos y platicaban. Todos los días le tenía que comprar revistas de futbol. Incluso, cuando ellos se marcharon, les mandé tres cajas a España de puras revistas”, contó Eliseo Martínez, alias el Chevo, encargado de la seguridad de Guardiola en su travesía en Culiacán, a ESPN.
El físico de Pep ya no estaba al 100%: se infiltraba hasta para entrenarse. Pero eso no le impedía ejercer la docencia. Abreu compartió otra anécdota que confirma que el director técnico ya afloraba con fuerza y sapiencia. “Yo cubría al defensor y le ponía el pie a la pelota. Él me decía: ‘No, Loco, estás perdiendo tres segundos’. ‘¿Qué tres segundos, vos qué sabés’, le respondí. Un día se cansó y me dice ‘si pude modificarle la forma de recibir a Romario, no puede ser que contigo no pueda’. Se quedaba en los entrenamientos conmigo y usaba conos para perfilarme de lado, cosa que el control fuera orientado y me sacara la marca en el primer control”, reveló el Loco.
"Tenerlo de compañero fue lindo, pero feo a la vez, porque te dabas cuenta de que era un adelantado. Yo pensaba ‘¿Cómo puede ser que antes de que le llegue la pelota ya tenga dos o tres opciones de pase?’. Y te sentías un burro porque nosotros estábamos esperando a que la controlara para marcarle el pase”.
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