Se los veía felices. Las sonrisas reflejaban el gran momento que estaban compartiendo juntos. Como no podía ser de otra manera, el básquet los mantenía unidos.
El sábado por la tarde, horas antes del trágico accidente en helicóptero, Kobe Bryant estuvo junto a su hija en la Academia de Deportes Mamba, en Thousand Oaks, donde Gianna disputó un partido ante la atenta mirada de su padre.
En más de una ocasión, la leyenda de la NBA había manifestado públicamente que Gigi tenía “aspiraciones de estar en la WNBA”, y su talento le permitía soñar.
Nadie iba a imaginar el trágico desenlace que conmovió al mundo. Cuando los integrantes de la Academia Mamba se enteraron de la desgarradora noticia, todos los jugadores, entrenadores y familiares que se encontraban en el lugar compartieron el sentimiento de dolor con reuniones silenciosas que fueron interrumpidas por una oración generalizada.
Según los máximos responsables de la entidad, el apoyo mutuo entre los presentes fue clave para sobrellevar la angustia. Así, el llanto compartido y el rezo constante fueron algunos aspectos determinantes en el recuerdo permanente que se fijó sobre los admiradores de Kobe.
Incluso muchos californianos se acercaron al lugar para instalar un santuario en las puertas del lugar.
La leyenda de la NBA y su hija Gigi volvían de la Academia Mamba cuando ocurrió el accidente. Viajaban en su helicóptero privado cuando éste se precipitó contra el suelo y se vio envuelto en llamas. Personal de emergencias acudió al lugar del siniestro y se confirmó que no había sobrevivientes, según aseguró la policía del condado de Los Ángeles en un mensaje en Twitter.
El ex jugador de los Angeles Lakers utilizaba habitualmente su helicóptero Sikorsky S-76 privado para desplazarse. Bryant estaba casado con Vanessa y, además de Gianna, a quien le decían Gigi, tenía otras tres hijas: Natalia, Bianca y la recién nacida Capri.
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